ZENAIDA MANFUGÁS una cubana virtuosa del piano

Written by Libre Online

17 de octubre de 2023

Zenaida Elvira González Manfugás nació el 22 de febrero de 1932 en Guantánamo, su padre fue el juez Armando González Veranés y su madre, Andrea Manfugás Crombet. Tenía dos hermanas: Alicia y Aida Esther.

La familia de su madre desciende del reconocido compositor Nené Manfugás, el primer tresero de quien, al parecer, se tuvo noticia, según comentarios, se dice que bajó el instrumento de las lomas de Baracoa y Guantánamo y lo llevó a Santiago de Cuba.

Andrea fue notable pedagoga, de reconocido magisterio en Guantánamo, lugar donde vivía la familia y donde nacieron todas las hijas de su matrimonio con Armado. Andrea enseñó el piano a sus hijas y la mayor de todas, Aida Esther, llegó a ser también una reconocida pianista concertista, pero más conocida por su dilatada carrera como pianista popular. Ellas junto a la pequeña Zenaida solían tocar danzones en el ámbito familiar, pero ésta destacaba por su inusual talento, una especie de niña prodigio.

Siendo una niña la familia se mudó a Baracoa, al ser nombrado su padre juez municipal. Allí su madre abrió una academia musical asociada al Conservatorio Orbón (Calzada 1010 en El Vedado) con técnicas avanzadas. 

Zenaida y sus hermanas comenzaron lecciones de piano a los cinco años, bajo la tutela de su madre Andrea, que era una anticipada a la técnica moderna, nada de 2 años de solfeo, aprendían las notas cuando estaban tocando, era una de las mejores pianistas de Cuba y una de las más elegantes, de quien se dice descubrió el inusual talento de aquella niña y puso todo el empeño del mundo en hacerlo valer.  “A los cinco años mi madre me puso a estudiar piano-narró-No fue nunca a un concierto mío y nunca tocó públicamente. Decidí cuando me hice ciudadana americana, adoptar el apellido de mi mamá y honrarla”.

Zenaida a los siete años, ya era considerada una niña prodigio que interpretaba al piano la Misa de Coronación de Mozart y el Concierto 5 de Beethoven.

“Mi vida ha sido de constante confrontación, nací negra, soy negra, crecí negra en un medio racista”, dijo en una ocasión para referirse a las dificultades de su carrera. “Pude ser pianista por el empeño de mi madre”, añadió. 

Con 17 años pudo debutar en La Habana en 1949, en el Anfiteatro de la Avenida del Puerto y con la Banda Municipal que dirigía el maestro Gonzalo Roig, tocando el Concierto en La Menor de Edvard Grieg, en un arreglo del propio Roig, en un esfuerzo por ayudarla. A partir de ese día, este fue su lugar preferido y frecuente. 

“Había dos personas que me defendían: el periodista Agustín Tamargo, quien llamó la atención del padre José Rubino Ramos, quien me consiguió una beca para estudiar en Madrid. El maestro Gonzalo Roig, que me invitó a dar un concierto en la Plaza de la Catedral, donde colocó 100 sillas”, relató Manfugás. Un momento antes del concierto le dije a Roig: “Pero, maestro, ¿quién calla a esta chusma?”. “Ay, mi’jita, no te preocupes, tú sales y tocas”, le respondió Roig.

“Cuando puse la mano en el piano (una negrita que pesaba 101 libras), era como si hubiera hipnotizado a toda aquella gente con Rapsody in Blue, de Gershwin. Pero así y todo no me dieron conciertos en el Auditorium de La Habana”. 

En esos momentos la joven guantanamera carecía de un piano propio y sólo podía ejercitase gracias a que algunas familias que poseían el instrumento la invitaban. 

El 11 de enero de 1950 en su columna Panorama en el Diario de la Marina el periodista, poeta y ensayista Gastón Baquero escribió una nota pidiendo un piano para la gran promesa Zenaida González Manfugás. Allí explicaba lo que sobre la joven habían escrito sus compañeros ilustres:

“Antonio Iraizoz y Juan J. Remos, ambos han coincidido en la apreciación que se trata de una muchacha, una niña casi que, con unos seis años de estudios pianísticos, muy penosos, muy difíciles, interpretaba ya a los grandes maestros con tanta alma, con tanta elegancia, que no se necesita ser un técnico de la apreciación musical para comprender que se tiene delante una promesa genuina.” 

