Adalberto Sardiñas Cruz
Mario Ulises Tápanes (Mayito) entró en mi vida en los primeros días de la década de los 50, para no salir de ella hasta la mañanadel 19 de febrero, cuando inició su trayectoria hacia la eternidad. Por la cuenta de mi memoria, habían pasado 72 años, y unos cuantos meses, de una amistad entrañable, que era, una extensión de la que mantuvieron nuestros padres, Juan Pío Sardiñas y Mario Tápanes, en los ensueños bohemios de su juventud, en la dulce paz de nuestra ciudad de Matanzas, y que se interrumpiósólo cuando ambos partieron a la otraorilla del silencio.
Su muerte presentida, me llega hoy, como una ola oscura, para golpearme el pecho; para anegármelo, con la impotente aflicción de la inevitabilidad del destino, que nos deja el corazón aterido en medio del dolor. Cada amigo que se nos va es una elegía que se queda siempre a nuestro lado como una antigua nostalgia.
Entre la fortuna de mi vida, se encuentra el tesoro que representó en ella la amistad amplia, sincera, y absolutamente recíproca, de Mayito. Siempre presente, siempre solidaria.
En la persona de Mayito Tápanes se resumían todas las virtudes que enaltecen a un ser humano. Todos los que le conocieron, así lo saben. Hombre bueno y generoso,de profunda fe religiosa, católico fervoroso, padre y esposo amantísimo, y, por entero, y por siempre, dedicado al culto de la amistad.Mayito era uno de esos que siempre lleva una sonrisa por dentro, tan grande, que no tienen más remedio que llevar el corazón por fuera.
En 1960 comienza la lucha anticomunista en Cuba. Y Mayito se alista en las filas del MRR liderada por el Dr. Manuel Artime, llegando a ser uno de los delegados en la provincia de Matanzas, en la preparación para la invasión que más tarde habría de producirse. La invasión llegó, y fracasó. Poco después Mayito, y otros compañeros de lucha, fueron detenidos y condenados a prisión, engrosando la creciente lista de presos políticos.
Cumplida la condena, Mayito arriba a Miami a mediados de los años 62 y continúa la lucha por la libertad de Cuba. En Costa Rica el MRR monta campos de entrenamiento militar, y allá va Mayito a cumplir con el llamado. Concluido su término, regresa a Miami a reorganizar su vida familiar. Como el otro Ulises, en su regreso a Ítaca, después de la Odisea, para Mayito los vientos futuros serían más dulces y serenos siempre en unión de su familia. California sería, para el resto de sus días, un oasis de estabilidad familiar, aunque los ojos del recuerdo, siempre abiertos, le imaginaban nostálgicos espejismos de un retorno posible.¡Eran las cadencias de los sueños del patriota!
Fue un evento fortuito el que trajo a Mayito Tápanes a Los Ángeles. California, necesitada de maestros para la enseñanza del idioma español,inició un plan que incluía el reclutamiento de profesionales cubanos que serían entrenados en un curso breve, y subsecuentemente provistos de la requerida credencial para ejercer el magisterio. Mayito se acogió al plan y por varios años fue profesor de español en un High School en Los Ángeles. Pero eso no fue todo. En el ínterin, otro plan similar surgió para dar oportunidad a los abogados cubanos a revalidar sus títulos, para después de terminado el curso de preparación, y haber aprobado el examen del Bar,poder ejercer la profesión como abogados legítimamente acreditados. Mayito siguió todo el proceso y terminó ejerciendo la abogacía por muchos años, dedicado a la rama de Inmigración. Había anclado su futuro, por el próximo medio siglo, y hasta su último aliento, en Los Ángeles, California.
Para hablar de la personalidad y ejecutoria de Mayito se necesitaría mucho más que esta simple página. Serían necesarias 5, tal vez 10, para detallar, con mejor orden, y con más prolijos pormenores, tantas actividades, tanta entrega a la causa de Cuba, tanta probidad civil incuestionable, siempre al lado de los más sanos, y justos principios. Su decencia proverbial. Su integridad profesional, su dignidad singular, y la rectitud de su personalidad, fueron sellosque se imprimieron en su conducta, imborrablemente, desde la juventud, hasta todo el decurso de su terrenal existencia que acaba de concluir.
Sabemos que Mayito, en su largo paso por el exilio, fue maestro, articulista y abogado; pero también sabemos, que, en realidad, fue más maestro que articulista, más abogado que maestro, y más cubano que todo lo demás.
Agobiado por la persistencia de la enfermedad, su deterioro, aunque librado del dolor por la merced de la misericordia divina, se iba acentuando, hasta que su noble corazón, vaso de cariño paternal, se cansó de latir, y quiso descansar. A su lado, como siempre, estaban su esposa Gloria, y sus hijos, Gloria María, Mario Antonio, y Patricia, a quienes les testimonio mis condolencias con un dolor enteramente compartido. Lo mismo para sus nietos, su hermana Marta, y el resto de la familia radicada en Miami.
Al escribir estas líneas, como una hoja que se desprende del almanaque del afecto y del cariño, como un recuerdo a una amistad eterna y sin manchas, dinástica, si se quiere, en el humilde sentido de la palabra, porque también incluye a nuestros hijos,uno de ellos, Adalberto Jr., su ahijado,nos queda la paz y la tranquila serenidad de saberlo ya instalado en el lugar que el Altísimo le tenía reservado entre los nobles, los buenos y los justos.
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