Vigencia de José Martí

Written by Libre Online

12 de enero de 2022

Para Cuba que sufre, la primera palabra. De altar se ha de tomar a Cuba, para ofrendarle a nuestra vida, y no de pedestal, para levantarnos sobre ella, y ahora, después de evocado su amadísimo nombre, derramaré la ternura de mi alma.

Ser cubano ahora no es tan ameno como cuando vivíamos, en driles y jipijapas, del crimen diario que a todos nos daba de comer; ni tan fácil como en aquellos años de la primera heroicidad, cuando no se le veían las espinas a la gloria, y pareció bastante el sacrificio de la muerte para la fundación de la república. Ser cubano ahora no es gualtrapear y ventanear, ni encintarse al pie y desvanecerse por no salir del ladrillo, alrededor de una cintura libidinosa. Ni es montar a caballo sin más pericia que la ansiedad de lo sublime, y merodear, entre chispazos épicos, por una guerra en la que el desacuerdo inevitable había de poder, al fin, más que la virtud. El cubano ahora ha de llevar la gloria por la rienda; ha de ajustar la realidad conocida el entusiasmo; ha de reducir el sueño divino a lo posible; ha de preparar lo venidero con todo el bien y el mal de lo presente; ha de evitar la recaída en los errores que la privaron de la libertad; ha de poner la naturaleza sobre el libro. Ferviente ha de ser como un apóstol; y como un indio, sagaz. De todas sangres  estamos hechos, y hay que buscar al compuesto modos propios.

Todo lo de la patria es dicha de todos, y dolor de todos y cilo para todos, y no feudo ni capellanía de nadie; y las cosas públicas en que un grupo o partido de cubanos ponga las manos con el mismo derecho indiscutible con que nosotros la ponemos, no son suyas sólo, y de privilegiada propiedad, por virtud sutil y contraria a la naturaleza, sino tan suyas; por lo que, cuando las manos no están bien puestas, hay derecho pleno para quitarlas de sobre la patria las manos.

TRISTE NOTICIA

¡Triste noticia sería la que tuviese  el odio por sostén, tan triste, por lo menos, como la que se arrastra en el olvido indecoroso de las ofensas, y convive alegre, sin más enmienda que una censura escurridiza y senil, con los tiranos que la estrujan, los soberbios que prefieren la dominación extraña al reparto de la justicia entre los propios, y los cobardes, que son los verdaderos responsables de la tiranía!

Desde sus raíces se ha de construir la patria con formas viables, y de sí propias nacidas, de modo que un gobierno sin realidad ni sanción no lo conduzca a las parcialidades o a la tiranía.

Ni llevársela de arremetida, con la muchedumbre que se va detrás de los tambores: es nuestro pueblo, nuestro corazón, que no hemos de querer que nos lo engañen ni nos lo destrocen: es nuesto pueblo, el pueblo de nuestras entrañas, que no hemos de convertir, por un empeño fanático, en foro de leguleyos ineptos o en hato de generales celosos, o en montón de cenizas.

No son los admiradores ciegos del prestigio militar los enemigos más terribles de la república; sino los que, en la hora de ser soldados, se niegan a ser soldados.

Débiles y ciegos, suelen ser fuera de sus quehaceres militares, los hombres de armas.

Lo que en el militar es virtud, en el gobernante es defecto. Un pueblo no es un campo de batalla. En la guerra, mandar es echar abajo; en la paz, es echar arriba. No se sabe de ningún edificio construído sobre bayonetas.

Se habrá de defender, en la patria redimida, la política popular en que se acomoden por el mutuo reconocimiento las entidades que el puntillo o el interés pudieran traer a choque; y ha de levantarse, en la tierra revuelta que nos lega un gobierno incapaz, un pueblo real y de métodos nuevos, donde la vida emancipada, sin amenazar derecho alguno, goce de todos.

EL DÉSPOTA CEDE…

El déspota cede a quien se le encara, con su única manera de ceder, que es desaparecer: no cede jamás a quien se le humilla. A los que le desafían respeta: nunca a sus cómplices. Los pueblos, como a las bestias, no son bellos cuando, bien trajeados y rollizos, sirven de cabalgadura al amo burlón, sino cuando de un vuelco altivo desensillan al amo. Un pueblo se amengua cuando no tiene confianza en sí; crece cuando un suceso honrado viene a demostrar que aún tiene entero y limpio el corazón.

Un pueblo está hecho de hombres que resisten, y hombres que empujan: del acomodo, que acapara, y de la justicia, que se revela; de la soberbia, que sujeta y deprime, y del decoro, que no priva al soberbio de su puesto, ni cede el suyo; de los derechos y opiniones  de sus hijos todos está hecho un pueblo, y no de los derechos y opiniones de una clase sola de sus hijos; y el gobierno de un pueblo es el arte de ir encaminando sus realidades, bien sean rebeldías o preocupaciones, por la vía más breve posible, a la condición única de paz, que es aquella en que no hay un sólo derecho mermado.

Los pueblos dormidos, invitan a sentarse sobre su lomo, y a probar el látigo y la espuela en sus ijares.

Es un crimen valerse de la aspiración gloriosa de un pueblo para adelantar intereses o satisfacer odios personales.

QUIEN OCULTA LO QUE PIENSA

Un hombre que oculta lo que piensa, o no se atreve a decir lo que piensa, no es un hombre honrado. Un hombre que obedece a un mal gobierno, sin trabajar para que el gobierno sea bueno, no es un hombre honrado. Un hombre  que se conforma con obedecer leyes injustas, y permite que pisen el país en que nació los hombres que se lo maltratan, no es un hombre honrado.

Quien ve a su pueblo en desorden y agonía, sin puerta visible para el bienestar y el honor, o le busca la puerta, o no es hombre, o no es hombre honrado.

Los que intentan resolver un problema, no pueden prescindir de ninguno de sus datos. Ni es posible dar solución a la honda revuelta de un país en que se mueven diferentes factores, sin ponerlos de acuerdo de antemano. O hallar un resultado que concuerde con la aspiración y utilidad del mayor número.

LA REPÚBLICA

La república no debe ser el predominio injusto de una clase de ciudadanos sobre los demás, sino el equilibrio abierto y sincero de todas las fuerzas reales del país, y del pensamiento y deseo libres de los ciudadanos todos.

La libertad ha de ser la práctica constante para que no degenere en una fórmula banal. El mismo campo que cría la era, cría las ortigas. Todo poder amplia y prolongadamente ejercido, degenera en casta. Con la casta vienen los intereses, las altas posiciones, los miedos de perderlas, las intrigas para sostenerlas. Las castas se entrebuscan, y se hombrean unas a otras.

Quien dice unión económica, dice unión política. El pueblo que compra manda. El pueblo que vende, sirve. Hay que equilibrar el comercio, para asegurar la libertad. El pueblo que quiere morir, vende a un solo pueblo y el que quiere salvarse, vende a más de uno.

El hombre debe dormir alguna vez al aire, desafiar la lluvia, manejar las armas que defenderán mañana la patria o el derecho, velar al pie de algo más que un mostrador o una ventana. ¡El único modo de librarse del soldado es serlo!

José Martí

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