De Brigitte Bardot a Jane Birkin, el estilo francés sigue siendo uno de los más imitados a la hora de vestir desde hace décadas, con un equilibrio tan sutil como rotundo que ha convertido al vestir “à la française” en uno de los referentes más imitados del mundo.
Por María Muñoz Rivera
En la era de la saturación estética, donde las microtendencias digitales nacen y mueren en semanas, el estilo francés sigue vigente como un refugio de coherencia y naturalidad. A continuación, una guía para entender por qué vestir como una francesa sigue siendo, año tras año, una aspiración universal.
El estilo francés: entre lo casual y lo calculado
Aunque Francia ha sido cuna de las grandes firmas de moda, el estilo francés al que nos referimos no es el de las pasarelas más teatrales, sino el que camina por las calles del Marais, se sienta en las terrazas del Boulevard Saint-Germain o asiste a una exposición en el Palais de Tokyo.
Replicar este estilo no es solo una de las búsquedas más comunes entre redes sociales de inspiración, sino también un objetivo para el que se marcan pautas desde libros, plataformas o películas, con consejos de todo tipo para igualar el afamado ‘je ne sais quai’.
Es un estilo urbano, pero no informal; relajado, pero no descuidado. Su mayor virtud es hacer que parezca sencillo lo que, en realidad, responde a una mirada muy concreta sobre la estética y el vestir.
Entre sus señas de identidad están los cortes limpios, las prendas atemporales, una gama cromática sobria —donde predominan el negro, el blanco, el azul marino y los tonos tierra— y una preferencia por la calidad frente a la cantidad.
La mujer francesa suele evitar logotipos visibles, huye de las combinaciones excesivas y encuentra su elegancia en la proporción, la caída de una prenda o el detalle exacto de un complemento.
Divas e iconos: la mitología del estilo francés
Pocas naciones han producido tantos iconos de estilo como Francia. Desde el cine hasta la música, las figuras femeninas galas han sido fuente constante de inspiración internacional.
Brigitte Bardot, con su flequillo despeinado, su escote barco y sus bailarinas, definió un ideal de feminidad natural y sensual que sigue vigente. Catherine Deneuve, en cambio, encarnó una elegancia más clásica y refinada, marcada por su relación con Yves Saint Laurent.
Françoise Hardy combinó minimalismo y rebeldía con abrigos masculinos y botas altas, mientras Jane Birkin —británica de origen, pero parisina por adopción— encarnó una frescura despreocupada que aún hoy se estudia. Charlotte Gainsbourg, heredera natural de ese linaje, ha seguido actualizando esa tradición con su estilo andrógino y sofisticado.
La proyección internacional de estas figuras ayudó a consolidar la percepción del estilo francés como algo deseable, chic y envidiablemente sin esfuerzo. Pero ese imaginario no se detuvo en el siglo XX.
Las prescriptoras actuales: Jeanne Damas o Caroline de Maigret.
En la última década, nombres como Jeanne Damas o Caroline de Maigret han tomado el relevo como embajadoras del estilo francés contemporáneo. Jeanne Damas, fundadora de la firma Rouje, ha construido un universo estético que actualiza el legado de Bardot con vestidos fluidos, labios rojos y vaqueros rectos.
Caroline de Maigret representa una sofisticación más sobria y madura. Productora musical, modelo ocasional y autora del libro ‘Cómo ser parisina estés donde estés’, su estilo se nutre de la tradición masculina reinterpretada desde la feminidad.
Otras figuras como Camille Charrière o Anne-Laure Mais han expandido el lenguaje del estilo francés desde redes sociales y colaboraciones con marcas. En común, todas cultivan una estética en la que la imperfección (del peinado, del maquillaje o del bajo del pantalón) no resta, sino que suma autenticidad.
Aunque el estilo francés no es una fórmula matemática, sí responde a una serie de decisiones coherentes y sostenidas. A continuación, una guía práctica que recoge sus principales claves.
Elegir básicos de calidad
El estilo francés se construye sobre una base sólida de prendas esenciales: un buen vaquero recto (ni ajustado ni exageradamente ancho), un abrigo estructurado en tono neutro, camisetas blancas de algodón grueso, un jersey de punto fino en tonos lisos y un blazer bien entallado.
Estas piezas no son vistosas, pero sí versátiles. Se trata de crear un armario funcional que no se rige por modas pasajeras, sino por utilidad y armonía estética.
Un zapato plano como sello de identidad
Bailarinas, mocasines o derbies. El calzado plano es una de las señas del vestir francés. No es casual: responde a una filosofía de elegancia sin sacrificio. La mujer francesa privilegia la comodidad sin renunciar al estilo, y domina el arte de combinar un calzado plano con prendas más sofisticadas.
Las bailarinas, en particular, vuelven a vivir un renacimiento —impulsado también por casas como Miu Miu o Repetto— y representan esa mezcla entre lo clásico y lo informal que define este estilo que en líneas franceses se decanta por piezas lisas en negro o azul marino.
Firmas como Pretty Ballerinas se han especializado en dar forma a este tipo de calzado de aire francés por el que se han decantado celebridades como Olivia Palermo o Claudia Schiffer, algunos de los rostros más emblemáticos del mundo de la moda.
Un bolso bueno y
atemporal
El bolso no busca protagonismo, pero debe ser impecable. En este sentido, la firma francesa Polène se ha convertido en un referente de culto. Fundada por tres hermanos parisinos, Polène apuesta por diseños minimalistas, materiales nobles y un enfoque silenciosamente elegante.
Con el sello de firma francesa y patrones elegantes y cargados de diseño, esta firma que implosiona en todo el mundo encapsula el estilo parisino ligado a los accesorios: de calidad, atemporales y de líneas originales y sofisticadas.
Modelos como el “Numéro Un” o el “Cyme” se han integrado con naturalidad en el armario de prescriptoras francesas, gracias a su diseño estructurado y su paleta neutra. Más que un accesorio, el bolso es una declaración de intención: funcional, duradero y coherente con todo el vestuario.
Una camisa en clave XL
Ninguna prenda resume mejor el estilo francés que una buena camisa. Preferiblemente blanca o azul cielo, de algodón grueso o lino, con cuello clásico y sin elementos superfluos. Se lleva desabotonada, metida por dentro del pantalón con descuido aparente o abierta sobre una camiseta básica.
La camisa permite jugar con proporciones, aporta luz al rostro y es capaz de elevar cualquier conjunto. No es raro ver a las parisinas combinarla con vaqueros sencillos, labios rojos y el pelo ligeramente despeinado: una mezcla estudiada de precisión y desorden que define su estética.
La persistencia del estilo francés en la conversación global sobre moda no se debe solo a su historia o a sus prescriptoras actuales, sino a su capacidad de ofrecer una alternativa al ruido. Mientras las tendencias digitales empujan a la experimentación constante, este estilo propone un enfoque más pausado.
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