Adela Azcuy Labrador

Written by Libre Online

19 de marzo de 2024

Por Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE

Adela Azcuy, nació el lunes 18 de marzo de 1861 en la finca Ojo de Agua, cercana al poblado de San Cayetano a unos 18 kilómetros al norte de Viñales, Sierra de los Órganos de la Cordillera de Guaniguanico en la provincia pinareña. 

El lunes 13 de mayo de 1861 fue bautizada por Pbro. Francisco Hernández Diez, cura párroco de la Iglesia Parroquial de la Purísima Concepción de San Cayetano y Viñales y Diócesis de Pinar del Río con el nombre Gabriela de la Caridad (aunque luego sería conocida por Adela Azcuy) según consta en el Libro 2 de Bautismos de Blancos, Folio 176, número 580.

Su padre Francisco Azcuy Martínez y su madre María del Carmen Labrador Piloto. Sus abuelos paternos: Francisco Azcuy y Merced Martínez.

Sus abuelos maternos: Manuel Labrador-Piloto y Encarnación de Mesa. Fueron sus padrinos: Juan Núñez y María Tomasa Miranda. 

Su familia estaba en una posición acomodada y los pintorescos montes de San Cayetano y de San Vicente, formaron el escenario natural donde se deslizó su niñez.

El poblado de San Cayetano surgió en 1840 cuando la Sra. María de los Dolores de la Concepción Azcuy y Miranda, una ascendiente de Adela, por una cláusula testamentaria cedió a la institución católica una caballería de tierra de su hacienda para la construcción de la Iglesia y la fundación oficial del pueblo. San Cayetano es considerado uno de los pueblos más antiguos de la provincia de Pinar del Río aunque aparece declarado oficialmente en 1840. Sus primeros pobladores fueron congos y haitianos, todos esclavos pertenecientes a la familia Miranda, acaudalados del corral San Cayetano. Dos hileras de casas de guano y de yagua de norte a sur y en medio la Iglesia. 

Adela recibió una instrucción al estilo de la época y de las circunstancias que atravesaba Cuba, pero siendo una lectora infatigable, aumentó el caudal de sus conocimientos a pesar de vivir en un medio estrecho y no apropiado para el desenvolvimiento intelectual de una mujer.

Alta, hermosa, bien proporcionada, de piel blanca y grandes ojos pardos, llamaba la atención entre sus vecinos, además poseía un irresistible atractivo que, unido a su facilidad de expresión, eran motivos más que suficientes, para reunir en torno suyo a una legión de personas que pasaban con ella amenos ratos de solaz esparcimiento, sobre todo en las fiestas dadas en “El Central” y en el “Liceo” de Viñales.

De una personalidad inquieta, practicó desde muy joven el manejo de las armas, escribió sonetos y décimas dedicadas a su provincia natal.

De Ojo de Agua pasó la hacienda propiedad de su madre, Baños de San Vicente, donde están las famosas fuentes termales. Allí fortalece su cuerpo y su espíritu, allí caza aves, jutías y venados, adestrándose sola sobre sierras y entre bosques, en el manejo de las armas de fuego, cuyo conocimiento tanto habría de necesitar en días posteriores.

Uno de aquellos días, entre aquellos árboles, la sombra de una adolescente se deslizaba con gran desenfado, viste de amazona y en su diestra luce una poderosa escopeta de caza. De pronto un ruido a sus espaldas le hizo detenerse bruscamente, escuchó un instante y después se ocultó detrás de un grueso encino. No tardó mucho en descubrir la figura vigorosa de uno de los mozos de la finca, que con temor manifiesto buscaba entre los matorrales a la escurridiza muchacha. Dos pasos más y el mozo tropieza con el imponente cañón de una escopeta, mientras una voz le increpa con sequedad extrema: 

¿A qué vienes? ¿habla pronto que no tengo tiempo que perder contigo? El infeliz de un salto se colocó a distancia y empezó a tartamudear frases incoherentes.

“Fue doña Carmen la que me envió a seguirla señorita Adela, fue doña Carmen”. La muchacha cortó de modo terminante aquellas palabras, “Vete y no vuelvas, porque si lo haces te mataré”.

El buen hombre encontró tanta resolución en los ojos de su montaraz perseguida que dando media vuelta se perdió precipitadamente en la espesura.

Ya asomaba con este gesto de la anécdota, su carácter voluntarioso, rebelde e imperativo.

