Carlos Manuel de Céspedes: De Yara a San Lorenzo

Written by Demetiro J Perez

20 de junio de 2023

La Lealtad y la perfidia. 

El brigadier de Cambute. El Médico de Jiguaní

Valmaseda, Capitán general. Sobornos. Exterminio. (II de X)

No tuvo éxito Aguilera en sus gestiones conciliatorias con las fracciones en pugna en la emigración.

Para el primero de julio de 1871 Máximo Gómez se ocupa de organizar las tropas para invadir Guantánamo, propósito intentado varias veces durante los tres primeros años de la guerra y que siempre había resultado en un fracaso. Era aquella una zona riquísima en cafetales e ingenios pero protegida por destacamentos de criollos franceses que eran grandes tiradores, por tropas españolas de amplia experiencia y guarnecida la zona, también y principalmente, por las escuadras del temible Miguel Pérez que pronto serán aniquiladas.

Algunos grupos arriban por el sur hacia la zona del Cobre y Niquero. Uno de ellos, que parte de Jamaica, estará dirigido por el Coronel Lico Codina y el Capitán Emilio Dupino.

Proteger la costa sur, esencial para el avituallamiento, desde Jamaica, del ejército mambí es tarea vital que ha sido asignada al hombre más hábil y conocedor de aquella zona.

Al brigadier Pérez le señalan, además, entre otras responsabilidades, ésta de atender y proteger los desembarcos de la costa sur de su territorio. Así, a principios de junio de 1871 recibe la primera expedición que llegaba luego de un año en que los insurgentes estuvieron privados de recibir armas llegadas del exterior. Era el cargamento del barco comandado por el Coronel Manuel Codina Polanco que llegaba desde Jamaica hasta cerca del Aserradero.

En julio aquellas fuerzas de Gómez, que no descansan, destrozan una columna enemiga; el 6 marchan para el Pilón; el 9 recibe la noticia del arribo de la expedición de Codina; el 21 desembarca Rafael de Quesada, y empieza Gómez a avanzar hacia Guantánamo. Realiza varias acciones, y «recibo un refuerzo que debe enviarme el jefe de la línea del sur (Jesús) Pérez». Le llega el teniente coronel Cintra con 150 hombres.

LA INDIANA, LA GALLETA, 

LOS CAFETALES

Ha enviado Gómez hacia la «Loma de la Galleta» parte de sus tropas que son hostilizadas, el 6 de junio, por el Batallón de San Quintín. Pero el gran dominicano, que esta vez no quiere arriesgar la victoria planeada, espera el refuerzo que debe enviarle el brigadier Pérez, jefe de la línea sur.

Ya el 21 se encuentra allí, también, el teniente coronel Cintra con 150 hombres. El 28 de julio rinde jornada en la Loma de la Galleta donde piensa formar el núcleo de las fuerzas invasoras y donde ya se combatió el 6 de aquel mes. Junto a él está José de Jesús Pérez.

Acampado en La Galleta, por la zona de la Demajagua, con su Estado Mayor y escolta, el batallón de la brigada de Cambute al mando de Juan Cintra, los tres batallones de Cuba bajo las jefaturas de Maceo, Moncada y del Prado, y las dos unidades independientes de infantería, Gómez dio cuidadosos pasos para organizar la difícil marcha sin que esta fuera detectada. El factor sorpresa era el elemento decisivo. Marcha el primero de agosto, a las dos de la madrugada hacia Corralillo, río arriba hasta llegar al Arroyo de la Ayúa.

Una de las primeras batallas se produce el 12 de agosto de 1871 en el cafetal La Indiana, defendido por hombres de las Escuadras de Guantánamo. Fuerzas de la División Cuba, bajo el mando de Gómez, atacan este cafetal a 28 km de Sagua de Tánamo. Eran los tenientes coroneles Francisco Borrero, Antonio Maceo, José María Cortés, bajo las órdenes del Teniente Coronel Juan Cintra. Muchos cubanos murieron o fueron heridos en combate. En el encuentro muere el teniente coronel mambí José María (Pepe), Cortés y cae herido el teniente coronel José Maceo, quien estará convaleciente hasta enero de 1872.

Silverio del Prado -que, junto a José de Jesús Pérez, sirviendo a las órdenes de Máximo Gómez había participado en el importantísimo encuentro de la Socapa y, meses antes en la toma de Bayate, donde fue gravemente herido- combate en la jurisdicción de Sagua de Tánamo; y Guillermo Moncada, en Monte Ruz; el brigadier Pérez se bate en San Pedro, mientras el coronel Camilo Sánchez toma el ingenio Yarayabo, al tiempo que Pérez, luego del encuentro de San Pedro continúa su fuerte acometida, al frente de la brigada de Cambute, sobre los cafetales Magdalena, el Cristal, Bello Desierto y Diamante.

Todo estuvo preparado para la planeada acción de la Indiana. Sigamos aquí a Benigno Souza en su biografía de Máximo Gómez:

“El día 4 de agosto acampan en la Armonía y ordena a José de Jesús Pérez, como diversión, el ataque a la zona de El Cobre, para caer el día 12, como un alud sobre la zona de cafetales de Monte Tauro, tomando la Indiana, heroicamente defendida por su guarnición, compuesta de cubanos, de los cuales sólo se salvó uno, y donde tanto se distinguieron el teniente coronel Antonio Maceo, el teniente coronel Cortés, muerto en la acción; Poquito Borrero y José Maceo, gravemente herido”.

José Maceo, herido de un balazo en el pecho quedó tendido en las aspilleras, luego de haber quemado, siguiendo a su hermano Rafael, la puerta por la cual entró la tropa. Máximo Gómez da la orden de retirada y Antonio pide una última oportunidad para rescatar el cuerpo de su hermano, y arremete con tal fuerza que la resistencia cede. José permanecerá convaleciente hasta enero del próximo año en que, gracias a su complexión física, logra sobrevivir. El día 13 invade Silverio Prado la zona de Sagua de Tánamo; el 18 el coronel Maceo quema los ricos cafetales de Monte Líbano. Ha participado también en varias de estas batallas, Flor Crombet.

Los continuos encuentros de La Indiana se prolongan por una semana. Jesús Pérez, de regreso de El Cobre, se distingue en la toma e incendio de los múltiples cafetales que rodean La Indiana. Dirá Máximo Gómez:

«La destrucción del famoso campamento de La Indiana dejaba franco y seguro nuestro centro de operaciones y nuestro ejército provisto de todo lo más necesario de que había carecido en absoluto».

A mediados de septiembre (1871) al recibir el brigadier Martínez Campos la noticia del ataque a Yarayabo por las partidas del Cobre y las incursiones de los insurrectos a Monte Líbano, (Guantánamo) se dirigió a esta región (Pirala, Página 251, Tomo II).

Tras la victoria conseguida por Gómez contra las tropas españolas comandadas por el coronel Carlos Palanca, en La Indiana, al iniciar su campaña de Guantánamo, siguieron otras con los hermanos Maceo, Camilo, Sánchez, Guillermón, Juan Cintra, Paquito Borrero y otros.

GUANTÁNAMO: 

LAS TEMIDAS ESCUADRAS DE MIGUEL PÉREZ

El avance hacia Guantánamo se dificultaba por estar la zona guarnecida por destacamentos de franceses criollos, expertos tiradores, así como por tropas españolas, guerrilleros que sirven a la metrópoli y, principalmente, las célebres escuadras de Guantánamo y Yateras diestramente mandadas por Miguel Pérez y Céspedes.

Los ricos cafetales de Yateras estaban protegidos por las escuadras organizadas en 1869 por el Teniente Coronel español Enrique Berges, compuestas por 300 indios yateranos dirigidos por Miguel Pérez.

