Por Álvaro J. Álvarez. Exclusivo para LIBRE
En todas las grandes capitales del mundo, particularmente aquellas que poseen una especial incitación a la visita y admiración de los viajeros, existe siempre un determinado lugar, establecimiento o sitio de pública concurrencia, consagrado por la publicidad y la popularidad más extensa, tan extensa que rebase los límites nacionales para proyectarse en la atención de pueblos distantes y distintos.
Así, para solo señalar un ejemplo, el célebre café de don Pedro Chicote, en la Gran Vía de Madrid, universalmente conocido y a sus famosos museos internacionales de bebidas asisten personalidades de todos los orígenes mundiales, de todos los horizontes de la tierra.
Literatos, periodistas, escritores y artistas han hecho del atractivo café madrileño el motivo central de sus curiosidades y producciones.
Algo similar sucedía cuando Cuba era república con el Sloppy Joe’s Bar de La Habana, justamente afamado en el mundo y particularmente en las Américas, como lugar de atracción turística insuperable en toda el área del Caribe.
Este conocidísimo bar está situado en Animas y Zulueta, que abrió sus puertas en 1917. Ubicado al fondo del Hotel Sevilla y frente al edificio de apartamentos de los trabajadores de la Compañía Bacardí, que se erige en las calles Monserrate y San Juan de Dios.
EL FUNDADOR
El fundador de este histórico establecimiento habanero cuando se embarcó para Cuba seguramente soñaba con hacerse rico y famoso en tierras americanas para volver hecho un indiano y hacerse construir una casona en su pueblo natal de Ares, en la Coruña, como era algo normal entre sus compatriotas cuando emigraban a Cuba o, al menos, con ganarse la vida honradamente, igual que los miles y miles de españoles que en aquella época cruzaban el Atlántico en busca de una vida mejor.
Lo que él no sospechaba era que acabaría siendo célebre de punta a punta del nuevo continente pero no, con su nombre auténtico, sino con un apodo anglosajón.
Nos referimos a José “Pepe” Abeal Otero, que nació en 1886 y llegó a Cuba en 1904 para empezar como camarero en el restaurante La 1ra. de Oro, en Galiano y Zanja.
A los tres años dejó ese empleo para correr suerte en Nuevo Orleans. Allí trabajó durante seis años hasta que decidió irse para Miami para trabajar como cantinero en varios lugares.
Regresó a La Habana y gracias a su vasta experiencia en el giro, no demoró en conseguir empleo, lo contrataron como dependiente de un café llamado El Cucharón Grasiento, donde ahorró dinero suficiente para comprar junto con su paisano Valentín García, un viejo bodegón en la calle Ánimas, frente al elegantísimo Club Asturiano, a una cuadra del Parque Central y muy cerca del Hotel Plaza.
Había sido construído en 1884 por su propietario Francisco González Álvarez, otrora dedicado a almacén, bodega y otros usos. Ellos dos decidieron ponerle La Victoria por nombre.
Un día, la suerte quiso que unos turistas que lo conocieron en Miami, llegaran a su destartalado bodegón y le sugirieron que convirtiera el lugar en un bar para viajeros norteamericanos, puesto que Abeal hablaba muy bien el inglés.
DE BODEGUERO
A CANTINERO
La idea no cayó en saco roto y el modesto gallego pasó de bodeguero a cantinero. Cambió su nombre para Joe y le agregó la
palabra sloppy (descuidado o sucio) porque los amigos de José, le criticaban el desaliño del lugar, agua corriendo debajo de los mostradores, etc.
Así inició su nuevo negocio, que pronto se hizo extraordinariamente popular entre cubanos y extranjeros, con una
reputación insuperable.
En el Sloppy Joe’s se servía un sandwich o bocadito caliente con pedazos de carne de res, generalmente picada o molida, condimentada con diversas salsas, que marcó su especialidad.
Hasta nuestros días, puede ser que algún vecino de la gran nación septentrional ignore la existencia de un museo o fortaleza de Cuba, pero se puede dar por seguro que difícilmente alguno de nuestros fraternales vecinos ignora la dirección y calidad del Sloppy Joe’s Bar, sede obligada de los visitantes extranjeros que saben que allí han de encontrar las mejores bebidas del mundo y los cocteles más exquisitos.
Este bar resultó uno de los más populares para los estadounidenses desde inicios de la década de 1920 hasta el año 1933, época en que la Ley Seca hizo furor en EE.UU. y en la que la coctelería cubana y sus mezclas comienzan a hacerse célebres los Cubanitos y Cuba Libre, el Martini, el Gin Tonic, el Ruso Negro o España en Llamas.
Ya era muy conocido también La Florida (luego El Floridita) de Constantino Ribalaigua.
Por su atractiva ubicación, pues se encontraba muy cerca del Club Americano, un bar muy popular entre los turistas norteamericanos.
Los militares de EE.UU. encontraron en estos rincones un pequeño cuartel general y aquí comenzaron a imponer sus novedades y hábitos de beber.