Sus padres, comprendiendo que debía ser educada de acuerdo con la tradición de la familia, o sea prepararla para el cuidado de la casa, para atender su hogar cuando fuera una madre hacendosa y tierna, una mujer ejemplar, la enviaron a un buen colegio en La Habana, donde finalmente adquirió la magnífica educación y el gusto por la lectura, que le serviría más tarde. Gustaba leer a Cervantes y sentía predilección por la mitología. 

Regresó al pueblo, compitió en torneos junto a los más apuestos jóvenes jinetes de la comarca, muchos de ellos estaban enamorados de ella, pero ninguno se arrojó a decirle palabras amorosas.

Quizás porque veían en ella su energía su don de mando o la creían una mujer superior por venir de La Habana.

Su primo Ernesto Labrador la describió así: “de elevada estatura, delgada, pero envuelta en carnes, erecta como una palmera, de ojos grandes, pardos y expresivos, nariz más bien larga, boca regular, labios delgados, tez blanca, cabellera dorada, abundante y tan larga, que le llegaba al suelo”.

Francisco Robainas Arquimbau (1874-1926) que nació en Pinar del Rio, patriota, farmacéutico, botánico, escritor y editor, gustaba hablar del carácter de Adela, cómo recorría a caballo largas distancias por parajes agrestes y solitarios para recoger flores y objetos de la naturaleza como helechos indígenas de los cuales guardaba una gran colección. Ella acompañó varias veces al sabio naturalista matancero Carlos de la Torre y Huerta (1858-1950) en su recorrido por la región.

Adela Azcuy era además una aficionada a jugar ajedrez y sus buenas lecturas la hicieron una conversadora admirable, todos se recreaban oyéndola en las tertulias que ella formaba en su casona familiar, en la sala del Liceo o en la farmacia, para leer a Cicerón, Cervantes y hasta la Divina Comedia de Dante Alighieri.

Se ha discutido hasta justificarlo, el factor geográfico influyó en gran parte en el fracaso de todo intento independentista en Vuelta Abajo (es el nombre que recibe la región más occidental de la provincia. Es la zona entre Pinar del Río, San Luis, San Juan y Martínez y con el que se identifica a la mejor tierra de Cuba y del mundo para el cultivo del tabaco. La región tiene una longitud de 140 km y 16 km de anchura). En Viñales donde nació la pa-triota, los hombres eran enemigos de la causa libertaria.

El general José Miró Argenter (1851-1925) que participó junto a Maceo en la invasión a occidente, escribió varios libros eso y sobre Antonio Maceo: “Consolación del Norte y Viñales eran territorios habitados por gentes refractarias a toda innovación política, incapaces de comprender los beneficios morales de la revolución. Para esos hombres, la lucha revolucionaria era una inmensa calamidad, un azote que destruía la hoja del tabaco, única ambición de aquellas almas míseras. Pudiera decirse que la aspiración constante de la nicotina les produjo el letargo moral, del que aún no ha despertado”.

El Dr. Emeterio Santovenia, abogado, escritor y político que nació en Mantua en 1889 y 

falleció en Miami en 1968, lo expresó así: “La invasión estaba en Vueltabajo precedida de malignos rumores, unos de mala fe y otros por ignorancia, muchos servidores del régimen colonial atribuían actos atroces a los libertadores acaudillados por Maceo, sin embargo, la población occidental no tardó en negar crédito a tales dichos”.

Su propio hermano Nemesio, hombre cabal, osado y valiente, dudaba y nunca quiso reconocer que una mujer y menos su hermana Adela, pudiese parangonarse en valor con un hombre.

Como Nemesio no cedía ni un ápice, una noche se despidió para cruzar la Sierra, llevando encima una gran cantidad de dinero. Apenas se marchó, Adela vestida de hombre, armada y montando un excelente potro, tomó el camino travieso por entre lomas y precipicios hasta situarse detrás de un mogote junto al camino de Viñales a los Baños de San Vicente. Aprovechando la noche oscura esperó la llegada de Nemesio, al verlo salió bruscamente y le tomó las riendas del caballo apuntándole al pecho le pidió le entregara el dinero y su arma. Nemesio sin reconocerla lo hizo y luego siguió su camino hacia los Baños. A nadie le habló del asunto, estaba abochornado y al fin se lo comentó a su cuñado Monzón. Al otro día después de haber comido, cuando se retiraba, Adela se le acercó y mostrándole su revólver y el dinero despojado le dijo: “Esto lo hice para que tengas que reconocer que hay mujeres con valor”

Luego del Grito de Baire del 24 de febrero de 1895, en la primera concentración de fuerzas, la 

guerrilla de Miguel Lores quedó incorporada a las del comandante Pablo Oliva y Adela adscripta a la Sanidad Militar, ostentando el grado de sub-teniente. Poco después le ordenaron al coronel Miguel Banegas que incorporara a sus fuerzas a la Azcuy, con quien permaneció durante toda la guerra y encontrando en su jefe, un amigo y consejero leal. En marzo de 1896 era subteniente de Sanidad Militar.

