PEDRO SÁENZ Y YÁÑEZ

Written by Libre Online

28 de enero de 2025

Por Jorge Quintana (1956)

Cuarenta y cuatro años tenía Pedro Sáenz Yáñez cuando murió en La Habana. Las penalidades sufridas en la campaña, el paludismo del que jamás logró reponerse, le arrebataron la vida. Tuvo una sola dicha: la de ver realizado su ideal de patriota al instaurarse la República.

No sabemos a ciencia cierta si Pedro Sáenz Yáñez fue pinareño o habanero. Algunos de sus biógrafos le citan como nacido en Cabañas y otros en Candelaria. A. Dollero en su obra “Cultura Cubana: Pinar del Río” asegura categóricamente que nació en La Habana. En lo único que están de acuerdo todos los autores es en la fecha: 31 de enero de 1864. Pero si no nació en Pinar del Río lo cierto es que allí se deslizó su infancia. Fue creciendo en medio de los azares de la Guerra de los Diez Años que no se desarrolló, precisamente, en la región vueltabajera pero que no dejó de inquietarla y a veces de enlutarla. Vueltabajeros insignes como Rafael Morales desaparecían en la vorágine de la lucha. Otros rendían sus jornadas en los campos de batalla. Y algunos se enfrentaban con el pelotón de fusilamiento en la propia región pinareña por el delito de querer levantar allí la bandera de la rebeldía.

La juventud de Pedro Sáenz Yáñez se deslizó en este ambiente. Pero allí también fue enterándose de las razones que asistían a los cubanos para aspirar al gobierno propio. Y desde entonces fue un simpatizante más, decidido a secundar el movimiento tan pronto se ofreciese la oportunidad.

El 24 de febrero de 1895 el pueblo cubano se lanzó de nuevo a la lucha. La tregua que desde 1878 se había logrado entre cubanos y españoles rompía al conjuro de la prédica de José Martí, que llamaba a su pueblo a realizar “la guerra justa y necesaria”. En la finca “Potrero Mora”, entre Candelaria y San Cristóbal, Pinar del Río vive Pedro Sáenz Yáñez. Acaba de cumplir los treinta y un años. 

Está en contacto con los conspiradores de La Habana, pero no puede responder de momento a la idea de una sublevación, porque la vigilancia de las autoridades españolas en toda la parte occidental de la Isla, frustra cualquier movimiento insurreccional. Fue preciso que los soldados invasores de Maceo quebraran un tanto la rigidez de aquella vigilancia. Cuando en los primeros días de diciembre de 1895 las huestes del general Maceo avanzaban hacia Las Villas, en la zona de Candelaria aparecieron algunas partidas insurrectas. El 5 de diciembre Pedro Sáenz Yáñez logra salir al campo e incorporarse a una de ellas.

Como tiene excepcionales condiciones de mando asume la dirección de una de ellas. Cuando varias semanas más tarde —en los primeros días de enero de 1896- el general Antonio Maceo cruza la línea divisoria entre Pinar del Río y La Habana, Pedro Sáenz Yáñez se le presenta con un grupo de hombres que lo siguen. El general Maceo le reconoce el grado de capitán y le ordena que continúe operando en la misma zona donde se había sublevado y sostenido.

El 17 de marzo de 1896 una orden urgente del general Maceo le llama a su lado. Va a operar ahora junto al caudillo oriental que acaba de regresar de una incursión por las provincias de La Habana y Matanzas y se dispone a abrir lo que los historiadores llaman la Campaña de Pinar del Río. Ya ha fracasado rotundamente el general Martínez Campos y ha llegado su relevo, el sanguinario general Valeriano Weyler. Es preciso que los soldados pinareños demuestren, a las mismas puertas de la capital de la isla, con el general Maceo al frente, que la insurrección está activa en toda aquella región.

Tres meses más tarde –el 14 de junio— el general Maceo le ordena que se incorpore al coronel Ricardo Sartorio, que salía para Matanzas a buscar un cargamento de parque, con el que proyectaba intensificar más aun la campaña pinareña.

