Arquitecto Mario J. Romañach, un orgullo de Cuba llamado “maestro”

Written by Alvaro J. Alvarez

5 de enero de 2022

Por Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE

Mario José Romañach Paniagua, nació en La Habana el 2 de diciembre de 1917. Su familia proviene del pueblo catalán de Rosas (Roses), Girona, una familia de artistas como su tío abuelo, el pintor Leopoldo Romañach Guillén (nació en Corralillo, Las Villas en 1862 y murió en 1951) que ejerció una influencia significativa en su carrera profesional.

Hijo único de Mario J. Romañach y Estela Paniagua, pilares de una familia acomodada, respetada y bien educada. Su padre, destacado arquitecto trabajó en la primera etapa de construcción del Capitolio Nacional, junto a Cabarrocas de 1914 a 1916. Así como junto a Benjamín de la Vega en la del Instituto de Segunda Enseñanza de La Habana construido entre 1911 y 1924.

La muerte de Mario Romañach en 1923 y la depresión mundial que siguió en 1929 cambiaron drásticamente la suerte de la familia. Mario, de seis años, quedó devastado y se convirtió en un joven bastante solitario, introspectivo pero optimista.

“maestro”

Su tío abuelo y famoso Leopoldo se convirtió en su mentor, bajo su tutela aprendió a dibujar, aprendió sobre la luz, sus colores y aprendió a mirar el mundo. Sin duda, fue a partir de Leopoldo que Mario Romañach desarrolló por primera vez una comprensión de lo que era enseñar. A partir de ese momento le llamaba “Maestro”

Otro de sus ídolos fue su tío Tomás Romañach (1890) estuvo en el entrenamiento con el equipo los Rojos de Cincinnati en 1913 junto con Rafael Almeida y Armando Marsans. Luego jugó en Ligas Menores. También en 1913, cuando se creó el equipo Long Branch Cubans, que se le conocía como Newark Cubans o Jersey City Cubans, de hecho el primer equipo profesional de béisbol en EE.UU. con peloteros todos cubanos. El equipo se mantuvo hasta 1916 y en sus filas jugaron peloteros como el lanzador Adolfo Luque y el receptor Miguel Ángel González entre otros. Llegó a coach del Cincinnati. Jugando para el Almendares y el Habana, estuvo catalogado uno de los mejores jugadores de cuadro (SS y 2B) de Cuba entre 1908 y 1919 y forma parte del Salón de la Fama del Béisbol de Cuba desde 1948.

También en 1923, año en que murió su padre, Mario descubrió los deportes y con el optimismo que Mario exhibió hasta el final, compró un diccionario español-inglés para poder descifrar las páginas de deportes de los periódicos estadounidenses.

Así comenzó otro aspecto de su educación de descubrir la vida y aprender de un mundo muy diferente. Los Juegos Olímpicos se celebraron en Ámsterdam el verano de 1928 y conoció a través de la prensa las hazañas de Paavo Nurmi (1897-1973) veterano de las medias y largas distancias. La lección que Mario aprendió de Nurmi no fue literalmente sobre resistencia y velocidad, sino sobre el poder de la mente. Tomó la afirmación de Nurmi: “todo lo que soy, es debido a mi mente” y la convirtió en uno de sus mandamientos.

Durante los Juegos Olímpicos de 1932 en Los Ángeles, descubrió al estadounidense, ganador de la medalla de plata Glenn Hardin (1910-1975), el hombre que lo inspiró a correr los 400 metros con vallas. Fue la fuerza de Hardin la que consiguió superar el obstáculo con la primera etapa; la segunda etapa fue batida con una delicadeza legendaria. Mario se dio cuenta más tarde de que la vida requería fuerza y delicadeza. Había pocas cosas que con sus 19 años no supiera sobre los Juegos Olímpicos de Berlín 1936. Si sus circunstancias personales hubieran sido diferentes, podría haber estado allí él mismo, ya que tenía el récord cubano de los 400 metros con vallas en ese momento. Hardin ganó, por 3 décimas de segundos, la medalla de oro ese año en una carrera spectacular. Jesse Owens ganó 4 medallas de oro y triuanfó sobre Hitler. Fue de Owens de quien aprendió el segundo de sus mandamientos: “la única victoria que cuenta es la victoria sobre ti mismo”.

escuelas cerradas

La década de 1930 en Cuba fue un período incómodo para la política. Las instituciones de educación superior se cerraron durante períodos de tiempo para disipar el malestar de los estudiantes. Durante estos períodos estudió todas las materias que se enseñaban en las pocas escuelas que permanecían abiertas. Aprendió a grabar, mecanografiar, taquigrafía, código Morse y topografía y encontró lecciones valiosas en el tema que nos ocupa. Finalmente, se graduó en el Instituto de La Habana, de bachiller en Ciencias y Letras en 1937.

