Por Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE
Manuel Márquez Sterling y Loret de Mola (1872-1934). Escritor, periodista, ajedrecista y diplomático cubano.
¿Quién fue este hombre admirable al que sus compatriotas conocen tan poco y muchas veces tan mal? ¿A qué se debe que las creaciones de su sensibilidad e inteligencia, no obstante, la vitalidad y fuerza de sus esencias, no aparezcan con la frecuencia que su utilidad aconseja, en el quehacer cultural y pedagógico de Cuba?
Manuel Márquez Sterling fue un cubano que combatió al colonialismo español, a la intervención norteamericana y a la dictadura de Machado. Fue un patriota que sembró, con su prédica y su ejemplo, la semilla del civismo y la decencia política en la nación cubana. Fue un escritor de genio, un excelente periodista, un analista político de primer orden y quizás, el diplomático que mayor satisfacción haya sentido por brindar un servicio a Cuba porque fue el firmante, el 29 de mayo de 1934, del Tratado de Derogación de la Enmienda Platt.
Su padre Manuel Márquez-Sterling y Heredia, su madre Belén Loret de Mola y Varona (1844-1928) se casaron el 10 de noviembre de 1864.
Tuvieron 6 hijos: Emilia, María Dolores, María de los Ángeles, Belén, Santiago y Manuel Márquez-Sterling y Loret de Mola.
Sus abuelos paternos: Santiago Márquez Loysel y Francisca Antonia Sterling Heredia, que se casaron el 7 de febrero de 1836.
Sus abuelos maternos: Carlos Loret de Mola Batista y Juana de Dios Varona y Loret de Mola.
Su hermana Emilia se casó con Ramón Zaydín Álvarez. María de los Ángeles con Paul De-Graw Seymour. María Dolores con Guillermo Guiral Domínguez.
Márquez Sterling aunque se reconocía como camagüeyano de pura cepa, nació en Perú el 28 de agosto de 1872 en la sede diplomática de la República de Cuba en Armas en Lima, donde su padre estaba de Delegado Mambí, por lo cual, jurídicamente, fue cubano por nacimiento. A los 10 años pasó a residir a Puerto Príncipe (que en 1898 pasó a llamarse Camagüey), donde cursó la primera enseñanza.
Fue un niño inteligente, melancólico y enfermizo. Sufrió un asma torturante hasta los últimos días de su soñadora existencia. No fue un buen estudiante; al menos, no lo fue entre los muros y normas de la escuela. No se aplicó a las regulaciones y formalidades de la docencia. Lo martirizaron las matemáticas. En cambio, fue seducido por la filosofía, la psicología y la lógica, en las que obtuvo calificaciones notables. Terminó el bachillerato en siete años con notas de aprobado. No obstante, de forma paralela y autodidacta, se hizo de una amplia cultura.
Desde muy joven se vinculó al periodismo. En 1887, con apenas 15 años fundó la revista El Estudiante, y un año después empezó a colaborar en El Pueblo. En 1889 ingresó en la redacción de El Camagüeyano, periódico creado por su padre, en los cuales comenzó a defender la causa de la independencia, como lo reconociera José Martí.
Debido a sus problemas con el asma, en 1890 sus padres lo enviaron un año a Mérida, Yucatán, creyendo el clima lo ayudaría con las crisis de su enfermedad.
Regresó a su ciudad y en 1891 matriculó en la Universidad de La Habana la carrera de Leyes pero no terminó.
Entre 1890 y 1894, el joven Márquez Sterling pasó dos temporadas en las ciudades de Mérida y México, donde se hizo asiduo colaborador de publicaciones como El Eco del Comercio, La Revista de Mérida y el periódico anti porfirista El Diario del Hogar, dirigido por el incansable Filomeno Mata.
En Mérida, entabló relación con personajes como el historiador y periodista Antonio Mediz Bolio (1884-1957).