El 12 de junio de 1896, le fue dado por el general Pedro Díaz, jefe de la Primera División del Sexto Ejército “ganado con todos los honores y en nombre de Dios”, el grado de Capitán del Ejercito Libertador, siendo ratificado este nombramiento el primero de diciembre por Antonio Maceo.  

Sobresalió por su extraordinario valor y audacia en las acciones del 4 de octubre de 1896, bajo las órdenes del general Antonio Maceo, Adela Azcuy participó en el combate de Loma Blanca, contra una concentración de fuerzas enemigas procedentes de Viñales, Pilotos y la capital pinareña. Durante 13 horas, la indómita mambisa se mantuvo combatiendo y atendiendo a la vez a los heridos. 

En Loma Blanca radicó el puesto de mando de Antonio Maceo durante el combate de Ceja del Negro.

El General Antonio Maceo, recogió en la Península de Guanahacabibes el 18 de septiembre de1896, el cargamento de armas que trajo el patriota puertorriqueño Juan Rius Rivera. El alijo de armas permitió a las fuerzas mambisas un cierto rearme de las unidades de combate que operaban en la región occidental de la Isla. El traslado del cargamento se realizó de forma exitosa por los territorios de Guane, San Juan y Martínez y Pinar del Río, para internarse en las zonas montañosas de Viñales en los primeros días de octubre.

Sus sentimientos humanitarios no reñían con su presencia como soldado. Se le recuerda como salvadora del joven corneta Cascabel de 19 años, quien el 24 de diciembre fue llevado al campamento San Marcos en Loma Cajálbana, en La Palma con una herida mortal de bala, que mostraba entrada por la sien izquierda y una salida por el parietal derecho, a los cinco meses de maternal cuidado se pudo escuchar de nuevo las notas estridentes de su inconfundible corneta.

Otra anécdota de Adela fue cuando el coronel Miguel Banegas, molesto por su incorporación y su resolución de combatir, la envió a defender una cuchilla adonde se dirigían los españoles y según él mismo confesó, que lo hizo ¡con la intención de que la mataran!, pero resistió con tanta valentía que, admirado, se lanzó a ayudarla. 

El coraje por el que fue reconocida la llevó incluso a actuar como tiradora en la línea de fuego y como soldado de caballería en cargas al machete. Adela demostró entonces que la valentía y la capacidad militar no conocen género ni límites.

En 1897, en un campamento cerca de Las Pozas (12 km al Oeste de La Mulata y a 17 de Bahía Honda) se encontraba el capitán Francisco Portales, su esposa, 4 hijos y Rafaela su hija de meses, además de varios heridos y enfermos. El campamento fue asaltado por fuerzas españolas, haciendo prisionero al capitán Portales y a otros más que fueron fusilados, dos de los hijos mayores fueron muertos en presencia de la madre que tenía a la niña en sus brazos, los otros dos escaparon hacia el monte. Luego cuando llegaron las fuerzas del coronel Banegas y Adela con ellos, la señora le rogó cuidara de Rafaela si ella moría, cosa que sucedió y así lo hizo Adela, siguió con la niña de campamento en campamento, los soldados, en los momentos en que Adela cumplía sus labores de enfermera, se turnaban para cargarla sobre sus pechos e infundirle calor. Ya en la paz, Adela vivió con Rafaela, su huérfana de guerra.

Según un testimonio: “En Cañas, entre Guane y Mantua, en 1897 y en el fragor de una batalla, la señora Azcuy apeóse del caballo para curar a los heridos, en momentos de tan grave peligro que los facultativos se habían temporalmente retirado”. 

El 19 de febrero de 1898 durante el asalto a La Madama, donde murió el general Vidal Ducasse Revee, ella perdió su maletín y su caballo, por lo que durante dos días quedó aislada y sin alimentos hasta que pudo encontrase nuevamente con las tropas cubanas. 

En otra ocasión, estaba Adela con las fuerzas del coronel Ramón Pozo en la Loma de La Gallina cerca de Sumidero (16 km al Sur de Minas de Matahambre y 18 al Norte de San Juan y Martínez) fueron atacados por una guerrilla local de Hilario Saiz y la columna española del coronel Fuentes, a Adela le mataron el caballo y junto con otros dos patriotas quedaron aislados del resto de las fuerzas, al lado de un mogote, se enfrascaron a tiros viendo caer a sus dos compañeros, cuando una bala le destrozó el punto de mira de su revólver.