El recital que la joven Manfugás ofreciera el día antes, el 10 de enero, en la Casa Cultural de Católicas y propiciado por la organización de las Damas Isabelinas de Cuba motivó a Baquero a romper lanzas en favor de la chica prodigiosa, a la vez que inspiró al prestigioso intelectual Jorge Mañach, quien tras asistir al recital, no dudó en escribir también en el Diario de la Marina su asombro por el talento demostrado por la joven pianista, que tocó como los ángeles, impactando con un programa conformado por la Sonata en Re Mayor de Mozart, variaciones sobre una obra del austríaco Franz Joseph Haydn, una selección de tres preludios, dos nocturnos, un rondó y un scherzo de Chopin, cerrando con Córdoba, de Isaac Albéniz; Sarabande, de Claude Debussy y la Danza de la Pastora  de Ernesto Halffter. Mañach estaba consciente del tremendo reto que tenía la joven promesa, sobre todo por su condición de mujer y negra.

Fue, hasta para el que sabe poco de estas cosas, música de una gran sobriedad, castidad, pureza interpretativa, esa música que no cae en los engreimientos a medias y que, por consiguiente, sólo se escucha en la etapa reveladora o en la etapa ya muy gloriosa de los grandes talentos.

Los comentarios sobre la excelencia de la joven pianista corrían con velocidad por la ciudad entre los entendidos. Dos días después, desde ese mismo espacio Baquero anuncia en triunfal 

titular: “Ya tiene su piano esa muchacha, la Primera Dama de la República Mary Tarrero de Prío ha tenido la generosidad de responder a nuestro llamamiento en favor de la joven pianista Manfugás”. “Por eso, y recordando que Manfugás necesita, además de su piano, una beca, un medio de estudiar en los centros donde pueda alcanzar la práctica y las enseñanzas superiores que todavía necesita por varios años, pedimos a la Primera Dama nos perdone la negativa de su oferta de un piano y acceda en cambio a interponer sus inmejorables oficios a fin de que esta muchacha obtenga una beca”.  A pesar del destaque mediático, la gestión no fluye, la beca tarda en concretarse y sobreviene la caída del gobierno de Prío por el golpe de estado perpetrado por Fulgencio Batista el 10 de marzo de 1952.

Mientras tanto, se habla de aquella joven y de su prodigio, otros nombres de prestigio se proponen apoyarla, como es el caso de Ernesto Lecuona, quien la había conocido a través de Roig y la invitó a participar en uno de sus conciertos, como muestra de la profunda impresión que le había causado aquel talento emergente; así la recomendó a empresarios y promotores, con la generosidad que le era propia, iniciando una amistad que viviría hasta la muerte del Maestro. Eso la ayudó en sus próximos recitales, como aquel organizado por el Departamento Municipal de Bellas Artes, el 29 de marzo de 1951 y en el que interpretó obras de Schumann, Mendelssohn, Ravel, y esperaba impaciente que llegaran tiempos mejores.

Sin dudas, el amor de la joven Manfugás por la música se evidenciaba en la tozudez y el estoicismo con que enfrentaba cada humillación, cada rechazo, cada desplante. Parece ser que no le quedaban muchas puertas por tocar para conseguir lo que era su meta inamovible. 

En el artículo del 25 de agosto de 1952 en Alerta firmado por Paquita Cao Santiago, se afirmó que el gobierno español de Francisco Franco, a instancias del padre José Rubinos, le había concedido una beca de 1,500 pesetas españolas mensuales, que podría comenzar a disfrutar desde los primeros días de septiembre de 1952. Al leer estas noticias, la nueva Primera Dama, Marta Fernández Miranda de Batista se decidió a patrocinar finalmente la tan llevada y traída beca del gobierno cubano. 