Al iniciarse la campaña en 1868 Miguel Pérez ostentaba los grados de Capitán de Partida y se jactaba de haber destruido numerosos palenques de cimarrones. Su cuadrilla estaba compuesta, primordialmente, de hombres fuera de la ley o con antecedentes penales. Era aquella cuadrilla el principal obstáculo al que se enfrentaría Gómez en su propósito de invadir Guantanamo. Por eso al ordenarle a Guillermón Moncada iniciar la marcha le da las siguientes instrucciones:

«Va usted a recibir órdenes, Comandante Moncada, para invadir la zona de Guantánamo. Sepa que es una labor dura y difícil, pero conozca, que nuestro triunfo está ahí. Considero de gran efecto moral esta acción.

Usted irá al mando de la vanguardia: nuestras fuerzas irán detrás, y no olvide, que el aniquilamiento de Miguel Pérez, es para nosotros cuestión vital».

Guillermón quiere provocar a Miguel Pérez. Lo hace aplicándole la tea incendiaria a los cafetales que Miguel Pérez debe defender y comienza, precisamente en Tiguabos, donde ha nacido Miguel. Ese mismo día sale el cuadrillero feroz a perseguir las tropas mambisas. Era eso lo que esperaba Guillermón. El encuentro se produce en Yateras.

Miguel Pérez, temido por tantos, había dirigido un reto á Guillermón:

«A Guillermo Moneada. En donde se encuentre: Mambí, no está lejos el día en que pueda, sobre el campo de la lucha, bañado por tu sangre, izar la bandera española sobre las trizas de la bandera cubana.

Miguel Pérez y Céspedes»

Guillermón responde al reto:

«A Miguel Pérez y Céspedes: En donde se hallare: Enemigo, por dicha mía se aproxima la hora en que mediremos nuestras armas. No me jacto de nada; pero te prometo que mi brazo de negro y mi corazón de cubano tienen fe en la victoria. Y siento que un hermano extraviado me brinde la triste oportunidad de quitarle filo a mi machete. Mas, porque Cuba sea libre, hasta el mismo mal es bien.

Guillermón»

El primero de septiembre comienza Gómez el incendio de varios ingenios empezando por Isla de Vano y los cafetales Visitación, San Sebastián, la Barbarita, el Oasis y otros. Guantanamo, en la oscuridad de la noche aparecía iluminada con los incendios de aquellos cafetales. La operación la describe así el New York Times:

«El tema principal es la invasión del distrito de Guantanamo, muy desastrosa para la propiedad, y que, ocurrida al tercer año de la insurrección, desacredita en alto grado al gobierno. Hasta la fecha, ha destruido Gómez 26 cafetales».

Ha sido un triunfo total. El ejército español ha sido derrotado, los ricos cafetales destruidos y se ha diezmado la guerrilla del terrible Miguel Pérez y perdido éste la vida. Veámoslo:

El batallón de San Quintín ha quedado destrozado dejando, en los enfrentamientos de La Galleta y La Estacada, numerosas bajas. Muere, a manos de Guillermón Moncada, el tristemente renombrado Miguel Pérez. Lo comunica Gómez a Manuel Codina:

«Ya ha principiado la invasión a Guantánamo y en los primeros encuentros (los españoles) han perdido a sus principales jefes. Ya no existe González… y el famoso Miguel Pérez también cayó…».

Así describe Regino Boti los últimos momentos del temido jefe de la escuadra:

«Miguel Pérez partió del pueblo de Tiguabos en busca de Guillermón con sus escuadras y una pieza de artillería. Abandonado inexplicablemente por el capitán español Car-tajenera se vio copado en el corazón del monte, tras cinco horas de combate, por los insurrectos. Huyendo furtivamente, de uno en fondo, en la noche, fue detenido a los gritos de «¡Se va Miguel Pérez! ¡Que se escapa Miguel Pérez!». Después de una lucha desesperada, «a disparos, a machetazos a puñaladas, a golpes, a mordidas» cayó, con su asistente, su mulo y su perro, que no le abandonaron».

La caída del jefe de las Escuadras fue valorada como un suceso notable por ambos bandos. Los españoles llevaron sus restos en hombros de los voluntarios hasta el cementerio de Guantánamo, donde usó de la palabra el teniente gobernador, mientras el periódico integrista La Quincena recogía la información (6-15-71) bajo el titular «Muerte de un héroe».

La prensa española informa la muerte del «Jefe de las Escuadras de Guantánamo, Don Miguel Pérez y Céspedes que en 71 años de edad, llevaba 54 de numerosos servicios a España».

Mientras, en la emigración, José Joaquín Palma escribía a Hilario Cisneros, el 5 de junio, desde Kinston, Jamaica: «La muerte de Miguel Pérez en la jurisdicción de Guantánamo ha sido un gran triunfo para los patriotas pues ese era el jefe más importante que ellos tenían y tal vez el que más daño nos ha hecho en aquella demarcación».

Gómez, por su parte, ascendió a Guillermón a teniente coronel.

Los españoles, dice Pirala, consideraron que ellos habían peleado con total desprecio a sus vidas salvando el honor del batallón ganándose así el alto prestigio, para España, de recibir «la Corbata de San Fernando» para su bandera que colocó el Gral. Martínez Campos el 13 de junio de 1871 en Santiago de Cuba con la debida solemnidad.

Esa fue la gran importancia que le concedieron las fuerzas españolas a la victoria de los insurrectos cubanos en la Galleta.

JOSÉ DE JESÚS PÉREZ IMPIDE EL AVANCE DE LAS TROPAS ESPAÑOLAS

Impresionantes son las fuerzas peninsulares a las que tienen que enfrentarse los insurrectos.

Para mediados de 1871, España mantenía en la isla de Cuba 62 batallones de infantería, 8 escuadras de caballería, 20 de milicias y voluntarios y dos regimientos de artillería .

En la jurisdicción de Cuba, el general español Carlos Palanca, jefe del Departamento desde el 26 de febrero de ese año, contaba con tres batallones de cazadores, tres de infantería de línea, uno de infantería de marina y uno de ingenieros. Además, disponía de los voluntarios de Vicana y Santiago, varias fuerzas de contraguerrillas y las Escuadras de Guantánamo.

Cada batallón tenía una plantilla de 750 hombres, la infantería de marina estaba constituida por 130, y el batallón de ingenieros lo formaban 8 compañías de 100 hombres cada una. Las tropas regulares eran, pues, 5,430 hombres por plantilla, a los que se sumaban más de un millar de integrantes de los diversos cuerpos de voluntarios. En total, posiblemente oscilaran en unos 7 mil hombres.

El general Palanca, jefe de la jurisdicción de Cuba, ordena al regimiento de la Corona mantenerse en El Cobre como base de operaciones para enfrentarse al batallón de Jesús Pérez, mientras envía a Sagua de Tánamo parte del batallón León para evitar nuevas incursiones desde el norte de Guantanamo; mueve, también, hacia allá al batallón de cazadores de San Quintín.

La acometividad del brigadier Pérez en el área de El Cobre le impidió -era este el objetivo de Gómez- al fogueado regimiento español de la Corona y al batallón San Quintín entorpecer el avance hacia Guantánamo de las fuerzas insurrectas.

Esta tenaz oposición del brigadier cubano forzó al propio Martínez Campos a moverse hacia el sur hasta El Cobre a enfrentarse a José de Jesús y a su entonces subordinado Matías Vega261. El primer encuentro se produce el 30 de septiembre, el segundo el primero de octubre en Brazo Malo, el tercero en Pinchito el día 2 y vuelven a chocar ambas fuerzas el 3 de octubre en Alto de la Estrella, en la jurisdicción de El Cobre.

El 10 de octubre recibe Máximo Gómez, en Montoru, a Calixto García. El 15 el gobierno llega al Pilón y marcha Gómez a conferenciar con él. En esa fecha le da a Maceo nombramiento de Coronel en Jefe de Operaciones de Guantánamo y le ofrece al gobierno su plan de invasión a occidente; «poco se discute y al fin se rechaza y elige otro, en que yo no tomo parte, pero se me da el nombramiento de Jefe del Ejército invasor» .

