De la Redacción de LIBRE y Fuentes anexas
Nueve años tenía José Martí cuando vivió en la zona de Caimito del Hanábana, actual municipio de Calimete, provincia Matanzas.
El pequeño José Julián acompañó en 1862 a su padre, don Mariano, nombrado capitán Pedáneo, máximo jefe de esa capitanía de tercera clase, a 160 kilómetros al sureste de La Habana.
Durante su estancia, el infante conoció costumbres campesinas además de ejercer la misión que lo alejó de la capital: escribir documentos oficiales inherentes al cargo del progenitor.
Pero además del campestre ambiente, Martí (1853-1895) obtuvo otra dolorosa enseñanza que lo marcaría para el resto de su corta pero fructífera vida.
En la demarcación matancera tuvo experiencias sobre la esclavitud, el tráfico clandestino de esclavos, y los desmanes y abusos contra esas personas.
En Caimito del Hanábana Martí conoció a los esclavos Claudio Pozo, un negro muy inteligente, y a Tomás, a quien consideraba como su majestad Tomás, su amigo.
Esos contactos, aseguran expertos en la vida y obra martiana, grabaron su producción intelectual y revolucionaria, la cual devino en claro matiz antiesclavista.
El niño permaneció en el área de Caimito del Hanábana entre abril y diciembre de 1862, tiempo suficiente para odiar el oprobioso régimen colonial.
Y es precisamente el 23 de octubre de 1862 que José Martí le escribe a su madre Leonor, la que se considera la primera carta del amplio epistolario de nuestro Apóstol.
Fechada hace 162 años LIBRE comparte con sus lectores el tierno y respetuoso texto.
A mi señora madre Dña. Leonor Pérez
Hanábana, Octubre 23 de 1862
Estimada mamá: Deseo antes de todo que Vd. esté buena lo mismo que las niñas, Joaquina, Luisa y mamá Joaquina. Papá recibió la carta de Vd. con fecha 21, pues el correo del sábado que era 18 no vino, y el martes fue cuando la recibió; el correo -según dice él- no pudo pasar por el río titulado “Sabanilla” que entorpece el paso para la “Nueva Bermeja” y lo mismo para aquí, papá no siente nada de la caída lo que tiene es una picazón que desde que se acuesta hasta que se levanta no le deja pegar los ojos, y ya hace tres noches que está así.
Ya todo mi cuidado se pone en cuidar mucho mi caballo y engordarlo como un puerco cebón, ahora lo estoy enseñando a caminar enfrenado para que marche bonito, todas las tardes lo monto y paseo en él, cada día cría más bríos. Todavía tengo otra cosa en que entretenerme y pasar el tiempo, la cosa que le digo es un “Gallo fino” que me ha regalado Dn. Lucas de Sotolongo, es muy bonito y papá lo cuida mucho, ahora papá anda buscando quien le corte la cresta y me lo arregle para pelearlo este año, y dice que es un gallo que vale más de dos onzas.
Tanto el río que cruza por la «finca» de Dn. Jaime como el de la “Sabanilla” por el cual tiene que pasar el correo, estaban el sábado sumamente crecidos, llegó el de acá a la cerca de Dn. Domingo, pero ya han bajado mucho.
Y no teniéndole otra cosa que decirle dele expresiones a mamá Joaquina, Joaquina y Luisa y las niñas y a Pilar dele un besito y Vd. reciba de su obediente hijo que le quiere con delirio
José Martí.
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