José Rubinos Ramos era un sacerdote gallego, profesor de literatura en el Colegio Belén y durante un tiempo escribió la sección católica en el Diario de la Marina. Fue secretario de la Sección de Cultura del Instituto Cubano-Español, Académico de Honor de la Real Academia Gallega y Miembro de la Academia Nacional de Artes y Letras.La renuencia de la Sociedad “Amigos de la Música”, que atendía el trabajo de la Filarmónica, a que la joven pianista negra se presentara en el escenario del Teatro Auditórium, al ser rechazada la propuesta que en este sentido promoviera Fausto Martínez, director de la revista Germinal.

Se le prometió centrar un concierto auspiciado por el Ministerio de Educación en el Circuito CMQ, para el que ensayó y se preparó a conciencia junto al Maestro Gonzalo Roig y luego se suspendió sin explicación alguna, para frustración de la pianista, quien, a pesar de todo, no se amilanaba. 

Y así es como en 1953 Zenaida viajó a Madrid, con ambos auspicios, para iniciar estudios en el Real Conservatorio Superior de Música de Madrid y en vísperas de su partida, recibió un homenaje de despedida en el salón Ensueño de los Jardines de La Tropical, al que asistió Ernesto de la Fe, entonces Ministro de Información.

La Manfugás decía que para ese entonces ya sabía y podía tocar más de 30 conciertos. Cinco meses después de haber llegado a España, debutó tocando Beethoven con la Orquesta Sinfónica de Madrid. En la capital española, la Manfugás estudió con el prestigioso profesor Tomás Andrade de Silva, cuyo magisterio, según sus palabras, fue crucial en su formación como pianista. Ofreció conciertos y recitales y en los programas siempre estaban presentes, junto a los clásicos, las obras de los cubanos Manuel Saumell, Ignacio Cervantes, Ernesto Lecuona y luego añadió los nombres de Edgardo Martín, Luis Morlote Ruiz y Harold Gramatges (de quien en 1953 estrenó Dos Danzas).

Luego marchó a París, donde recibió clases con el importante pianista y pedagogo Walter Gieseking.  

Zenaida conoció en un tren en Venezuela al gallego, Antonio Montes Seoane, comerciante, con negocios en Maracaibo en Caracas y una joyería en Vigo, su ciudad natal. Regresaron a España y el 27 de noviembre de 1955, nació Andresito. Luego la relación se rompió y ella se refugió con su hijo en el madrileño barrio de Argüelles. En las estrecheces del Madrid de los 50, la mujer se hallaba ante una encrucijada y decidió abrirse paso en Cuba con su piano. Pero tuvo que pagar un precio muy alto: dejar a su hijo a cargo de Lorenza (Lore) una madre sustituta, mujer fuerte y menuda, con amor por los críos y dedicación absoluta. Natural de La Losa a 13 km. al SO de Segovia que se ganaba la vida como practicante y enfermera. Zenaida y Lore pactaron cómo trazar el futuro del niño. Lore lo educaría y Zenaida buscaría gloria por esos escenarios de Dios, con la promesa de volver cuando sus compromisos artísticos se lo permitieran. Regresó. Pero el muchacho había crecido demasiado porque no fue sino hasta 1969 cuando Zenaida, Lore y Andrés se reencontraron de nuevo en Madrid. 

Andrés fue uno de los periodistas deportivos más conocidos y respetados tanto de la radio como de la televisión española e inventor de una nueva forma de narrar los juegos de baloncesto de la NBA en español y de la célebre expresión “Tiki-Taka” que se aplica al juego del Fútbol Club Barcelona y la selección española.

Falleció el 16 de octubre de 2009 a los 53 años. Sus dos hijos fueron Orson y Nelson. 

Tras su muerte le concedieron, a título póstumo, la Medalla de Oro de la Real Orden del Mérito Deportivo y luego elegido al Salón de la Fama del Baloncesto Español. 

En Madrid el Teatro del Instituto de Segunda Enseñanza “Ramiro de Maeztu” acogió en marzo de 1955 un recital de la pianista y dos meses después, el 18 de mayo, se presentó en el Instituto de Cultura Hispánica junto a la soprano española Carmen González Falcón.

Participó en el Festival Beethoven de la Orquesta Sinfónica de Madrid en marzo de 1956 interpretando el Concierto No. 1 para piano y orquesta del gran músico alemán y bajo la batuta del finés Eric Fougstedt, entonces director de la Filarmónica de Helsinki.  El diario ABC destacó su desempeño, calificando su ejecución como “versión de fina calidad y técnica pulcra dentro del estilo más correcto”. 