En aquellos años de desplazamiento entre La Habana, Mérida y el Distrito Federal, Márquez Sterling conoció a dos cubanos que cambiaron su vida: el cónsul mexicano en Cuba, Andrés Clemente Vázquez Hernández (1827-1905) nacido en Güines, se exilió en México en 1869 y entró en la carrera diplomática, luego cónsul en Cuba desde 1885 a 1900. Gran aficionado al juego ciencia, afirmándose que enseñó a jugar ajedrez a José Martí.
En el verano de 1894 José Martí, viajó a México para coordinar el apoyo de la emigración cubana a la independencia de la Isla.
Visitó a Porfirio Díaz en el Castillo de Chapultepec y le pidió ayuda financiera y diplomática para la causa de Cuba, allí fue cuando Márquez Sterling conoció al poeta y político cubano, encuentro que cambió su vida, pues se convirtió en un ardiente impulsor de la independencia de su patria y se vinculó a los preparativos de la Guerra de Independencia, pero su mala salud le impidió participar en la contienda.
Desde entonces su compromiso con la independencia de la Isla fue constante y resuelto.
Márquez Sterling fundó en México, en 1894, la revista mensual El Arte de Philidor, donde publicaron Clemente Vázquez y algunos de los mejores ajedrecistas de entonces.
En Nueva York trabajó como secretario de Gonzalo de Quesada, quien le encomendó la organización del archivo de José Martí. La buena suerte le sonríe: recibió una herencia de $15,000 y donó la mitad al Partido Revolucionario Cubano.
Partió hacia París en misión de propaganda y lo mismo hizo más adelante en Madrid, cuando en 1895 declaró: “Estoy por la independencia de Cuba y como no hay otro medio posible para lograrla estoy por la guerra”.
Allí en Madrid colaboró en La Revista Internacional de Ajedrez. Sabiendo que iba a ser arrestado por separatista una vez regresado a Cuba, parte hacia México y más tarde hacia los Estados Unidos.
A despecho de su calamitosa salud se integró en Tampa al grupo expedicionario que comandaba Enrique Collazo Tejada, donde practicaba el uso bélico del machete sobre un muñeco de trapo al que llamaba Weyler, en alusión al general español que se adelantó a Hitler con la creación de campos de concentración en Cuba.
Pasaba horas practicando. Cuando tiempo después recordaría aquellas vivencias en una de sus buenas obras, Burla Burlando, dijo que en aquellos días de frustrado entrenamiento dejé de ser hombre para convertirme en una fiera.
Terminada la guerra, regresó a Cuba y desempeñó en Camagüey un puesto en la inspección del censo.
Durante la Primera ocupación militar de los Estados Unidos en Cuba (1898-1902) colaboró en La Verdad. En La Habana escribió para Patria, Cuba Libre y El Fígaro (1900-1926), que lo eligió el mejor escritor joven cubano en 1903.
Colaboró también en El Heraldo y en El País. En 1901 figuró entre los fundadores del periódico El Mundo, en el cual desempeñó el cargo de jefe de redacción. Como corresponsal político de ese diario, fue uno de los dos reporteros que acompañaron a la comisión de la Convención Constituyente de 1901 que viajó a Estados Unidos para discutir con el presidente William McKinley, la imposición de la Enmienda Platt.
Desde las páginas del periódico El Mundo, Márquez Sterling el periodista rasguñaba la política del presidente Tomás Estrada Palma y el mandatario lo fue alejando poco a poco de Palacio. Habían tenido una relación cercana desde que, en el periódico mencionado, el 20 de mayo de 1902, fecha de la instauración de la República, Márquez Sterling publicara su versión del largo diálogo que sostuviera con el entonces recién estrenado presidente y que inició la entrevista moderna en Cuba.
