BIDEN VS CARTER EN EL PRIMER AÑO

Written by Adalberto Sardiñas

26 de enero de 2022

Joe Biden acaba de cumplir su primer año en la presidencia, y la comparación más lógica y apropiada, en virtud de su actuación, es, casi por designio histórico, con el primer año de la de Jimmy Carter. No hay otro paralelismo a mano. Son dos administraciones semejantes, carentes de entusiasmo popular, como barcos a la deriva en un tormentoso océano político sin un mensaje claro para la nación.

Existe una notable similitud entre estos dos presidentes que reclama de por sí, quizás como dato político curioso, una comparación: ¿Quién fue peor, en el ejercicio de la gobernabilidad, en su primer año?

La afinidad de estas dos figuras comienza en 1976 cuando el senador por Delaware, Joe Biden, endorsó a Jimmy Carter como candidato a la presidencia por el Partido Demócrata, la cual obtuvo derrotando a Gerald Ford que fungía, en realidad, o en términos prácticos, si se quiere, como presidente de transición, después del escándalo de Watergate, y la renuncia de Richard Nixon.

Carter triunfa, en 1976, como el candidato estabilizador, de ponderación, e integridad.

Biden, gana la presidencia en 2020 bajo el mismo manto de promesa estabilizadora.  Y aquí empieza la semejanza.

Los dos presidentes encuentran una nación sumida en problemas. El ánimo del país, al asumir Carter el poder, mostraba un sentimiento de incredulidad, desencanto, y fatiga moral, un resultado traumático como consecuencia de la renuncia de su presidente. Nixon le había fallado.

Biden navega con peor suerte: una nación enfurecida y exhausta por la pandemia, la intolerancia del presidente saliente y el asalto al Capitolio, corazón de nuestra democracia, por turbas enfurecidas fuera de control. Un país dividido en su mero centro. Un país, totalmente fragmentado.

En el primer año de Carter, 66% de la población estimaba que el país iba por camino equivocado. Al terminar el mismo periodo, el 68% del pueblo americano cree que Biden lleva a la nación por un sendero equivocado. Está haciendo un mal gobierno.

Ambos, Biden y Carter, comparten la misma filosofía no intervencionista. Cuando la Unión Soviética invadió Afganistán en 1979, Carter se mostró sorprendido, y su respuesta fue la de boicotear los Juegos Olímpicos en 1980 en Moscú.

Hace un mes, en diciembre, Biden anunció un boicot diplomático de los juegos Olímpicos para ser celebrados en febrero, en Beijing, como protesta por los abusos de los derechos humanos en China.

Irán es otro lazo que los une. Jimmy Carter hundió un clavo más al ataúd de su gobierno, cuando permitió al Ayatola Ruhollah Khomeini paralizar su presidencia, después que un grupo de militantes mantuvo al personal de la Embajada Americana como rehenes por varios meses. De este fatal evento, Carter jamás se recuperó.

En el presente, Biden se enfrenta a otro difícil dilema con Irán, éste, por la decisión de su predecesor de retirarse del acuerdo nuclear. El embrollo está en un impase, del cual el presidente no encuentra una salida.

 Como luce el cuadro comparativo a estas alturas en la composición del primer año entre ambos presidentes, las encuestas demuestran que Biden es mucho menos popular que Carter, quien se mantuvo por encima del 50% durante su primer año en el favor popular.

Otros factores negativos en la presidencia de Carter fueron la inflación, que se elevó hasta el 13% y la tasa de intereses culminó en el 21%.

Hoy tenemos, oficialmente, una inflación sobre el 7%, aunque muchos la consideran mayor, y el interés se mantiene relativamente bajo.

No obstante, el malestar popular va en aumento por la subida del precio energético, desde la gasolina, hasta el gas y la electricidad, y en especial, la escalada en la inflación en los artículos de primera necesidad.

En sus días, Carter sufrió el impacto de las largas colas para adquirir gasolina y hoy Biden enfrenta la ira popular por el alto costo del combustible.

En resumen, la administración de Jimmy Carter fue víctima de tantos reveses, políticos, económicos, y, sobre todo, en su pobrísimo desempeño en el campo geopolítico global, que su gestión como presidente lo sitúa como uno de los peores de la historia reciente.

Sin embargo, en el corto plazo de un año, éste ha encontrado a un homólogo, Joe Biden, que ya ha sido calificado, por una buena parte de la población, y un buen número de conocedores en estas cuestiones políticas, como un presidente peor que él, por lo menos, en el primer año.