Cuando ingresó a la Escuela de Arquitectura de la Universidad de La Habana era un hombre maduro, disciplinado y con una excelente habilidad para el dibujo. El plan de estudios de la escuela estaba comenzando a experimentar una transición a una escuela interesada en la arquitectura moderna y una metodología moderna. El programa tuvo durante años una reputación internacional y fue visitado periódicamente por reconocidos arquitectos como Forrestier, Sert Labatut, Neutra y Gropius, quienes complementaron una facultad cubana muy competente.

Por fin pudo graduarse en 1945. Llegó a ser considerado el mejor exponente de la arquitectura cubana del siglo XX. Sus mejores obras las realizó durante la década del 50, la calidad espacial y formal de sus edificios estaba dentro de la mejor tradición latinoamericana e internacional en aquellos momentos.

su esposa

La Sra. Josefina Elvira Odoardo Jahkel (1919-1990) su amantísima esposa, nació en Buenos Aires, aunque de familia alemana, que llegaron a Cuba cundo ella tenía unos 12 años. Tanto Romañach como Josefina eran atletas de campo y pista, él competía en 400 metros con vallas. Ella corría en los 100 metros planos y mantuvo por muchos años el record cubano. También practicaba el salto alto y el baloncesto. Fue precisamente en aquellas competencias en el Estadio de La Tropical donde se conocieron y se enamoraron. Se casaron en 1945 Tuvieron dos hijas: María Cristina (1947) y Josefina (1949). La familia vivía en la calle 86 #506 en Miramar.

Josefina, su mamá, estudió la primaria en el colegio Sepúlveda y el bachillerato en el Instituto de La Habana en 1938. Luego se graduó en 1944, de Licenciatura en Química-Física y Matemáticas, en la Universidad de La Habana.

la quema de las vignolas

En 1947, en el patio de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de La Habana un grupo de estudiantes y otros recién graduados, quemaron varios ejemplares del Tratado Práctico Elemental de Arquitectura o Estudio de los Cinco Órdenes de Jacopo (Giacomo) Barozzi da Vignola, el máximo exponente de la enseñanza de la arquitectura clásica. Aquel acto se le llamó la Quema de las Vignolas o Viñola. Participaron en la protesta: Max Borges Recio, Frank Martínez, Nicolás Quintana, Ricardo Porro Hidalgo, Antonio Quintana Simonetti y Emilio del Junco. Debemos señalar que fueron apoyados por profesores antitradicionalistas como Weiss y Pedro Martínez Inclán, también por el Arq. Romañach, pero estos tres no participaron en la quema.

A partir de aquel suceso, Mario Romañach inició su carrera como uno de los más destacados profesionales de la arquitectura moderna en Cuba.

sus primeros trabajos

Aun siendo estudiante empezó a trabajar junto a los arquitectos Jorge Mantilla, Antonio Quintana Simonetti y Pedro Martínez Inclán (1883-1957 considerado el primer urbanista cubano) en un desarrollo urbanístico en el Barrio Obrero de Luyanó, localizado al sur de la bahía de La Habana. El proyecto de 1944 a 1948, se realizó siguiendo los conceptos de la arquitectura moderna. Contaba con 1,500 viviendas, 8 complejos de apartamentos en edificios de 4 pisos y con todos los servicios complementarios, como: mercados, centros escolares, campos deportivos y parques.

En sus obras en este período, Mario Romañach mantuvo como elemento fundamental la adaptación de la construcción racionalista al ambiente tropical, con el uso de los quiebrasoles de Le Corbusier.

Resulta interesante señalar la influencia, en la mayoría de sus obras, de la arquitectura japonesa, cultura por la cual tenía una especial predilección.

Sus obras se enmarcaban en dos variantes fundamentales: las residencias y los edificios polifuncionales para las empresas privadas y los de apartamentos.