Gómez ha desarrollado una hábil y eficiente estrategia en su avance hacia Guantánamo. Mientras él se bate allí, Calixto García lo hace en Cuba y Jiguaní; José de Jesús Pérez le impide el avance por El Cobre a los refuerzos que Martínez Campos necesitaba, y Antonio Maceo hostiga desde su campamento, con las fuerzas de Flor Crombet y Teodoro Laffite, a las tropas del mariscal de campo español. Maceo se acercaba a la ciudad de Guantánamo pero al ver reforzadas sus defensas se movió en dirección a Baracoa.

Se han batido en Pinalito las fuerzas del Brigadier Jesús Pérez y las comandadas por el Brigadier Arsenio Martínez Campos:

«El 2 de octubre de 1871, fuerzas de la División Cuba, bajo el mando del Coronel José de Jesús Pérez, combatieron contra una columna dirigida por el Brigadier Martínez Campos en Pinalitos, en la zona de El Cobre».

¡Todo un futuro mariscal de campo combatiendo a un brigadier!

Se produce una fricción entre el Gral. Calixto García y el Brigadier José de Jesús Pérez al ignorar aquel una comunicación de éste sobre una extrema acción tomada por García contra un soldado (Juan de la Rosa) de las fuerzas de José de Jesús. Ante el reiterado silencio de Calixto García se dirige el Brigadier Pérez a Máximo Gómez solicitando una investigación265

Para entonces José Lacret ha regresado clandestinamente al suelo patrio parcialmente recuperado de su herida. En Kingston había sido atendido por familiares cercanos. Permanece primero en el campamento Santa Ana de Lleo junto a Cisneros y a Ramón Céspedes Fomaris pasando luego al hospital de guerra enclavado en la Subprefectura de Piedra Blanca.

Ya se siente recuperado el joven oficial y, nuevamente pasa a integrar las fuerzas bajo el mando de quien, más que su superior, es su amigo, el Brigadier José de Jesús Pérez quien, conociendo su limitación física lo nombra capitán prefecto de Guaninao donde está enclavado San Lorenzo. Pronto compartirán, allí, comunes preocupaciones.

En agosto, Guillermo Moneada, Jesús Pérez, Antonio Maceo y Silvario del Prado batallan en Mayarí, pasan a la zona de los cafetales, la Indiana, Guaci, Montoru y siguen para unirse al gobierno en Pilón y, luego, en Miranda. «Doy a Maceo nombramiento de Coronel, Jefe de Operaciones de Guantanamo», anota Gómez en su Diario de Campaña.

Regresa el Coronel Prado de su operación en Sagua de Tánamo a fines de agosto, y el 30 los comandantes Laffite y Ortiz «salen en operaciones sobre los ingenios, con 160 hombres», que regresan la primera semana de septiembre «después de haber tomado un ingenio, extraído buenos efectos, y liberado la dota-

DENUNCIA DE CÉSPEDES. TENSIONES ENTRE LA CÁMARA Y CÉSPEDES

El 20 de enero había dirigido Carlos Manuel de Céspedes una comunicación al «Supremo Gobierno de España» denunciando los crímenes cometidos por el Coronel Acosta y Arreal quien, al mando de una columna española, asesinó a mujeres y niños que transitaban de Camagüey a Ciego de Avila .

Valmaseda se encontraba desde los primeros días de aquel mes en La Habana. Será el 18 de febrero que parte hacia Las Villas para iniciar la que sería conocida como la «Trocha de Júcaro a Morón», intentando dividir la región Oriental de la Occidental.

Por Oriente se siguen produciendo continuos enfrentamientos. El 14 de febrero el ya capitán Flor Crombet al mando de 26 hombres se enfrenta al teniente de partido Marcelino López y su patrulla, destruyendo el fuerte del «Ermitaño», en la línea férrea del Cobre; en abril asalta un tren que trasladaba voluntarios fusilando a varios de ellos. Después incendia los cafetales al tiempo que se enfrenta a una columna enemiga.

Para entonces ya se hacían evidentes las tensiones entre Céspedes y la Cámara de Representantes. La Cámara el 16 de enero (1871) se declaró en receso después de investir al presidente de poderes extraordinarios. Las «presentaciones» eran frecuentes. Será un año después, el 29 de febrero de 1872, que reanuda la Cámara sus sesiones, pero sólo hasta el primero de mayo. Hasta el 25 de septiembre de 1873 durará este nuevo receso por las circunstancias mencionadas por el General Máximo Gómez en su Diario de Campaña cuando el 29 de abril (1872) los diputados habían solicitado protección física:

«Le hice presente al Gobierno lo inconveniente que era que con él anduvieran más de 150 hombres que, desmoralizados, comprometían la seguridad del Gobierno; cuando éste debía reducir su personal a lo indispensable, a fin de que a mí me fuera posible atender con desahogo a su subsistencia y seguridad y moverme con rapidez cuando así lo exigieran las circunstancias».

El «Gobierno» es la «Cámara» y considera Gómez que los hombres que lo componen «no están a la altura de la revolución, y con ellos, no podrá nunca triunfar ésta, pues matan las aspiraciones del Ejército y carecen absolutamente de tacto para desenvolverse hasta en las cuestiones de poca entidad».

Dice (¿sugiere, ordena?): «Que todos aquellos hombres útiles pasaran al Ejército a tomar las armas y que la Cámara recesara, pudiendo sus miembros retirarse a los puntos donde más les conviniera».

1871. NUEVAS EXPEDICIONES: DEL «HORNET» AL «EDWARD STEWARD»

Sólo seis expediciones organizarán en el año 1871 los cubanos del exterior que, como mencionamos, había comenzado con victorias militares de los insurrectos y actos de soborno de Valmaseda, el nuevo Capitán General. Año que se distinguiría por la invasión hacia Guantanamo, (precursora de la que se hará hacia Occidente) y las crecientes tensiones entre el Presidente Céspedes y la Cámara de Representantes.

Es este año la etapa menos cubierta de nuestra nistoria. Aún Fernando Figueredo Socarras comienza su muy documentada obra «La Revolución de Yara» con la reunión de Bijagual convocada en octubre de 1873, y Benigno Souza en su extensa biografía del Generalísimo Máximo Gómez dedica menos de dos páginas a este doloroso 1871.

La primera expedición del año, con fecha controversial, es la del vapor «Hornet» 270 Dirigida y financiada, como varias del pasado año, por la Junta Central Republicana, de Nueva York. Y organizada por Francisco Javier Cisneros. Viene con él William A. Ryan, Melchor Agüero y José Rogelio Castillo271.

Ryan no desembarca y Melchor Agüero asume la responsabilidad militar. Atacados por tropas españolas, varios expedicionarios son capturados y otros logran incorporarse a las fuerzas del General Vicente García.

Manuel de Quesada tuvo a su cargo la organización de la segunda expedición que partiría en la goleta J. Adams comandada por Bernardino Valdés al frente de 12 combatientes que desembarcan en la ensenada de Esperanza en Consolación del Norte el 17 de enero. Perseguidos por la Guardia Civil de aquel poblado son pronto exterminados o capturados, con excepción de dos. Uno de ellos Bernardino Valdés es trasladado a Vinales, donde muere fusilado.

Lorenzo Jiménez, aquel representante en Nassau de la Junta Central Republicana, partió esta vez de Nueva York el 9 de febrero en la goleta Velocity capitaneada por José Varona. Desembarcan Jiménez y Juan Floral en Cayo Cruz; el resto de la tripulación se retiró a Nassau para recoger en seis días a los dos expedicionarios. A su regreso no los encontraron. Pero Lorenzo, ya capitán del ejército libertador, volverá en 1874 a comandar expediciones. Nos referiremos a ellas en próximas páginas.