Los cantineros, acostumbrados a las viejas recetas, tuvieron que actualizarse y dar un vuelco total al tipo de servicio y bebida que ofrecían en sus cartas, para lo cual asumieron las nuevas corrientes y dieron un elegante toque de modernidad y creatividad.
100 DAIQUIRÍS A LA VEZ
El Sloppy Joe’s era una atracción turística en sí misma, un lugar en el que había siempre un fotógrafo para retratar a los sonrientes bebedores y donde uno se podía emborrachar sin temor a ser desplumado.
En sus cocteleras gigantes se llegaron a hacer hasta 100 daiquirís a la vez, espectáculo de carácter cuasi circense que fue reflejado en numerosos artículos de prensa en los EE.UU. y trajo más y más turistas a sus puertas.
Sería interminable mencionar a todas las personalidades que en su momento pasaron por ese bar, por citar algunas mencionaremos por supuesto a Ernest Hemingway que se había convertido en un promotor natural de los mejores sitios de La Habana de esos tiempos.
Visitaban el bar, los boxeadores Sugar Ray Robinson y Joe Louis. Artistas como Spencer Tracy, Clark Gable, Greta Garbo, John Wayne, John McGraw, John Barrymore, César Romero, Ernest Hemingway, Errol Flynn, Nat King Cole, Ava Gardner, Frank Sinatra, Cantinflas, Tyrone Powers, Benny Moré, Richard Dix, Don Ameche, Alice Faye y Tyrone Powers, entre otros.
El príncipe español Alfonso de
Borbón y el famoso pelotero, Ted Williams.
Su impresionante barra de caoba negra de 18 metros (unos 60 pies) y capacidad para 40 banquetas, en su momento la más larga de Cuba y posiblemente del mundo, la cual desapareció cuando fue cerrado y robado en 1965.
Siendo uno de sus clientes
habituales, Hemingway visitaba a José frecuentemente, un día se apareció con su amigo, Joe Russell, el dueño del Sloppy Joe’s Bar de Cayo Hueso, un nombre que Hemingway había sugerido en honor al de Pepe Abeal.
Los turistas que visitaban La Habana en esa época, en su
mayoría norteamericanos, preferían estos lugares: el Sloppy Joe’s Bar, El Floridita, La Bodeguita del Medio y el Hipódromo de Marianao conocido por el Oriental Park (1915-1959) situado en 61 y 102.
Sloppy Joe’s Bar fue en su momento un lugar muy
popular y el de mayor venta, apreciado no sólo por sus finos tragos y licores sino también por su connotación de ambiente preferencial de atractivas citas, así como para sentarse en su ya famosa barra. Este bar tuvo un gran esplendor en los años de 1930 y 1940 por ser frecuentado por muchas celebridades de Hollywood y personajes de la bohemia internacional.
LA ROPA VIEJA
Fabio Delgado, un cantinero cubano que trabajó más de 15 años en el Sloppy y creó más de 33 cocteles, uno de ellos especialmente dedicado al actor Errol Flynn.
Entre los platos fuertes de su oferta gastronómica destacaba la Ropa Vieja y el fabuloso Sandwich Cubano.
Hoy hay Sloppy Joe’s en Key West y en Sevilla, España, pero el original fue el de La Habana y el más reconocido exteriormente es su hermano establecido en Key West (Cayo Hueso), abierto en el 1933 gracias a la sugerencia de Hemingway. Luego en 1937 cuando les aumentaron la renta en $6 se mudaron para la calle Duval, que es la actual dirección.
A 123 AÑOS DE HEMINGWAY
Como Hemingway nació el 21 de julio de 1899 (este año habría cumplido 123 años), desde 1981 se celebra un concurso en el mes julio con participantes de todos los estados para escoger al personaje que más se parezca al difunto Hemingway.
En 1959, este clásico bar fue una de los lugares escogidos por el director Carol Reed para el rodaje de la película Nuestro Hombre en La Habana, protagonizada por el actor británico Alec Guinness (1914-2000).
José Abeal viajaba constantemente entre Cuba y Galicia y desde 1931 dejó prácticamente el negocio en manos de su cuñado Agustín Ríos, el cantinero titular del Sloppy Joe’s, y de otros empleados, todos gallegos, como Antonio Cubeira y Arturo Miño.
En 1937 el Sloppy fue adquirido por la sociedad García, Ríos y Cía, formada por varios familiares y ex empleados y así siguió abierto, pese a la vuelta definitiva de Pepe Abeal a su tierra natal y a su fallecimiento en España.
Lamentablemente el famoso Sloppy Joe’s Bar, cerró sus puertas en 1965 porque Fidel Castro odiaba a Cuba y a todo lo que le hubiera dado fama y fortuna. Luego de 48 años de silencio total, parece ser que en 2013 lo rescataron, pero estoy completamente seguro para hacer dinero los generales, que ahora son los dueños absolutos de la pobre Cuba.
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