AFGANISTÁN SERÁ POR SIEMPRE EL LEGADO DE JOE BIDEN

Written by Adalberto Sardiñas

18 de abril de 2023

El primer paso en lo que vendrá a ser, en su momento, el legado de Joe Biden como presidente de esta gran nación, se reveló, de manera humillantemente trágica y clara, en la retirada de las tropas americanas de Afganistán. América se había rendido, innoblemente, ante las furiosas hordas de los talibanes. No tenía que haber sido así.  El prestigio de nuestro poderío militar rodó por el suelo. Las órdenes del presidente, incoherentes y confusas, desobedeciendo a los jefes militares, crearon un caos costosísimo en pérdidas tangibles e intangibles. Enorme cantidad de armamento, de toda clase, fue abandonada junto con nuestra importante base aérea de Bagram. En ese día aciago, en agosto del 2021, comenzó Joe Biden a escribir su legado, y, de paso, a minar, con su falta de liderazgo, el respeto a la autoridad de esta nación ante los ojos del mundo. Fue todo un penoso fiasco, cuyas consecuencias en nuestra política exterior se extenderán por largo tiempo. 

  Por esa proyección de debilidad y desconfianza que Joe Biden sembró con el abandono a Afganistán, en términos tan vergonzosos, nuestros principales enemigos, China y Rusia, se han sentido libres de tomar acciones provocativas como la de Rusia con su invasión a Ucrania, y la de China en sus continuos hostigamientos militares contra Taiwán.  De no haber sido por los eventos de Afganistán, probablemente Rusia no se hubiera lanzado en la aventura de Ucrania, ni China hubiera incrementado su actitud beligerante en abierto reto a EE.UU. no sólo en el Mar Sur de China, sino en otras áreas fuera de su esfera de influencia, como es el Medio Oriente.

  La opinión pública, doméstica y foránea, no sin falta de razón, había aceptado, como definitiva, la total responsabilidad de la debacle en el presidente en funciones en ese momento. Joe Biden había tomado posesión del más alto oficio de la nación en enero, y la retirada se produjo en agosto. Biden había estado en completo control del gobierno por ocho meses, tiempo suficiente para revisar y alterar los planes que había elaborado su predecesor al respecto, y no lo hizo. Entonces, ¿quién más pudo haber sido el responsable de esa calamidad? La nación, como es sabido, tiene un solo presidente a la vez. Y, para bien, o para mal, acontecimientos de gran magnitud, como es el caso de Afganistán, lógicamente, siempre van buscando el porqué de su origen en la máxima fuente de autoridad, que, en este caso, la representaba el Señor Biden. 

  Pero, a últimas horas, la Casa Blanca, ante la inminente declaración del presidente de aspirar a la reelección, ha decidido revisar toda la tragedia de Afganistán, tratando de exonerarlo de toda responsabilidad, mediante la publicación de un documento destacando los retos y decisiones claves asociadas con la retirada de las tropas.

  En una de las partes del documento publicado por la Casa Blanca, se expresa que las opciones disponibles a Biden, para ejecutar la retirada, estuvieron restringidas por condiciones creadas por Donald Trump.

Semejante afirmación carece de fundamento. Pero, asumiendo, ilusoriamente, que fuera cierto, ¿estaba Biden obligado a seguir los planes e instrucciones de su predecesor?  ¡Por supuesto que no! No lo hizo cuando eliminó, de un plumazo, todos los decretos firmados por Trump, uno a uno, indiscriminadamente, buenos y malos, haciendo valer su autoridad.  Y tampoco lo hizo en Afganistán porque   estaba auto convencido de que sus ideas eran superiores, no solamente a las de su predecesor, sino también a las de sus consejeros, civiles y militares, y hasta algunos de nuestros aliados europeos.

  La Casa Blanca puede continuar el fantasioso retorcimiento de los fatales acontecimientos de aquel agosto, pero la realidad permanece resonante y clara en la psiquis de la nación americana y de todas las víctimas que dejamos abandonadas a su suerte en manos de los talibanes.