Un pequeño bote zarpa de Haití y llega el 9 de junio al Aserradero, la costa sur de Oriente. Trae pertrechos y correspondencia que fueron recogidos por las fuerzas de la Brigada de Cambute subordinadas a las de Máximo Gómez y entregadas a éste en Pilón el 13 de aquel mes.

El 21 de junio arribará a las costas cubanas una importante expedición. Organizada por el Mayor General Manuel de Quesada y dirigida por su hermano el coronel Rafael de Quesada zarpa el Virginius (en su primer viaje a Cuba) de Puerto Cabello, en Venezuela. Arribará a Boca de Caballo, al sur de Oriente, donde, respaldados por las fuerzas del Brigadier José de Jesús Pérez, pudo descargar los fusiles, las cajas de parque, tiros de cañón, cananas y todo el material. La mayor parte de los expedicionarios eran venezolanos, entre los que se encontraba Manuel Garrido Paz que llegará a alcanzar el grado de General de División. (Abandonará la isla en 1873). Arribará también Miguel Bravo Sentíes que, al transcurrir algún tiempo, mantendrá una estrecha relación con éfGeneral Vicente García.

Esta expedición del Virginius desembarca, repetimos, por Boca de Caballo, Punta del Turquino, costa sur de Oriente. Trae ochocientos fusiles, doscientos mil cartuchos, cuatrocientos tiros de cañón y cincuenta burros. Esperados por la partida del Brigadier Pérez, atravesaron la Sierra Maestra, y los distritos de Cuba, Holguín, Las Tunas y Bayamo» . Ocho días después llegan los expedicionarios al campamento de Máximo Gómez en Pilón, al sur del puerto de Contramestre, y le entregan la mitad de los fusiles. Con ellos atacará Gómez a Jiguaní el 15 de septiembre.

Unos la llamaron «la expedición de los burros» otros «la expedición de los venezolanos».

El Diario la Marina en su edición del 14 de julio (1871) informa sobre el desembarco y el posterior encuentro con las fuerzas del Brigadier Velazco. La información la ofrecía el General Palanca. Un despacho anterior hacía mención a la presencia en la expedición de Luis Figueredo y Pancho Vega, y daba a conocer que «según los documentos capturados, Pancho Aguilera va al norte en comisión»

Viene en la expedición el médico Miguel Bravo Sentíes, Al inicio de la Revolución, estando en Cárdenas había sido detenido por conspiración y enviado a Femando Poo, de donde se fugó en unión de Miguel Embil. A su llegada a Nueva York, la Junta Cubana lo envía como agente diplomático a Venezuela donde establece contacto con los hermanos Manuel y Rafael de Quesada. (Datos ofrecidos por Bravo Sentíes al periodista que lo entrevista en febrero de 1878. Fuente: A. Saucere. «La Revolución de Cuba». 1880).

La partida del Coronel José de Jesús Pérez había recibido el alijo del Virginius y avanza con el cargamento. Pero a la entrada del distrito de Camagüey, meta final de su marcha, por estar allí residiendo el gobierno de Céspedes, unos ochocientos hombres que acompañaban a Rafael de Quesada tuvieron que librar una acción el 9 de julio, en la Ceja de Loreto, (Sabanas del Ciego), contra fuerzas muy superiores dirigidas por Ramón Menduiña López, comandante general de Baya-mo quien se vio obligado a replegarse hacia Guáimaro.

El mes siguiente, en julio, en el Peladero, costa sur de Cuba, desembarca la primera expedición exitosa que en el vapor Edward Stuart trajo el Coronel Melchor Agüero: El alijo se hizo con toda felicidad, quedando el cargamento en tierra al cuidado del Capitán Manuel Morey, con tres hombres.

Pocas horas después se hacía cargo de ello el Coronel José de Jesús Pérez. Se componía el cargamento de 100 armas de precisión y algunas municiones 77.

El 4 de agosto Melchor Agüero instruye al brigadier Pérez a que del 15 al 30 de octubre le recibiera en la costa de Babujal otra expedición por él preparada. Dos meses después no había arribado la expedición teniendo que retirarse de la costa el comandante Ja-

La última expedición de 1871 estará a cargo, una vez más, de Melchor Agüero y estará financiada por el grupo que respalda en el exterior al Mayor General Manuel de Quesada y, por supuesto, en la isla al Presidente Céspedes. Vienen en el vapor Edgard Steward una docena de expedicionarios que desembarcan en el Peladero -entre Uvero y Ocujal- al sur de Oriente. Como la anterior, el cargamento es recogido (el 15 de julio) por las tropas de José de Jesús, incorporado a las fuerzas del Mayor General Máximo Gómez.

LOS CONVOYEROS

Empieza Gómez a sentirse distanciado del gobierno. Situación que se agravará en noviembre con motivo de los «convoyeros».

«El convoyero es un soldado como cualquier otro de nuestro ejército, -dice Femando Fornaris- con la diferencia de que no presta el servicio de las armas; presta el servicio de asistencia, al lado de los jefes y subalternos militares, y al lado de los demás funcionarios de la república. Busca recursos. Cuando se hace necesario encontrar víveres en los atrincheramientos enemigos, el convoyero va de noche, sin temor alguno, con fuerza armada o sin ella, y los toma tranquilamente, soportando a veces el fuego de las avanzadas o de alguna emboscada.

Pero cuando el convoyero ostenta todo su valor, es en los momentos en que el cuartel donde se halla es atacado por sorpresa. Entonces, mientras todos corren a parapetarse, o buscan el monte para presentar resistencia, o huyen si no pueden ofrecerla, él recoge la hamaca y equipaje de su jefe y se convierte en un camello cargador, echándose a la espalda cuanto encuentra en el rancho, y sacando hasta en los dientes lo que no le cabe en las manos.

El convoyero deja de serlo para empuñar un rifle, tomar puesto en una compañía y batirse como un león en todos los^ combates».

Lo admite así el Generalísimo:

«Marcho en regreso para el Indio; a mi separación de este lugar hay un disgusto con el Presidente, a consecuencia de que pretendía que individuos de tropa se ocuparan de buscarle los recursos de boca; yo me negué a ello; pues no parecía esto un servicio de soldado, que debíamos procurar dirigirnos por un camino donde los servicios y trabajos de la campaña vayan sellados con la gloria y el prestigio, que para aquellos se buscara gente a propósito. Esto dio lugar a una discusión acalorada».

Molesto, realmente irritado, pide Gómez dos meses de licencia que le son concedidos y entrega al gobierno todo el pertrecho que habrá de dedicarse a las Tunas y a las Villas. Termina el año 1871 con este lamentable distanciamiento, pero con un Gómez cubierto de glorias militares.

Eran los días en que Céspedes mostraba su interés – jamás abusó de su poder o autoridad – en enviar al exterior a su hermano Pedro con el objeto de lograr la ayuda necesaria para la revolución. Se lo informa a Gómez quien, por otros motivos, deseaba que salieran del territorio Pío Rosado, jefe de su Estado Mayor, y su secretario José Ramón Villasana.

Quien puede ofrecerles a ambos la mayor seguridad para el riesgoso traslado es el confiable José de Jesús Pérez que por tener a su cargo las operaciones de la costa sur cuenta con los contactos necesarios. También participará en el viaje el diputado Jorge Milanos, su yerno Mariano Acosta y familiares de Jesús Pérez. Estos últimos sufrirán agobiantes estrecheces económicas.

NUEVOS ACONTECIMIENTOS. DETENCION Y MUERTE DE ZENEA

En agosto (1871) se recibe información sobre una expedición que no se producirá. Se conoce, también de la muerte de un hombre cuya verdadera misión sigue siendo, aún, motivo de polémica. El 25 de aquel mes muere, en los fosos de la Cabana, Juan Clemente Zenea. Unos, lo acusaban de ser portador de una no autorizada misión del gobierno de la metrópoli, tramitada a través del cubano Nicolás Azcarate que mantiene estrechos vínculos con el gobierno español. Otros, consideraban a Zenea como un agente de los insurrectos.

