Se cumplen veinte años del fallecimiento de Guillermo Cabrera Infante. Este intelectual, ensayista político y crítico de cine, cuya primera novela ‘Tres Tristes Tigres’, fue escrita «en cubano» había trabajado como funcionario para el régimen comunista de Castro, pero debido a la deriva que tomó el ‘llamado’ gobierno, muy pronto dejó de apoyarlo y optó por el exilio. Cuando murió en Londres, el 21 de febrero de 2005, la noticia no se recogió en Cuba.
Por Amalia González Manjavacas
Escritor, novelista, ensayista, periodista y crítico de cine, Guillermo Cabrera Infante (Gibara, Cuba, 1929 – Londres 2005) no sólo es uno de los grandes escritores cubanos de todos los tiempos sino una de las voces más brillantes y personales de la literatura en lengua española.
El boom de la literatura cubana estuvo muy influenciado por la obra de Cabrera Infante, en especial, por su primera novela, ‘Tres tristes tigres’, publicada en 1967. Considerada la novela más audaz en cuanto a la experimentación en el uso del lenguaje y por su gran repercusión en el otro gran boom, el de la literatura hispanoamericana de los sesenta, coincide precisamente con la publicación, ese mismo año, de “Cien años de soledad” de García Márquez. Ambos, creadores de todo un universo literario propio, perfectamente identificables, de prosas deslumbrantes.
Iba para médico, estudios que pronto abandonó por los de periodismo y fue su pasión por el cine, lo que le atrajo e impulsó tanto su actividad intelectual como periodística, y la que le llevó a Hollywood donde fue el primer guionista latinoamericano. En 1951 funda junto a Néstor Almendros y Tomás Gutiérrez Alea la Cinemateca de Cuba, que dirigió hasta que el gobierno de Batista ordenó su cierre tras publicar un cuento tildado de obsceno y “pornográfico” en la revista Bohemia. A pesar de ello siguió compaginando sus artículos con la crítica cinematográfica para la revista Carteles, burlando a la censura bajo el seudónimo de G.Caín.
Comunista e hijo de comunistas, cuando en 1959 triunfa la Revolución comandada por Fidel Castro, éste le nombra director del Consejo Nacional de Cultura y, a la vez, subdirector del diario Revolución y director del magazine cultural Lunes de revolución, hasta que es clausurada por Castro en 1961.
Pero aquel que durante aquel primer gobierno de Castro había llegado a ser hasta agregado cultural en Bruselas, una especie de embajador, no tardó en descubrir la incompatibilidad de sus sueños de libertad creativa con las rígidas directrices ideológicas de las autoridades revolucionarias. Es en 1968 en una entrevista a una revista argentina cuando critica abiertamente al régimen cubano lo que provoca su inmediata destitución del cargo y su irremediable exilio.
Condenado al exilio tampoco iba a tener un comunista mucha cabida en la España franquista de finales de los sesenta por lo que tras una breve estancia en Madrid se instala junto a su mujer Miriam Gómez en Londres, donde se nacionaliza británico y viven hasta el final de su vida.
Tres tristes tigres
Tres tristes tigres relata la vida nocturna de tres jóvenes habanero antes de la revolución, todo un despliegue de ingenio en el uso del lenguaje, en especial en su registro más coloquial y a la vez un intercambio constante de referencias a otras obras y autores de la literatura. Un texto escrito usando el habla coloquial, según decía el mismo autor, “en cubano, que no en español”, que se caracteriza por sus abundantes juegos de palabras que surgen de ese relajo y gran sentido del humor, tan típico del habla del pueblo cubano.
“Esta novela -apuntó el propio Cabrera- es una galería de voces, casi un museo del habla cubana, en la que generaciones por venir podrían oír hablar a sus ancestros. Una recreación nostálgica de La Habana de 1958, y en especial de su vida nocturna”. Un verdadero canto a la libertad del individuo, una exaltación abierta del hedonismo juvenil, contrarrevolucionaria para las autoridades cubanas que le valió la expulsión de la Unión de Escritores y Artistas y ser acusado de traidor.
Lúcido y siempre agudo, hasta en su incisiva mirada, su estilo se caracteriza por los frecuentes juegos de palabras de sonido o escritura parecidas, pero de significado distinto, o paronomasias (véase el propio título: Tres Tristes Tigres) que alterna con divertidos retruécanos, es decir, la colocación de las palabras diferente a la habitual.
Ya en el exilio escribe La Habana para un infante difunto (1979) donde narra su infancia y adolescencia, la nostalgia por aquella ciudad perdida donde combina las marcas características de su literatura y que le han consagrado como uno de los principales creadores en español del siglo XX: el dominio de un lenguaje propio de un prestidigitador de las palabras, una prosa exuberante, el erotismo y un deslumbrante sentido del humor.
Como dijo Javier Marías “Guillermo convierte la capital cubana en un ámbito literario de realidad perenne, en una crónica minuciosa de la que fue hace medio siglo, que no envejece ni envejecerá”.
‘Mea Cuba’ (mea culpa)
En 1992 publica Mea Cuba, todo un testimonio de la lucha contra la tiranía y de la capacidad de disidencia de un intelectual comprometido y desengañado del curso emprendido por la Revolución. El castrismo es cuestionado como el último poder estalinista que sobrevivió en Occidente a fines del siglo XX.
Cabrera no dejó de intervenir en ninguna de las polémicas suscitadas desde que Fidel se hizo con el poder en Cuba, de ahí que en esta obra desfilen los principales personajes de la tragedia cubana y toda la larga lista de escritores estigmatizados. Mea Cuba suponía toda una confesión, casi un “exorcismo”, y no sólo por su apelación a la palabra “culpa”: “la culpa es mucha y es ducha: por haber dejado mi tierra para ser un desterrado y al mismo tiempo, dejado atrás a los que iban en la misma nave, que yo ayudé a echar al mar sin saber que era el mal”, escribe el gibareño, premio Cervantes 1997.
No hay contradicción o incoherencia alguna en ese tránsito, explica el historiador y ensayista cubano, Rafael Rojas Gutiérrez, “ya que la Revolución que defendió Cabrera Infante en su juventud era un movimiento social antiautoritario y liberador, mientras que el régimen al que se opuso desde el exilio, hasta su muerte en 2005, era un totalitarismo encabezado por un caudillo megalómano y mesiánico”.
0 comentarios