La vida es un adios

Written by Libre Online

24 de agosto de 2022

Por J. A. Albertini,

especial para LIBRE

Al recuerdo humano y musical de la pianista

 y compositora cubana Ela O’Farril, víctima de

envidias y crueles estupideces ideológicas que

reprimieron su creatividad y la alejaron del des-

canso en tierra propia.

El autor.

Yolanda ríe sinceramente. Con naturalidad coqueta se lleva el vaso a los labios.

—Tienes razón. Este trago sabe muy bien. Claro; el toque de limón es primordial —enjuicia. —Pasar, en particular, nada me pasa —comienza a responder —lo que sucede es que hoy temprano escuché, antes de salir de casa para encontrarnos, en una emisora de radio extranjera, que la compositora y pianista Ela O’Farril había fallecido en México. Ella es de esta ciudad; al igual que nosotros nació aquí.

— ¿Es de ella, la canción que tanto hemos repetido? —la interrumpe.

—Sí, es una, entre otras, de sus creaciones.

—No lo sabía. Ni siquiera estoy seguro de haber oído su nombre antes y menos que es pilonga*, aunque conozco esa música y letra. ¿Cómo sabes tanto…?

—Los viejos de mi familia mantuvieron amistad con la suya. En casa de los abuelos siempre admiraron sus composiciones. De niña recuerdo haber disfrutado de sus temas, en discos grabados por intérpretes populares de entonces.

Adiós felicidad/ casi no te conocí…

—Murió como todos tenemos que morir. ¿Cuál es el motivo de tu pesadumbre?

—Como la vida se tuerce y se escapa del cauce natural cuando otros, por fuerza, deciden quién eres y qué debes hacer.

 —Creo que eso, casi siempre, es inevitable. Tú y yo somos ejemplo —Joaquín dice con seriedad inusitada y apura el trago.

—Llevamos años manteniendo una relación de noviazgo anacrónico que consumió la juventud y golpea en la adultez madura. Fingimos que nada ha cambiado, pero la vida se nos va en ritos de complacencia ajena.

— ¡Oye…!, mejor ordeno el tercer trago para que tires la vergüenza, tantas veces perdida, y disfrutemos. Dentro de un rato la habitación del Hotel Modelo estará disponible. Es nuestro momento semanal. No lo eches a perder  —trata de atajarla.

—Yo no malogro nada —se defiende. —El punto es que por airar pesares íntimos de amor y desamor le mutilaron su mejor ocasión en beneficio de un entorno, adulterado de consignas políticas, que engañosamente aspiraba a la dicha eterna y suprema. Quien la apartó y denigró resultó ser un dogmático resentido e hipócrita educador; auto proclamado dador de bondades inmediatas, que la conocía desde niña y terminó mofándose, a través de ella, del sentir humano. Ela es una congoja de la memoria descontenta que rebota en nosotros y en la  carencia presente de sueños reales.

—Entiendo tu sensibilidad, pero  no podemos cambiar los hechos sin exponernos a consecuencias. No sigas hablando porque vas hacerme sentir mal. Ya es tiempo del tercer trago. ¿Lo ordeno…? —insiste y disgrega.

—Como quieras, pero hoy no voy al hotel.

— ¿Qué dices…?

—Lo que acabas de oír.

—No es para tanto. Ya pagué el cuarto.

—Se perderá el dinero —manifiesta con llaneza.

—Hablas prematuramente. Primero, tómate el tercero y después decidimos —Joaquín argumenta.

Ella inclina la cabeza hacia atrás y ríe con ganas.

—No tengo necesidad de un trago extra, aunque voy a tomarlo, para querer estar juntos y sentirme ligera. De hecho, la verdad cruda de la canción me hace más libre que otras veces.

 —Entonces, ¿dónde vamos a amarnos…?

—Quiero hacerlo en el campo, como cuando éramos jóvenes de verdad y no fingíamos tanto. Además, a la felicidad es imposible decirle adiós en medio de la naturaleza.

— ¡Las cosas que se te ocurren…! Me gusta la idea, aunque la ropa dominguera se estruje y llene de olor a monte o sabana. En fin, Paris bien vale una misa ¡Nelson!, repite aquí… sí, lo mismo.

El barman, esta vez, les sirve en la mesa. Cobra la consumición y recibe la propina habitual. Yolanda, al quedar solos, levanta el vaso y brinda.

—Por la pérdida de la vergüenza y la fugacidad de las ilusiones.

—Por el dramatismo cristiano que siempre te acompaña —Joaquín agrega.

…pasaste indiferente/ sin pensar en mi sufrir…

Abandonan la terraza y salen a la calle. En el mostrador del bar el hombre fuma, sigue tomando vino rojo y charla con Nelson. La pareja se aleja, pero Ela O’Farril, en la voz de Bola de Nieve, se obstina en prolongar la despedida… Adiós felicidad/ casi no te conocí…

 *Pilonga, o: Se le llama a los nacidos en la ciudad cubana de Santa Clara, en alusión a la centenaria e histórica pila bautismal que por décadas estuvo situada en la Parroquia de Nuestra Señora del Carmen.

 FIN

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