DURANTE LA GUERRA HAY QUE PLANEAR LA PAZ

Written by Demetiro J Perez

27 de diciembre de 2022

Todas las guerras tienen, indefectiblemente, su final. No hay guerra eterna. La conclusión no siempre es igual. Ni justa. Los términos, en acuerdos de paz, son generalmente dictados por las realidades prevalecientes en el escenario bélico del momento. La que se sostiene hoy en Ucrania, no será la excepción, y el año que se avecina, probablemente, vea su culminación luego de un costo astronómico en ambos bandos, pero mucho más en el lado ucraniano, donde los rusos se han ensañado, con crueldad barbárica, en la destrucción de la infraestructura civil e industrial de esa nación con miles de pérdidas humanas.

  La idea de una paz negociada está circulando en los círculos aliados de la OTAN, e incluso en la Casa Blanca, debido a la presión política de grupos conservadores, y liberales, aquí y allá, que miran la situación de Ucrania por encima del peligro global que encierra, y lo limitan a la brevedad del costo económico y político. Lo hemos visto antes y lo seguiremos viendo en el futuro.

 Siendo ésta, una realidad histórica que se repite como una trágica e inacabable noria es bueno seguir las experiencias ancestrales, y durante la guerra, planear para la paz.

  Un exponente de “la paz negociada” es Henry Kissinger, que a sus 99 años todavía comanda respeto y controversia en el mundo de la política exterior. Su posición, expuesta, primero en un video conferencia en la última reunión de los G7, y reiterada en el magazine inglés “Encanto”, mantiene que “proseguir la guerra más allá del punto actual no sería acerca de la libertad de Ucrania, sino una guerra contra la misma Rusia y que, por lo tanto, tendría que hallarse una salida al conflicto donde Putin no surgiera como humillado perdedor”  Y, luego agrega, para impactante sorpresa de todos, o al menos de la mayoría de los analistas y jefes de estado presentes, que “Occidente, liderado por Estados Unidos, debería formular un acuerdo de paz que satisfaga a Rusia”.

  Por supuesto que una paz al estilo Kissinger, donde haya que contemporizar al agresor y darle todas las oportunidades para una “salida airosa”, no iría a ningún parte. Ni Occidente, y mucho menos Ucrania, después del sufrimiento y daños sufridos, aceptarían esta burda capitulación en una guerra donde Rusia no ha ganado y posiblemente nunca ganará.

  Como es natural, estos comentarios de Henry Kissinger han sido justamente desestimados por el establishment de la política externa occidental. Sin embargo, conviene hacer notar esa proclividad de Kissinger, de siempre, a través de los años, en efecto, después de 1972, de encontrar sistemáticamente, una brecha de acercamiento solidario con China y Rusia. Es, precisamente, por la estrategia que él y Richard Nixon concretaron, que China, con el robo de nuestra tecnología, y la competencia ilegal contra nuestras compañías, alcanzó un avance económico estratosférico. Kissinger engrandeció a China, y no logró nada de Rusia, que sucumbió al final debido a la estrategia de Ronald Reagan, quien, dicho sea de paso, lo marginó, y nunca precisó de sus servicios como consejero. 

  Sin embargo, una gestión de paz, tomando en cuenta, en primer lugar, los intereses de Ucrania, no estaría fuera de lugar cuando las condiciones lo ameriten.  La guerra en Ucrania se ha convertido en un conflicto de desgaste que no es conveniente a ninguno de los participantes, y, habrá que encontrarle un final en la mesa de negociaciones, en la persecución de una paz estable y duradera.

  Ésta no es una guerrita marginal, localizada por disputas territoriales, o diferencias ideológicas, fáciles de controlar.

  Esta guerra, originada por el nacionalismo fanatizado de Vladimir Putin, contra un país libre, democrático, y soberano, es el peor conflicto en Europa desde l945 que continúa intensificándose con sus lógicas fatales consecuencias.

  A estas alturas, después de 10 meses de hostilidades, no hay señales visibles que apunten a una solución militar. Empero, mientras continuamos ayudando a Ucrania, Estados Unidos, y la OTAN, deben comenzar a planear, de manera conjunta, qué clase de paz ellos quieren, qué es aceptable y qué no es. No hablamos de cuestiones territoriales en estos momentos, porque esos son asuntos que emergerán cuando las conversaciones serias comiencen y las realidades militares en el terreno se enfoquen sobre los límites fronterizos en disputa.

