LA CRISIS QUE NO SE VA

Written by Demetiro J Perez

14 de abril de 2022

Tome usted cualquier artículo publicado hace diez años sobre la crisis de inmigración, léalo, y le parecerá que está leyendo una narración de lo que está aconteciendo en la actualidad, pero, con la diferencia de que ahora, el fenómeno de la crisis se presenta más agravado. La crisis ha ido escalonando hasta alcanzar la categoría de tragedia humana. Es una crisis que no se va. Ni disminuye. En nuestra frontera sur está presente, latente y creciente. Y, ni el gobierno actual, ni varios de los anteriores, han encontrado una salida viable para lograr una solución a este gravísimo y larguísimo problema humano. Y, lo que es peor, con la expiración del Artículo 42 de la ley de inmigración, el próximo 23 de mayo, el peligro de un desborde incontrolable en nuestra frontera suroeste, es potencialmente real.

El Artículo 42 se instituyó el 20 de marzo de 2020 bajo la administración de Trump, como una medida de protección sanitaria hacia la población americana, y ha continuado bajo el gobierno de Biden. Hasta febrero pasado, 1.7 millones de emigrantes habían sido expulsados bajo esta política, y de esa cantidad, 1.2 millones, durante la administración de Biden.

¿Qué va a pasar cuando el Artículo 42 sea removido el próximo mes de mayo?

Con toda probabilidad, el gobierno va a confrontar retos formidables, incluyendo eventos migratorios masivos, de magnitud jamás experimentada, que pondrán a prueba nuestro sistema logístico y operacional en nuestra frontera, y, en el campo político, una amenaza para el Partido Demócrata con unas elecciones de medio término para el mes de noviembre.

A largo plazo, es posible que se logre una reforma en el proceso de asilo en la frontera, pero será en un prolongado largo plazo. En el cuadro a la vista, hoy, no se vislumbra una solución o alivio inmediato a una crisis que crece fuera de control.

Al margen de la tragedia humana por la que pasan estos emigrantes, miles de ellos exponiendo sus vidas en largas caminatas, o peligrosas travesías marítimas, es necesario entender que el origen de la desesperación está en el sufrimiento, el hambre, y la falta de seguridad en Centroamérica; y, en Cuba, los mismos factores, con el agravante de una absoluta ausencia de libertad.

Si es cierto que esta nación se ha formado con inmigrantes de todas partes, no es justo, ni realista, esperar que este país sea el automático receptor de todos los hambreados y desesperados del mundo, porque, en sus países de origen, existan gobiernos corruptos que no sean capaces de gobernar y proteger a sus ciudadanos de la miseria, o del crimen.

El desbordamiento emigrante de los últimos diez años, ha cambiado de perfil. Ya son ciudadanos de todos los continentes cuando antes eran de nuestros países vecinos. Los hay rusos, afganos, chinos, haitianos, y docenas de otros lugares, que anhelan “el sueño americano” como la solución a sus penurias, y quieren ingresar a este país como sea. Claro que emigrantes han existido siempre, pero no en la magnitud del presente.

El dilema migratorio es tan complejo y delicado, que diferentes congresos, dominados alternativamente por demócratas y republicanos, han tratado por 20 años y no han encontrado la fórmula mágica de balancear los intereses económicos y humanos para llegar a una solución justa para todos.

¿Qué hacer con los inmigrantes ilegales que han vivido en el país por 20 años? No son un puñado insignificante. Son más de 10 millones. ¿Deberíamos amnistiarlos, como piden muchos, extendiéndoles una automática condonación a su falta, o delito?  ¿No sería esto un incentivo para cientos de miles para imitar su ejemplo, como está sucediendo ahora en la frontera, y otros miles que desde Centroamérica están planeando la aventura?

Si el presente nos parece complicado, el futuro inmediato, después de mayo 23, nos pudiera resultar alarmante. La administración de Biden no tiene un plan definido para lidiar con una situación que desde el principio contribuyó a empeorar. Está paralizada con todas las crisis que la agobian. Y no sabe qué hacer.

