AsÍ se forja una nación. ALVARO REYNOSO VALDÉS (1829-1888)

Written by Libre Online

27 de octubre de 2021

LA GRANJA – ESCUELA AGRÍCOLA DE MATANZAS LLEVABA SU NOMBRE

Por Jorge Quintana (1954)

Bien que se merece Alvaro Reynoso y Valdés que lo incluyamos entre los forjadores de nuestra  nacionalidad. Sería un error imperdonable suponer que sólo los políticos, los militares, los patriotas o los héroes, sirven a su nación en esa hora crucial de su forja. Por el contrario contribuyen tanto o más, los hombres de ciencia que no sólo ayudaron a prestigiar a la tierra en la que habían nacido, sino que como Alvaro Reynoso, fue útil en muchos aspectos al desarrollo de su patria. Porque ese es el caso de este notable hombre de ciencias.

Como Pasteur, Alvaro Reynoso logró no sólo un nombre ilustre, sino también el ser útil de un modo práctico e inmediato.

Alvaro Reynoso investigó en el campo de la agricultura y en el de la química  fundamentalemnete. Pero ambos lograron, insistimos, el ser útiles, que es un modo de lograr ser apreciados al menos, por las generaciones venideras.

El 4 de noviembre de 1829 nació Alvaro Reynoso y Váldes en un cafetal, cerca de Guanímar, en el término municipal de Alquízar. Francisco Calagno dice, erróneamente, que nació en Durán. Nosotros podemos corregir al ilustre autor del “Diccionario Biográfico Cubano”, por cuanto la misma la hacemos con su partida bautismal a la vista.

ANTECEDENTES FAMILIARES

Su padre llamábase D. Antonio Reynoso y era natural de Tarifa en la provincia de Cádiz. Había contraído matrimonio con  doña María de Jesús Valdés, a la que había sacado de la Real Casa Cuna de La Habana.

El 12 de enero de 1830 le bautizaron en la iglesia parroquial de Alquízar, poníendole por nombre Alvaro Francisco Carlos.

Sus primeros años los pasará Alvaro Reynoso y Valdés en el mismo cafetal donde había nacido. Allí comenzó a interesarse por la agricultura, observando atentamente, criticando, experimentando con prácticas en el mismo terreno.

 Después pasó al colegio “San Cristóbal” donde recibió lecciones, entre otros,  del sabio químico español José Luis Casaseca, de quien seguro obtuvo las orientaciones para sus trabajos futuros sobre la caña de azúcar.

El 14 de julio de 1846 se gradúa de Bachiller en Ciencias. Al año siguiente se traslada a Francia, instalándose en París. Inmediatamente ingresa en el Instituto de Investigaciones Químicas que dirige Teófilo Pelouze, a quien se debe el descubrimiento del cianuro de hierro y las investigaciones definitivas sobre el azúcar de remolacha.

EN FRANCIA Y ESPAÑA

El 23 de abril de 1854 la Academia de Ciencias de París le premia sus investigaciones sobre el cloroformo. En 1856 obtiene el título de Doctor de Ciencias Químicas en la Universidad de París.

Ha trabajado intensamente en investigaciones sobre los efectos del yodo en las mordeduras de serpientes venenosas. Por esos trabajos el Instituto Imperial de Francia acuerda laurearlo.

En 1857 ingresa como Académico Correspondiente de la Academia de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de Madrid y en la Real Academia de la Historia.

La Universidad Central de Madrid le hace el honor de nombrarlo catedrático de Química en la Escuela General Preparatoria de la Habana, donde en octubre comienza a dar clases.

La Sociedad Económica de la Habana que le había designado Socio de Mérito, le nombra ahora redactor de sus “Memorias”.

Pero Reynoso ha de tropezar siempre con dificultades. Cuando solicita del gobierno español que deje entrar libre de impuestos los instrumentos para la clase de química aplicada a la agricultura, una Real Orden de 6 de enero de 1859 le deniega la solicitud.

