AMÉRICA LATINA NAVEGA COMO BARCO A LA DERIVA

Written by Adalberto Sardiñas

14 de julio de 2021

Hace una veintena de años, cuando se estrenaba el inicio del siglo XXI, la América Latina lideraba a las naciones tercermundistas, es decir, aquellas en estado de desarrollo, en la adopción del modelo de mercado libre, siempre contribuyente al desarrollo económico que conduce a la prosperidad de los pueblos. Parecía que, ¡al fin!, abandonábamos aquella noción de que el tercer mundo sufría una injusta miseria como consecuencia de la explotación de las naciones ricas.

Sin embargo, esa percepción no resultó ser duradera, y hoy, después del agotamiento de la pandemia, la América Latina navega como barco a la deriva en medio de las turbulentas aguas del marasmo político-económico-social de la región, agitado por la influencia de Cuba y Venezuela, dos actores con reconocidos expedientes de fracaso.

Recientes acontecimientos muestran un deterioro en la estabilidad política y económica en ese importante espacio geográfico del continente. Aunque es cierto que América Latina ha visto, a través de su historia, y especialmente en la última centuria, abundantes eventos de alboroto y confusión, las circunstancias del momento son muy diferentes. No existen, como en tiempos pasados, colapso de la moneda, incontrolables deudas gubernamentales (excepto Cuba y Venezuela) ni un estado hiperinflacionario, capaz de producir devastadoras crisis. Pero, a pesar de las variantes existentes, en comparación con otras épocas, el presente no deja de tener factores preocupantes para toda el área con el posible abandono del modelo de mercado libre, sustituido por un sistema de absoluto control, al estilo marxista.

Los acontecimientos de los últimos meses en la arena política sudamericana no inducen a la tranquilidad.

  El mes pasado se celebraron elecciones presidenciales en Perú, y, aunque los conteos no son concluyentes, existe la posibilidad de que el candidato Pedro Castillo, de corte absolutamente marxista, termine en la presidencia. Su agenda corre desde nacionalizar las minas, restructurar el Banco Nacional, reformar las instituciones democráticas del país y controlar la prensa libre. Eso, para empezar, después sigue el resto.

Todo esto en un país como Perú, que ha experimentado, por la última década, el crecimiento más robusto entre sus vecinos.

Mientras en el periodo comprendido entre el 2011 y 2019, la América Latina, en su conjunto, mostró un estancamiento en su crecimiento, Perú, de acuerdo a estadísticas del Banco Monetario Internacional, mantuvo un crecimiento durable por el mismo periodo de tiempo, del 2% y su nivel de pobreza bajó del 50% en el 2004 al 20% en el 2019. No obstante, con todo el progreso económico, y existiendo en el país un clima de libertades democráticas, cómo se explica la casi segura elección de un candidato como Pedro Castillo, que sólo trae una valija de promesas falsas y una receta de calamidades para la nación.

  Por otra parte, y esto contribuye a eclipsar más aún el panorama, tenemos a López Obrador en México con sus impulsos socialistas, frenado por el congreso, que ahora cuenta con menos legisladores de Moderna, su propio partido, que, aunque le hace la labor más difícil, no le disminuye sus intenciones. En Chile, recientemente, se eligió a una mayoría de delegados izquierdistas, que se encargarán de redactar la nueva constitución, reflejando, con toda seguridad, la doctrina que los anima, de tono socialista, sin duda. En Argentina gobiernan los izquierdistas Fernández, Alberto y Cristina, miembros de la mafia peronista. Y en Brasil, basado en las frecuentes encuestas realizadas, se especula sobre la posible elección del corrumpente ex presidente, y ahora presidiario, Lula da silva, como el posible próximo presidente de la nación más importante de América Latina.

¿Por qué, si las condiciones no son en realidad tan graves, insisten estos países en cambios tan radicales?

Algunos analistas buscan la explicación no en un movimiento de la izquierda per se, sino en un sentimiento contra el establecimiento de un sistema que los ha decepcionado, y que, por ende, los ha lanzado en brazos populistas como sucedió en Brasil con Bolsonaro y está a punto de acontecer en Perú, con Pedro Castillo.