Mario conoció a Walter Gropius (1883-1969) en 1945 al graduarse de arquitecto. La amistad entre Gropius y Mario se intensificó con las visitas de Gropius a La Habana que continuaron hasta 1959. Gropius era un arquitecto alemán profesor de Harvard desde 1937, famoso por sus innovaciones y sus modernos diseños. Diseñó en 1960 el edificio PanAm, de 59 pisos ahora es el MetLife, en Nueva York.

período 1945-1959

En el período de catorce años de 1945 a 1959 Mario estableció una práctica extraordinariamente exitosa. El reconocimiento de Mario como uno de los principales defensores de la arquitectura moderna se basó inicialmente en sus proyectos residenciales, pero finalmente su práctica incluyó edificios comerciales y planificación urbana. En 1955 fue nombrado Director de la Oficina de Planificación del Área Metropolitana de La Habana y elaboró el Plan Director de la Ciudad para el cual José Luis Sert y Asociados de Planificación Urbana actuaron como consultores. 

Durante este período Mario enseñó en la Universidad de La Habana por solo un año 1951-1952 y luego fue invitado a participar en jurados y coloquios. Tanto la Universidad como la Ciudad de La Habana eran lugares de interés arquitectónico y dignatarios como Gropius, Breuer, Mies y Neutra acudían con frecuencia y Mario entablaba amistad con ellos.

hacia los angeles

Entre 1945 y 1955 estaba asociado a Silverio Bosch, con quien codirigía por esa época la firma Bosch y Romañach. Bosch también partió al exilio pero hacia Los Ángeles.

Las siguientes cinco edificicaciones ilustran sus creencias y demuestran la evolución de su trabajo desde una interpretación estricta de los ideales del movimiento moderno a una arquitectura enriquecida por la comprensión de la cultura, el clima y la luz cubano-española.

La casa de Julia Cueto de Noval, 1947 en el Country Club era un volumen claramente definido elevado sobre pilotes dentro de una terraza bien definida. El espacio abierto fluía debajo de la casa y a través de sus amplios voladizos. La fachada de la casa refleja estrictamente el módulo estructural. En el lado sur de la casa, los voladizos se enredaron para permitir que el aire caliente se eleve en lugar de acumularse y generar calor. Las ventanas expresaron sus diferentes funciones: permitir la entrada de aire, la salida de aire y la luz. A las terrazas exteriores se les dio un sentido de lugar mediante el uso de muros bajos y vegetación. Esta casa ganó el Premio Medalla de Oro del Colegio Nacional de Arquitectos de Cuba a la mejor residencia construida en los cuatro años anteriores.

en el contry club

La Residencia de José Noval Cueto de 1949, en el Country Club, representa el dominio del modernismo de Romañach. Aquí consiguió una ligereza y libertad dentro de un volumen claramente definido. Aquí Romañach expresó por primera vez de manera sintética la propuesta de una casa binuclear, tema que va a explorar y desarrollar en su obra futura. Esta casa le valió los elogios de Walter Gropius y muy resaltada en la Prensa Internacional.

La casa de Evangelina Aristigueta de Vidaña de 1952, en 146 entre 23 y 25, La Coronela, representa el segundo período del desarrollo de Romañach como arquitecto. 

El plano del emplazamiento de la casa muestra una interesante manipulación de un terreno accidentado y una preocupación por optimizar su orientación solar y maximizar su exposición a los vientos dominantes. 

La casa se desarrolló en tres niveles cada uno continua con su correspondiente espacio al aire libre. La continuidad y la interpenetración de interior y el espacio exterior se logró mediante el uso de puertas corredizas de vidrio y voladizos dobles prolongados. La estructura de la casa era de hormigón armado. 

El techo era un doble voladizo, para permitir que el aire circulara y asi evitar su acumulación (aire muy caliente) bajo los voladizos. Esta construcción sin precedentes en concreto permitió la iluminación y la ventilación cruzada y también prepararó la casa para en un futuro instalarle aire acondicionado. 

Por esta casa fue galardonado con el Premio Medalla de Oro del Colegio Nacional de Arquitectos en 1955.

La Residencia de Ana Carolina Font de 1956, en 216A entre 7ma. y 9na. Country Club, fue diseñada para una viuda y la familia de su hija. La casa, mucho más pequeña en escala que las comentadas anteriormente, era una de las favoritas de Romañach. Es una composición compleja que logra establecer diferentes áreas privadas y comunes dentro del edificio. El plan binuclear está elocuentemente expresado por los dos techos de mariposas visibles desde las fachadas delantera y trasera. Los muros de cerramiento no alcanzaron la estructura del techo, lo que permitió que el techo se elevara. El cierre se logró mediante las ventanas de vidrio de colores que proporcionaban ventilación cruzada. El trabajo de carpintería realizado en caoba cubana contrastaba con los planos blancos de las paredes.

