Por JORGE QUINTANA (1957)
Todas las virtudes esenciales para lograr un buen médico las poseía Enrique Núñez de Villavicencio y Palomino. Su padre era un médico notable cuando él vino al mundo en la ciudad de La Habana, el 16 de enero de 1872.
Hallábase su progenitor empeñado en desarrollar aquella labor que culminó en el éxito del Hospital Nuestra Señora de las Mercedes, que era, por esa época, el más moderno de los que existían en la capital de la Isla. Creció, pues, escuchando conversaciones de médicos y familiarizándose con el dolor y sus remedios.
Como poseía una inteligencia privilegiada y una memoria prodigiosa, no le fue difícil destacarse entre sus compañeros de estudios como un magnífico estudiante. Diecisiete años tenía cuando obtiene, por oposición, la plaza de alumno en el Servicio de San Felipe y Santiago que tenía por jefe al Dr. Gabriel Casuso.
Fue otra de sus grandes suertes, la de encontrarse junto a grandes maestros a quienes les resultó muy fácil orientarle y ayudarle. En 1894 obtuvo, con brillantísimas notas y Premio Extraordinario, la licenciatura y el doctorado en la Facultad de Medicina de la Universidad de La Habana. Hasta ese momento la inquietud del país no le había perturbado su dedicación al estudio de la medicina.
Se dedicó a desempeñar la plaza de Catedrático Supernumerario de la Facultad de Medicina. Apenas si tiene veintitrés años. Trabaja afanosamente en sus empeños científicos, cuando la inquietud de la patria esclavizada toca a su conciencia de patriota y le estremece.
En el hospital ha conocido dolores físicos, pero ninguno es tan agudo ni tan mortificante, como este de ver a sus conciudadanos maltratados, vejados, atropellados en sus más elementales derechos humanos. La colonia había establecido un régimen de servilismo que degradaba al cubano hasta sumirlo en la más profunda abyección.
Era imposible hacerse el sordo ante tanto lamento y más difícil aun no reaccionar ante el gesto viril del pueblo que el 24 de febrero de 1895 se había lanzado de nuevo a la lucha y había clavado, como insignia gloriosa en lo más íntimo de sus corazones, el lema de los soldados de Bolívar: “Libertad o muerte”.
En enero de 1896 se le
designa, a proposición del catedrático titular de Clínica de Partos. Dr. Garniel Casuso, para la plaza de Ayudante de la Clínica. Poco habría de durarle el entusiasmo por ese trabajo que tanto le hubiera agradado en tiempos normales. No pudo soportar más la llamada imperativa que a diario le hacía el deber y lo abandona todo para incorporarse a la lucha revolucionaria del pueblo cubano.
El 24 de marzo de 1897 le encontramos incorporado al Ejército Libertador de Cuba. Se le reconoce el grado de comandante de sanidad. Con él opera a las órdenes del mayor general Calixto García en las provincias de Oriente y Camagüey.
En el asalto a Victoria de las Tunas, donde los cubanos derrochan heroísmo y su amigo el brigadier Mario García Menocal resulta gravemente herido, toma parte el comandante Enrique Núñez. Su conducta hace que su jefe principal, el mayor general Calixto García se sienta obligado a proponerle para el ascenso al grado de teniente coronel, con fecha 1 de diciembre de ese mismo año de 1897.
Repuesto de sus heridas el general Menocal es destinado a mandar un contingente invasor que deberá dirigirse a las provincias occidentales. Ya en La Habana se hace cargo del mando del Quinto Cuerpo de Ejército. Como médico de su Estado Mayor viene el teniente coronel Enrique Núñez. Al lado del general Menocal concluye la campaña.
El Quinto Cuerpo de Ejército le elige representante a la Asamblea de Representantes del Ejército Libertador convocada para la ciudad de Santa Cruz del Sur, para los días finales de octubre de ese mismo año.
El 23 de octubre de 1898 le encontramos en la primera reunión de la Asamblea verificada en Santa Cruz del Sur. Al día siguiente, por ser uno de los representantes más jóvenes de la Asamblea tiene que hacerse cargo de una de las secretarías en la Mesa de Edad designada con carácter provisional por la Asamblea. Ese mismo día es proclamado Representante del Quinto Cuerpo de Ejército.
Su dinamismo, su capacidad, su entusiasmo se manifiestan en los trabajos de aquella Asamblea. Como su colega Diego Tamayo, propicia toda medida encaminada a licenciar al Ejército Libertador y encauzar a las instituciones republicanas por las vías del orden y la paz.