Luis Alfonso de Baviera y Bordón (1906-1983) sobrino del Rey Alfonso XII y tío del Rey Juan Carlos de Borbón fue su protector en España.

Gaspar Pumarejo (el creador de Radio Reloj el 1° de julio de 1947), uno de los nombres más prominentes de la industria televisiva cubana y famoso por su extraordinario instinto para el marketing, organizó a través de su canal-empresa Escuela de Televisión un homenaje a un grupo de músicos cubanos que en distintos países llevaban exitosas carreras.  Los trajo a La Habana en el mes de febrero de 1957 con todos los gastos pagados y un amplio barraje publicitario del evento que denominó “Cincuenta años de música cubana”, Realizó un gran programa musical en el antiguo Estadio del Cerro el domingo 24 de febrero y Zenaida Manfugás fue una de las distinguidas con esta elección. Así pudo reencontrarse con su madre Andrea. Aún era una becada del gobierno y la revista Bohemia se encargó de exponer la penosa situación que atravesaba en España: Es una carrera heroica, porque Zenaida Manfugás se sostiene desde hace tiempo con ochenta y tantos pesos mensuales, que es a lo que ha quedado reducida la ayuda oficial de su patria. Vive en una habitación de un octavo piso en Madrid, sin calefacción. ¿Qué más puede hacerse con los ochenta y tantos pesos mensuales con que cuenta como becaria? A la invitación de Pumarejo dijo que sí, enseguida, y vino porque era la única manera de ver a su madre y su familia –gente pobre- tras cuatro largos años de separación.  Pospuso por un mes la que sería su turné profesional “de prueba”: 40 conciertos por la Península, marcados por el empresario Ernesto Caballero, tras recitales en el Palacio de la Música de Barcelona y la Sociedad Filarmónica de Valencia, y presentación con la Sinfónica madrileña bajo la dirección del maestro Horstein.”

Sin embargo, la joven Manfugás no llegó a cumplir este programa, pues tras el homenaje colectivo permaneció en La Habana, por alguna razón imperiosa. Atrás en Madrid, además de una promisoria inmediatez en lo artístico, ha dejado a su pequeño hijo de apenas año y medio, Andrés Montes Manfugás, al cuidado de Lorenza, la nana española que, por razones lógicas y extrañas al mismo tiempo, se convertiría en su madre de crianza.  

En La Habana, la Manfugás recibió propuestas y aceptó compromisos: el 27 de abril de 1957 ofreció un recital en la Casa Continental de Cultura y en agosto se presentó en el canal 4 del circuito CMQ interpretando un concierto de Schumann con el respaldo de la Orquesta CMQ. 

Paquito D’Rivera, en su novela autobiográfica Oh, La Habana, narra sobre la pianista: “Algunas veces acompañábamos solistas, y una ocasión muy especial fue cuando trajeron a Zenaida Manfugás, que entonces era una chica tímida y asustadiza acabadita de llegar de Baracoa. Recuerdo su carita siempre seria y como desconfiada, pero cuando la pequeña Zenaida, concentrando sobre el instrumento una mirada casi feroz atacó con furia indescriptible el teclado con sus manitos negras e insospechadamente fuertes, la experiencia fue algo inolvidable, como fiera a la que abrieran su jaula, nos envolvió a todos haciéndonos desaparecer detrás de aquella sonoridad firme y poderosa.  La música pasó devastadora como un temporal, y cuando terminó de tocar, tanto el público como nosotros tras los atriles estábamos tan intimidados, que nos costó unos segundos salir del estupor”.

En marzo de 1957, su ciudad natal también le rindió tributo, entendiendo que regresaba triunfal de su estancia en España. Una multitud la recibió en el aeropuerto guantanamero y desde allí se trasladó al Hotel Washington donde se había organizado una recepción oficial en su honor. El 6 de marzo tocó un gran concierto en el Parque Martí al que asistieron cerca de 3,000 personas. Fue proclamada Hija Predilecta de Guantánamo, a propuesta del alcalde de la ciudad y un segundo y exitoso concierto tuvo lugar en el cine Luque. 