Para los activistas acalorados, y los progresistas que dominan la agenda de Biden, la solución es simple: borrón y cuenta nueva. Amnistía para todos sin tomar en cuenta las negativas consecuencias que pudiera traer. ¿Son todos asimilables? ¡Qué importa! Ya están aquí y hay que legalizarlos. ¿Y los que esperan en el lado sur de la frontera? Que entren también a la tierra prometida.

Al parecer, a estos activistas demagogos, no les preocupa que nuestras ciudades se llenen de inasimilables, ni que la sociedad sufra un deterioro en la escala de su nivel. Tenemos que ser selectivos a la hora de escoger quién merece ser aceptado permanentemente en nuestra casa.

La crisis migratoria va envejeciendo en nuestro entorno y se hace necesario, imperioso, echarla a un lado con una solución inteligente y sensible. Sería beneficioso para la estabilidad social y para la tranquilidad nacional. El país no puede vivir de crisis en crisis y la de inmigración se ha alargado demasiado. Esta administración tiene la obligación moral de enmendar lo que dañó con sus actos iniciales, provocando un caos que cada día se complica más.

De seguir las cosas como van, el “melting Pot” pronto se convertirá en un vergonzoso albañal.

Mayo será un mes decisivo.

BALCÓN AL MUNDO

El presidente de Ucrania, Volodomir Zelenski le pidió a la ONU castigar a Rusia por la barbárica invasión a su país, o echarla del Consejo de Seguridad. Ninguna de las dos cosas va a pasar. Mientras persista el absurdo derecho al veto por cualquier miembro del Consejo de Seguridad, ninguno de sus cinco miembros va a ser castigado jamás.

Las Naciones Unidas tiene que ser reformada o perecerá. Una sola nación no puede vetar, y prevalecer, ante una flagrante injusticia como lo que está cometiendo Rusia.

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Resulta nauseabundo escuchar a la repulsiva comparsa comunista de Venezuela, Nicaragua y Cuba, repetir, como papagayos, el script que le ordena Rusia para negar que está invadiendo a Ucrania. En su estúpida malignidad, tratan de justificar, y negar, lo que el mundo entero está viendo con sus propios ojos. En Ucrania los rusos están masacrando a la población civil, destruyendo ciudades, violando mujeres, cometiendo crímenes de guerra y de lesa humanidad, a diario, pero esos títeres lo niegan porque Rusia les paga para eso.

Ninguno de ellos tiene un ápice de vergüenza y mucho menos dignidad.

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Los demócratas en la Cámara están montando un show propagandístico, con el tema del precio de la gasolina. Acusan a las compañías de petróleo sin aportar un razonamiento lógico y mostrando una ignorancia suprema de cómo funciona la industria energética.

Si quieren saber, de verdad, por qué la gasolina ha subido tanto, y los precios de todos los artículos han seguido el mismo curso, elevando enormemente la inflación, que le pregunten a Joe Biden. Él tiene muchas explicaciones al respecto, pero no se atreve a confesárselas al pueblo americano. El presidente ha provocado la inflación, y mira hacia todas partes, buscando chivos expiatorios.

¿Por qué el galón de gasolina costaba dos dólares menos un año atrás, y la inflación andaba por el 2%?

¿Por qué, Mr. President?

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Entre las sanciones aplicadas a Rusia se encuentran dos bancos importantes y las dos hijas de Vladimir Putin. También la esposa e hija de Lagrov, su canciller. Fuegos artificiales. Simbolismo. A estas alturas del juego esas son nimiedades que no alteran las reglas.

Hacen falta otro tipo de acciones. Estados Unidos pretende no involucrarse en el conflicto, pero ya lo está. El envío de armamentos en gran escala, ¿qué cosa es? Esa actitud timorata es desconcertante. Putin invade y arrasa en Ucrania y nosotros nos paramos a medir nuestros actos para no antagonizar al déspota.

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