  Es presumible que USA y la OTAN tienen un interés político y económico en un arreglo de paz que ponga fin a la guerra a la mayor brevedad posible. A mayor duración, la destrucción y los costos continuará creciendo a la par.

   También, creo no estar descaminado, al suponer que ciertos requerimientos sine qua non, como el fin de la guerra en un tratado, y no en una tregua temporal, indefinida, al estilo Corea, estarán presentes sobre la mesa en futuras negociaciones de paz. 

  Las preparaciones para la paz son factores inevitablemente esenciales en los esfuerzos para terminar las guerras, y, aunque al final, sólo se logre un tratado imperfecto, el resultado es siempre preferible a la continuación de las hostilidades.  Aspirar a la perfección en estos casos, sería una ingenua exageración de optimismo.

  Importa aclarar que esta aspiración por la paz no debe significar, en modo alguno, un apaciguamiento hacia Rusia. Al contrario, debe incluir castigo justo al agresor que conlleve el pago de reparaciones por los daños causados a Ucrania.

  Claro que nada de esto será fácil. Pero vale la pena intentarlo, porque la solución, por sus enormes estragos, va resultando imperiosamente inevitable, sin olvidar poner siempre a la vanguardia, por encima de otras consideraciones, la soberanía e integridad de Ucrania. 

  Cuando la guerra llegue a su fin, seguramente vía negociaciones, dejará un escenario desolador en Ucrania y una Rusia seriamente debilitada económica y militarmente. Será el resultado de una invasión absolutamente absurda, injusta, e irracional, lanzada por un déspota esquizofrénico con absurdos sueños de un retorno imperial ruso.

  Pero hay, dentro de toda esta tragedia, un mensaje claro e inequívoco para China, nuestro otro enemigo, que persiste en sus afanes de retomar, por la fuerza, la pequeña isla de Taiwán. Una aventura como la rusa desataría sobre China extremas calamidades, en todos los aspectos, de las cuales no podría salir en el tiempo de varias generaciones.

BALCÓN AL MUNDO

Para todos mis compañeros de páginas en LIBRE, su editora Ruth Murray, mis amigos, y los que han tenido la paciencia de leer esta columna durante el 2022 que nos abandona, mis sinceras felicitaciones, y mis más fervorosos deseos por una feliz Navidad y un esplendoroso, próspero, y muy saludable Año Nuevo. 

  ¡Qué así sea!

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  Wells Fargo Bank ha sido penalizado, otra vez, ahora por el Buró de Protección Financiera al Consumidor por haber perjudicado a 16 millones de personas con cuentas de depósito, préstamos sobre carros e hipotecas. Después de meses de conversaciones, Wells Fargo tendrá que pagar $3.7 billones, la multa más alta aplicada por la agencia.

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  La violencia desatada en Perú no es más que la maquinaria comunista de Cuba y Venezuela puesta en práctica. Era presumible, que, depuesto Pedro Castillo, lo cual era totalmente esperado, había un plan engavetado para desplegarlo en las calles de Perú, con disturbios, saqueos, violencia y muertes. Es la vieja táctica comunista organizada en Cuba en los años 60s y exportada a los países latinoamericanos que, por diferentes medios, se iban apoderando del poder.

  Lo lamentable es que algunos países de la región, no muchos, por suerte, se hayan aliado con Castillo en su intento de golpe de estado. 

  ¿Con qué fuerza moral pueden, de aquí en lo adelante, comparecer en la ONU o la OEA los representantes de México y Colombia?

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  El debatido Titulo 42, puesto en vigor durante la presidencia de Donald Trump como protección al pueblo americano contra la infección del virus Covid -19 y que dispone la estancia en México de los migrantes que buscan asilo en Estados Unidos, continuará en efecto por una orden administrativa temporal del magistrado de la Corte Suprema John Roberts. 

  La Corte Suprema decidirá, en tiempo breve, quizás para principios de enero, la suerte final del Artículo 42.

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