¿Cómo se había producido la selección de Nicolás Azcarate para tan delicada misión? Veamos el relato que nos ofrece José Duarte Oro pesa :

«Nicolás Azcarate, quien había sido miembro de la Junta de Información con Morales Lemus logró la autorización de Segismundo Moret, Ministro de Ultramar, para realizar gestiones pacifistas en Nueva York con los antiguos reformistas que ahora eran miembros de la Junta Revolucionaria de Nueva York. Las proposiciones de paz presentadas por Azcarate fueron rechazadas por la Junta Cubana por no creerlas bien inspiradas por la metrópoli, ni aún con la garantía del gobierno americano porque el yerno de Hamilton Fish era abogado de la Legación Española en Washington. Azcarate se comunicó con su viejo amigo, el poeta Juan Clemente Zenea, y éste con manifiesta irresponsabilidad se comprometió a viajar a Cuba en misión pacifista. Fue provisto de amplios fondos y de un salvoconducto del ministro español en Washington ordenando a las autoridades de la isla su libre tránsito».

Criterios totalmente opuestos han sido reiteradamente expresados por distintos escritores e historiadores defendiendo la identificación con la causa de la insurrección cubana del poeta que en los

primeros meses del Grito de Yara se embarcó en dos expediciones (la del Lilliam y la del Catherine Whiting, narradas ambas en este libro), expresaba abiertamente su posición en el periódico La Revolución y al caer preso se negó a revelar «el lugar en que se encontraban las partidas insurrectas».

Enrique Pineyro , que tuvo en sus manos los autos del proceso; Abilio Estévez, con mucha tibieza; y Cintio Vitier, con firme determinación, entre otros, consideran, sobre todo Vitier, que «Zenea se involucró, por su cuenta y riesgo, como separatista impaciente…en una «misión de España» …cometiendo un erron> «Error que no equivale a traición, ni implica una abyección moral». Pineyro, (de «autor elegante y elocuentísimo» lo calificó Manuel Sanguily,) analiza las causas por las que «al cabo de ocho meses de encierro en un calabozo, fue Zenea ejecutado», y considera inocente «al melancólico poeta bayamés».

Al ser apresado, Zenea llevaba cien onzas de oro (equivalentes a 1,700 pesos). ¿De quién provenían y a quienes estaban destinadas? Esta suma la había recibido Cornelio Porro, Contramaestre General de la Revolución en Camagüey, de Francisco Sánchez «tesorero de la Junta de Nueva York» y la enviaba con Zenea a José de Zayas, agente cubano en Nassau, para comprar armas y municiones. En comunicaciones enviadas por Zenea, antes de su viaje, a Ramón de Céspedes y a Carlos Manuel de Céspedes el poeta solicitaba que se prohibiera utilizar ese dinero en «pagar pensiones, salarios o gastos personales.

La misión de Zenea ha sido uno de los puntos polémicos de nuestra historia. ¿Fue un traidor a la causa de la libertad de Cuba que, conociendo y compartiendo la misión que lo llevaba a la isla, quiso persuadir, por la estrecha amistad que los unía, al presidente Céspedes a aceptar negociaciones de paz que no contemplaban la libertad de Cuba? ¿O desconocía el contenido del sobre cerrado que llevaba proposiciones -repetimos, desconocidas por él- que antes les habían hecho a los representantes legales de la República en Armas?.

Zenea fue recibido por Céspedes y las proposiciones, leídas a miembros de la Cámara y a varios jefes militares, fueran rechazadas con indignación. Céspedes rechazó las proposiciones de paz traídas por Zenea.

Un defensor287 de la inocencia del poeta describe esta escena:

«Zenea levantándose de su asiento se dirigió a los presentes explicándoles: «Ciudadanos. Yo no soy más que el conductor de esas proposiciones y, desde estos momentos, sólo un número más entre ustedes. Separatista incondicional. A no ser porque tengo que cumplimentar mi comisión, me quedaría en vuestra compañía».

Zenea, víctima de un Valmaseda que estaba sometido a la férrea voluntad del Cuerpo de Voluntarios que eran los que, de hecho, imponían sus decisiones a éste y otros Capitanes Generales, recibió -apunta Vitier- ataques de las dos facciones de la emigración cubana. Los quesadistas lo acusaron de traición por haber ido a Cuba con un salvoconducto español para convencer a Céspedes de que no recibiría más ayuda del exterior; y los alda-mistas lo acusaban de traición hacia ellos por haberles pedido cartas de recomendación sin revelarles el verdadero objetivo de su viaje a Cuba.

Al intentar regresar a Nueva York, en compañía de la esposa de Céspedes, cayó en poder de un batallón español. Conducido a La Habana moriría fusilado el 25 de agosto de 1871.

LOS VOLUNTARIOS

Ante la alarma producida por la invasión en 1850 de Narciso López durante el gobierno del General Concha comenzaron a formarse los primeros Cuerpos de Voluntarios, pero su organización jurídica no se hizo efectiva hasta 1856 cuando se probó un reglamento que estableció su misión y normativa legal aunque en febrero de 1855 se formaron sus primeros cuatro batallones en La Habana.

Aunque en el período que transcurre desde 1855 hasta el inicio de la Guerra de los Diez Años este organismo no mostró actividad apreciable, en distintas poblaciones de Pinar del Río y Matanzas ya se habían creado varios batallones y escuadrones de voluntarios. El Grito de Yara provoca un radical cambio en la composición y actividad de estos radicales integristas que fueron reorganizados en diciembre de 1868 en La Habana por el General Francisco Lersundi con la autorización del Ministro de la Guerra.

Se componían de batallones y compañías, en las que eran admitidos todos los sargentos, cabos y soldados licenciados del Ejército que vivieran en la isla y cualquier persona peninsular o cubana. Los batallones era comandados por un coronel y distintos tenientes coroneles, comandantes y capitanes. Las compañías tenían al frente a un capitán, un teniente, un alférez, sargentos y cabos.

Al iniciarse la insurrección en octubre del 68, el gobernador Lersundi reorganiza en La Habana este organismo en diciembre de aquel año bajo el nombre de Compañías de Guías del Capitán General. A mediados de 1869 se constituyen los Cuerpos de Voluntarios de Reserva de La Habana, presididos por el Sub-Inspector de Voluntarios, el Conde de Casa Lombillo. La intención de las autoridades españolas era que éstos no actuaran por separado, sino combinados con las fuerzas del Ejército.

El poder alcanzado por esta organización se puso de manifiesto con la forzada destitución del General Domingo Dulce, los sucesos del Teatro Villanueva, el fusilamiento de los estudiantes de medicina y la ejecución de Zenea, a los que nos estamos refiriendo en distintos capítulos.

Será en 1869 que el Estado Mayor de la Capitanía General de la Isla de Cuba dicta el Reglamento para los Cuerpos de Voluntarios de la Isla de Cuba.

Por su Artículo Primero la Fuerza de Voluntarios quedaba organizada en batallones, compañías o secciones sueltas de infantería, y en regimientos, escuadrones y secciones sueltas de caballería «según lo permita la población de los respectivos distritos militares, como lo está actualmente», y bajo la dependencia inmediata de un sub-inspector nombrado por el gobierno.

El reglamento es bien detallado. Fija el número de batallones, compañías y secciones sueltas de infantería y los grados que ostentarían los que a éstos comandarían.

En su Capítulo II, el Artículo Ocho, determina que «para el ingreso de voluntarios se requiere ser español o naturalizado tal, mayor de 18 años y no exceder de los 50, poseer renta, ejercer oficio, industria o modo de vida honroso o hallarse bajo la tutela de padres o parientes que lo mantengan». La admisión de voluntarios correspondería únicamente al primer jefe de los regimientos y batallones, y llega el reglamento al detalle de como serán nombrados no sólo los jefes y oficiales sino hasta los sargentos y cabos290.

