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Written by Libre Online

12 de septiembre de 2023

Por J. A. Albertini

Esta obra bilingüe; este poemario que en estas páginas comento y comparto con ustedes; los lectores: Piedra por Piedra/ Stone for Stone  fue escrito en las tapiadas de la prisión  de Boniato, Santiago de Cuba, en 1985.

Para la primera edición, que vio la luz en el año 2008 el hoy fallecido poeta Armando Álvarez Bravo, escribió el prólogo. Prólogo, imprescindible, que en esta segunda edición, recientemente presentada, para satisfacción de los conocedores y  amantes de la buena literatura, se repite.

Necesario es parafrasear a Álvarez Bravo y reafirmar: “Que en estos tiempos  en que la gravitación de la superficialidad abruma con fuerza de infamia” debemos recurrir a la verdad. Verdades y realidades que siguen atesorando hombre y mujeres de bien, que emplean prosa y poesía, para partiendo de sus dolorosas experiencias personales, fortalecer la conciencia del lector y proclamar que la injusticia perece y hasta languidece frente a la dignidad mantenida, que convierte al represor en víctima oscura y al reprimido en flama de porvenir que irradia amor permanente. Amor a la vida en todas sus manifestaciones.

Me atrevo a decir que en esta obra a cuya lectura invito,  Piedra por Piedra/ Stone for Stone, late la inmortalidad de un gran poeta: Ernesto Díaz Rodríguez. Y digo inmortalidad, no refiriéndome a su vida física, sino a la trascendencia espiritual que por herencia de patria y derecho propio lo eleva a las mejores páginas poéticas de nuestro  José Martí, y otros creadores, propiamente de su generación. De la generación de aquellos que en vías de formación o ya forjados encontraron en la lucha frontal contra, lo que yo llamo, colonialismo castro-comunista, y más tarde en  las prisiones, la definitiva voz poética que los ha consagrado en la lírica, de todos los tiempos, de nuestra patria. Imposible dejar de mencionar, aunque hay otros más, a Ángel Cuadra Landrove, Jorge Valls Arango y al sacerdote  Miguel Ángel Loredo.

Este poemario está dividido en dos partes: Piedra por Piedra y Días de Lluvia. 

La primera, Piedra por Piedra, habla de encierro, rejas, maltratos y sufrimientos. Y según cuenta el poeta: de noches que se desangran y devoran los párpados de los perros.

A lo largo de todos los poemas saltan imágenes, grabadas en  la crónica del tiempo, que jamás pierden el vigor de la denuncia y el sufrimiento humano: Por eso al concluir la lectura de la composición  La Cárcel nos quedamos con esta imagen: Detrás de cada puerta/ el hombre está de pie sobre sus llagas.

La Libertad, es un poema que se compone de cinco estrofas.

La libertad no es posible fabricarla con barro, dice el verso que encabeza la primera estrofa.

La libertad no es cosa de consignas inútiles, inicia la segunda estrofa.

La libertad es algo más que una hermosa palabra, el poeta reflexiona en la tercera.

La libertad hay que labrarla en la piedra más dura,  se define en la cuarta.

¡La libertad es asunto muy serio!, con resolución, en la quinta, afirma el versificador.

Y en el poema Raíces, el creador prisionero, orgulloso de haber procedido con lo que la época trazó para su generación de lucha y entrega, desdeña los barrotes opresores y, en medio de la soledad de un celda nocturna reflexiona a la luz  digna, de sus justos pensamientos:    

Después de todo, vale la pena haber vivido

y escribir un poema

en cualquier parte.

Por mucho que nos quiten

siempre nos quedan las raíces dentro.

Luego en A Fuego Lento,  el hombre, el  guerrero versificador reconoce el daño causado  por los opresores.

Nos borraron, con rabia, el suelo de la patria

Y fue la luz cautiva

una  gota de yodo entre los párpados.

Sin embargo, el ser humano, por el momento maniatado, se revela y prosigue con justa convicción.

Pero aún así

Seguimos latiendo victoriosos,

dispuestos a sobrevivir a la hoguera,

a la trampa del tiempo y el cansancio.

Ya, en la segunda parte del libro. La titulada Días de Lluvia,  encontramos, de cierta manera, sin abandonar el sendero  de la contienda al hombre que sufre de ausencia y calor de amor; carnal y filial.

Espejo de esa pena lo encontramos en el poema Los años pasan:

Alguien me ha dicho que has cambiado de casa

por temor a los muertos,

pero que todavía me amas

los domingos.

No obstante, a continuación el ser irreductible proclama.

Volveré cuando llegue el momento

de mi resurrección.

Sin embargo, en la soledad del encierro injusto  el prisionero escucha el sonido acogedor de la lluvia. Inquieto se inspira y brota Llueve  que ata el amor a una estrella lejana:

¿Dónde estarás ahora?, me pregunto.

Porque siempre la lluvia me recuerda

que estás en otro sitio…

Sigue lloviendo y extraña el calor de la mujer amada.

Llueve, y bien quisiera esta noche estar contigo

donde sólo se escuche

un crepitar de estrellas recorriendo la sangre,

nuestra sangre

y un puñado de besos, simplemente,

cabalgando sobre un potro de agua.

Y al llegar al poema que cierra esta obra, el lector, sensibilizado, comprende que piedras y lluvias conforman un todo. Un todo que es un golpe contúndete,  seguido por el alivio de las gotas de agua y la ilusión, siempre vital, del liberador horizonte marino. 

Con las olas me iré

flotando a la deriva.

Pero  me quedaré en tu playa,

como un niño,

jugando con tus conchas cristalinas

sobre la tibia arena de tu vientre.

Y finalizada esta apretada reseña, me atrevo a opinar que la obra total, prosa y poesía, incluyendo las composiciones infantiles, de Ernesto Díaz Rodríguez integran un fino llamado de lucha y canto de libertad. Libertad que el poeta batallador bien sabe que es siempre precaria ya que para conservarla jamás se puede enfundar la espada de la justicia. 

Tiempo atrás lo advirtió, el hoy fallecido presidente norteamericano Ronald Reagan, cuando dijo: La libertad nunca está a más de una generación de la extinción.

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