Biden, que llega al poder como una figura moderada, de transición conciliatoria, no lo ha sido. Quizás el agobio de tantos problemas en su administración, la mayoría de su propia creación, lo han vuelto irritable, intolerante, y en ocasiones agresivo. O, tal vez, por la paradoja de haber sido electo presidente con el récord de 81 millones de votos, para, en el breve espacio de un año, tener el porcentaje de aprobación más bajo de cualquier presidente en muchas décadas.

Desde su toma de posesión, en enero del 2020, hasta la fecha, exactamente 12 meses, las cosas no le han ido bien. El Covid-19 que él prometió eliminar, destruir, está todavía entre nosotros, más fuerte que nunca. En agosto pasado, Joe Biden retiró las tropas de Afganistán de forma devastadoramente incompetente, humillante, provocando la muerte de 13 soldados americanos por un ataque de los talibanes, que, tomaron el poder con billones de dólares en armamento abandonado por nuestro personal.

Han sido muchos, y muy costosos, los desaciertos de Joe Biden en su primer año de gobierno, recién alcanzado el 20 de este mes. Convirtió la crisis migratoria, en tragedia humana, y no atina a resolverla. En efecto, la ha agravado.

Biden, mal aconsejado, ignoró las graves consecuencias que los excesivos gastos federales traerían a la economía, y el desmedido despilfarro desató una rampante inflación que afecta a toda la nación, en perjuicio directo a las clases más empobrecidas. En su febril delirio por eliminar todas las órdenes ejecutivas emitidas por Trump, buenas o malas, indiscriminadamente, eliminó el permiso para la construcción del oleoducto Keystone XL que transportaría más de 800,000 barriles de petróleo desde Alberta, Canadá, hasta Nebraska. También suspendió los arrendamientos de tierras federales para la exploración y explotación de gas y petróleo, lo que ha dado impulso al alto precio que la población paga hoy por la energía y sus derivados. En 2019 producíamos 12.5 millones de barriles de crudo, hoy no llegamos a 10.

Todo lo anterior, pertenece al ámbito doméstico, más el agravante, de que, teniendo una mayoría en el Congreso, aunque minúscula, no ha podido avanzar su ambicioso proyecto Build Back Better, debido al astronómico costo de 2 mil millones de dólares que lo mantiene paralizado en el Senado.

Mientras que las acciones y decisiones del presidente Biden pasan por el filtro de la opinión pública y el ojo crítico de los historiadores presidenciales, allá, en su modesta residencia de Georgia, el ex presidente Jimmy Carter, habiendo pasado por la experiencia, descansa, medita, y espera, que el actual presidente lo sustituya como el peor de las últimas décadas.

Joe Biden, definitivamente, va en ese camino.

BALCÓN AL MUNDO

El secretario de Estado, Antony Blinken, marchó hacia Europa para reunirse con los líderes de Ucrania, y delegados rusos, como parte del plan diplomático de Washington para buscar, por medio de conversaciones, disuadir a Rusia, es decir, a Putin, de no invadir a su vecino. Poco va a lograr, a menos que la administración acceda a la petición de éste de garantías legales de que Ucrania no se va a integrar a la NATO. No creo que esto ocurra. Sería una claudicación inaceptable y una traición a Ucrania y a Europa oriental.

Tanto Polonia, como los Estados bálticos, están preocupados, y temen que el presidente Biden está inclinado a concesiones que satisfagan las exigencias de Putin en perjuicio de sus países.

El peligro con Rusia está en las concesiones, Y con Biden el peligro está más cerca de la realidad que lo que demanda la prudencia. En el momento en que finalizo esta columna, acaba el presidente de decir, en una conferencia de prensa, que, si Rusia realiza “una pequeña incursión” en Ucrania, el castigo no sería tan fuerte. A lo que se me ocurre una pegunta inocente: ¿tendríamos que esperar a que lleguen a la capital para que las sanciones sean fuertes?

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La implementación del sistema 5G será ligeramente retrasado mientras las agencias FCC y FAA encuentran un sistema de plena seguridad para los vuelos. Por el momento 5G funcionará a no menos de 2 millas de los aeropuertos, mientras se estudia un método de no interferencia con los equipos de aterrizaje de los aviones. El sistema, sin duda, por su enorme importancia, se pondrá en total uso dentro de unos pocos meses, tomando en cuenta la seguridad de la aviación y sus pasajeros.

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El Consejo Nacional Electoral de Venezuela, un organismo servil, a las órdenes de Maduro, intenta iniciar un movimiento de revocación de éste a través de la recolección de firmas ajustadas a un porcentaje de las últimas elecciones presidenciales. La intención es ganar tiempo para Maduro y confundir a una oposición a la deriva. Es un nuevo engaño de la dictadura contra los venezolanos.

Maduro continuará en el poder hasta que decida, por su voluntad, retirarse a Turquía o España, cargado de cientos de millones de dólares robados.

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