  La imagen desesperada de miles de aterrorizados afganos en los días de la retirada en Kabul anunciaba al mundo, en medio de una terrible confusión, que, Estados Unidos de América había entrado en una increíble retirada y que las repercusiones de la misma se harían sentir inexorablemente.

  A un año y medio de aquel infortunio, ya se ven, y se palpan, los efectos:   América es menos respetada hoy que antes del desastre de la retirada

  Rusia permanece en Ucrania un año después de una invasión criminalmente absurda, con amenazas a Occidente de un ataque nuclear.

  China ha penetrado, abiertamente, regiones que fueron geopolíticamente controladas por Estados Unidos. En varias partes del mundo se extienden las alianzas de nuestros enemigos con países que tradicionalmente eran nuestros amigos, y que ya dudan de nuestra lealtad y confiabilidad.

  La catástrofe de Kabul no fue un incidente fortuito, sino el resultado del disparatado juicio de Joe Biden en la forma caótica en que condujo la operación. El documento explicando a deshora las decisiones y pormenores del desastre, no es convincente para nadie. El daño está hecho. Y los dañados son el presidente Biden que arrastra el peso del cataclismo de Afganistán como un punto negro mayúsculo en su legado, y la nación americana, que, desde entonces, ha perdido terreno ante enemigos que persiguen su destrucción.

BALCÓN AL MUNDO

Macron, presidente de Francia, quiere una Europa independiente de poderes extranjeros. Quiso decir, aunque no lo dijo: Estados Unidos. Y con ese sentimiento Gaullista, se fue a Beijing a proclamar su espíritu independentista, y, de inmediato, pedirle a Xi Jinping que hablara con Putin para alcanzar la paz en Ucrania. 

El problema con Francia es que su fervor independentista desaparece en el momento en que la candela se le acerca, como ocurrió en la Segunda Guerra Mundial, que fue tomada fácilmente por los alemanes con muy poca resistencia.

¿Y quién liberó a Francia y a toda Europa? ¡Uncle Sam!

 Pero la gratitud es una virtud muy escasa en estos tiempos y Francia parece tener poco de ella y mucho de conveniente olvido.                                                  

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  Otro amnésico, pero este de tipo masoquista, es el primer ministro de Hungría, Víctor Orban, quien, de acuerdo a los documentos filtrados ilícitamente del Pentágono, dice que EE.UU. es uno de los tres adversarios de su partido Fidesz.

Orban está sirviendo su quinto término como primer ministro. Es, además de malagradecido, un gran beneficiario del exterminio de la Unión Soviética, al que no se le ha erradicado de la mente su posición de vasallo, ahora al servicio de la Federación Rusa.

 Orban no ha condenado a Rusia por su invasión a Ucrania y mantiene su posición pro-Rusia-China, a pesar de ser miembro renegado de la NATO.

 ¡Con “amigos” como éste, quién necesita enemigos!

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  Tres semanas después de que agentes de seguridad del estado detuvieran al periodista del WSJ, Evan Gershkovich, en un restaurant a 300 millas de Moscú, todavía funcionarios de la embajada americana no han obtenido permiso para visitarlo. Lo acusan de lo acostumbrado: espionaje. 

  Pronto comenzarán negociaciones que se extenderán hasta que los rusos lo estimen conveniente.  Paul Whelan, un americano militar acusado del mismo “delito” lleva cuatro años en prisión esperando su turno para ser canjeado.

  Brittney Griner, estrella basquetbolista, tuvo mejor suerte. Por habérsele encontrado mariguana en su cartera, estuvo detenida, y condenada, por un año y algunos meses, y, liberada, gracias a los esfuerzos del gobierno de Biden. 

Indudablemente que algunos encarcelados en las ergástulas comunistas, son más afortunados que otros, dependiendo de ciertas características.

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