Esto, y una endémica corrupción perpetuada por décadas en toda la región, amenazan las bases de la democracia y el modelo de mercado libre propulsor de prosperidad y estabilidad en los pueblos que la practican.

 Hasta que América Latina entienda que no hay sustituto para la economía de mercado, como no lo hay para para el respeto al estado de derecho, como tampoco lo hay para el comercio internacional como forma durable de prosperidad, hasta que estos conceptos no se consoliden en el estado mental de nuestro mundo latinoamericano, América Latina seguirá navegando como un barco a la deriva.

BALCÓN AL MUNDO

Los estragos del coronavirus en Cuba, han sido, y continúan siendo, muy severos. Matanzas es la provincia más afectada con cientos de muertes, de las cuales el gobierno reconoce sólo una fracción. Las estadísticas ofrecidas, todas falsamente fabricadas, son disparates que, sometidas a una observación matemática cuidadosa, no guardan una relación lógica y creíble. Los comunistas son maestros de la mentira. De eso han vivido siempre. Pero hay ocasiones, como ésta, en que la mentira les sale deformada y chapucera, difícil de creer, hasta para los tontos útiles que se tragan todos sus embustes.

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Ex presidente Donald Trump está de nuevo en el sendero de campaña con la mirada fija en el 2024. Parece tener toda la intención de aspirar nuevamente a la presidencia. Pero, aunque permanece como la figura dominante en el Partido Republicano, y sus eventos atraen a miles de personas, todavía queda largo trecho para que nuevas figuras conservadoras surjan como alternativa a su posible candidatura. No es mala idea, puesto que el ex presidente persiste en la absurda reclamación de que le robaron las elecciones en el 2020.

  El consenso entre el votante de a pie, va cambiando. Ahora la opinión mayoritaria es: “Es preferible que se quede en la retaguardia y deje que otros con los valores conservadores, corran como aspirantes. Su agenda fue buena y positiva, pero su personalidad siempre fue un obstáculo en el camino. Y eso no va a cambiar”.

  Así lo expresaron un buen número de sus simpatizantes en una reunión republicana en Orange City, Iowa.

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  Estados Unidos se va de Afganistán luego de 20 años de estancia como fuerza militar para prevenir la toma del poder por los talibanes. No se logró mucho en todos esos años. Se perdieron valiosas vidas jóvenes en el proceso. No tantas, en número, como en conflictos anteriores. El costo material para USA en términos materiales, se eleva a decenas de billones.

¿Por qué nos vamos de Afganistán? Porque el pueblo americano está cansado de esa guerra y quiere su final. No por cuestiones militares, sino por fatiga popular. Aunque su valor geopolítico es indudable, y alguien llenará el vacío, probablemente China con su ambición expansiva, para el americano promedio se acabó el tiempo.  El momento de irse ha llegado. ¡Es ya, sálvese quien pueda!

¿Otro Vietnam en sus últimos días? No. La situación es diferente y las condiciones difieren del desastre vietnamés.  Sin embargo, el resultado final será el mismo. Los talibanes terminarán en el gobierno antes del fin año.

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La administración Biden trabaja afanosamente sobre la nueva imposición de impuestos. Primero las empresas de todo tamaño. Después los inversores que verán sus ganancias en Wall Street sometidas a un considerable aumento, y después, todos los demás, quiero decir, la población entera.

   El derroche del Covid nos va a dejar, no un chubasco, sino un aguacero parejo. Todos pagaremos más por todo. ¿No es ésa, la fórmula preferida por los demócratas: tax, tax y más tax?

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   Delta, la nueva variante de Covid-19, es más transmisible que las sepas anteriores, y aunque se está propagando rápidamente en USA, el 100% de los contagiados son los NO vacunados. Aquellos que, a través de las vacunas, Pfizer o Moderna, se han inmunizado, no han sido infectados.

  El consejo es simple: ¡Vacúnese!, es por su propio bien.

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