Cuando regresó a Cuba en 1958, le pidieron que tocara su música en el Teatro Auditórium, de Calzada y D, que había sido inaugurado en noviembre de 1928 gracias a los esfuerzos de la soprano María Teresa García Montes y donde radicaba la Sociedad Musical Pro-Arte, fundada en 1918. Además, fue la sede principal de la Orquesta Filarmónica.

El evento estaba programado para el 21 de diciembre de ese año. Sin embargo, más tarde, los organizadores le convencieron de retrasar el concierto hasta el 9 de enero de 1959, pero ese año Cuba estaba en el fermento revolucionario del triunfo castrista y Manfugás no pudo tocar su música en el Auditórium hasta 1960.

Los maestros Gonzalo Roig y Ernesto Lecuona consideraban a Manfugás entre los mejores pianistas de Cuba. Durante los años siguientes a su debut, Manfugás continuó presentándose en el Anfiteatro de la Avenida del Puerto.

Desde entonces, Zenaida estuvo muy activa como pianista en Cuba y en ocasiones acompañó a orquestas clásicas, como la Orquesta Sinfónica Nacional y la Orquesta Nacional de Cámara. Además, fue profesora del Conservatorio “Alejandro García Caturla” de Marianao y se desempeñó como asesora nacional en la cátedra de piano del Conservatorio Amadeo Roldán, en La Habana. 

El director de orquesta británico Rudolf Dunbar (nació en Guyana) se presentó en el teatro Amadeo Roldán (antiguo Auditórium) el 5 de febrero de 1962 y por primera vez en América Latina y en Cuba un director negro se ponía al frente de una orquesta sinfónica, en un programa que incluyó la Obertura de la ópera Oberon, de Carl María von Weber y la Sinfonía Fantástica del francés Héctor Berlioz, brilló como solista Zenaida Manfugás, interpretando Noche en los Jardines de España, de Manuel de Falla.

Durante esos años la pianista exhibió una enorme actividad concertística, combinada con su labor docente, amplió su repertorio y se presentaba con frecuencia como solista con la Orquesta Sinfónica Nacional de Cuba. 

En 1964, Manfugás apareció junto al novelista Alejo Carpentier en el documental Nosotros la Música, de Rogelio París, donde se desplazaron hasta Guanabacoa para visitar la casa del célebre compositor y cantante Ignacio Villa “Bola de Nieve”. El filme estuvo engavetado por decisión del comunista Alfredo Guevara, presidente del ICAIC.

Entre 1964 y 1965, realizó diversas giras por Europa, en países como Bélgica y Rusia y en Asia tuvo importantes presentaciones en China y Japón, donde fue ampliamente elogiada. También fue muy bien acogida en Canadá.

En Bellas Artes (Trocadero y Zulueta) ofreció en 1965 un concierto en honor a Ernesto Lecuona bajo el título: Danzas cubanas, Valses y Danzas Afrocubanas.

En 1966 regresó al sitio para un importante recital frente a un público en el que figuraban varios compositores, casi todos los principales pianistas, entre ellos el Maestro Gonzalo Roig, su mentor y casi descubridor, a quien dedicó esa noche un capricho cubano, obras de Beethoven, Scarlatti, Benedetto y Chopin. 

En 1970 Zenaida decidió regresar a Madrid. Llegó con inmejorables credenciales profesionales. El 12 de mayo de 1971 tuvo lugar su concierto en el salón de Tapices de los Reales Alcázares de Sevilla con motivo del evento V Mayo Musical Hispalense, interpretando obras de Beethoven, Bach, Chopin, Lecuona, etc.

Sobre esa noche se dijo: “Zenaida Manfugás es una extraordinaria pianista.  Asombra sus enormes posibilidades técnicas, su mecanismo sin igual que le lleva a no cometer ni el menor fallo en los más inverosímiles pasajes, la corrección y limpieza del estilo pianístico del cual hace gala. Toda la actuación de la gran artista estuvo bajo este signo feliz y extraordinario. Las ovaciones y los gritos de entusiasmo resonaron en el salón de Tapices, obligando a la pianista a ofrecer fuera de programa, una sonata de Scarlatti; La maja y el ruiseñor, de Granados; la Malagueña, de Lecuona y un Zapateo (danza popular cubana) en arreglo de la propia concertista.” 