La casa de Rufino Álvarez de 1957, ubicada en 214 entre 13 y 15, Country Club era un gran edificio complejo que constaba de una serie de elementos diferenciados unidos por la expresión de elementos estructurales horizontales de hormigón. Estaba orientado a capturar los vientos dominantes del este. La casa se organizó en torno a un patio central flanqueado por dos galerías. El pabellón que albergaba la sala de estar formal y el comedor daba al patio central y se abría a una gran terraza en la parte trasera. Casi todas las habitaciones tenían su espacio al aire libre, ya sea una terraza o un balcón. Todos los dormitorios del segundo piso tenían un techo transparente que proporcionaba ventilación cruzada y una vista del cielo por la noche. El flujo de aire se controla mediante el uso de contraventanas venecianas de madera y paneles de vidrio operables independientes en muchas de las ventanas. Se utilizaron enrejados y persianas para proporcionar diferentes grados de privacidad, luz y sombra al tiempo que permitían que la brisa fluyera.

Entre otras residencias habaneras con similares características a las anteriores, pero con inteligentes variaciones en los proyectos, se destacan la de Manuel Saavedra, de 1951, ubicada en la 5ta. Avenida y calle 82 en Miramar.

La de Félix Carvajal-1955; Vicente Pardo-1954; María Dolores Puig-1954; Beatriz Baguer-1955; Ernesto Suárez-1959; Guillermina de Soto Bonavia, en Nuevo Vedado-1957.

Entre los edificios que construyó en La Habana estaba la peletería California, edificada en 1951 en Galiano entre San José y Barcelona. Así como la tienda por departamentos Flogar en Galiano y San Rafael, construida entre 1951 y 1956.

El edificio de apartamentos de Josefina Odoardo en 1953, sito en 7ma. entre 62 y 66, en Miramar.

El edificio de Oswaldo Pardo en 1954, ubicado en 98 entre 5ta. y 7ma. en Miramar.

Entre estas obras cabe destacar el edificio de apartamentos de Guillermo Alonso que realizó junto a Silverio Bosch, 1950, ubicado en 8 entre 5ta. y 7ma. Avenidas, Miramar.

Igualmente sobresale el edificio de apartamentos de Evangelina Aristigueta de Vidaña en la esquina de 7ma. y 60, en Miramar.

El del Club de las Madres-1956.

Por último, también debe mencionarse el edificio de apartamentos de la Compañía de Bienes y Bonos (The Goods and Bonds Investment Co), construido entre 1956-1958 y ubicado en C entre 29 y Zapata, en El Vedado.

Además de todos estos proyectos, el arquitecto Mario Romañach colaboró bajo el auspicio del ministro de Obras Públicas, Nicolás Arroyo Márquez y la Junta Nacional de Planificación de Cuba entre 1955 y 1958, en la elaboración de un Plan Piloto de La Habana, contratado a Town Planning Associates, firma consultora de Nueva York, dirigida por el arquitecto catalán Joseph Lluis Sert y sus socios Paul Lester Wiener y Paul Schulz, con la intención de guiar de manera adecuada el desarrollo del continuo y acelerado crecimiento de la ciudad de La Habana durante la siguiente década. Dentro de este plan cabe destacar el proyecto de Romañach, Gabriela Menéndez y Joseph Lluis Sert para el nuevo Palacio Presidencial, el cual se ubicaría cerca del Castillo de San Carlos de la Cabaña y del Castillo de los Tres Reyes de El Morro, obra que no se llegó a ejecutar.

Mario Romañach supo sacar partido creativo a las soluciones tradicionales de la arquitectura cubana e incorporarla en un proceso de síntesis acelerada, pero muy juiciosa, las lecciones de los grandes maestros del modernismo occidental y de la arquitectura japonesa tradicional, creando un lenguaje moderno y regionalista al mismo tiempo. Por ello se le considera el más imaginativo y transgresor arquitecto cubano de la década del 50 y uno de los mejores de todos los tiempos.