A partir de ahí, en no pocas ocasiones, Don Tomás se había valido de él para transmitir al país, en declaraciones de suma trascendencia, sus planes y anhelos, zozobras y resquemores. Dejó de hacerlo cuando las críticas de Márquez Sterling a su gestión empezaron a molestarlo. Pero lo llamó de nuevo y corrió como la pólvora el rumor de que el Presidente se preparaba para un segundo mandato y, de persistir éste en su determinación, los liberales, encabezados por el general José Miguel Gómez, su caudillo natural, amenazaron con alzarse en armas.
La guerra civil estaba entonces a las puertas de la nación y, con el conflicto bélico, la posibilidad real de una segunda intervención militar norteamericana.
Sobre eso quiso el mandatario hablar con el periodista, tomándolo de nuevo por bocina.
Fue Don Tomás contundente en sus palabras cuando le dijo: “No aceptaré mi reelección por un partido estando ahora, como estoy, en el poder, con el voto de los dos partidos que riñen, pero tengo la obligación de impedir que me suceda, en el Gobierno, hombre alguno incapaz de continuar mi obra de afianzamiento”.
Se engolosina Márquez Sterling con la declaración del Presidente. Si no acepta la reelección, tendrá de seguro su candidato para las elecciones venideras. Sucede, y es eso más sorprendente aún, que tampoco lo tiene.
Continuó Don Tomás: “He de seguir una táctica desconocida en los países de nuestra raza. Mi candidato, como usted lo designa, pertenecerá a cualquiera de los grupos, y tanto podría llamarse de un modo como de otro; pero él habrá de ganar, con su propio ascendiente en la opinión, la mayoría del sufragio sin el favor de la autoridad, sin el abuso del comité; consistiendo mi labor, honradamente, en combatir a los candidatos perniciosos que, subidos a la presidencia, lanzarían al pueblo por desfiladeros de corrupción”.
Eufórico salió Manuel Márquez Sterling del viejo Palacio de los Capitanes Generales, que era en ese momento el de los presidentes de Cuba. Tenía en la mano el palo periodístico y estaba ansioso por dar a lo hablado forma escrita.
¡Se imaginaba cómo reaccionaría la ciudadanía, el júbilo que se apoderaría de esta!
Se fue directo a su casa, se encerró en el estudio y, llevaba mediado ya su texto, cuando los golpes del aldabón de la puerta de la calle rompieron el silencio de la morada. Golpearon con tal autoridad y fuerza que el periodista supo, sin que se lo dijeran, que era un mensajero del Presidente.
Abrió él mismo la puerta y, en efecto, se trataba de un oficial montado portador de urgente pliego de palacio. No necesita leer el mensaje para saber que su entrevista había tenido la efímera consistencia de un castillo de naipes.
Escribió Don Tomás de su puño y letra, una letra grande y redonda de maestro: “Nuestra conversación no fue, en unas materias, a mi entender, suficiente, ni prolija y completa en otras; y me apresuro a rogarle que, por ahora, nada publique sobre ella: el momento es difícil y yo prefiero callar”.
Pensó Márquez Sterling: “Una conferencia de magnates, posterior a la mía, desvió al anciano presidente, que no quiso desde entonces oír su propia voz”.
En Estrada Palma prevalecieron las virtudes domésticas y las virtudes domésticas no bastan para fundir y moldear al hombre de Estado aunque administró bien la República en un período inicial.
Y no volvió a verlo en su trémula poltrona.
En 1907 fue designado cónsul general de Cuba en Buenos Aires. A partir de ese año y hasta el final de su vida desempeñó cargos diplomáticos en Latinoamérica y Estados Unidos.
Participó intensamente en asuntos políticos, y en la oposición a la campaña para la reelección del presidente Mario García Menocal en 1916. El volumen Doctrina de la República recopiló algunos de los textos que escribió en ese período.
Por su intensa y brillante ejecutoria, Márquez Sterling ha sido considerado una de las figuras más importantes del periodismo cubano. En 1943, la Escuela Profesional de Periodismo, primera de su tipo en Cuba y cuarta en América Latina, adoptó su nombre.
