AFGANISTÁN, CUBA Y LAS MENTIRAS DE BIDEN

28 de julio de 2021

Fue en 1979 que por primera vez mi atención de cubano encerrado en la isla giró hacia Afganistán. Después de revueltas, asesinatos y golpes de estado los soviéticos habían invadido el país. Para hacer como que protestaba Jimmy Carter finalizando su presidencia y aspirando a una reelección que no fue, gesticulaba y encendía velitas en el poyo de su ventana. Impotente ante el fait accompli instigó el boicot a los Juegos Olímpicos a celebrarse en Moscú. Además de lo que podía escuchar en la radio por onda corta,  leía la prensa francesa cuando visitaba el consulado. Estábamos en 1980, año que a partir de abril se calentó en La Habana: la Embajada del Perú y el Mariel.  Había para mi otras cuestiones en qué pensar matizados de frustrados intentos de emigración.

Poco después de mi llegada a París en 1982 hube de relacionarme con tres afganos, que después de muchas peripecias habían entrado clandestinamente en Francia. Eran jóvenes visceralmente anticomunistas. En su país corrían los años de la espantosa guerra civil que terminaría en 1996. Más tarde cuando durante el verano del año 2001 Massoud, némesis heroico de los enemigos de su pueblo, vino a París semanas antes de que lo asesinaran, los cuatro asistimos al acto celebrado en Montparnasse en su honor.

Enviada al basurero de la historia, la URSS no estorbaba más. Pero sobrevino el 9-11 y el mundo cambió para siempre. Estados Unidos y otros países de la OTAN desencadenaron una intervención bautizada Libertad Duradera con el pretexto de pasarle factura a Bin Laden. Mis amigos sentenciaron entonces: «igual que los rusos, los ingleses y muchos otros hasta Gengis Khan, los americanos se romperán los dientes en nuestro país». No se equivocaron.

A pesar de la nota publicada la semana pasada en nuestra sección «Balcón al Mundo» (LIBRE del 14.07.21) se impone releer y comentar la declaración a la prensa de Biden el pasado día 9 anunciando la retirada unilateral de Afganistán.  Lo sugiero por lo que ocurrió en Cuba dos días después  y como antecedente a los comunicados fechas 12 y 22 de la Casa Blanca en los que el presidente americano ha insinuado «nuevas medidas sobre Cuba».  A mi me da la impresión que otra vez esta llegando una maniobra del poder americano en cuanto a Cuba, que abundaría en aquello de que «la cabra siempre tira al monte». Solo la acción que se ha visto de senadores y de representantes de origen cubano, asociada a la presión en las calles de Miami y en numerosas ciudades del mundo, podrá desvirtuarla. Veamos a continuación por donde le puede entrar el agua al coco.

La declaración escrita del día 9,  mal leída por Biden en la Sala de Prensa esta colgada en el portal digital de la Casa Blanca. Se puede consultar en español. Después de una introducción en la que afirmó que EE.UU. no había ido a la lejana región «para construir el país» palabreó afirmando que el propósito original había sido la eliminación de Ben Laden. Omite sin embargo señalar que en 2011,  siendo él parte del ejecutivo como vice-presidente, fue la única voz opuesta al envío a Pakistán de los Navy Seal que lo ejecutaron. Y para justificar en estos momentos una retirada que como ya se esta viendo abrirá las puertas de Kabul a los talibanes, Biden siguió profiriendo sin sonrojo mentiras y medias verdades.