Al final de su producción en Cuba, Romañach había alcanzado niveles muy altos de elaboración formal en su lenguaje muy propio que ya se apartaba de la modernidad. Con ello se adelantó a las contradicciones que condujeron a enfrentar la arquitectura latinoamericana con el ascético racionalismo del movimiento moderno europeo.

La prometedora carrera de Mario Romañach dio un giro radical en 1959 cuando Castro tomó las riendas del gobierno en Cuba. Tuvo la suerte de ser invitado por Sert para ser crítico invitado en la Harvard Graduate School of Design (1959-60). Con su esposa y dos hijas se trasladó a Cambridge en septiembre de 1959. No podía haber imaginado entonces que esta aventura acabaría siendo un exilio de por vida. La experiencia arquitectónica de Harvard fue genial. 

Mario tuvo tiempo para ver a Walter Gropius. Pero también había un lado sombrío, la familia vivía en un diminuto apartamento y las noticias de La Habana empeoraban día a día. Castro había comenzado a implementar sus reformas socialistas y Mario al final del semestre de primavera, se dio cuenta de que no regresaría a La Habana. Peor aún, en Cambridge, Mario estaba rodeado de liberales que pensaban que Castro era el Salvador de América. Al percibir este aspecto de la situación, Gropius le prestó a la familia Romañach su casa en Lincoln, Ma. Massachusetts durante su largo viaje a Alemania, este fue un gesto que ellos nunca olvidaron. Para alguien que había vivido la vida en la vía rápida arquitectónica, Mario se encontró con mucho tiempo libre. Comenzó a pasar cada vez más tiempo en el estudio con sus alumnos y se dio cuenta de que la arquitectura era muy difícil de enseñar.

En la primavera de 1960, en un jurado del Instituto Técnico de Massachusett (ITM), conoció a Burnham Kelly, quien acababa de ser nombrado decano de la Facultad de Arquitectura, Arte y Planificación de Cornell. Basado en la promesa de Kelly de convertirlo en director de un futuro programa de posgrado en la ciudad de Nueva York, Mario acordó mudarse con su familia a Itaca, Nueva York.

En Itaca, Mario descubrió que su amigo y colega de Cuba, Martín Domínguez Esteban (1897-1970) (uno de los arquitectos del FOCSA) que también había sido invitado a enseñar en Cornell. Fue una suerte que Mario y Martín (un doble expatriado que había huido de la España de Franco y de la Cuba de Castro) pudieran consolarse mutuamente. Esos dos años en Ítaca fueron muy deprimentes para Mario. En ese período se enteró que le habían confiscado su casa y propiedades de inversión, que su oficina en La Habana había sido saqueada y sus dibujos quemados por la milicia castrista. El fracaso de Bahía de Cochinos convenció a Mario de que tenía que desarrollar una vida permanente en EE.UU. Sin embargo, sus estudiantes de Cornell recuerdan su incansable impulso y su optimismo.

Después de dos años en Itaca se hizo evidente que el Programa Cornell en la ciudad de Nueva York no se materializaría. Poco tiempo después, Mario aceptó el nombramiento del decano George Holmes Perkins como profesor de arquitectura en la Escuela de Graduados de Bellas Artes de la Universidad de Pensilvania. Mario se comprometió a enseñar en un estudio tres tardes a la semana. Mario también fue socio de la firma y diseñador principal en el estudio de arquitectura Kelly and Gruzen en Nueva York.

En la de Pensilvania, en la ciudad de Filadelfia fue el Presidente (Chairman) de la Escuela de Arquitectura entre 1971-1974 y profesor hasta su fallecimiento en 1984. 

En la década del 70 tuvo un papel clave en los momentos iniciales de la Carrera de Arquitectura de la Universidad Simón Bolívar de Caracas, siendo asesor de los fundadores, participando en su conceptualización, definición y orientación.

Mario J. Romañach Paniagua falleció en Filadelfia el 8 de marzo de 1984 debido a complicaciones cardiovasculares.

En 1985, George Holmes Perkins el ex-decano de la Escuela de Graduados de Bellas Artes de la Universidad de Pensilvania, en el prólogo de una exposición de la obra de Mario Romañach poco después de su muerte, habló así sobre su amigo y profesor de su Escuela:

“Mario Romañach ha dejado al mundo dos legados arquitectónicos de incalculable valor.