Así le vemos batallar, a lo largo de varios meses, destacándose como un hábil parlamentario en aquella asamblea donde había hombres de la experiencia y de la talla
intelectual de Manuel Sanguily, González Lanuza o Juan Gualberto Gómez.
Entre ellos, el mocetón con su sincera sonrisa gana simpatías y respeto. Cuando la Asamblea se enfrenta con el conflicto que ella misma plantea al mayor general Máximo Gómez, General en Jefe del Ejército Libertador, el coronel Enrique Núñez se margina.
Dos días antes de la Asamblea tomar aquella infortunada resolución de suprimir el cargo de General en Jefe del Ejército Libertador, como un modo de agredir, muy directamente al mayor general Máximo Gómez, el Representante por el Quinto Cuerpo, coronel Enrique Núñez, presenta su renuncia. Es el 9 de marzo de 1899.
El 11, antes de discutir el conflicto con el mayor general Máximo Gómez, la Asamblea conoce de la renuncia del coronel Dr. Núñez. Acuerda dejarla sobre mesa, declarándose carente de atribuciones para poder aprobar o rechazar la renuncia del Representante Núñez.
Pero el Representante Núñez no estuvo presente cuando la Asamblea manchó, en mucho, sus claros timbres, declarando suprimido el cargo de General en Jefe del Ejército Libertador.
Después de esa desdichada jornada, la Asamblea entra en crisis. El Gobernador Mr. Brooke le da el golpe final cuando declara, a nombre del Gobierno de los Estados Unidos, que éste no reconoce, como organismo oficial y representativo del pueblo cubano, a la Asamblea. El 19 de marzo el coronel Enrique Núñez asiste, por última vez, a una sesión de la Asamblea. Poco después la misma se disuelve.
De su breve experiencia en el campo político el coronel Núñez ha extraído muy nobles y tristes consecuencias. Renuncia definitivamente a tomar parte activa en ella y se dedica a su trabajo como médico, como profesor universitario, como organizador de la Clínica Núñez-Sánchez Bustamante y, sobre todo, a su gran labor como higienista y como cirujano.
En 1900 reingresó en la Facultad de Medicina, obteniendo por oposición la Cátedra de Auxiliar de Ginecología y Patología Quirúrgica.
Poco después el Gobierno Interventor le designa Médico Inspector de Distrito del Departamento de Sanidad, pasando más tarde a la Sección de Higiene Especial donde desarrolla intensa labor como médico higienista.
Al lado de Carlos Finlay, de Enrique Barnet, de Juan Guiteras, el joven médico va creciendo en fama bien ganada como cirujano, como magnífico profesor, como expositor, como periodista médico.
Su amigo el mayor general Mario García Menocal toma posesión de la Presidencia de la República el 20 de mayo de 1913. Ese mismo día jura como Secretario de Sanidad el coronel Dr. Enrique Núñez.
Apenas si lo desempeñará tres años y a través de ellos dejó honda huella de su paso por esa destacadísima posición. Fundó las Escuelas Libres de Enfermeros; hizo frente a las amenazas de una epidemia de peste bubónica; mantuvo en alto el standard sanitario del país; abordó el problema de la prostitución en la capital de la República, liquidando la llamada Zona de Tolerancia o de Prostitución que tenía su sede a lo largo de la calle de San Isidro y sus inmediaciones.
La medida ha sido siempre muy discutida. Es una vieja controversia de la medicina social, si es mejor la prostitución controlada o si es mejor la libertad de la prostitución. Pero él anduvo enérgico, tomó una decisión y la llevó adelante. Fue una prueba de su carácter.
Colaborador de las más notables revistas médicas de su época, el Dr. Enrique Núñez dio buenas pruebas de su talento excepcional para el periodismo.
En la cátedra dejaba también sentir el influjo de su personalidad. Tenía discípulos, que es siempre obra difícil en el ejercicio del magisterio.
En la vida pública se destacó su carácter y su integridad. Eso se lo admiraron hasta sus adversarios más enconados.
Hallábase el 13 de septiembre de 1916 en la ciudad de Nueva York cuando la muerte nos arrebató su preciosa existencia, cuando por su edad —44 años— cabía mucho esperar.
Su muerte fue muy sentida por sus compañeros de profesión, sus antiguos compañeros del Ejército Libertador, sus alumnos, sus amigos, la ciudadanía toda.
Tal fue la vida fecunda y breve del coronel Dr. Enrique Núñez de Villavicencio y Palomino, médico y patriota, profesor y amigo.
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