UNA DOCTRINA PARA LA DEMOCRACIA

Written by Libre Online

7 de septiembre de 2022

POR LUIS CONTE AGÜERO

Extraño título: “Una doctrina para la democracia” siendo la democracia una doctrina. a ello obligan las variaciones que deforman y desdibujan a la democracia y que ponen en crisis al sistema.

Lo primero que urge esclarecer y redefinir es el concepto de autodeterminación.

La autodeterminación es el derecho a decidir el sistema político de un país.

«La autodeterminación corresponde a los pueblos; no a los 

gobiernos, y mucho menos a los tiranos» escribí alguna vez.

Rectifico. La palabra pueblo se presta a confusiones y a usurpaciones.

A los efectos de autodeterminación y soberanía no es el pueblo la muchedumbre, la multitud, la movilización callejera, la huelga, ni siquiera la opinión pública, ni la encuesta de opinión pública, ni otros modos legítimos de expresión popular.

Gobernantes, políticos, comunicadores sociales, sindicatos, mal usan y abusan de la palabra pueblo.

Esta verdad recomienda basar la ciudadanía en la palabra «ciudadano». Porque en la democracia es el ciudadano como tal quien tiene capacidad jurídica para ejercer la autodeterminación; y la ejerce cuando vota por el sistema político y por los gobiernos nacionales o federales, provinciales o estatales, cantonales, distritales, condales, municipales, barriales.

Sí; el soberano no es el tirano, no es el dictador, no es el monarca; no es el presidente; ni el gobernador, ni el alcalde o síndico o regidor, ni el senador, ni el representante o diputado, ni el concejal o comisionado o edil. Tampoco los Partidos de gobierno o de oposición.

Nadie, absolutamente nadie; nada, absolutamente nada, tiene derecho a decidir por el ciudadano. El Estado es soberano si el ciudadano es soberano y el Estado actúa en nombre del soberano. Si el Estado, el gobierno, el partido gobernante, usurpa la voluntad del ciudadano, esa soberanía es apócrifa.

Toda usurpación es mala; la totalitaria es la peor. La dictadura censura la verdad; el totalitarismo obliga a que repitan su mentira.

Cuando el Estado es el árbitro de la felicidad, el país es desgraciado. En busca de la utopía se llega al infierno. El estado totalitario fabrica siervos. La servidumbre sustituye a la esclavitud. El esclavo era propiedad del amo. El siervo es propiedad del Estado. ¿Qué es un siervo? Piénsese en abstracto o en casos concretos. Un siervo no elige a sus gobernantes. No elige a su Partido. No elige su diario, su radio, su televisión para informarse; sus libros; sus estudios; su carrera, su trabajo, su profesión. No elige cuándo salir o entrar en su país; en dónde invertir sus recursos; en qué poner sus ilusiones; en qué cifrar sus 

esperanzas.

El drama terrible de nuestro tiempo es el gobierno legítimo que admite que el gobierno del tirano habla por el pueblo, y así le sirve de cómplice y desanima y desarticula la expansión democrática.

Urge redefinir la autodeterminación como soberanía de la ciudadanía. Soberanía que es causa y consecuencia de elecciones periódicas, sistemáticas y libres, con el voto universal, secreto y directo, pluralidad de partidos políticos, garantía de representación a la minoría o minorías, y la constelación de derechos civiles y humanos que tipifica a la democracia: libertad de asociación, de reunión, locomoción, organización, expresión, religión, sindicación … Y ésta es la respuesta a la pobreza. 

La democracia es fuente de riqueza. La libertad para votar, para trabajar, estudiar, invertir, es instrumento esencial de riqueza.. La función del estado, del gobierno, de los partidos políticos, de las instituciones, es inspirar al ciudadano, orientarlo, estimularlo, y cuidar la estabilidad del sistema jurídico donde pueda vaciar y desarrollar su talento y forjar y forjarse la prosperidad y la felicidad.

Una ciudadanía en libertad organiza, funda, crea, busca el oro y el decoro.

El ejercicio puro de la democracia sana todos nuestros males. Lo malo es que siendo la democracia tan sensible, toda interrupción la daña gravemente. Evítense a toda costa las interrupciones; incluso la que busca imponer justicia; imponerla por encima de la ley.

Búsquese que la ley sirva a la justicia. No se viole la ley que se considera injusta; lúchese (por hacerla justa. Si se viola la ley para salvar a la justicia; también se viola para matarla.

Entonces la justicia depende de opiniones, no de instituciones.

Más que en la solución a los 

problemas, la solución está en las soluciones al sistema.

Aplicar curas, cura provisionalmente; los males reaparecen en el cuerpo social enfermo.

Es lógico responder a lo inmediato con lo inmediato; cerrar cada herida abierta. Pero la verdadera salud es que no haya herida. Más saludable que rebelarse contra el tirano es crear y sostener las condiciones para evitarlo.

Lamentablemente, en la historia de nuestros pueblos hay muchas cadenas de cadenas y, cuando hay suerte, muchas cadenas de cadenas rotas.

Otros males graves son la demagogia y la corrupción. Y los matones y los ladrones. La demagogia adultera la democracia; la corrupción la resquebraja. La demagogia y la corrupción sirven de pretexto al espadón que decapita. Y viene la revolución, y la revolución en contra de la revolución, y la contrarrevolución, y es la de nunca acabar. Y vienen las drogas. Y los estupefacientes. Y los estupefactos. Y el Estado que estupidiza.

Y el rechazo de quien no tiene a quien si tiene, sin advertir que así niega su propio derecho a tener y 

corroe la estabilidad que le permitiría intentar ese derecho. Y entonces se desencadenan los ideólogos y los teorizantes y los soplatubos del conocimiento. ¡Bah!

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