En enero de 1913 llegó a México como embajador extraordinario y ministro plenipotenciario de Cuba, cargo al que renunciaría a los pocos meses por su marcada hostilidad contra el presidente Victoriano Huerta. Su actuación como ministro está relatada en su libro: Los Últimos Días del Presidente Madero.
No era Manuel un diplomático neutral: tenía antecedentes como crítico y opositor al porfiriato (Porfirio Díaz gobernó desde 1877-1880 luego desde 1884-1911) y abiertas simpatías por el nuevo gobierno, apoyando la visión partidista que estaban construyendo en México los ideólogos oficiales, que expresó en la presentación de sus cartas credenciales a Madero, el 10 de enero de 1913.
Una o dos semanas le bastaron a Márquez Sterling para percatarse de que el gobierno de Madero estaba en una posición frágil.
En su libro narra el papel de Henry Lane Wilson, embajador de los EE.UU., en la conspiración contra Francisco I. Madero y las gestiones de Manuel Márquez Sterling para salvar la vida del jefe de la revolución. Basado en documentación de la época, Márquez Sterling cuenta el inicio del cuartelazo contra Madero, en la madrugada del 9 de febrero de 1913, para embonarlo con su propio testimonio, pues desde la tarde de ese domingo 9 de febrero, el cuerpo diplomático, citado por su decano Henry Lane Wilson, quien tomó parte activa en la conspiración contra Madero.
Las gestiones del cubano lo llevaron, incluso, a dormir en la misma habitación del presidente preso en la noche del 19 al 20 de febrero, la penúltima de su vida. De esa noche dejó don Manuel una serie de imágenes notables por su fuerza evocativa y que retratan muy bien la personalidad y el estado de ánimo de Madero, Pino Suárez, Felipe Ángeles y otros de los prisioneros.
Finalmente, el 22 de febrero de ese año Madero fue asesinado en un costado del Palacio de Lucumberri, en Ciudad México luego de inventar que trataban de escapar.
Luego del asesinato del presidente y del vicepresidente José M. Pino Suárez, Márquez Sterling ayudó a la viuda de Madero a rescatar los cuerpos y realizar cristiana sepultura.
Además, logró embarcar a la familia Madero en el crucero Cuba, rumbo a La Habana, donde llegaron el 1ro. de marzo de 1913. El canciller Sanguily, numerosos oficiales del gobierno y las hijas de José Miguel la recibieron en la Capitanía del Puerto y los llevaron hasta el hotel Telégrafo, en Prado y Neptuno.
El gobierno de José Miguel Gómez, por recomendación suya y del canciller Manuel Sanguily, no reconoció al régimen de Victoriano Huerta y luego de renunciar a la embajada cubana en México, emprendió una campaña de denuncia de la traición a la Revolución Mexicana en periódicos habaneros como el Heraldo de Cuba y La Nación.
Márquez Sterling fue uno de los artífices de la política de asilo de revolucionarios mexicanos, en la isla, emprendida por los gobiernos de Gómez y de su sucesor, Mario García Menocal.
La Universidad Nacional de México le confirió en 1921 el grado de Doctor Honoris Causa.
En la Colonia Centro de la ciudad de México está la calle Manuel Márquez Sterling, entre las calles Balderas y Luis Moya.
Fue Profesor Titular del Instituto del Servicio Exterior de la Universidad de La Habana, miembro de la Sección de Literatura de la Academia Nacional de Artes y Letras de Cuba desde 1910 y, desde 1929, miembro de la Academia de la Historia.
Utilizó los seudónimos Tresemes, Manuel Márquez Mola y Carlos Loysel.
No pudo terminar su última obra, Proceso Histórico de la Enmienda Platt, que completó su sobrino e hijo adoptivo, Carlos Márquez Sterling Guiral (1898-1991).
Como escritor y periodista utilizó los seudónimos: Tresemes, Manuel Márquez Mola, Carlos Loysel.
En 1924 fue nombrado director de la Oficina Panamericana del Ministerio de Estado, siendo Alfredo Zayas el presidente.
