No olvido jamás los miedos que intentaban meternos los esbirros fidelistas: “En el norte revuelto y brutal serán discriminados” y le decían a mi madre: “Allá está Estebita, en New York, bajo una nevada, sin ver el sol, ganando 95 centavos en una factoría”.
Pero, se cogieron el trasero con la puerta: Hemos logrado tener unos hijos en el extranjero que no han padecido ni un solo minuto de esclavitud y latrocinios. Sin haber sufrido el adoctrinamiento feroz …
Ni nosotros ni nuestras familias tuvimos que chivatear a nadie, ni vestirnos de milicianos, ni ir -y mucho menos enviar a nadie- a la cárcel.
Más de 60 años comiendo lo que nos dé la gana, rodeados de miles de papeles higiénicos para limpiarnos los fondillos, la mayoría viviendo en casas propias, con un par de carros parqueados afuera. Y en Miami veo hasta barcos en las entradas de mansiones cubanas.
No hemos extrañado ni un solo “producto cubano” estando en el destierro. Comemos, almorzamos y cenamos. Muchísimos años de hijos abriendo valiosos regalos en cada una de las Navidades. Con arbolitos, puercos y turrones.
Hemos tenido el derecho de poder criticar públicamente -además de defecarnos en el castrismo- a todos y cada uno de los presidentes de la nación que nos brinda refugio. Sin sufrir las consecuencias por ello. Y gozando del privilegio de aplaudirlos sin tener la obligación de hacerlo.
¡Muy agradable es ver a los nietos jugando inocentemente sin temor que tengan que ponerse la pañoleta de pioneros!
Hemos disfrutado de Disneylandia y de la Montaña Mágica, de vacaciones, y al final de la jornada: de buenos retiros.
El cubano decente y laborioso no ha sufrido ni un solo día, ni un solo segundo, encerrado en una jefatura de policía por expresar puntos de vista. Y muy tranquilos de no haber sido discriminados nunca.
Entramos en tiendas de renombre y el que más y el que menos sale de allí con una bolsa llena de ropas de calidad.
Pasamos por cientos de restaurantes y si nos da la gana entramos y nos zampamos una paella o un ajiaco.
Y la gran nación que nos brinda refugio jamás nos pide agradecimiento, ni hay que decir que el título obtenido por el hijo se lo debemos al presidente de turno.
Aquí solo nos piden que respetemos las leyes vigentes y nosotros las obedecemos a pie juntillas.
Y al mismo tiempo de haber logrado el bienestar personal -y de nuestros herederos- hemos cooperado de alguna forma a reducir las carencias de los que allá quedaron.
Y solo hay que darle un vistazo a la Cuba depauperada para comprobar que la “revolución” perdió.
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