¿Quiénes eran los sostenedores económicos de estos extremistas? Los peninsulares que gozaban de influencia, y se habían enriquecido, al amparo de las autoridades: Julián Zulueta, que controlaba la emigración de extranjeros, como presidente de la «Junta Central de Colonización», vehículo que amparaba la vergonzosa trata de esclavos. Otros sostenedores de los Cuerpos de Voluntarios fueron Mamerto Pulido, José Baró, Ramón Herrera, Manuel Calvo e instituciones como el Banco Español de La Habana.

EL FUSILAMIENTO DE LOS ESTUDIANTES DE MEDICINA

En los meses que han transcurrido en aquel trágico 1871 mucha sangre cubana ha sido derramada. Muertos, unos en el garrote, otros por fusilamiento, Domingo Goicuría, Luis Ayestarán, la Familia Mora, los hermanos Diego y Gaspar Agüero, el poeta y patriota Miguel Jerónimo Gutiérrez, el General León Tamayo y, en La Cabana, Juan Clemente Zenea.

En noviembre se producirá uno de los más vergonzosos crímenes perpetrados por débiles gobernantes sometidos a la sed de sangre del «benemérito Cuerpo de Voluntarios». «El asesinato en rifa de ocho estudiantes de Medicina, por la violación de la tumba de Gonzalo Castañón, que no fue jamás violada».

Todo había empezado un año antes cuando en los primeros meses de 1870, Modesto Gonzalo Castañón, Director de la revista La Voz de Cuba que se publicaba en La Habana, por los ataques que recibía de Mateo Orozco en artículos publicados en el periódico El Republicano, de Cayo Hueso, retó a éste a un duelo en el propio Cayo en el que Castañón perdió la vida.

A través de su periódico La Voz de Cuba, Gonzalo Castañón destilaba el odio que sentía sobre todos los cubanos. Era el periodista -lo denunciaba Valdés Domínguez- que comenzaba sus escritos con ¡Sangre y fuego! y que «quería el extermino de los cubanos para repoblar la isla con nuevos españoles». «Mártir le llaman porque murió por una bala cubana, y dicen que fue asesinado, cuando también se ha probado que murió en desafío».

La muerte de aquel agitador de las bajas pasiones de los Voluntarios provocó la mayor ira de éstos, y un día cualquiera, el 23 de noviembre del siguiente año, la clase entera de un curso de medicina fue acusada de haber profanado la tumba del Director de La Voz de Cuba.

La prensa inflamaba los bajos instintos de aquella plebe. Lanzaban una Proclama que leía:

«PROFANACIÓN.- Con una indignación sólo comparable a lo infame del atentado hemos sabido la sacrilega profanación que se ha efectuado en el antiguo cementerio. Unos miserables han roto los cristales que cubrían las lápidas de los nichos que guardan los restos mortales de Don Gonzalo Castañón, vilmente asesinados en Cayo Hueso por los que se llaman defensores de la independencia de Cuba».

«La justicia tiene el deber de castigar a los criminales y un Consejo de Guerra compuesto de doble número de capitanes, mitad perteneciente al ejército y mitad a los Cuerpos de Voluntarios, impondrá la pena que merecen a los perpetradores del delito; la moral los condena, la historia los llamará asquerosas hienas, los españoles sólo sabemos despreciarlos».

No podía el Conde de Valmaseda, Capitán General de la Isla, dejar de unir su voz a los deniestos lanzados contra aquellos inocentes estudiantes:

«Voluntarios: la mano del laborantismo nos ha lanzado una nueva provocación profanando la tumba de nuestro malogrado compañero Don Gonzalo Castañón. Mañana, a las seis de la tarde estaré entre vosotros para hacer que la justicia representada por un Tribunal nos muestre los culpables de semejante atentado. La pena a que los delincuentes se hayan hecho acreedores, la hará cumplir con toda brevedad vuestro Capitán General, Conde de Valmaseda. Tunas, Noviembre 27, 1877292».

Ni podían faltar las palabras del integrista peninsular Justo Zaragoza:

«Grandes fueron los clamores de la prensa norteamericana… cuyos periódicos, partiendo del concepto erróneo de que eran unos niños irresponsables, cuando el menor de los fusilados tenía más de 18 años, los consideraban víctimas inocentes de un castigo excesivamente severo291».

El periódico La Quincena que se publicaba en La Habana los días de salida de correo para España escribía en el número de noviembre 30: «Sucesos Graves».

«El sábado 25 del actual circuló por La Habana la noticia de que en el cementerio habían sido profanada la tumba de Don Gonzalo Castañón, el mártir de la patria, el inolvidable director de La Quincena, tan villanamente asesinado en Cayo Hueso. Los autores de tan criminal atentado habían sido los estudiantes de primer año de Medicina de la Universidad Literaria…»

Fueron juzgados. El Consejo sólo los condenó a penas menores, pero las turbas exigían un mayor castigo. Para complacerlas se organizó otro tribunal que, sin aceptar ni siquiera testigos de la defensa ni pruebas que mostraran la inocencia de los acusados, condenó a muerte a cuatro que se habían montado, días atrás, en un carro en que se transportaban cadáveres: Anacleto Bermúdez, José de Marcos Medina, Ángel Laborde y Pascual Rodríguez. Incluyeron en la sentencia de muerte a Alonso Álvarez de la Campa, cuyo delito había sido el de haber recogido una flor en el cementerio. Eran cinco. Pero la «legión de hienas» como la había calificado Martí, había exigido no menos de ocho víctimas. Se hizo un sorteo y se añadieron los nombres de Carlos de la Torre, Elio González y Carlos Verdugo.

Parte de la prensa española calificó de brutales y excesivos los criminales hechos cometidos en La Habana. Así, el periódico el Pensamiento Español de Madrid consideraba que el fusilamiento precipitado de los ocho jóvenes le había enajenado a la causa de España un gran número de simpatías y que aquel excesivo rigor había producido a la causa española en Cuba resultados enteramente opuestos a los que se habían propuesto los que se precipitaron en llevarlo a cabo. Igualmente, otro periódico, La Política de Madrid, admitía que la opinión pública del mundo encontraba dura, excesiva y cruel la pena de muerte aplicada y que ha sido el resultado de una presión tumultuaria, ejercida por los Voluntarios en armas, de una coacción por ellos impuesta al General Segundo Cabo y al Consejo de Guerra.

El 27 de noviembre fue ejecutada la sentencia.

Horas antes los jóvenes escriben a sus padres sus últimas palabras.

Ángel Laborde, hijo del Coronel de Milicias Eduardo Labor-de, escribió a su padre: «Muero inocente. Me he confesado». José de Marcos, hijo del peninsular José de Marcos Llera, escribió: «Hoy es el último día de mi vida, muriendo inocente. Adiós para siempre». Alonso Alvarez de la Campa le escribe a su madre y, también, a su padre y hermanas: «Os quiere entrañablemente y envía su último adiós tu hijo que te verá en la gloria. Me he confesado como cristiano».

Anacleto Bermúdez: «Mis queridos padres y hermanos: Hoy que es el último momento de mi vida me despido de ustedes». Pascual Rodríguez le escribe a su padre, de igual nombre que era, como el de Ángel Laborde, Coronel de Milicias: «Querido Papá: Muero conforme y esperando aue Dios recibirá mi alma en su Santa Gracia, pues soy inocente»

¿ALONSO ALVAREZ DE LA CAMPA O ALONSO ALVAREZ YGAMBA?