En 1929, durante el gobierno de Gerardo Machado, aceptó su designación como embajador en México, lo que le valió las críticas de muchos revolucionarios. Sin embargo, y a pesar de eso, mantuvo una postura de oposición a la dictadura de Machado.
Manuel Márquez Sterling, publicó con el título de La Diplomacia en Nuestra Historia y que apenas nacida, el siguiente comentario: “Nuestros diplomáticos, en aquella época, no disfrutaban sueldo alguno, ni recibían fondos para gastos de representación y tampoco disponían de más emolumentos que la gloria de sus jornadas”.
Márquez-Sterling, era el Secretario de Estado durante el gobierno del Dr. Carlos Hevia, cuando éste fue forzado a dimitir, esa madrugada del jueves 18 de enero de 1934. Él estaba durmiendo en una habitación del Hotel Nacional cuando tocan a su puerta y le ofrecen el gobierno interino. Él no acepta, llama por teléfono a Carlos Hevia y le pide que vuelva a ejercer su cargo.
Manuel no cree ser el indicado para ese destino o, al menos, no está dispuesto a asumirlo, inicialmente.
Batista lo quiere al frente. Cerca de las seis de la mañana, el presidente del Tribunal Supremo llega para concretar el traspaso de poderes. Comienza una reunión en la que pocos se ponen de acuerdo.
Cortan la electricidad. Márquez Sterling, apremiado por los acontecimientos, jura como presidente sin otra luz que la de las velas. Son poco más de las seis y permanecerá al frente del país hasta las doce del día, momento en que le entregó su cargo a Carlos Mendieta.
Por lo tanto, sirvió como de presidente-emergente y ese jueves 18 hubo 3 Presidentes.
Luego el presidente Carlos Mendieta lo nombró embajador en EE.UU y como embajador en Washington le correspondió, el 29 de mayo de 1934, firmar el Tratado entre Cuba y Estados Unidos, con el cual se derogó la Enmienda Platt.
Después de rubricar aquel documento, le dijo a su secretario: “Ya puedo morir tranquilo”.
Falleció el 9 de diciembre de ese mismo año.
El dominicano, Max Henríquez Ureña (1886-1968) lo consideró el hermano mayor de los prosistas de la primera generación republicana. Fue autor de 15 libros sobre diversos temas como ajedrez, historia y política. Fue además autor del prólogo de Pláticas Agridulces (1906), del puertorriqueño Sergio Cuevas Zequeira (1863-1926) y del de Episodios de la Revolución Cubana, del cubano Manuel de la Cruz y Fernández (1861-1896), en su segunda edición, de 1911.
René Lufriú y Alonso (1889-1943) historiador, periodista, diplomático y pedagogo fue su amigo y una vez contó: “Él pesimista por temperamento, yo optimista por hábito, eslabonábamos el diálogo, situándonos en posiciones inversas, contradictorias con nuestras propias modalidades”. Solía decir: “El mal existe, lo que es necesario es hacer el bien”.
Manuel se casó con su prima Mercedes Márquez Sterling y Ziburo (1876-1953), la hija de José Federico Márquez-Sterling y Rudesinda Ziburo Herrera, pero como no tuvieron hijos, adoptaron a su sobrino Carlos Guiral Márquez Sterling el hijo de Carlos Guiral Domínguez (1864-1904) y de María Dolores Márquez Sterling y Loret de Mola (una hermana de Manuel).
Carlos nació el 8 de septiembre de 1898. Su nombre al nacer era Carlos Guiral y Márquez Sterling, y al quedar huérfano a los 6 años, su tío materno Manuel lo adoptó.
Ya de mayor cambió el orden de sus apellidos y desde entonces pasó a llamarse Carlos Márquez Sterling y Guiral.