El primero, su arquitectura donde se puede encontrar pruebas vivientes de su profunda y altruista devoción por el bienestar de sus semejantes, como se manifiesta en su gran visión del plan maestro para La Habana, mientras fue director de su oficina de planificación metropolitana de 1955 a 1959, que le valieron los más altos honores y el profundo respeto de sus pares, materializadas en las medallas de oro que el Colegio Nacional de Arquitectos, le otorgó.

Su segundo legado ocurrió después de un suceso inesperado, cuando su prometedora carrera tuvo que tomar un nuevo rumbo después de salir al exilio a raíz de la revolución. Su enfoque ahora estaba en la educación de una futura generación de arquitectos y este se convirtió en su segundo legado. Si bien continuó con su participación profesional, en los últimos años en sociedad con su hija María Cristina, su amor por la enseñanza tuvo prioridad a lo largo de sus 22 años como Profesor de Arquitectura en la Universidad de Pensilvania. Su clara articulación de los principios arquitectónicos y su inquebrantable y honesta devoción a esos principios basados en los más altos estándares éticos lo convirtieron en una figura ideal con quien el joven estudiante podría relacionarse con calidez y confianza.

Proyectos que desarrolló durante un período de 40 años, primero en Cuba y luego en EE.UU. y Venezuela. Todos ellos demuestran un completo dominio de su arte. En las residencias, la sutil manipulación de los espacios para la convivencia familiar y en los edificios públicos el impre-sionante simbolismo del foco, dan testimonio de su genio creativo.

Como un ser humano cálido y un arquitecto talentoso, ha legado a las generaciones futuras y particularmente a sus estudiantes ese sentido de humanidad que fue el sello distintivo de cada uno de sus pensamientos y acciones. La Universidad hace una pausa para recordar con cariño a uno de los mejores profesores de arquitectura que continuó hábilmente la tradición centenaria de gran docencia en la escuela.”

En 2004, en el vigésimo aniversario de su muerte, la Universidad de Pensilvania invitó a antiguos alumnos a una celebración de la vida de Mario. Al evento asistieron más de 300 exalumnos que llegaron de todos los EE.UU y de todas partes del mundo. Al finalizar el evento se les invitó a escribir sus recuerdos personales de Mario. A continuación se muestran 3 ejemplos seleccionados que ilustran, claramente cómo Mario afectó a sus alumnos.

Friedner D. Wittmann.-

Arquitecto,1967.“Con gran paciencia y amabilidad enseñó arquitectura como una extensión de sí mismo, a través de su sabiduría, gentileza, humanidad, disfruté de la vida, y me mostró que la arquitectura correctamente concebida y plenamente apreciada pertenece al núcleo de la experiencia humana”.

Martín Domínguez Jr.-Arquitecto, 1969..“Mi Maestro”“… Para Mario, un arquitecto en ejercicio que enseñaba, la arquitectura no era un fenómeno abstracto que requería un análisis incisivo; sino más bien una disciplina que sólo cobraba pleno sentido al convertirse en material constructivo tangible, material sensual que invitaba a la caricia del observador. También tocó a sus alumnus, como el maestro siempre disponible, como el amigo y compañero que se une a usted en la búsqueda común de soluciones a las preguntas de la arquitectura que surgen constantemente y están siempre presentes. Este era nuestro Mario, más que un maestro, nuestro educador muy personal”.

Frank Karreman.-Arquitecto, 1985 y Primer Becario Romañach 1984.“Mi imagen de él sigue viva hoy. En medio de los escombros caóticos y personalizados de nuestros cubículos de estudiantes, este caballero bajito y elegante llegó a la escena con traje, camisa blanca

almidonada y corbata roja estampada. Su impacto en el grupo fue inmediato y con su manera maravillosa y efusiva, hizo una conexión personal con cada uno de nosotros”

Uno de sus alumnos en la década de 1970 y de descendencia cubana escribió esto:

“Mario era elegante y erudito, poseedor de un ojo exquisito, crítico agudo pero generoso, querido por los estudiosos. Sin embargo, en aquel entonces, ninguno de nosotros tenía la menor idea de lo grande que era, o había sido, el arquitecto Mario en su Cuba natal”.

Si bien Romañach es recordado por su contribución humanística a la educación arquitectónica, cabe señalar que al mismo tiempo diseñó algunos edificios extraordinarios. La mayoría de estos proyectos se completaron en colaboración con su hija, María Cristina, durante los años en los que también enseñó arquitectura, en de todos los lugares, el paisaje helado de Itaca, en Cornell. Estos proyectos incluyeron el Centro de Gobierno en Caracas, Venezuela; el Centro Internacional de Conferencias en San Juan, Puerto Rico; un hotel Hyatt en París, Francia; y una pequeña joya de casa diseñada para su hija, Josie, en Pottersville, Nueva Jersey.

