Antonio Maceo: el gran ausente

Written by Rev. Martin Añorga

5 de diciembre de 2023

Se cumple mañana 127 años de la muerte de Antonio Maceo, el heroico y legendario general, genio militar y feroz combatiente por la libertad de Cuba, llamado con toda justicia “El Titán de Bronce”. Para muchos su muerte pudo haber sido el final de nuestra guerra  libertaria; pero evidentemente los cubanos de antes no llevaban las venas llenas de sangre, sino de fuego, y con  la ausencia de Maceo la llama no se extinguió, sino que permaneció ardiendo en el corazón de los que le siguieron en la riesgosa ruta de la libertad. 

Máximo Gómez, como Jefe del Ejército Libertador anunció a sus soldados la muerte de su Lugarteniente con estas palabras: “La patria llora la pérdida de uno de sus más esforzados defensores, Cuba llora al más glorioso de sus hijos y el Ejército al primero en la defensa de la patria”. Seguros estamos de  que “el viejo mambí”  convencido estaba de que la sangre de Maceo  no se esparció sobre la tierra para  desvanecerse, sino que se hizo machete de victoria, estrella de libertad y poder invencible de conquistas.

El filósofo e ilustre educador Enrique José Varona, quien ocupara el puesto de Martí en la dirección del periódico  Patria en Nueva York escribió estas palabras sobre el valeroso peleador de más de 500 batallas en su misión de libertador de la patria: “Maceo tuvo la suerte de encarnar en vida una grande y noble idea, y ha tenido la  suerte de seguir siendo después de su muerte una de las grandes fuerzas que están en acción para realizar la obra emprendida”.

Nuestro inolvidable amigo y hermano, Dr. Rolando Espinosa, en uno de sus libros relata en breves palabras el lamentable incidente de la caída del General que cruzó la Isla de Cuba, machete en mano, repartiendo la guerra al paso de su corcel: “como los españoles no sabían, ni sospechaban siquiera que habían dado muerte al glorioso General, lo dejaron abandonado una vez que registraron sus ropas buscando algo de valor que llevarse, y se retiraron a Punta Brava. Luego, en la noche, después de muchas exploraciones y pesquisas, y afrontando graves riesgos, un cubano nombrado Miguel Hernández encontró los cadáveres de Maceo y Panchito Gómez Toro y los trasladó a un viejo bohío abandonado donde los velaron con cuatro rústicas velas de cera. Luego los enterraron en el lugar conocido como El Cacahual, cerca de Bejucal. Desde ese momento aquel lugar se convirtió en la Gran Tumba de Cuba”.

José Martí había antecedido a Maceo en el camino a la gloria y ciertamente en mucho se debió a él la reintegración del general de piel de bronce y corazón de oro a la lucha independentista cubana. La primera carta del Apóstol a Maceo ha sido conservada. Fue escrita en la ciudad de Nueva York el 20 de julio de 1882 y enviada personalmente al Titán por mediación de Flor Crombet. Es oportuno que hoy leamos esa bella carta:

“No conozco yo, General Maceo, soldado más bravo ni cubano más tenaz que Ud., y no comprendería yo que se tratase de hacer –como ahora trato y tratan tantos otros-  obra seria en las cosas de Cuba en que no figurase Ud. de la especial y prominente manera a que le dan derecho sus merecimientos … Yo sé que no está Ud. cansado de hacer cosas difíciles. Y que su juicio no se ofusca como el de la gente vulgar, y abarca toda la magnitud de nuestra tarea y de nuestra responsabilidad.  Tal vez por mi odio a la publicidad inútil, ignora Ud. quien escribe esta carta, Flor Crombet se lo dirá. Y yo le digo que se la escribe un hombre que sabe cuánto Ud. vale, y lo tiene en tanto”.

José Martí, Máximo Gómez y Antonio Maceo integraron la trilogía milagrosa que produjo la libertad de Cuba. De los tres, solamente el insigne héroe dominicano vio izarse la bandera cubana, altiva, bella y libre el 20 de mayo del año 1902. Apenas transcurrieron cuatro años después de la muerte de Maceo, que Cuba alcanzó la plena libertad que tanta “lágrima, sudor y sangre” le costó. Sería propio de la imaginación pensar cómo hubiera actuado el intrépido General  ante la intervención estadounidense de más de tres años en Cuba, pues siempre se había opuesto a toda injerencia extranjera en la Isla. Seguramente se acomodó en su sitial en la gloria cuando finalmente Don Tomás Estrada Palma tomó posesión de la presidencia de la República libre y soberana.

A pesar de que Antonio Maceo no era un hombre de alta escolaridad, supo ser un autodidacta en forma tal que sus cartas, esmeradas y bien escritas, son documentos literarios y patrióticos de considerable calidad. Famosa es la breve carta que escribió para rechazar la insidiosa sugerencia de que aprovechara  su encuentro con el jefe supremo de las fuerzas españolas, Arsenio Martínez Campos, quien quería convencerlo de que depusiera las armas y aprobara el llamado Pacto del Zanjón, para asesinarlo. El General cubano no quería la victoria si a ella iba unida la deshonra. 

En la llamada Protesta de Baraguá, Maceo le dijo al alto funcionario español que no se  entenderían jamás en términos de rendición y decidió continuar su lucha contra el colonialismo español en tan desventajosas condiciones que finalmente tuvo que abandonar la lucha y salir del país. No de manera definitiva, pues quince años después regresaría con dos extraordinarios ídolos de la patria, José Martí y Máximo Gómez para encontrarse con la gloria en el camino de la muerte.

Para ilustrar la inteligencia y el patriotismo de Antonio Maceo, citaremos algunas de sus más bravías expresiones.

“Los imperios fundados por la tiranía y sostenidos por la fuerza y el terror deben caer con el estrépito de los cataclismos geológicos”. Estas palabras son una predicción que nos retrata la infeliz Cuba de hoy.

“Una República organizada bajo sólidas bases de moralidad y justicia es el único gobierno que, garantizando todos los derechos del ciudadano, es a la vez su mejor salvaguardia. Inquebrantable respeto a la ley y decidida preferencia por la forma republicana, he ahí concretado mi pensamiento político”. Tristemente la patria que Maceo vislumbra en éste, su  sueño, ha caído en el turbio abismo de una pesadilla.

“Yo desearía para mi país un hombre que tenga la virtud de redimir al pueblo sin haber tiranizado a sus redimidos. Nuestras aspiraciones son amplias y en ellas caben todos los hombres, cualquiera que sea su modo de pensar y el juicio que formen de las cosas”. Maceo era amante de la libertad, por la cual peleó y para la cual murió; pero una turba enfurecida y tenebrosa ha convertido a Cuba en una inmensa cárcel, en la que pensar con honorable libertad es un delito punible con el asesinato. Deuda sin pagar tenemos con él.

Desde lejos pienso hoy en Cuba de forma muy especial. El 7 de diciembre era una fecha en nuestra patria en la que la bandera flameaba gloriosa exaltando el recuerdo de Antonio Maceo. Si fuera el Titán de Bronce hombre de nuestros días en nuestra Isla preciosa tendríamos libertad, paz, abundancia, respeto y dignidad. Ciertamente, y lo digo con los ojos nublados de lágrimas, ¡Antonio Maceo es el gran ausente!.

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