Enrique Ros pone al descubierto la zigzagueante política del presidente Kennedy hacia Cuba que fluctuó de “una solución no-comunista en Cuba, por todos los medios necesarios” hasta “el desarrollo gradual de un acomodo con Castro”.
Ros hace una verdadera contribución a la verdad histórica al destacar -precisando hechos y nombres- los incontables esfuerzos realizados por los cubanos anticastristas, dentro y fuera de Cuba, para derrocar al tirano.
Este libro debe ser lectura imprescindible no solo para los cubanos, víctimas directas de la bárbara tiranía de Castro, sino para todos aquéllos que en este planeta se preocupan por la libertad y la dignidad del ser humano.
El camino de la acción (VI)
Las medidas de restricciones que está aplicando la Administración de Kennedy a la acción de los grupos anticastristas, obliga a los dirigentes de estas organizaciones a buscar la forma de evadir las limitaciones que les imponen. Están poniéndose en efecto “los compromisos contraídos”.
Se reúnen el Directorio Revolucionario Estudiantil, Alfa 66, Comandos L, Segundo Frente del Escambray y otros que en los últimos tres meses han efectuado siete ataques sobre las costas de Cuba y buques mercantes soviéticos.
Pero como el gobierno de Kennedy está decidido a hacer cumplir la aplicación de la “Ley de Neutralidad”, envía hacia la zona del Mar Caribe seis aviones, seis buques patrulleros y otros seis barcos de menor calado. El peligro no es Castro. El portavoz de los guardacostas norteamericanos, descarnadamente honesto, explica la decisión:
“Esta medida se tomó para lograr la aplicación de las leyes a los navíos que van rumbo a Cuba con la intención de atacar”.
Castro y Kruschev celebrarán su victoria diplomática.
El 27 de abril, como ya lo hemos mencionado, partía Castro sigilosamente hacia Moscú, dominada ya, por las persuasivas palabras del Vice Primer Ministro Anastas Mikoyán, su irritación hacia Kruschev. Pero los grupos anticastristas le dieron, con sus acciones, un gran colorido a esa subrepticia salida.
Este día, dos refinerías de petróleo, cerca de La Habana, fueron atacadas “por un grupo de contrarrevolucionarios” según admitía el propio gobierno cubano. La radio de La Habana afirmaba que el avión atacante “despegó de territorio norteamericano y regresó a su base con absoluta impunidad”. La transmisión cubana describió los objetos arrojados como “material inflamable… y una bomba de 45 kilos de napalm —gasolina gelatinosa— que no hizo explosión”. Le fue atribuida al Movimiento Demócrata Cristiano esta acción que, algunos señalaban, había sido concebida y perpetrada por Laureano Batista Falla, que tenía a su cargo las acciones militares de esa organización.
Los militantes cubanos arreciaban sus ataques con los pocos medios con que contaban y a pesar de las grandes dificultades que enfrentaban. La Administración andaba por un camino opuesto. En marcado contraste con las acciones de los militantes anticastristas, el Departamento de Justicia de los Estados Unidos anunciaba, el 23 de abril, que pondrían en libertad a cuatro comunistas cubanos que se encontraban presos en los Estados Unidos.
Quedaban libres, Francisco Molina del Río (El Gancho); Roberto Santiesteban Casanova, miembro de la Delegación cubana ante Jas Naciones Unidas; Antonio Sueiro y José García Orellana. Los tres últimos detenidos hacía algunos meses acusados de tratar de sabotear instalaciones de defensa en los Estados Unidos. Los cuatro partieron de inmediato para La Habana.
ACCIONES POR LA LIBRE
Los combatientes cubanos continúan su lucha. Cuatro organizaciones —Segundo Frente del Escambray; Alpha 66; el MRP y el Frente Anticomunista de Liberación— realizan un sorpresivo ataque en la Playa de Tarará, a unos quince kilómetros de La Habana. Coincide este ataque con la firma de un manifiesto suscrito por el Segundo Frente del Escambray, Alpha 66 y el MRP, cuyo documento creará serias diferencias en el seno de estas organizaciones.
Celebrará Fidel Castro el Primero de Mayo junto a Nikita Kruschev en la Plaza Roja. Habrá intercambio de elogios y de promesas. No escatima Kruschev las zalemas “al héroe popular de la Cuba Revolucionaria”; “enviamos saludo de combate al heroico pueblo de Cuba, nuestro hermano y compañero de lucha”; “la heroica Cuba no está sola en su lucha”; “seguiremos apoyando los cinco puntos de Fidel”. No podía Castro resistir tantos halagos. La irritación, el rencor, la desconfianza que había sentido, por su doblez, hacia el Primer Ministro Soviético desaparecían con estas palabras tan gratas a sus oídos.
Días después, el 20 de mayo, se produce un nuevo ataque de combatientes anticastristas al Puesto Naval de Tarará. El régimen se ve obligado a confirmar la acción culpando, por supuesto, “al gobierno norteamericano por estos hechos vandálicos y por las graves consecuencias que de los mismos puedan derivarse”.
Ese 20 de mayo en un encuentro en la hacienda Santa Catalina, en Colón, provincia de Matanzas, muere Raúl Ramos Ramos y otros dos combatientes. La radio oficial se vio obligada a dar la noticia.
Las organizaciones revolucionarias se han empecinado en quitarle lustre al viaje de Castro a la metrópoli. Así, en el momento que está recibiendo su “Doctorado Honoris Causa” en la Universidad de Lomonosov, Alpha 66 y el Segundo Frente Nacional del Escambray están ametrallando al puesto naval de Tarará. Armando Fleites y Antonio Veciana le dan crédito por la acción a las fuerzas internas. Nadie se llama a engaño.
Castro continúa su larga visita a la Unión Soviética. Se encuentra en mayo descansando, junto con el Primer Ministro Kruschev, en una casa de campo sobre el Mar Negro. Ya están ambos totalmente reconciliados. Castro se abraza a Nikita y se aleja de Guevara. La nueva situación se hará visible a su regreso, dentro de pocos días.








0 comentarios