La obra de Fermín Valdés Domínguez se editó en distintas fechas. La primera, bajo el título de «Los Voluntarios de La Habana en el Aniversario de los Estudiantes de Medicina», fue publicada en Madrid en 1873; otra, inmediatamente después, en 1887, a la que siguió la edición de 1909 y otras posteriores. En la primera de estas obras, Valdés Domínguez se refería repetidamente al joven Alonso Álvarez de la Campa con ese apellido compuesto; sin embargo, hace mención expresa de la Partida de Bautismo en la que aparece el joven como «hijo de don Alonso Álvarez, natural de Castrillón, Provincia de Oviedo, y de Doña María Cecilia Gamba, natural de La Habana». Y así, como hijo de Alonso Álvarez y María Cecilia Gamba firmaba el joven Alonso su carta de despedida aquel 27 de noviembre. Carta en la que, si en el encabezamiento menciona también a su padre, es evidente que está dirigida a su madre pues una y otra vez se refiere a ella en términos como éstos: «Te dirijo ésta para decirte que me excuses de todo lo malo que he hecho… te envío con el Administrador del Correo el reloj… la sortija tuya quiero que vuelva a tu poder, como un último recuerdo. El portamonedas también te lo dejo» y termina el joven con esta tierna despedida:

«Os quiere entrañablemente y envía su último adiós, tu hijo que te verá en la Gloria» y firma: Alonso Alvarez y Gamba. Y escribe luego una postdata: «Tu hijo que te quiere mucho y el último adiós que te doy» y vuelve a firmar Alonso Alvarez y Gamba.

Queda para otros investigadores conocer cuando se produjo la mutación del nombre del padre, de Alonso Alvarez (como aparecía en la Partida de Bautismo) a Alonso Alvarez de la Campa con la que firma la muy comprensible solicitud para que se llevara al Supremo Tribunal de Guerra y Marina, para su revisión, la causa formada contra los estudiantes de Medicina.

LAS EXPEDICIONES DE 1872 Y 1873

Será el 3 de marzo de 1872 que Francisco Vicente Aguilera, vicepresidente de la República de Cuba en Armas logró organizar una expedición que, al mando del comandante Carlos García y el capitán Gonzalo Castillo, zarparía de Nueva York a bordo de la goleta J. Adams. La expedición, con sus pertrechos, pudo desembarcar en la costa norte de Pinar del Río combatiendo en el área que se extiende de Guanajay a San Antonio de los Baños.

Cuatro meses después, Aguilera, a través de José I. Mayor-ga, adquiere el vapor Fanny que, tras varios inconvenientes, zarparía de Baltimore el 9 de junio. La expedición estaría al mando de Julio Grave de Peralta y desembarcaría el 2 en la playa La Herradura en Sagua de Tánamo, costa norte de Oriente. El capitán de la nave, su tripulación y el coronel William A. Ryan (que morirá en el tercer viaje del Virginius) se fueron en dos botes a Nassau. En otras páginas hablamos en extenso del mártir Grave de Peralta.

La ayuda que necesitan los hombres que en la manigua exponen su vida comenzarán a recibirla de los cubanos desterrados que viven en islas vecinas.

La Sub-agencia de Cuba en la República Dominicana organiza una expedición que zarpará de Puerto Plata en agosto con un grupo de jóvenes que desembarcarán por las costas de Oriente, y cuyo transporte estuvo a cargo de Lorenzo Castillo.

El 17 de abril (1872) desembarca el capitán Morey por Babujal (costa sur) «con el capitán Miguel Pantojas, los oficiales Florencio y Ricardo Puentes, cuatro expedicionarios y dos marineros americanos» .

El 18 de aquel mes de mayo envía José de Jesús Pérez un práctico de Bayamito a recoger a los pocos expedicionarios que habían desembarcado y ya el 23 estaban en su campamento del Pinar.

¿Qué había sucedido? Una semana antes, el 11 de abril, el coronel Melchor Agüero, jefe de la expedición, había dado instrucciones, a los pocos expedicionarios que habían desembarcado, de practicar un reconocimiento sobre la costa. Estos se encontraron en horas de la noche, frente a un campamento enemigo por lo que trataron de regresar al barco pero no lo encontraron porque éste había zarpado de regreso.

Por tal motivo el capitán Morey y sus pocos acompañantes regresaron a la costa donde fueron recogidos por los hombres del brigadier Jesús Pérez.

Volverá nuevamente el joven Lorenzo Castillo a transportar en septiembre otra expedición organizada por la misma Subagencia de Cuba en la República Dominicana que desembarcará el día 24, como la anterior, en las vecinas costas de Oriente.

En junio 1872 se produce el desafortunado desembarco del «Fanny» en el que pierden la vida el Gral. Julio Grave de Peralta y una veintena de abnegados cubanos. Grave de Peralta había regresado al extranjero el 8 de marzo de 1871.

José I. Mayorga, aquel amigo de la causa cubana a cuyo nombre se había adquirido el Fanny, organiza en la acogedora tierra dominicana la que sería la última expedición del año 72. El barco Brillage Brige partirá, como los dos anteriores, de Puerto Plata con armas y pertrechos pero fue interceptado por las autoridades inglesas de Jamaica.

En esos días comienza a organizarse, con el esfuerzo combinado de la Subagencia dominicana y la Junta o Agencia de Cuba de Kingston en Jamaica, una expedición que teniendo al frente al coronel Juan Luis Pacheco299 partió en febrero o marzo pero fue retenida con armas y parque.

Volverá Pacheco en 1873 a transportar más expediciones organizadas por la Junta de Kingston, Jamaica. Una en marzo, la siguiente en junio.

Para julio ya pudo el Mayor General Manuel de Quesada, con la ayuda de su hermano Rafael, organizar una expedición que tendría como jefe al General José Miguel Barreto y partiría de Colón (entonces parte de Colombia) con 150 hombres desembarcando el 6 de julio por la ensenada de Mora, Pilón, en la costa sur de Oriente siendo protegidos por las tropas del Brigadier José de Jesús Pérez.

La segunda expedición del Virginius -a la que nos referimos separadamente- arribaba a la costa sur de Oriente, el 6 de julio de 1873. Será esperada, y su material trasladado, por el brigadier José de Jesús Pérez.

En esta segunda expedición del Virginius, Juan J. E. Casasús, el biógrafo del General Calixto García describe así aquella operación:

«El 6 de julio de 1873 arribaba a la costa sur de Oriente la segunda expedición del Virginius esperada por las tropas del Brigadier Jesús Pérez. Deja en tierra cubana 780 fusiles, 120 sables, 2,500 libras de pólvora, 400,000 cápsulas, ropa, zapatos y medicina. Con este formidable aporte, las tropas de Calixto libraron las más brillantes acciones».

Hay crisis en el exterior. Los «aldamistas» nada quieren saber de los «quesadistas» ni éstos de aquéllos. El asfixiante ego de las grandes personalidades que forman estos dos -hasta ahora- poderosos grupos los envuelven más en sus propios antagonismos personales que en atender a los que, con tan pocos recursos, luchan en la isla.

Incapaz Francisco Vicente Aguilera -con todo su prestigio, nobleza y desinterés- de poner de acuerdo a unos y a otros, asumió personalmente la responsabilidad de organizar las dos únicas expediciones que en 1872 saldrían de Nueva York: la de la goleta J. Adams que zarparía el 12 de marzo y la del vapor Fanny el 22 de junio. A ambas nos hemos referido.

Ante la poca efectividad de «aldamistas» y «quesadistas» los cubanos en la manigua buscarán de manos desterradas en islas cercanas la ayuda que tanto necesitan. En la República Dominicana y en Jamaica encontrarán respaldo. Poco y pobre, pero, prácticamente, el único que en adición al ofrecido por Aguilera recibirán en 1872 y los primeros meses del 73.