De regreso de esa misión el general Maceo le asciende a comandante con antigüedad de 9 de julio de ese mismo año de 1896. Nuevamente el general Maceo le ordena salir a operaciones con otro Jefe oriental que había venido en la Invasión, el general Esteban Tamayo, que iba a Las Villas en busca de otro contingente invasor. Con el general Tamayo estuvo el comandante Sáenz Yáñez en todas las acciones que este valiente jefe librara en las provincias de La Habana y Matanzas. 

A la muerte de éste emprendió retirada hacia Pinar del Río, logrando burlar la trocha de Mariel a Majana y presentándose al general Maceo que lo incorporó a las fuerzas insurrectas de esa provincia. Pero ya el general Maceo abandonaba a los pinareños. Proyectaba ir hasta el campamento del general Gómez. Cruza la trocha y se interna en la provincia de La Habana para caer el 7 de diciembre de 1896 en San Pedro, a pocos kilómetros de la capital de la isla.

En Pinar del Río ha quedado mandando el mayor general Juan Rius Rivera. Este jefe propone al comandante Pedro Sáenz para ascenso a teniente coronel, con antigüedad de 30 de enero de 1897. Apenas si puede operar a las órdenes del general Rius, porque cuando se planeaba una nueva campaña en Pinar del Río este jefe cayó prisionero de los españoles en Río Hondo. 

Le sustituye el mayor general Pedro Díaz Molina, que urgentemente fue enviado desde Las Villas por el general Máximo Gómez para sustituir al jefe cautivo, general Díaz inició formalmente sus operaciones dedicándose, previamente, a la organización del Sexto Cuerpo de Ejército que tendría por territorio todo el de la provincia pinareña. Promovió ascensos y concluyó de distribuir los mandos. El teniente coronel Pedro Sáenz Yáñez fue promovido al grado de coronel, con antigüedad de 1º de junio de 1897. A la vez se le encomendó el mando del Regimiento Máximo Gómez. 

Más tarde cuando el general Juan Eligio Ducasse fue promovido para el mando de una brigada fue trasladado el coronel Sáenz a la misma para que asumiera la jefatura de su Estado Mayor.

La campaña autonomista encontró en el general Pedro Díaz Molina un tenaz opositor. Para evitar alegados inútiles, el general Díaz reunió a todos los jefes y oficiales que operaban a sus órdenes, haciéndoles firmar una declaración en la que ratificaban que no cederían ante ninguna fórmula de paz que no tuviese por base la independencia de la patria. Fue el 25 de octubre de 1897 en Aranjuez cuando se verificó la reunión y se suscribió aquel documento de verdadera trascendencia histórica. Entre los firmantes figura el coronel Pedro Sáenz Yáñez. La guerra comenzaba a liquidarse. 

El 18 de enero de 1898, en Calabrote, el general Pedro Díaz se encuentra con las fuerzas del coronel Pedro Sáenz que ha retornado al mando de su regimiento. Al día siguiente ambos jefes pasan revista. Seis días más tarde —el 25 de enero— el coronel Sáenz está acampado en Santa Paula. Le acompaña todavía el general Díaz. Los españoles avanzan sobre el campamento con la intención de sorprenderlos. Los cubanos resisten admirablemente la acometida. Desde las primeras horas de la mañana hasta las tres de la tarde combaten sin cesar. El agotamiento del parque obliga a los cubanos a retirarse. Abandonan el campamento que ocupan entonces sus adversarios. Acampan en las inmediaciones. Cuando horas más tarde el enemigo abandona el lugar, los cubanos regresan y se instalan de nuevo.

El general Vidal Ducasse que mandaba la Primera División del Sexto Cuerpo cae en un combate con los españoles. El general Díaz designa para sustituirle al brigadier Manuel Antonio de Varona y Miranda que mandaba la Tercera Brigada de la Primera División y para reemplazar a este jefe en ese mando designa al coronel Pedro Sáenz. Es así como asume, por primera vez, el mando de una Brigada.