No se conoció en el Ejército Libertador otro caso de mujer que haya mandado tropas como lo hiciera la patriota viñalera, y así lo demostró en los 49 combates en los que tuvo participación, destacándose en  Loma del Toro (1 de abril de 1896), Cacarajícara (30 de abril y 1 de mayo de 1896), Montezuelo (24 y 25 de septiembre de 1896) y Tumbas de Estorino (26 de septiembre de 1896), todos bajo el mando del Mayor General Antonio Maceo, destacándose por su extraordinario valor y audacia en el combate de Ceja del Negro (4 de octubre de 1896), considerado entre los  más sangrientos de la guerra del 95.

Antonio Maceo, en total, acampó 8 noches en el municipio de Minas de Matahambre (una noche en Pan de Azúcar, una noche en Baja, tres noches en Francisco, una noche en Peña Blanca, una noche en Cabezas y una noche en Santa Lucía).

Maceo participó en el territorio minero en 6 combates, Santa Lucía, Isabel María en dos oportunidades, Peña Blanca, La Manaja y Cabezas. Además, durante el año de 1896 hemos registrado 13 combates o enfrentamientos entre el Ejército Invasor y Español, en el municipio actual de Matahambre, en los que Maceo no participó. Estos 19 combates ocurridos en ese año, si bien no tuvieron gran trascendencia nacional, sí fueron indudablemente, de gran trascendencia local.

Antonio Maceo y Grajales con unos 1,400 hombres inició el 22 de octubre de 1895 la invasión a Occidente en Mangos de Baraguá (en el centro de Oriente y muy cerca de Birán donde nacieron los dos asesinos Castro), entró el 8 de noviembre en la provincia de Camagüey, llegó a Las Villas el 29 de noviembre, entró en Matanzas el 20 de diciembre, en La Habana el 1 de enero de 1896, el 9 de enero entró en Pinar del Río (el 15 de enero estaba en Pilotos) hasta terminar el 22 de enero de 1896, al frente de 1,560 hombres en Mantua, después de haber recorrido unos 1,800 kilómetros en 92 días y haber luchado en 27 combates y ocupado 22 poblaciones. Los españoles tenían unos 200,00 efectivos militares.

La Campaña de Occidente la inició el Titán de Bronce el 15 de marzo de 1896 hasta el 4 de diciembre de 1896 que salió de la provincia de Pinar del Río y tres días después fue muerto en combate en Punta Brava, cerca de la finca de San Pedro, a unos 10 km al suroeste de Rancho Boyeros. 

Adela se licenció el 1° de diciembre de 1898, sin embargo, la Comisión Liquidadora del Ejército Libertador, le negó el pago admitiendo lo siguiente: “la promovente no ha podido por razón de su sexo, prestar servicio en el ejército, por tanto, se desestima la presente solicitud”.

Ya terminada la guerra, se le veía sola en su caballo, ir al cementerio a visitar la tumba de su esposo Jorge porque, según decía, iba a conversar con su amado.

Un día de 1902, se apareció en su casa Cástor del Moral, anciano y enfermo, para informarle su deseo de hacer testamento a su favor. Con buenas formas, lo rechazó, no quería ni un solo centavo que oliera a España. Entonces él le pidió autorización para legar sus bienes a dos huérfanas de la guerra que desde pequeñas había recogido y a quienes quería como hijas. Adela encantada aceptó, se dieron las manos y no se vieron más.

Cuando el furor de explotar las minas en la región, como consecuencia del éxito de las de Matahambre, Adela cruzaba llanos y lomas a caballo, provista del martillo de minero, rompía piedras y denunciaba minas. 

En 1901 se fue a La Habana y se presentó en la casa de Máximo Gómez en la Quinta de los Molinos (Carlos III y Luaces) y cuando el generalísimo la vio vestida como un mambí en plena guerra, parada frente a él, preguntó con su voz ronca, la misma que tenía al mandar: 

–¿Quién es esa mujer con tantas estrellas? y el general Antonio Varona le respondió, explicándole y defendiendo a la heroína, haciendo el elogio y recuento de sus servicios y valor. 

El general Gómez no admitió la legalidad del grado efectivo, sin embargo, en el Acta de la Asamblea del Cerro del 30 de junio de 1899 aparece: “el Dr. Daniel Gispert solicitando los diplomas de Teniente y Capitán de Sanidad a favor de la señora Adela Azcuy, el primero el 12 de septiembre 1896 y el segundo el 1° de diciembre de 1896, se expidieron ambos diplomas con las antigüedades mencionadas”. 