El 18 de septiembre de 1971, el diario La Vanguardia Española reporta su participación en un concurso internacional de piano organizado por el Conservatorio Municipal de Ourense, en Galicia y en el que participaban, junto a la cubana, 22 pianistas de Europa, Asia y América.

En abril 30 de 1972, en la Escuela de Estudios Hispanoamericanos, la Manfugás ofreció un concierto presentado por la organización Juventudes Musicales dentro del ciclo de solistas internacionales con obras de Scarlatti, Beethoven, Brahms, Kabalewsky, Schostakovitch, Ginastera y Granados.

Regresó al mismo escenario el 1 de mayo, interpretando obras de Scarlatti, Beethoven, Brahms, Paganini, Kabalewsky, Shostakovitch, Ginastera, Granados, Rodrigo y por supuesto Lecuona.

El diario ABC el 3 de junio de 1973 reseñó el “resonante éxito” de Zenaida en el concierto extraordinario celebrado en el Teatro María Guerrero, de Madrid, a beneficio de los niños necesitados. Y según el ABC, de septiembre de 1972 hasta el 24 de octubre de 1973 la Manfugás ha estado en el Café Concierto Beethoven, de la calle Núñez de Balboa, 37 en Madrid, donde se le ha podido escuchar con regularidad. En el repertorio alternaba obras de Lecuona, Villa-Lobos, Ginastera, Granados, Mussorgsky, Chopin, Clementi, Milhaud, Brahms, Cervantes y Liszt.

Según la prensa española a partir de esa fecha Zenaida Manfugás no pudo realizar otras presentaciones en España, ni consiguió recuperar la relación con su hijo Andrés, ya quinceañero. Al parecer, no estando satisfecha con su situación en 1974 viajó a Estados Unidos, donde decidió fijar su residencia en Elizabeth, Nueva Jersey. 

Durante los años que vivió en este país, se presentó en casi todos los estados.

En octubre 1975 en el Gramercy Arts Theatre, de Nueva York, ofreció recitales de piezas latinoamericanas y del repertorio español.

Entre el 13 de noviembre de 1975 y el 31 de mayo de 1976, Manfugás figuró como pianista en 44 representaciones de la compañía Spanish Theatre Repertory con la puesta en escena de Doña Rosita La Soltera, de Federico García Lorca.

Algunas fuentes afirman que ella regresó a Cuba por última vez, en viaje breve, en 1979.

Se presentó el 27 de octubre 1979 en el Alice Tully Hall, la sala de música de cámara del Lincoln Center en Nueva York. 

El primer concierto de la Miami Symphony Orchestra el 24 de septiembre de 1989 en el Hotel Colonnade de Coral Gables, compartiendo el rol de solista junto al bajo cubano José LeMatt, evento que tuvo que ser repetido el fin de semana siguiente ante la demanda.

Se mantuvo impartiendo clases como catedrática de Historia de la Música en el Kean College, de Elizabeth, Nueva Jersey.

El 14 de junio de 1998 ofreció un concierto en el Ateneo de Madrid auspiciado por la Comunidad de Madrid, interpretando obras de Bach, Beethoven, Lizst y Lecuona. 

Volvió al Lincoln Center el 3 de noviembre de 1999 para un recital con obras de Albeniz, Granados y Lecuona.

El 24 del mismo mes, interpretó en el Wertheim Concert Hall Performing Arts, en Miami, obras del compositor de Ernesto Lecuona, en tributo a su centenario, con una excelente reacción de la crítica.

Regresó a Miami el 17 de diciembre de 2000 para un recital en el Arts Development Center de Miami con un interesante repertorio.

Ese mismo año el Centro Cultural Cubano de New York (CCCNY) la distinguió con la Medalla Ignacio Cervantes.

Manfugás viajó a Argentina y se presentó el 10 de noviembre de 2001 en un festival apoyado por la famosa pianista Martha Argerich actuando como solista junto a la Orquesta Estable del Teatro Colón, interpretando Rapsodia en Azul de Gershwin.

Luego en 2002 volvió a España para impartir clases en el Conservatorio Reina Sofía en Madrid.

En 2005 se produce un hito importante en su carrera cuando se presentó en el Weill Recital Hall del Carnegie Hall de Nueva York. 