Como los españoles habían proclamado un armisticio, que los jefes cubanos se negaron a aceptar, el general Pedro Díaz decidió dar muestras bien manifiestas de la actividad de la revolución en Pinar del Río. A esos fines acordó que en la noche del 25 de abril de 1898 todos los responsables de fuerzas acometiesen en uno o varios lugares. El coronel Pedro Sáenz, al frente de los regimientos “Invasor Villareño” y “Cayajabos”, que integraban la Tercera Brigada de la Primera División, procedieron a atacar a Consolación del Sur, Los Palacios, Pilotos y Santa Clara.

A esa misma hora los demás jefes, obedeciendo las instrucciones recibidas, atacaban en los puntos o lugares fijados previamente. Fue una ofensiva general que dio mucho que hablar. Un mes más tarde, operando a las órdenes inmediatas del mayor general Pedro Díaz le encontramos en las inmediaciones de Bahía Honda. Los españoles salen a hostilizarle, pero el coronel Sáenz Yáñez se bate con energía y denuedo obligándolos a retirarse a Bahía Honda con cuantiosas pérdidas. Cuatro días después, el capitán Andrés Páez, oficial a las órdenes del coronel Sáenz, ataca y toma el fuerte “Futuro”, en las inmediaciones de Consolación del Sur, donde dio muerte a cuatro movilizados y un guerrillero.

La paz está al suscribirse cuando el general Pedro Díaz le propone para ascenso a general de brigada con antigüedad de 30 de junio de 1898. Electo Representante suplente a la Asamblea de Santa Cruz del Sur partió para dicha población camagüeyana, encontrándose presente en la sesión del 12 de noviembre de 1898 en que tomó posesión en la vacante producida por la renuncia del general Dr. Eusebio Hernández. En febrero de 1899 asiste en El Cano a la continuación de los trabajos de la Asamblea de Santa Cruz, que se habían trasladado para ese término habanero. 

El 4 de abril cerró su periodo de actividades la Asamblea, designándose para liquidar los asuntos en trámite, a una Comisión Ejecutiva. Estuvo presente en aquella histórica asamblea que destituyó al general Gómez, asunto en el que se responsabilizó, más que nada, por solidaridad con sus compañeros de cuerpo.

Con su inalterable modestia se retiró el insigne jefe mambí a San Cristóbal donde reinstaló su hogar. En su ausencia su esposa había sufrido las persecuciones de sus enemigos, aunque es justo consignar que no faltaron españoles generosos que la ampararon, ayudándola inclusive a abandonar la isla. Los vecinos de San Cristóbal le acogieron con afecto. El Gobierno Interventor le designa Alcalde Municipal. En los primeros comicios municipales, celebrados el 16 de junio de 1900, obtuvo el cargo por elección. En los nuevos comicios municipales del 1º de junio de 1901, resultó electo, para sustituirle Francisco Fleites. 

Se retiró a su casa, negándose a participar en la vida pública. Herencia de la manigua fue un irreductible paludismo que le minaba la salud. A pesar de que apenas si tenía cuarenta años de edad, la salud no le acompañaba. Dos de sus hijos hubieron de morirse. Aquello abatió más aun su ánimo. Le era imposible sobreponerse a la pena, las discordias entre liberales y conservadores afectaron también hondamente su fibra patriótica, que supo sufrir sin resentirse.

Se trasladó a La Habana buscando mejorar la salud física y la espiritual. En la capital de la República falleció el 31 de agosto de 1908, cuando la República sufría, por las torpezas de sus propios hijos, la humillación de una segunda intervención norteamericana. Había sabido conquistar afectos. Su modestia, su sencillez, su sinceridad patriótica le habían hecho ganar la admiración y el afecto reconocido de su pueblo. Tal vez no le reconocerían en vida todo lo que él valía, pero después de muerto ha sido reverenciado por los que le conocieron y por los que escuchando los relatos de sus glorias aprendieron a comprenderlo y a estimarlo como uno de los grandes forjadores de la patria cubana. 

Tal fue la vida, modesta y sencilla, del general de brigada Pedro Sáenz Yáñez, uno de los auténticos héroes vueltabajeros de los que encontró el general Maceo ya sublevado y de los que no cejaron jamás en el empeño de darle a su patria hasta el último esfuerzo con tal de verla libre e independiente.

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