Por Rafael Soto Paz (1949)

“Al volver de distante ribera, – con el alma enlutada y sombría, – afanoso busqué mi bandera- y otra he visto además de la mía”. En estos versos de Bonifacio Byrne se refleja la angustia toda de los exilados cubanos que, sorprendidos, hallaron ondeando en el Morro habanero el pabellón norteño.

Eran estos, momentos críticos. Una nación extraña, amparada en la fortaleza de sus armamentos se empeña en desconocer los sacrificios y la lucha tenaz, y durante nueve largas décadas, de un pueblo pequeño cuya valentía y patriotismo no tienen semejanza.

El “poeta de la guerra” y luego el “poeta nacional”, con justicia fue llamado Byrne. Vino al mundo el 3 de marzo de 1861, en el barrio de Pueblo Nuevo, ciudad de Matanzas. Cursa su instrucción primaria bajo la dirección de los maestros Nicanor González y Antonio Luis Moreno. 

De joven labora en los periódicos locales, y al iniciarse la revolución del 86, ya ocupa un lugar destacado en el panorama literario nacional con motivo de su libro “Excéntricas”, el cual “había interrumpido el tono monótono de la poesía cubana”.

Por estos días el lírico se ve obligado a abandonar Cuba: un vibrante momento en ocasión del levantamiento del patriota Domingo Mujica. 

En Tampa sufre días de miseria, trabaja como lector en las tabaquerías, y produce versos llenos de emoción patriótica que adquieren enorme popularidad entre los emigrados. 

Regresa a la patria adorada en 1899, durante la ocupación norteamericana, escribiendo sus cuartetas: “Mi bandera”, que tanta fama le dieran porque en ellas interpreta las inquietudes colectivas que precedieron a la instauración de la República. 

En Matanzas ocupa Byrne la Secretaría de la Administración Provincial durante varios años, y a medida que transcurre el tiempo recibe homenajes de reconocimiento que sus conciudadanos le tributan, entre ellos una pensión del Congreso Nacional y el obsequio de una casa por cuestación pública, en la cual fallece el 5 de julio de 1936, en aquella ciudad.

La obra de Byrne es prolífica: publicó 5 volúmenes poéticos, y se afirma que dejó inéditas unas 30 colecciones de versos. “Pudo haber sido un paladín del modernismo, porque reveló sensibilidad exquisita y preocupaciones nuevas”, han dicho los antologistas de  “La Poesía Moderna en Cuba”. 

Y un destacado crítico agrega: “La guerra le desvió hacia una forma menos artística; pero más directa, acaso más humana, como la de ser intérprete de los locales colectivos. El primer libro le muestra con cierta preocupación de originalidad temática y novedad de forma. 

Sin embargo, conviene aclarar que la evolución de Byrne no le despojó radicalmente de los módulos iniciales. Por eso, aunque “poeta de la guerra”, su verso no cae en énfasis declamatorio, ni abandona cierta delicadeza nativa, que le separa del resto de la poesía civil elaborada entre nosotros desde los tiempos de Heredia.