El presidente lo sabe muy bien,  siendo como es un viejo zorro de la politiquería americana. En 2001, hace veinte años, presidía la Comisión de Asuntos Exteriores del Senado; y en enero de 2002 fue el primer miembro de las dos cámaras legislativas en ser enviado oficialmente a Afganistán con posterioridad al 9-11 y a la expulsión de los talibanes de la capital afgana, que entonces habían sido derotados por la Alianza del Norte, una coalición local financiada por la CIA. Mejor: el ahora huésped de la Casa Blanca expresa con  desparpajo que «Estados Unidos no puede permitirse continuar atado a esta situación», escamoteando el hecho que en diciembre de 2001 había participado en la preparación de la agenda abordada en una «reunión acerca de Afganistan» celebrada en Bonn que decretó imponer al frente del país al monigote que resultó ser Hamid Karzaï.  En el acta final de aquél cónclave esta escrito textualmente que «Estados Unidos se compromete a partir de ahora a reconstruir, democratizar y desarrollar a Afganistán». Pasando raya y resumiendo, la que ahora esta finalizando con un evidente «sálvese el que pueda» ha sido una aventura que durante dos décadas ha costado a Estados Unidos 2448 vidas, 21 000 heridos, miles de combatientes traumatizados a vida y por lo menos un billón de dólares costeados por los contribuyentes americanos. No hablemos del sufrido pueblo afgano que ha encajado una hecatombe más. Los cuantiosos recursos humanos y materiales así detallados han sido dilapidados y Biden es uno de los grandes culpables de lo que no queda otro remedio que calificar como un descalabro monumental.

En el año 2009 el embajador ruso en Kaboul sopló a la oreja de su colega francés: «fracasamos en Afganistán a pesar de que hicimos muy bien las cosas; no pudimos derrotar a un enemigo que estaba en casa y que sobre el terreno fue más fuerte que nosotros; era misión imposible.  Sepa usted, Excelencia, que los americanos fracasarán también».  El profético juicio  del ruso fue transferido por los canales pertinentes al general Stanley McChrystal que comandaba a los americanos. El oficial recusó con arrogancia el aviso, a la manera de un cantinero que le pasa un trapo a su mostrador. Peor: un año más tarde Obama acrecentó el contigente siendo Biden parte de la línea de mando y de toma de decisiones. ¿Por qué no se opuso o dejó constancia entonces de disconformidad ?. Desde principio de los años 2000 Biden ha estado con sus votos y con sus actos alineado a la insensata aventura afgana de Estados Unidos. Sus actuales declaraciones son las de un hipócrita consumado.

Existían probablemente otras soluciones mediante la utilización de combatientes árabes internacionalistas que desde hacía más de un cuarto de siglo estaban en Pakistán. Acciones de ese tipo han sido el trabajo preferido de la CIA desde fines de los años 1940. Remember Guatemala, Nicaragua, Irán, etc. Para los desmemoriados, y mal que nos pese, los cubanos que en el pasado lucharon contra Batista primero y contra Castro después,  saben al respecto un montón. Todo hace pensar que en Afganistán primó la absurda idea de gestar un engendro moderno, a manera de «misión civilizadora».  Solo que de ese tipo de aventura cuando se atasca la yegüita, no se sale así como así,  como la actual administración hace en estos momentos obedeciendo a un irresponsable cálculo politiquero.

Y está el factor humano. Los ejemplos de países intervencionistas y de la suerte que corrren sus aliados locales abandonados sobre el terreno sobran. Ahora le está tocando a los afganos y la degollina talibana hace meses que ha comenzado.

Es enjuiciando la perspectiva de hechos que a partir de ahora serán historia que debemos asimilar y enjuiciar las declaraciones del gobierno Biden respecto a la crisis en Cuba. En La Habana el diazcanelismo perora y los militares no mueven ficha.  Allende la capital cubana la izquierda internacional se enroca. Nuevamente una coyuntura decisiva para el pueblo cubano encuentra a un presidente demócrata gobernando en Estados Unidos: Kennedy (Playa Girón y la Crisis de los Cohetes); Johnson (Camarioca); Carter (Intervención en Angola y Mariel); Clinton (Maleconazo, derribo de las avionetas en el Estrecho de la Florida, concesiones inmigratorias); y Obama cuyo lamentable recuento en favor del castrato está fresco en todas las memorias. Ahora que los cubanos dignos que viven en la isla están bajo el fuego graneado de la represión en una enésima encrucijada de sufrimiento le ha llegado el turno a Biden. Será mejor que él y su equipo de gobierno en el que figuran significativos castristas, se metan sus declaraciones donde les quepan.

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