“En Matanzas no hay alguien feo”. Esa era una de las frases favoritas de una persona que me ofreció su amistad por más de 35 años y la cual consideré parte de mi familia.

Félix Tirse nació en Ceiba Mocha el 16 de julio de 1938 y el pasado 30 de mayo fue a reunirse con su amada esposa Ana María y su querido hijo Alex en el Reino de los Cielos.

Hombre bien amable y cortés. A través de él conocí más de su querida Matanzas, que todo lo que aprendí en la escuela.

Gracias a él almorcé con matanceros en el restaurant El Pub, disfruté de una de sus fiestas anuales y antes de que este servidor escribiera para este semanario, me lo entregaba religiosamente en mi casa todos los miércoles.

Guri, como era conocido, se fue de Cuba en 1963 y para su satisfacción personal nunca más regresó. Si bien se marchó de Matanzas, jamás Matanzas se apartó de él. Vivió orgulloso de todos los triunfos que salían de esa provincia.

Se mudó a Miami en 1965 después de haber vivido en California y junto con Ana María formaron un hogar donde nacieron sus dos hijos, Alex y Annabel.

Estableció una estación de gasolina Texaco en la 27 avenida y 11 calle del noreste; la cual era bien concurrida por sus coterráneos.

Fue miembro honorario de la Fundación Cubanoamericana. A esta no solo aportó monetariamente sino también con trabajo voluntario. Valoró hasta el fin de sus días la medalla que Jorge Mas Canosa le prendió en el pecho en un acto de reconocimiento.

Mi más sentido pésame va a su hija Annabel y a sus nietos Julián, Hannah, Daniella, Alexander y Andrés.

Descanse En Paz un fiel amigo. 

Chamby.