Decidió en 1902 trasladarse a San Cristóbal, donde va a explotar unos cafetales, permaneciendo allí hasta 1906.

A principios del 1909, Adela recibió un voluminoso libro, bellamente encuadernado en pergamino rojo titulado Historia del Regimiento de Caballería Voluntarios de Jaruco y de su Estandarte, donde su autor el doctor Antonio Vesa, por entonces residente de Viñales, hacía honor a los españoles y a los voluntarios y ofendía la dignidad de los criollos, con comentarios lesivos a Máximo Gómez, Quintín Banderas y al general Antonio Maceo. Adela indignada le hizo anotaciones agresivas al libraco y aguardó a que el doctor Vesa pasara frente a su casa y le arrojó en pleno rostro aquel monstruoso libro que quemaba sus manos al mismo tiempo que lo bombardeó con fuertes 

palabras que mujer alguna pudiera proferir.

El 21 de enero de 1911 tomó posesión de la Secretaría de la Junta de Educación de Viñales, agradeciéndole la designación y confianza al señor Carlos Cueto, el presidente de la Junta.

En 1913, se trasladó enferma víctima de serias dolencias cardíacas y hepáticas, a La Habana, tratando de obtener mejores tratamientos.

En los últimos días de su existencia, se encontraba desalentada, dolida, de cómo cubanos en la República que con ella ayudaron a forjar, dejaban a un lado el sentido de lo histórico, tan alto en su vida y en espíritu revolucionario.

A las 11 de la mañana del 15 de marzo de 1914, Adela Azcuy la capitana y abanderada de Maceo falleció en el domicilio de su amigo pinareño Antonio Hernández Rivera en los altos de la casa # 49 de la calle Rayo, a los 53 años, recibiendo los honores militares por el Consejo Nacional de Veteranos, descansando sus restos mortales en el Cementerio de Colón.

Por lo menos hubo nueve mujeres que alcanzaron el grado de capitán en el Ejército Libertador, otras muchas más fueron combatientes en la línea de fuego o como enfermeras. 

Para Maceo que la vio pelear, la capitana pinareña, Luz Noriega Hernández (1875-1901) fue la Reina de Cuba, también la camagüeyana Luz Palomares García (1850-1948) impresionó al Titán de Bronce. Otras capitanas fueron: la tunera Ana Cruz Agüero (1840-1936), Rosa María Castellanos, alias Rosa la Bayamesa (1830-1907), la matancera María Hidalgo Santana (falleció en 1956).

La espirituana Trinidad Lagomasino Álvarez (1862-1929), la pinareña Isabel Rubio Díaz (1837-1898) pero las que mayor graduación alcanzaron fueron: la marielita, Magdalena Peñarredonda Dolley (1846-1937) y la farmacéutica colombo-holguinera Mercedes Sirvén ambas ascendidas a comandante en 1897.

No las recompensó aquella República instaurada en 1902 como merecían y casi todas murieron en el olvido y en la mayor miseria. El Congreso de la República en marzo de 1931, reconoció el derecho de Luz Palomares García al grado de Capitana del Ejército Libertador y se le concedió la correspondiente pensión. Residiendo en Antilla, le fue impuesta el 20 de mayo de 1948, la condecoración de Carlos Manuel de Céspedes, en sesión especial celebrada en el Club de Leones y allí murió el 1 de agosto de ese mismo año.

No he podido encontrar la información por qué Gabriela de la Caridad se le llamó siempre Adela Azcuy, supongo, sin prueba alguna, que Adela pudo ser su segundo nombre.

Tanto en el pueblo de Viñales como en Pinar del Río existe la calle Adela Azcuy.

Para terminar con estas décimas de la inspiración de uno de sus coterráneos viñaleros:

Adela Azcuy Labrador

Quién no sabe de tu historia 

De tu limpia ejecutoria 

De tu abnegado valor

Cuando frente al invasor

De codicia destructora

Te alzaste desafiadora

Dejando familia y techo

Para tomar como lecho

La manigua redentora

El valor creciendo en ti

Escribió su primer tomo

Cuando frente a sable y plomo

España entera creía

Que a tu corcel le crecía 

Una pantera en el lomo.

Gracias a la artista y profesora de Historia del Arte, Marie Canavés Labrador (hija de José Canavés Ugalde 1924-2012, dueño-arquitecto del Hotel Capri y María Lourdes Labrador 1921-2012) por haberme ayudado tanto con este relato sobre su parienta, Adela Azcuy Labrador.

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