Sin embargo a ese contratiempo corresponde otro honor. Al fundarse la Real Academia de Ciencias Médicas, Físicas y Naturales de La Habana, el doctor Alvaro Reynoso y Valdés es seleccionado como Académico Fundador.

LA CAÑA DE AZÚCAR

1862 marca una fecha en la historia de su vida. En este año publica la primera edición de su “Ensayo sobre el cultivo de la caña de azúcar”. El prólogo se lo ha escrito el Conde Pozos Dulces.

En ella se expone toda una técnica para la siembra, cultivo y rendimiento de esta dulce gramínea. Aboga por métodos científicos modernos con los que está seguro de que se puede obtener mejor calidad y mayor rendimiento. Su tesis era profundamente revolucionaria, pues mientras los colonos y hacendados buscaban el rendimiento sobre la base de ampliar las áreas de cultivo.

Reynoso sostiene en su obra que el cultivo intenso era más beneficioso. La importancia de este libro merece que Ramón Zambrana le llame “el libro de oro de los hacendados”.

El gobierno español le imprime una segunda edición. En tres años la obra se traduce al francés, al portugués y al holandés. Los consejos de Reynoso eran desoídos, desatendidos.

En Java se aplican sus métodos y se obtienen resultados. Llegando a lograrse la variedad POJ que es inmune al mosaico, plaga que afecta a la caña de azúcar, al mismo tiempo que da mayor rendimiento.

SUS ESCRITOS

Colabora en el “Diario de la Marina”. Sigue su batalla exponiendo sus ideas. En 1864 un grupo de hacendados cubanos, entre los cuales se encuentra Miguel de Aldama, José Silvero Jorrín, Juan Poey, Esteban de Santa Cruz de Oviedo y otros, costean su viaje a Francia, con objeto de que estudie y perfeccione su invento sobre nuevo procedimiento para elaborar azúcar mediante una máquina que debe extraer un 80% más de jugo.

Se instala en París y continúa sus trabajos de investigación, realiza estudios para la defecación del azúcar, recomendando que en vez de óxido de calcio que se venía usando, se emplee fosfato de albúmina. Se preocupa por un procedimiento para lograr  la conservación de las carnes, utilizando gases comprimidos.

En junio de 1865 la Academia de Ciencias de Munich le designa Académico Correspondiente. En diciembre de ese mismo año la Academia de Ciencias de Gotinga le dispensa el mismo honor. En 1867 publica en La Habana sus “Apuntes acerca de varios cultivos cubanos”.

MÁS ESTUDIOS Y ENSAYOS

En 1877, con sólo cuatro mil pesos de costo, hizo un ensayo sobre la máquina que debería aumentar el rendimiento de la producción azucarera. No obtuvo el 80% que optimista  había anunciado, pero sí un 14% más de los que obtenían los hacendados cubanos, lo que ya era un triunfo.

En 1878 edita en París la tercera edición del “Ensayo sobre la caña de azúcar”. La más reciente acaba de hacerla la familia Tarafa. La vida es dura y activa. No tiene familia, no tiene dinero, pero continúa en la misma actitud, siempre laborando, investigando, indagando.

En 1881 publica en París su obra “Agricultura de los indígenas en Haití y Cuba”. Fue él quien demostró que los indios cubanos no fumaban el tabaco por la nariz, como había afirmado Oviedo, sino que lo aspiraban por la boca, al igual que hacemos hoy en día. Ese mismo año en 1881 publica también en París, sus “Notas acerca del cultivo de camellones”.

Después de residir diecinueve años en Europa la idea de retornar a su patria comienza a obsesionarle. En Madrid le designan Comisario General de Agricultura de la Isla de Cuba. Con ese pomposo título llega a La Habana en 1883. Y decimos pomposo, porque el cargo era prácticamente honorífico, al no figurar en los Presupuestos de la Isla la asignación necesaria para pagarlo.

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