En diciembre de 2017 y con motivo del centenario del nacimiento de Romañach, hubo una exposición para presentar un resumen de su trabajo, que abarcó desde sus innovadores diseños residenciales en La Habana hasta planes de remodelación urbana a gran escala para el West Side de la ciudad de Nueva York. Esa exposición fue organizada para marcar la donación de materia-les relacionados con la vida y obra del arquitecto Mario Romañach a los Archivos de Arquitectura de Penn Design, realizada por su adorada hija María Cristina. La colección incluye dibujos, maquetas, fotografías y papeles para proyectos ubicados en Estados Unidos y Venezuela, así como en la Cuba natal del arquitecto.

Premios y distinciones:

En 1949.-Medalla de Oro del Colegio Nacional de Arquitectos de Cuba por la Casa de Julia Cueto de Noval.

En 1955.-Medalla de Oro del Colegio Nacional de Arquitectos de Cuba por la Casa de Evangelina Aristigueta de Vidaña.

En 1979 Miembro de la Academia Nacional de Diseño de los EE.UU.

En 1984, la Universidad de Pensilvania estableció en su honor las Becas Mario Romañach (The Mario Romañach Fellowship Fund), destinadas para estudiantes sobresalientes del Máster de Arquitectura.

Obras y Proyectos: Entre 1945 y 1955 diseñó y construyó 58 obras entre casas particulares, apartamentos y varios edificios públicos.

En Cuba:

• Barrio Obrero de Luyanó (1944–48) junto a Quintana, Mantilla y Pedro Martínez.

• Casa de Julia Cueto de Noval (1948)

• Casa José Noval Cueto (1948-49)

• Residencia de Mario Romañach (1949)

• Edificio Ana Fonte de Beato (1949)

• Edificio de apartamentos de Guillermo Alonso (1950).

• Casa de Manuel Saavedra (1951)

• Peletería California (1951)

• Tienda por Departamentos Flogar (1951-56)

• Casa de Evangelina Aristigueta de Vidaña (Luis Alberto y Evangelina Vidaña) (1953)

• Edificio de apartamentos de Josefina Odoardo (1953)

• Edificio de apartamentos de Oswaldo Pardo (1954)

• Casa de Vicente Pardo (1955)

• Casa de Félix Carvajal (1955)

• Casa de Beatriz Baguer (1955)

• Casa de María Dolores Puig (1955)

• El Club de las Madres (1956)

• Edificio de apartamentos de Evangelina Aristigueta de Vidaña (1956)

• Edifico de apartamentos de la Compañía de Inversiones en Bienes y Bonos, S.A (1956-58)

• Casa de Ana Carolina Font (1956)

• Casa de Marta Gabriel (1957)

• Casa de Rufino Álvarez (1957)

• Casa de Guillermina de Soto Bonavia (1957)

• Proyecto para el Banco Nacional de Cuba (1958)

• Casas modelo para el desarrollo de Santa Catalina, junto a Emilio del Junco (1958)

• Casa de Ernesto Suárez (1959)

En Estados Unidos:

Las dos Chatham Towers, de 25 pisos cada una en 170 y 180 Park Row en el Sur de Manhattan, New York City (1964) El sitio ubicado en el extremo sur de Chinatown es un sitio triangular irregular de aproximadamente 1.6 acres. Las dos torres albergan 240 departamentos cinco por piso, un estacionamiento en dos niveles del sótano brinda estacionamiento para 125 autos y su techo, un pedestal de aproximadamente 6 pies sobre el nivel de la calle proporciona un jardín que une las dos torres. Todos los apartamentos fueron diseñados con entradas en el vestíbulo, habitaciones de tamaño más grande que el promedio y un espacio de guardarropas muy generoso cerrado por puertas plegables. Con la excepción de las unidades de estudio en el centro, todas las salas de estar tienen exposiciones en las esquinas y la mitad de los apartamentos en las esquinas tienen terrazas.

Nota: debo agradecer a la arquitecta María Cristina Romañach por su amable cooperación para proporcionarme anécdotas y datos muy valiosos sobre su padre.

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