Carlos Manuel de Céspedes: De Yara a San Lorenzo. 

Written by Enrique Ros*

3 de enero de 2023

La Lealtad y la perfidia. El brigadier de Cambute. El Médico de Jiguaní

Esta obra aporta datos concretos sobre actos, algunos censurables; los más, admirables, de los hombres que participaron en aquella gloriosa gesta.

Reuniones conspirativas

(IV de VI)

El 17 se alza Francisco Vicente Aguilera en su hacienda Santa Ana de Cayojo. Las pequeñas poblaciones fueron tomadas; no así Tunas ni Holguín.

Ante Bayamo se presenta Céspedes el 18 al frente de impresionante caballería, mal armada pero dispuesta a combatir. Ha cercado la ciudad y el mismo 18 comienza el ataque de las tres columnas cubanas. La del centro capitaneada por Juan Ruz y Angel Maestre Corrales; otra, la dirigían Juan Hall (que antes de un año traicionaría a su patria) y Perucho Figueredo. La columna del extremo opuesto la comandaba Manuel de Jesús (Tita) Calvar. Defendía la plaza un dominicano, General Modesto Díaz, que pronto pasaría a las fuerzas insurrectas. Tras varias horas de lucha se rindió la plaza. El 20 se rinde el gobernador Udaeta. Se nombra para sustituirlo al cubano Jorge Carlos Milanés y se designan para constituir el nuevo Consejo Municipal a tres españoles y dos hombres de color; las primeras personas de la raza negra que desempeñaron esos cargos en Cuba.

Será, precisamente el 18 de octubre cuando Lersundi inserta en La Gaceta de La Habana el Parte Oficial de lo que había estado sucediendo en la isla en el que, con gran optimismo, aseguraba -al anunciar el envío de algunas compañías de infantería y de un escuadrón de Caballería con destino a Las Tunas y Manzanillo- que podía darse por terminado el intento de los sublevados.

MANIFIESTO DE LA JUNTA REVOLUCIONARIA

Bayamo se había rendido a los insurrectos. Céspedes hace publicar, en el primer número de El Cubano Libre, el manifiesto que, en nombre de la Junta Revolucionaria de Cuba, había dirigido a la población cubana y a todas las naciones con inclusión de España. Luego da otro paso. Lo tomamos, textualmente, de una obra del distinguido historiador Dr. Octavio R. Costa:

«Con habilidad de estadista Céspedes dirigió una carta al Secretario de Estado del Presidente Andrew Johnson. Se le hizo informar a William H. Steward sobre los acontecimiento cubanos. En el documento se repiten los puntos esenciales del manifiesto. Y se reitera que Cuba aspira a constituirse en una república libre, independiente y soberana. El documento fue firmado por Céspedes, Pedro Figueredo, Bartolomé Masó, Francisco Maceo Osorio y otros. Significativamente, no aparece la firma de Francisco Vicente Aguilera. Tampoco firmaba Félix Figueredo ni Tomás Estrada Palma».

Razones tendrían los no firmantes

El manifiesto dio a conocer, al comenzar los levantamientos de aquella fecha, los principios y el objetivo de la insurrección. Se aspiraba a que la isla pudiese ser una gran nación. Para obtener la independencia el documento informaba que se había convenido, por unanimidad, nombrar un jefe único que dirigiría las operaciones militares con plenitud de facultades. Se nombraba una comisión de 5 miembros cuya misión sería la de auxiliar al general en jefe en sus decisiones de carácter político. Aunque la proclama aparecía como redactada por una «Junta Revolucionaria de la Isla de Cuba» sólo una firma, la de Carlos Manuel de Céspedes, suscribiría este documento que investía al jefe único de plenas facultades.

Aquel manifiesto «se encaminaba al establecimiento de una república de carácter conservador, destacando tres deplorables aspectos en los que se hallaba la isla: 1) la opresión política; 2) la explotación económica; y 3) el estancamiento social» .

No mostraron su complacencia con este documento el camagüeyano Salvador Cisneros Betancourt ni el joven Ignacio Agramonte y Loynaz «partidarios, tanto aquél como éste, de la creación de una república más radical. Sin embargo… decidieron secundar el movimiento iniciado por Céspedes.

Francisco Maceo Osorio  había estado en Guisa al inicio de la revolución, participando en la toma de Bayamo, luego de unirse a Carlos Manuel de Céspedes en La Sabana de Valenzuela.

Para rendir las plazas más importantes e impedir el avance de las columnas españolas que marchan desde Santiago de Cuba y desde Manzanillo, por donde había desembarcado el Conde de Valmaseda, era necesaria la incorporación de un mayor número de hombres con experiencia militar. Uno sería Máximo Gómez que en su tierra nativa había alcanzado en el ejército español el alto grado de general, y que ya, desde hacía años, estaba asentado en labores agrícolas en su finca El Dátil en la jurisdicción de Bayamo. Otro sería José de Jesús Pérez quien, como capitán pedáneo, tenía a sus órdenes cerca de 70 hombres, disciplinados y armados, cuya misión era defender los cafetales y fincas de terratenientes de la zona de Jiguaní.

MÁXIMO GÓMEZ: 

“FUI RECIBIDO MUY MAL”

Máximo Gómez quiere ser útil a la revolución. Por eso pide reunirse con Donato Mármol. Para verlo partir hacia Jiguaní «donde fui recibido muy mal por Félix Figueredo…, se me despreció por el título que llevaba de general…». No fue del todo desafortunado para Máximo Gómez el desaire y desprecio inferido por Félix Figueredo, el médico de Jiguaní. El joven José Antonio Toro «que admira a Gómez y no comparte el desfavorable criterio» de Figueredo «se le acerca y le lleva a su casa para que pase la noche» Afortunadamente cuando Félix lo despreciaba llegaba el General Mármol a quien Gómez, dentro de pocas horas, iba a mostrar en «Pino de Baire» su extraordinaria capacidad militar.

Aunque sin conocimientos militares, su capacidad para organizar y su don de mando permitió a Donato Mármol convertirse pronto en un respetado caudillo insurrecto.

Mármol comisiona a Gómez para dirigir la vanguardia de una tropa bisoña escogida para defender a Jiguaní, en el camino de Bayamo. Gómez sitúa cerca de la Venta del Pino, a un kilómetro de Baire, varias emboscadas. Avanzaban los soldados españoles, a las órdenes del Coronel Demetrio Quirós, cuando «saltan al camino, bajo el humo de los disparos, centenares de insurrectos, que caen sobre ellos a machete limpio. El efecto de esta sorpresa fue fulminante; las dos compañías, sin resistencia casi, son aniquiladas; más de doscientos soldados son muertos a machete. Con heridas atroces, profundísimas, impresionantes para estos soldados, que aún no conocían los temibles efectos del machete, blandido por el guajiro cubano».

La derrota es tan sorpresiva y aplastante que fuerza al capitán general Lersundi a suspender su plan de operaciones y al Conde de Valmaseda a reembarcarse con su columna para Vertientes. Quedan aplazados sus planes sobre Bayamo.

(Continuará la semana próxima)

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