Bancarización y bancarrota

Written by Demetiro J Perez

22 de agosto de 2023

Es probable que algunos se pregunten las razones detrás de un artículo como este. No soy político, pero no he rehuido mis responsabilidades cívicas como cubano por nacimiento y como ciudadano de los Estados Unidos. A través de los años, sin hacer política en mi púlpito, escribí comentarios sobre asuntos relacionados con el acontecer diario y el quehacer político.

La vida de una comunidad o de un país requiere la participación de todos los ciudadanos. La lectura de documentos históricos de las diferentes confesiones cristianas y las declaraciones de líderes religiosos de todo tipo ante situaciones que afectan a sus feligreses y al público en general forman parte de la historia de las religiones como cualquier otro material histórico.

Por supuesto que no todos se sienten obligados a cubrir todos los detalles y hasta hay algunos, que tienen mi respeto, que simplemente no quieren se confunda su tarea como sacerdotes, ministros o líderes de algún grupo religioso. Tienen sus razones. Creo en la libertad y por lo tanto no me corresponde imponer mi criterio u obligar a todos a imitar la posición que haya escogido.

El problema de la Cuba contemporánea, sometida a una de las peores dictaduras de estos tiempos que ha agobiado a un país civilizado, me duele de tal manera que no puedo dejar de comentarlo. Ya había llegado a los treinta años de edad cuando se produjo la toma del poder por un movimiento que pretendía ser la “revolución” que Cuba necesitaba. Algunos lo siguen creyendo. No me lo explico.

Para hacer esto más personal, vi desde mi época de pastor en el interior de Cuba como se inauguraba aquella espantosa pesadilla a la que todavía muchos identifican como “La Revolución Cubana”. Muy pronto vendrían fusilamientos de cientos de compatriotas, prisión o confinamiento de algún tipo para cientos de miles, censura de prensa, confiscación de periódicos, estaciones de radio y televisión, supresión de partidos políticos, campos de concentración, discriminación a todo tipo de creyentes religiosos. Dos millones de exiliados. Destrucción de la sociedad civil y mucho más que todo eso, porque hasta se imitó la Reconcentración de Weyler al obligar a miles a radicarse en lugares seleccionados por el régimen.

Y después de todos los capítulos imaginables en esa novela de horrores, llegamos al nuevo episodio de la tragicomedia castrista. Después de que la economía nacional ha llegado a las peores condiciones de la historia del país, se anuncia una extraña “bancarización” que el pueblo califica de “corralito” para el dinero.

Décadas después de confiscar, a mediados de los sesenta, hasta el cajón del limpiabotas y la silla del barbero, se les ocurrió, ante el inevitable fracaso socialista, a proclamar el regreso de los “cuentapropistas”. Hasta se llegó a hablar en un momento de la “rectificación de errores y tendencias negativas”. Por favor.

Ahora llega la proclamación de algo llamado algo así como “bancarización” que no intentaré explicar en el artículo. No lo hago porque en realidad se trata de otra señal de la más grande bancarrota en la historia de América. Algunos quizás olviden que el peso cubano estuvo a la par del dólar en la época en que los revolucionarios hablaban de “dictaduras” y “tiranías”. Sesenta y cuatro años después, un dólar es equivalente a cientos de pesos. Un muslo de pollo vale miles y miles de pesos cubanos. Si es que se consigue.

Me pregunto si habrá alguien que crea en una nueva medida de la cual pudiéramos decir como Cervantes acerca de una población en el siglo XVI: “…de cuyo nombre no quisiera acordarme”. No quiero abusar de mis lectores hablando de la “bancarización” y no quisiera tener que acordarme de esa “Revolución”.

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