Ha regresado el Virginius de su segunda incursión a las costas cubanas y en octubre ya Manuel de Quesada ha convenido la utilización de esa nave para una nueva expedición. Ésta traerá como jefe de mar a Pedro Alfaro y, como jefe de tierra, al General Bernabé Varona (Bembeta)302 y contará con 37 tripulantes y 128 expedicionarios entre ellos Pedro de Céspedes (hermano del presidente), Jesús del Sol, Herminio Quesada (hijo del Gral. Manuel de Quesada), el Coronel William A. Ryan (que había participado en varias incursiones a Cuba), y Juan N. Boza Agramonte.

El 28 de octubre partía de Port Au Prince pero, descubierto por el barco de guerra español Tornado trataron por horas de evitar su captura; fueron apresados y conducidos a Santiago de Cuba. El 2 de noviembre fueron desembarcados; el 3, juzgados y condenados; el 4, comenzaron los fusilamientos. Ya habían sido fusilados 53 cuando, ante la amenaza del comandante de la fragata inglesa Niobe, expresadas a nombre de los gobiernos de Inglaterra y de los Estados Unidos, fueron suspendidas las ejecuciones.

Aquellos fusilamientos, sin distinción de nacionalidad, le costó la posición al Brigadier Juan Burriell del mando de Santiago de Cuba, y fue embarcado hacia la península el mismo mes de enero (Enrique Edo, obra citada). Jovellar fiie relevado por el General José de la Concha que llegó a La Habana a principios de abril (Enrique Edo, página 663).

El Brigadier Burriell había recibido entusiastas homenajes de reconocimiento «y simpatías de los más ardientes defensores de la Isla de la Integridad Nacional por la prontitud y resolución con que, rehuyendo toda injerencia o circunstancia que pudiese impedirlo, hizo funcionar los Consejos de Guerra que juzgaron a los expedicionarios del Virginius y llevar a efecto, sin demora, las penas de ser pasados por las armas, entre los que se contaban varios Jefes de reconocida importancia para la Insurrección»™.

Hubo manifestaciones de júbilo en distintas poblaciones aquel diciembre de 1873.

Representó este infausto tercer viaje del Virginius la última expedición del año 1873. Se harán algunas, muy pocas, en el 74 y, algunas en 1875. Las cubriremos en próximas páginas.

Ya las expediciones van siendo menos frecuentes. En 1875 vuelve Aldama a ocupar, nuevamente, su posición de agente de la revolución y organiza una expedición que va a resultar, como otras varias, infructuosa.

Estará a cargo del teniente coronel Pío Rosado304 que traerá a bordo de la nave Octavia cerca de 30 expedicionarios. La embarcación saldría de Nueva York con destino a la isla de San Andrés donde recogería a muchos de sus hombres, armas, municiones y equipos. Las armas resultaron prácticamente inservibles y los tripulantes que habían partido de Nueva York habían desertado, teniendo que recoger otros en Puerto Limón y Colón.

El 23 de septiembre llega Pío Rosado a la costa sur, frente a Turquino, sin realizar el desembarco, regresando a Kingston.

EL JUICIO DEL GENERAL JOSÉ INCLÁN

En enero (1872) Gómez está atacando al enemigo en Baya-te y Tiguabos. Semanas después es llamado por el gobierno para que forme parte del consejo que juzgará al Gral. José Inclán y sus compañeros por conato de traición305. Hacia fines de 1871 se había anunciado en el campamento insurrecto -expresa Pira-la- la llegada de los teniente coroneles J. Guillermo Carbet y Pedro M. Freyre, quienes procedentes de Canapú, el Cuartel General del brigadier J. Inclán, en Holguín, iban a tratar en secreto con Calixto García asuntos importantes. Se referían a un proyecto de traición creado nada menos que por el jefe de Holguín, Inclán.

Calixto García les ordenó a los denunciantes dirigirse a la residencia del gobierno a informar allí. Freyre y Carbet marcharon a Boquerón y hablaron con el presidente Céspedes quien decidió que esperasen al General Gómez y que Carbet regresara a Holguín a seguir observando lo que estaba sucediendo mientras Pedro Freyre permanecía en el centro destinado al cuartel general. Luego Gómez volverá a la jurisdicción de Guantanamo.

El gobierno dispuso que Calixto García detuviese a Inclán. En las investigaciones previas aparecieron acusaciones contra otros dos oficiales: el Coronel Gabriel González y el Capitán José Payan. Se les sometió a juicio , «ante un público compuesto de oficiales, clases, soldados y diputados… comparecieron los tres acusados… el defensor de Inclán fue el diputado Manuel de Jesús Peña, dominicano; y el Dr. Miguel Bravo y Sentíes era el abogado de los otros dos acusados. El tribunal dictó condena de muerte a Inclán, degradación a González como coronel, y Payan fue absuelto…»30 .

El Gral. Inclán era mexicano. Fue sometido luego a un consejo de revisión compuesto de los coroneles Ignacio Guerra, de Venezuela, Benjamín Ramírez310 y Antonio Bello311. Fue condenado finalmente Inclán a dos años de suspensión de mando y salida del territorio; González a un año de igual pena, y Payan absuelto. Habían sido acusados de una conspiración para presentarse y entregar su división a los españoles.

En carta del miércoles 13 Céspedes le informa a su esposa Ana que el consejo de revisión había condenado a Inclán a dos años de suspensión «a González se dio por compurgado de la prisión sufrida, y Payan fue absuelto libremente».

Días antes se le había concedido licencia temporal a I. Mora y, en su lugar se ha nombrado al Dr. Miguel Bravo y Senties, «amigo de Manolo y que era mi Secretario Privado», le informa el presidente Céspedes a su esposa.

El mes de marzo encuentra a Gómez combatiendo en el Zarzal, las Calabazas y en la zona de Boca de Caoba. En abril, llamado por el gobierno, marcha hacia su residencia en el Distrito de Holguín y encuentra «al gobierno en una fatal situación; muerto de hambre y de miedo, me hice cargo de él, y marchamos con dirección al Distrito de Cuba»312.

Está en Perseverancia la primera semana de mayo cuando expone al gobierno un plan sobre Holguín en que operarían no menos de 1000 hombres. Gómez está de plácemes; su plan se aprobó «casi sin observaciones y con mucho entusiasmo, e inmediatamente di las órdenes al respecto» (Máximo Gómez. Diario de Campaña).

El 22 se reúnen Maceo y Gómez en Arroyo de Macurijes y el 26 llegan al campamento, Céspedes y su gabinete. Es Maceo, como segundo de Gómez, quien manda la revista militar que rinde honores al Presidente313.

Céspedes no conocía a Antonio Maceo. Será Gómez quien los presente.

CAPÍTULO V DEPOSICIÓN DE MÁXIMO GÓMEZ

Estamos en junio. Acampado en Peladero el gobierno vuelve a pedirle a Gómez un número de convoyeros que éste no puede darle porque necesita de todos sus hombres para la operación sobre Holguín que le habían aprobado. No dio Gómez importancia alguna a su razonable negativa. Pero, al día siguiente, nota «con inexplicable sorpresa que, por orden del Secretario de la Guerra, se reúnen las tropas y se les lee la orden de mi destitución» (B. Souza. Máximo Gómez. El Generalísimo).

El gran dominicano no culpa a Céspedes por tan injusta decisión. Sabía quienes eran los verdaderos responsables.

«Hombres intrigantes y miedosos, unos desafectos a mí, quien sabe por qué; otros pusieron en el ánimo de Céspedes la duda o la creencia de que el movimiento iniciado, tan estupendo lo consideraban, llevaba en si miras ambiciosas, de malos fines…. puesto que en ese plan (yo) solicitaba darme la mano con Agramonte (su desafecto personal), y, una vez unido con aquél, y al frente de un ejército triunfante, claro está que sería proclamado Jefe Militar de la Revolución…»^.

¿Quiénes serían los «hombres intrigantes y miedosos» desafectos a Gómez que, actuando como serpientes, fueron responsables de tan reprobable acción? Una más minuciosa investigación habrá de identificarlos.

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