Carlos, se graduó de bachiller en Camagüey y de abogado en la Universidad de La Habana. Allí fue profesor de Economía Política y fundó la Escuela de Periodismo Manuel Márquez Sterling. Desde joven mantuvo una vida política muy activa. Fue miembro de la Academia de Historia de Cuba. Presidió la Asamblea Constituyente de 1940, tras la renuncia de Ramón Grau San Martín. Fue miembro de la Cámara de Representantes durante 12 años, llegando a ser su presidente.
En el primer gobierno de Batista fue ministro de Trabajo de octubre a noviembre de 1940 y renunció. Fue ministro de Educación. Miembro del Partido Ortodoxo durante varios años.
En las elecciones del 3 de noviembre de 1958, Carlos fue uno de los cuatro aspirantes a la presidencia y se dice que fue el verdadero ganador, pero un fraude hizo que Andrés Rivero Agüero fuera el elegido por Batista.
Pudo salir de Cuba el 26 de julio de 1959 después de estar asilado en la embajada de Venezuela.
Se estableció con su familia en Nueva York, donde impartió clases en la Universidad de Columbia y en C. W. Post College.
En 1979, se retiró a la ciudad de Miami, donde falleció el 3 de mayo de 1991, a los 92 años.
Se casó dos veces, la primera con: Silvia Dominguez y O’Mahony, con la que tuvo dos hijos; Carlos Márquez Sterling Domínguez y Manuel Márquez Sterling Domínguez.
Se casó por segunda vez en 1957con Waldina (Uva) Hernández-Catá que había enviudado en 1954 del Dr. Ernesto Rafael Aragón del Pozo, prestigioso ginecoobstetra y profesor de medicina en la Universidad de La Habana, el padre de Lucía (Pérez de casada), Gloria (Baker de casada) y de la escritora Uva de Aragón nacida el 2 de julio de 1944, casada con Jorge Clavijo en 1962, luego divorciada.
Su hijo Carlos Márquez Sterling y Domínguez nació en 1928 y falleció en 1997.
Su hijo menor Manuel Márquez Sterling Domínguez nacido el 26 de noviembre de 1931 en La Habana. Historiador e intelectual siguió los pasos de su padre y de su tío-abuelo en el estudio del Derecho cuando recibió su título de abogado en la Universidad de La Habana en 1955.
En 1958 Obtuvo un Ph.D. de la Facultad de Ciencias Sociales en la misma universidad.
Recibió el Premio Nacional de Derecho, el máximo galardón estudiantil de la Universidad de La Habana.
Manuel y su familia se exiliaron en 1960, se establecieron primero en Washington DC, donde se convirtió en ciudadano estadounidense y trabajó como vendedor de zapatos y enseñó en una escuela preparatoria.
Después de asistir a una Feria de Collage, consiguió un puesto de profesor de latín y economía en Ricker College en Houlton, Maine.
En 1965, se mudó con su familia a las Montañas Blancas de Plymouth. Enseñó como Profesor Emérito de Historia Medieval, Antigua y Romana durante 45 años en la Universidad de Plymouth, donde en 1991 recibió el premio al Profesor Distinguido.
Simpático y encantador, Manuel llevó una ilustre carrera de educador. Fue ganador del Premio Nacional Rosa Blanca.
Falleció en la ciudad de Plymouth, N.H. a las 4:30 de la mañana del sábado 23 de abril de 2022 a consecuencia de las complicaciones cardíacas derivadas de una trombosis cerebral, a los 90 años.
Estaba casado con Gloria Sánchez, sus hijas: Gloria, Carolina y Loli.
Las relaciones culturales y políticas entre Cuba y México siempre fueron proverbiales, desde el mismo nacimiento de esos países que antes formaban parte del domino español. En lo que respecta al ajedrez hubo un caso particularmente notable, Manuel Márquez Sterling y Loret de Mola, alguien que sería un reconocido practicante del ajedrez en ambas naciones.
