El 8 de marzo estaremos celebrando el Día Internacional de la Mujer, una fecha que reúne a numerosos países del planeta, auspiciada por diferentes entidades y especialmente adoptada y promovida por Las Naciones Unidas.
Hace pocos años atrás que la mujer no tenía derecho al voto, por lo que resultaba imposible que pudiera participar de los procesos electorales. Hoy día forman parte del Congreso y la Cámara de Representantes, no en la proporción a la que debieran tener acceso, pero con muy positivas posibilidades de aumentar en las próximas elecciones. Hoy, inclusive, hay una mujer que desempeña la posición de vicepresidencia en el gobierno federal.
Si analizamos la conquista de la mujer en el campo laboral y profesional de hoy día, nos asombraríamos muy positivamente. En el campo de la mujer como maestra y directora en nuestras escuelas es admirable el progreso.
En las escuelas privadas, y en este caso tenemos a los colegios Lincoln Martí, la mujer disfruta de una posición profundamente prestigiosa. En las academias de estudios superiores las profesoras cuentan con una presencia impresionante. Un serio análisis es el de la pobreza en la creciente invasión de refugiados que experimentamos. La barrera del idioma, la inseguridad en el complejo problema del alojamiento y la escasez de posibilidad de hallar trabajos son dificultades que ofrecen pocas alternativas de solución. El gobierno federal y las instalaciones de servicio público de los estados se ven en la obligación de aumentar los impuestos, decisión que preocupa a los que deberán presentarse ante el cercano reto de las elecciones.
En la prestigiosa profesión médica la mujer ha conquistado una posición estelar. Hay doctoras especialistas en todas las ramas de la medicina, admiradas y respetadas, y si hablamos de las enfermeras su impresionante presencia es públicamente admirable. En una reciente conversación con una simpática enfermera a la que felicité por su espléndida habilidad, me dijo este simpático pensamiento de Voltaire: “Dios creó a las mujeres para domesticar a los hombres”.
Hay numerosas oportunidades que todavía quedan fuera del desempeño femenino. El comercio, las plazas con altos salarios, la oportunidad de trabajo en áreas que se clasifican como riesgosas y tareas que son de dominio absoluto de los hombres.
Es llamativo el hecho de que los ejecutivos todos tienen mujeres secretarias, una brillante posibilidad de trabajar en un ambiente de tranquilidad y respeto. Basta ir a un aeropuerto y ver que las personas encargadas de la atención al público son mujeres en una mayoría casi total. Lo que falta es que sean las encargadas de pilotear los aviones.
Pudiéramos seguir hablando del bendito ascenso de la mujer en nuestra sociedad; pero queremos comentar el lado romántico en las vidas de las mujeres que tienen que bregar con el tema matrimonial y el noviazgo, y por supuesto, de forma muy especial del bendito y glorioso milagro de ser madre.
Me comentaba un íntimo amigo sacerdote que en las iglesias había un preocupante descenso en el número de los matrimonios exactamente igual que sucede en las iglesias protestantes. Nosotros esperamos que esta tendencia sea simplemente ocasional y que pronto se regrese a la normalidad afectada en alto grado por las epidemias y los trastornos de salud que nos han afectado.
El respaldo masivo que han ganado las mujeres en Estados Unidos con el apoyo de incontables movimientos relacionados con la Organización Mundial de las Naciones Unidas es un respaldo fundamental. Las mujeres están liberadas de abusos físicos, tratamiento inhumano y presiones indebidas. Naturalmente ninguna entidad de servicio público puede impedir el tipo de tratamiento que se les da a las mujeres en el hogar. Sería función de grupos independientes de las variadas organizaciones comunitarias que existen para ayudar a los necesitados en la comunidad los encargados de esta noble tarea. Las iglesias tienen en este campo una generosa oportunidad para llevar a cabo sus funciones de predicar la unidad y la paz.
Las Naciones Unidas que hoy exaltan los valores supremos de la libertad y promueven la unidad mundial de las mujeres que se agrupan vigorosamente para defender a sus patrias respectivas, nos han abierto sin proponérselo un escenario para que nos ocupemos de nuestros asuntos comunitarios de forma responsable y eficiente. Y es ahí donde podemos insertar temas como es el amor en el hogar. En la Biblia hay espacios generosos que nos orientan en el cumplimiento de esta misión. Por ejemplo hay expresiones que podemos usar responsablemente: “La mujer virtuosa es más valiosa que las piedras preciosas” y “mujeres buenas hay muchas, pero tú eres la mejor de todas”. Con estas dos expresiones podemos despertar el orgullo perdido de muchas mujeres infelices.
Me gusta esta linda declaración de Pitágoras, por breve y elocuente me fascina: “elige una mujer de la cual pudieras decir que has visto a la más bella, pero preferiste a la más bondadosa”. La cultura, muy a menudo, tiene mucho que ver con la forma en que nos expresamos. Enseñar a hablar a una persona es tarea que nos honra; pero a la cual muy escasamente nos dedicamos. Es lamentable que no dispongamos ni de tiempo ni de instrumentos para instruir a los recién llegados a nuestra tierra; pero bien valdría el esfuerzo de descubrir la manera de hacerlo.
Hoy nos sentimos premiados por la apertura a la felicidad que se les ofrece a las mujeres, casadas o solteras, jóvenes o ancianas que han llegado a nuestra vecindad. Confiamos que los hombres de nuestra comunidad se sientan preparados para respetar, honrar y servir a las damas que le dan brillo y elegancia al generoso espacio del que disponemos en este país de libertad.
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