La impresión general entre los analistas y estrategas políticos de ambos partidos, y muchos politólogos independientes, es que el Partido Demócrata se encamina a una derrota en las elecciones parciales de medio término el próximo 8 de noviembre. Carecen de mensaje. Se predice la pérdida de ambas cámaras que ahora mantienen, escasamente, si contamos el voto de la vice presidenta, Kamala Harris, en el Senado.
De verificarse este escenario, el resto de la duración del gobierno de Joe Biden será un vacío eterno, un lame dock, sin posibilidades de logros en el portafolio de su agenda, controlada, en su mayor parte, por el grupo progresista. A estas alturas, el partido desprovisto de un mensaje que anime e incentive a una población desalentada por una excesiva inflación, y por diversas crisis que la administración ha mostrado su ineptitud para resolver, se debate sin rumbo definido.
Mientras el consumidor se mantiene enfocado en los altos precios de la gasolina y todos los productos, especialmente los de la canasta básica que siguen en escala, la aprobación del presidente Biden se ha mantenido en el sótano de la opinión popular con un 41%, y el sentimiento general, en cuanto a la situación de la nación, flota en niveles deprimidos. Estos factores, si no mejoran de manera substancial en los próximos tres meses- algo que luce muy improbable- auguran un preludio de tormenta para los demócratas.
La Casa Blanca y su grupo de asesores, se encuentran en una lucha contra el tiempo. Las elecciones de noviembre para reconfigurar el Congreso se acercan aceleradamente, y hasta ahora, los demócratas no han hallado un mensaje de impacto positivo para ser presentado a los votantes. Los intentos del presidente, y su grupo, de exaltar sus triunfos económicos, y la efectividad de los estímulos y los gastos de la infraestructura, se han disipado en la conciencia popular por el efecto de la inflación y la guerra en Ucrania. El presidente continúa cuesta abajo en su popularidad y su gestión en la arena internacional, después del fiasco de Afganistán, no le ha generado mucha ayuda.
Aunque algunas crisis extranjeras han traído aires de apoyo a la administración, la guerra en Ucrania no ha tendido ese efecto para Biden. Un reciente “survey” de NBC News muestra que 7 de cada 10 encuestados tienen poca confianza en la habilidad del presidente para resolver las crisis que lo rodean. Además, y esto es muy peligroso en elecciones cercanas, el 71% de los votantes creen que el país se dirige por mal camino, y un 62% estima que sus ingresos están cayendo por debajo del costo de vida.
Generalmente las elecciones de medio término siempre afectan negativamente al partido en el poder. Son un referéndum sobre el partido en el gobierno. Y el récord demócrata en el casi año y medio en ejercicio, con suficientes fracasos y una inflación fuera de control, aumentan el dilema que confrontan los demócratas en la consulta que les espera en las urnas de noviembre.
Los asesores del presidente Biden creen que mostrando cierto progreso en la economía y en el control de la pandemia, y una activa campaña por Joe Biden y Barack Obama en los meses próximos, pueden tornar la precaria situación del presente. Pero, ¿será posible cambiar en tan breve tiempo la ola de frustración pública con la inflación al 8.5%? Probablemente no. Pero los demócratas no tienen muchas opciones en su arsenal de ideas.
A la administración de Biden le quedan varias crisis por resolver que pudieran ayudar a su partido en la recta final hacia noviembre. Pero hasta ahora sus gestiones en política exterior, y en la frontera sur con los emigrantes, no ofrecen muchas esperanzas. En sus excusas para justificar la elevada inflación, Joe Biden ha escogido culpar a Vladimir Putin por el aumento del precio del gas y el petróleo, pero nadie le cree porque ambos venían subiendo antes de la invasión de Ucrania. Esta inflación no es de Putin, sino de Joe Biden.
Es obvio que los demócratas están atrapados en un callejón con pocas salidas, y que, probablemente, en el orden normal de las cosas, sufran considerables reveses.
Si embargo, los republicanos, en el momento actual con mejores condiciones políticas, por estar en la oposición, y tener en la Casa Blanca una administración errática, no dejan de tener sus escollos.
Los republicanos contienden con la sombra de Donald Trump que refleja una indiscutible división interna. El partido tiene que decidir qué agenda política, de su propia creación, debe presentar al votante. Y cada uno de los candidatos en estas próximas elecciones, y las del 2024, tiene que decidir qué camino tomar, si el de Trump, o el del partido, con una agenda diferente a la de aquel, o con una agenda similar a la de éste, pero con un mensajero más ameno, aceptable, y agradable.
BALCÓN AL MUNDO
Vladimir Putin invadió a Ucrania con el propósito de evitar que esa nación se integrara a la OTAN y mantener a esa organización alejada de sus fronteras, y consiguió lo contrario. Como resultado de su brutal criminal agresión, ahora Finlandia y Suecia, países vecinos a Rusia, están acelerando sus gestiones para ser parte de la OTAN.
Vladimir Putin ha demostrado ser un pésimo estratega político. Ha fracasado abiertamente en Ucrania y está sumiendo a Rusia en un descalabro económico.
Putin es, más que un jefe de gobierno, un asesino inescrupuloso al mando de un país con dos pilares que lo mantienen: el arsenal nuclear y una enorme reserva de gas y petróleo. ¡Y nada más! Fuera de esos dos puntos de apoyo, Rusia es económicamente, un país del Tercer Mundo.
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Después de las elecciones de primera vuelta en Francia, los candidatos que regresan en la segunda, son el presidente Emmanuel Macron y Marine Le Pen, la eterna aspirante a la presidencia. El consenso es que Macron será reelecto por amplio margen.
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Nosotros pasamos por la furia de la variante Ómicron y ahora les tocó el turno a los chinos que nos donaron el coronavirus. En Shanghái y en la provincia Jilin, al norte de China, el brote ha sido de tal magnitud que han, virtualmente, encerrado en cuarentena a 25 millones de personas para evitar la propagación, que ya se ha extendido considerablemente. Como consecuencia, la economía de ambas localidades se ha afectado seriamente.
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Al inicio de la invasión rusa a Ucrania los bancos centrales de Estados Unidos, Japón, la Unión Europea y otros países occidentales, congelaron más de 300 billones de dólares de intercambios extranjeros rusos. ¿Qué hacer con ese dinero?
Una buena idea sería liberar esos activos y dárselos a los ucranianos para financiar sus defensas, sostener su economía, y ayudar al gobierno a proveer los servicios y cuidados a sus ciudadanos desplazados. Si algo queda para el futuro, si algún día regresa la paz, se podría utilizar para reconstruir a Ucrania y su infraestructura. Sería lo lógico y lo justo.
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