BECAS para cubanos en los Estados Unidos

Written by Libre Online

5 de octubre de 2022

Por Herminio Portell Vilá (1941)

Este año Cuba no tiene un becario en la John Simon Guggenheim, Memorial Foundation, de Nueva York, a pesar de que en 1931 comenzó a disfrutar de tales beneficios con tres becarios. 

El número de cubanos favorecidos se ha ido reduciendo paulatinamente, a dos, a uno, que este año no ha pasado de cero. Una beca Guggenheim en los Estados Unidos, en Argentina, en Brasil, en Chile y en México, es el espaldarazo de reconocimiento internacional al hombre de ciencias, al erudito, al escritor, al artista. 

La lista de los becarios Guggenheim en el informe bienal de la Fundación, salvo contadísimas excepciones, se lee como un cuadro de honor de la intelectualidad de los países que disfrutan de tales oportunidades de investigación y especialización. Un becario Guggenheim tiene pagados por la Fundación todos los gastos de viaje en primera clase desde el lugar donde viva, aún en la lejana Argentina o en el remoto Chile, hasta los Estados Unidos y regreso, disfruta de unas vacaciones anual de un mes y percibe dos mil dólares de estipendio anual por dozavas artes, lo que le permite vivir sin estrecheces ni preocupaciones de carácter económico durante el período de la beca. 

Las becas Guggenheim son prorrogables (yo obtuve tres prórrogas a la mía), según la importancia del trabajo y la capacidad del beneficiario para completar el estudio propuesto. El doctor Henry Allen Moe, secretario de la John Simon Guggenheim Memorial Foundation (551 Fifth Avenue, New York City), siempre está dispuesto a aconsejar a los aspirantes que le consulten.

Lo que es muy importante para el tenedor de una beca Guggenheim: una sombra protectora, liberal, tolerante y estimuladora, acompaña al becario por todas partes y le proporciona la entrada especial al museo, la biblioteca, el archivo, el laboratorio, etc., así como el consejo y la amistad de eminentes especialistas, dispuestos a ayudarle. En ningún momento hay el menor propósito de interferir con la investigación propuesta, ni siquiera en casos como el mío, cuando estudiaba papeles sensacionales de las relaciones cubano-norteamericanas.

De ahí que las becas John Simon Guggenheim Memorial Foundation (distintas de las de la Daniel Foundation para estudios de la navegación aérea) sean tan codiciadas, o que las de Cecil Rhodes para los anglosajones.

Las becas Guggenheim no son las únicas, abiertas a latinoamericanos que deseen especializar sus estudios en los Estados Unidos: El lnstitute of International Education (2 West 45th Street, New York City), dirigido por el Dr. Stephen H. Duggan, también hace una labor notabilísima a fin de obtener becas para estudiantes latinoamericanos. 

Maestros, psicólogos, médicos, ingenieros, físicos, químicos, naturalistas, etc., encuentran todos los años excelentes oportunidades para estudiar sin costo alguno o con pocos gastos en las primeras universidades, colegios y centros científicos, de los Estados Unidos, por medio de este Instituto.

La División de Cooperación, Intelectual de la Unión Panamericana, de Washington, D. C, y la División de las Relaciones Culturales de la Secretaría de Estado norteamericana, también se interesan continuamente en obtener becas para los hombres y mujeres estudiosos de la América Latina, deseosos de ampliar sus conocimientos. 

La primera de esas oficinas está a cargo de una dama mexicana de ejemplar dinamismo, la Sra. Concha Romero James; y la segunda tiene como director a Charles Thomson, quien dejó tan buen nombre entre nosotros por su labor en la preparación de aquel libro inolvidable que fue “Problemas de la Nueva Cuba».

La Rockefeller Foundation (Rockefeller Plaza, New York City), en ciertos casos concede becas a latinoamericanos, preferentemente para estudios pedagógicos y de medicina, mientras que las varias Carnegie Institutions se dedican más a favorecer trabajos de antropología, arqueología y ciencias naturales, y la Carnegie Endowment for International Peace labora en el campo de las relaciones internacionales. Algunos cubanos han disfrutado de becas Rockefeller y de las del «American Council Learned Societies». 

La «American Association of University Women» (Asociación Norteamericana de Graduadas Universitarias), cuya oficina principal radica en Washington, D. C., todos los años otorga una beca a una mujer sobresaliente de la América Latina, que ya haya completado los máximos estudios posibles en su patria y desee especializarse en el extranjero. Nunca le ha correspondido esa beca, hasta ahora, a una cubana; pero este año esa Asociación celebrará en La Habana su convención y hay mejores perspectivas de lograrlo.

Son numerosas las universidades, «colleges» y centros artísticos y de investigación, que directamente ofrecen colegiaturas a estudiantes latinoamericanos, con remisión parcial y hasta total de la matrícula y gastos de manutención, tanto para los cursos regulares como para los de verano. Hace pocos meses que el Seminario de Asuntos Internacionales que dirige Sir Norman Angell, me pidió que seleccionase entre mis alumnos de la Universidad un becario cubano para el cursillo de verano celebrado en Salisbury, Connecticut, y aunque no pudo ser aprovechada la oferta porque los exámenes en nuestra Universidad se prolongaron hasta fines de julio, es posible que no haya ese obstáculo para el próximo año.