El 24 de noviembre de 2010, Zenaida Manfugás recibió un homenaje en Miami, organizado por la Fundación Apogeo en el Centro Cultural Cuba Ocho y cuando la actriz Ana Viñas estaba leyendo palabras de elogio, la propia pianista la interrumpía con incisivas anécdotas, comentarios humorísticos y recuentos de su vida. Ese día no pudo tocar porque se estaba aún convaleciente de una cirugía de corazón.

La Manfugás nunca logró, fuera de Cuba que alguna casa discográfica se interesara en hacerla entrar a un estudio de grabaciones y registrar el sonido de su excelente pianismo. Sobre esto Zenaida dijo: “No haber podido grabar discos profesionalmente me impidió que quedara registrada así mi música para la posteridad”.

Por ello se empeñó en que, al menos, quedaran esos cassettes que manos amigas grababan y se vendían en sus conciertos, hoy disponibles en formatos de CD.

Miami tuvo la particularidad que el domingo 22 de mayo de 2011 y 346 días antes de fallecer ser la sede de su última actuación. En el concierto Tres pianos, Tres intérpretes, celebrado en el Wertheim Center de la Universidad Internacional de la Florida (FIU) donde alternó con Jesús García Ruspoli y su esposa Eugenia Armengol.  

Zenaida Manfugás falleció a las 4:30 de la tarde del miércoles 2 de mayo de 2012, en Elizabeth, Nueva Jersey a los 80 años de edad y según fuentes diversas, la causa de muerte habría sido un ataque cardíaco o el cáncer que sufría desde hacía tiempo, aunque sin dudas, la repentina muerte de su hijo Andrés en 2009 (a los 53 años), sin haber solucionado la distancia afectiva que les separó, debió resultar un golpe demoledor a la salud de la insigne pianista.

En el momento de su muerte, vivía en un modesto apartamento para ancianos y como muchos otros maestros de la música clásica, murió en la pobreza.

La reunión ordinaria de la Junta de Educación fue convocada para el día 10 de mayo de 2012 a las 7:00 pm en el Salón de Usos Múltiples, Centro Donald Stewart para la Educación Infantil, 544 Avenida Pensilvania, Elizabeth, Nueva Jersey. Allí la señora Munn afirmó que la pianista Zenaida González Manfugás aportó mucho a las artes en la comunidad. 

Luego la Sra. Munn presentó al Profesor de Español y Presidente del Departamento de Lenguas Extranjeras, Literatura y Cultura en la Universidad de Kean, Dr. Orlando Edreira para hablar sobre Manfugás, sus múltiples contribuciones a las artes y aceptar una Placa conmemorativa a favor de Zenaida.

El Dr. Edreira con profundo dolor afirmó haber perdido a una gran pianista.

Poseedora de una técnica depurada y un estilizado sentido del ritmo, Manfugás figura entre las mejores pianistas cubanas de todos los tiempos.

“Aparte de la admiración que le tenía como artista, era una mujer tremendamente simpática, dicharachera, cubanísima, y una lectora infatigable que todos los meses solicitaba libros”, dijo Juan Manuel Salvat, propietario de Ediciones Universal en Miami y amigo de la pianista. “Es una pérdida para Cuba y la cultura cubana por todo lo que ella significaba”.

El maestro Gonzalo Roig consideraba que Zenaida Manfugás «era la mejor intérprete de la música cubana, y una de las mejores pianistas» de Cuba.

Para el gran músico y compositor Ernesto Lecuona (1896-1963) «la consideraba la mejor intérprete de su música».

Sus compositores preferidos eran las tres “B”: Bach, Beethoven y Brahms, por supuesto sin dejar a Federico Chopin, innovador del Romanticismo.

Se aprendía las partituras de conciertos completos y cuando llegaba al piano ya se las sabía de memoria. Era una cualidad asombrosa en ella y que resistió el paso del tiempo.

“Quieran o no quieran, yo pertenezco a la cultura cubana”, solía afirmar la artista.

Nota. – Muchos de los datos aquí aportados han sido logrados gracias al escrito de Rosa Marquetti Torres sobre Zenaida Manfugás.

Temas similares…

0 comentarios

Enviar un comentario