Su vínculo con el ajedrez fue muy estrecho y precoz. Siendo adolescente y residiendo en Mérida (México), colaboró con la revista ajedrecística local y también habrá de editar una propia denominada El Arte de Philidor. Tiempo después, habiendo desde muy joven abrazado la profesión de periodista, hará lo propio al ser editor de la Revista Internacional de Ajedrez publicada en Madrid en 1896.
Asimismo, fue uno de los promotores principales del ajedrez en idioma castellano, llegando a dar simultáneas, conferencias de ajedrez en muchos países y escrito libros sobre el juego, como el publicado en 1893 en México bajo el título Un poco de ajedrez (de la sección especial del diario El Hogar), u otro en Madrid tres años más tarde denominado Tratado analítico del juego de ajedrez para aprender a jugarlo sin necesidad de maestro. Su producción literaria abarcó unas quince obras y, además de la referida al juego, incursionó en ella a cuestiones políticas e históricas.
Como jugador estuvo en la arena internacional al haber sido partícipe del Torneo de París del 17 de mayo al 20 de junio de 1900, acabando en forma compartida en la última ubicación (eran 17 jugadores), prueba que ganó Emanuel Lasker, el entonces campeón del mundo, delante de Harry Pillsbury y Frank Marshall, entre otras figuras, la que se celebró en el contexto de la Exposición Universal. Allí Márquez Sterling perdió 15, una solitaria victoria ante el jugador norteamericano James Mortimer y unas tablas con Rosen.
En un torneo en La Habana entre septiembre y octubre de 1900, Manuel Márquez Sterling logró hacer tablas con Capablanca (que tenía 11 años) y perdió otra, obteniendo 0.5 puntos, aunque Capablanca resultó el ganador al acumular 16 puntos.
Márquez Sterling en Buenos Aires en el año de 1907 disputó un match ante el fuerte jugador francés Jean Taubenhaus. Perdiendo 2 encuentros.
José Raúl Capablanca, nacido el 19 de noviembre de 1888 en La Habana, fue un niño prodigio con una meteórica carrera ajedrecística. En 1909, Capablanca asombró al mundo del ajedrez al derrotar con claridad a Frank J. Marshall, por aquel entonces uno de los mejores jugadores del mundo, en un encuentro desigual. El propio Capablanca debutó en la escena mundial del ajedrez en el torneo de San Sebastián de 1911, al que fue invitado por su compatriota Manuel Márquez Sterling, quien, sin embargo, prefirió permanecer en el anonimato. En su libro sobre el Campeonato Mundial entre Capablanca y Alexander Alekhine en Buenos Aires en 1927, Paulino Alles Monasterio ya había mencionado a este misterioso benefactor, quien posteriormente parece haber caído en el olvido.
Manuel Márquez Sterling fue quien le entregó a José Raúl Capablanca en el lobby del Hotel Casino de la Playa de La Habana, una pequeña nota que llevaba en la mano derecha que decía:
“La Habana, 27 de abril de 1921 Juez Alberto Ponce.
Estimado señor: En calidad de árbitro de la partida, permítame dirigirme a usted con esta carta ofreciendo mi renuncia al campeonato. Le agradecería si es tan amable de hacerme saber si mi decisión es aceptada por mi adversario, por el comité y por usted mismo. Atentamente, Emanuel Lasker”.
Capablanca, tras leer la nota, le preguntó a Márquez Sterling: “¿Qué significa esto?”. A lo que este le respondió: “Que eres Campeón del mundo, José Raúl, coño. Se rindió Lasker. Se rindió.
Eres el primer campeón que se corona sin derrotas. Genio, carajo”.
Y así Cuba tuvo su primer y único campeón de su historia.
El cubano José Raúl Capablanca se alzó con la victoria en el match por el Campeonato Mundial de Ajedrez, al derrotar al legendario alemán Emanuel Lasker. El match, que se disputó en La Habana, fue una exhibición de la maestría de Capablanca. Cuando el cubano llevaba 4 victorias, 10 tablas y ninguna derrota, Lasker abandonó el encuentro, que estaba pactado a 24 partidas.







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