EL TELEGRAMA SALVADOR

18 de noviembre de 2025

1962: Nadie en todo el planeta tierra ha tenido tantas emociones encontradas como nosotros los cubanos:

Un hombre que nunca había visto antes, todos los días recorría el pueblo entero montado en una bicicleta.

Llevaba un maletín lleno de telegramas. Y los iba repartiendo de casa en casa. La citación en forma escueta indicaba el nombre del agraciado, la hora, la fecha, y el vuelo de la Pan American que saldría del aeropuerto José Martí de Rancho Boyeros rumbo a la libertad.

Por la cantidad de güineros que abandonaban la Isla comenzábamos a llamar a los aviones de la Pan-American “La Ruta 33”…

Las reacciones eran apoteósicas, increíbles, y todas en todos los hogares cubanos eran exactamente iguales.

Por nuestra ventana ocho ojos no le perdíamos ni pies ni pisadas al individuo montado en su vetusta bicicleta.

De pronto, tocó en nuestra puerta. Mi madre con tremenda emoción y con sus ojos llenos de lágrimas me gritaba “¡Ay, Estebita, al fin te llegó el telegrama!”.

Carlos Enrique, muy serio, me dijo: “Coño, mi hermano, ahora si yo creo que te vas para USA”…

Mi padre, estaba paralizado, mordía frenético su tabaco Pita y consolaba a mi madre: “¡Tranquila, Ana, que esto se cae antes de tres meses, y el muchacho regresa para acá!”

Cualquiera que hubiera visto la escena no hubiera podido distinguir si era una fiesta o un velorio.

Brincos de alegría dábamos y al unísono los cuatros estábamos llorando.

La casa se fue llenando de gente, el primero en llegar fue mi amigo Miguelito Granda quien estaba abocado a irse y me decía: “¡Déjame verlo, déjame leerlo, quiero tocarlo!”

Al fin nos acostamos a dormir tranquilos porque mi padre nos repitió 20 veces: “¡No pasa nada, los americanos no van a permitir una cabeza de playa comunista a 90 millas de sus costas y el niño vuelve a nuestro lado!”

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