Algunos clubs rotarios de Estados Unidos han concertado el intercambio de estudiantes entre los hijos de sus socios y los de asociados del rotarismo en la América Latina, no sólo en cuanto al aspecto educacional en sí, sino también en los referentes a que un joven viva en el hogar del otro, y viceversa, hasta completarse el término de la beca. Ahora mismo, un grupo de hombres de negocios de Nueva York ha formado un patronato para becas a estudiantes latinoamericanos, presidido por el Alcalde La Guardia, cuyo objeto es el estimular el desarrollo de técnicos de la industria, matemáticos, estadísticos, etc., en nuestros países, mediante facilidades brindadas por los centros de enseñanza y las fábricas y comercios de Nueva York.

Finalmente, hay las becas de intercambio cultural panamericano, creadas por convenio de la Conferencia de la Consolidación de la Paz, celebrada en Buenos Aires, en 1936. 

De conformidad con ese pacto, cada país de la América otorga dos becas al año para que las disfruten dos hombres o mujeres de mérito, procedentes de cada una de las otras veinte repúblicas. Hasta ahora dicha Convención ha sido ratificada por Brasil, Colombia, Costa Rica, Chile, Estados Unidos, Guatemala, Haití, Honduras, México, Nicaragua, Panamá, Paraguay, Perú, República Dominicana y Venezuela. 

El Comité de Relaciones exteriores del Senado de Cuba ni siquiera ha emitido dictamen sobre tan importante materia que hace cinco años que espera la ratificación constitucional para entrar en vigor en cuanto a nosotros, aunque los Senados de los Estados Unidos y México, que laboran con mucha mayor efectividad y responsabilidad que el nuestro, ya han podido hacerlo. 

El día en que Cuba figure entre las naciones ratificadoras del convenio (y conste que el actual Ministro de Estado, Dr. Cortina, fue quien en 1936, como Secretario de Estado, firmó ese instrumento en Buenos Aires), los cubanos tendremos cuarenta becas más como las que hoy- disfrutan los ciudadanos de otras quince naciones de América.

Desde principios de este año, un grupo de ochenta y cinco profesores, estudiantes y especialistas latinoamericanos, han estado completando su preparación en la progresista Universidad de Carolina del Norte, con todos sus gastos pagados por anticipado. Entre ellos, no hay un solo cubano.

El Institute of International Education concedió 83 becas a latinoamericanos en el curso que acaba de terminar y los becarios cubanos de entre ellos se contaban con los dedos de una mano… y sobraban dedos. Entre los 20 becarios Guggenheim de 1941 no hay un cubano.

No es que seamos inferiores y que por ello no nos otorgan becas, sino que no aspiran a esas becas los que deben hacerlo, como deben hacerlo. La mayoría de esas becas no son para «principiantes» ni para «acabantes», sino para estudiosos en la flor de su edad y de su producción y que anhelan superar lo hecho y para ello necesitan del museo, la biblioteca, el archivo, el laboratorio y la universidad de primera clase. 

El latinoamericano que quiera ir a estudiar literatura española o hispanoamericana en los Estados Unidos, por ese hecho solamente, ya no parece un aspirante serio, salvo que se propusiese una investigación especial con manuscritos originales que hubiesen ido a parar a los Estados Unidos, que los hay. 

A ese fin, el aspirante tiene que haber llegado en su especialización al máximo posible en su país, como preparación previa. La situación es distinta para quien, por ejemplo, quisiera estudiar la historia de las emigraciones cubanas en los Estados Unidos, la construcción de carreteras y acueductos, la minería, la arqueología, la zoología y la botánica, o problemas de dinámica, electricidad, o historia y literatura norteamericanas, o administración pública, o pintura, escultura y música, etc., etc. Todo eso se puede lograr… y sin recomendaciones políticas, en los Estados Unidos, solamente con el mérito demostrado como antecedente.

Los Estados Unidos son mucho más que el país de los rascacielos, de las películas, del «cocktail», de los cigarrillos rubios… y del diplomático y el negociante perturbadores, que las más de las veces constituyen el equivocado cuadro de la realidad norteamericana para cierto sector de la opinión pública entre nosotros. Por encima de todas esas características, hay las de los hombres de ciencias y literatos, ganadores del Premio Nobel, las de los grandes artistas, investigadores, filósofos, inventores, reformadores y creadores; las de una política de justicia social y de desarrollo económico avanzadísimo, etc., que necesariamente han de ser de gran utilidad a quien se ponga en contacto con ellas y aspire a laborar por el progreso y el mejoramiento de su patria.

No se pierde el amor a Cuba con la contemplación de esa realidad a que acabamos de referirnos, ni por su comparación con la sordidez de la política al uso entre nosotros. Si se tiene el corazón en su puesto y hay conciencia del deber, la comparación es acicate para absorber conocimientos y aplicarlos a lograr que Cuba sea el pequeño gran país que tiene derecho a ser y que ya debiera ser si todos cumpliésemos con nuestra obligación. 

Los más responsables de divulgar las oportunidades educacionales y de especialización abiertas a nuestra juventud en los Estados Unidos, nada hacen para que las mismas sean conocidas y aprovechadas por nuestros compatriotas; pero con estos datos va una invitación a todos los cubanos con ideas y con aspiraciones y, sobre todo, a los de firme voluntad y espíritu de disciplina, para que no continúen desperdiciando estas excelentes ofertas de equiparse y llegar a ser los forjadores de nuestro futuro nacional.

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