Por Francisco Parés (1958)
*Publicado hace 65 años
El día 14 de mayo de 1948, en el Consejo de Seguridad, el voto ruso y el voto norteamericano coincidieron, cosa increíble, y surgió a la luz el estado de Israel. “El edificio del Empire State se estremeció…”, comentaba humorísticamente un internacionalista británico en su despacho de prensa. “Rusia y Estados Unidos se han puesto de acuerdo, por una vez, en una cuestión de moral internacional”.
Hace diez años que Israel existe, el arma en una mano y el arado en la otra, pero la “cuestión de moral internacional” no ha sido resuelta. Técnicamente en armisticio con los estados árabes vecinos, el trueno del cañón fronterizo es música casi diaria para los oídos israelitas. En torno a la pequeña Palestina bíblica el cerco islámico afina sus rencores. Hoy se comprende meridianamente por qué –hace diez años– el voto ruso militara al lado del voto norteamericano en el Consejo de Seguridad.
El delegado ruso no votó con el objeto de dar satisfacción a un imperativo de moral internacional, sino a fin de facilitar el establecimiento en Medio Oriente, de una condición política que más tarde iba a capitalizar en provecho propio contra occidente y en la esperanza de aglutinar en favor del comunismo la unidad árabe, el rencor de raza y religión– y el formidable factor estratégico que es la encrucijada de Europa, Asia y África, por donde la Media Luna se desborda en dirección al Estrecho de Gibraltar.
La historia medio–oriental de estos diez años es una triste historia para los intereses occidentales. Hace diez años, Rusia no disfrutaba del menor asiento político, económico o estratégico en Medio Oriente. En lo que va de postguerra, sin embargo, occidente ha contemplado los siguientes fenómenos negativos, verdaderos mazazos en el conjunto de sus intereses universales.
1º Nacionalización del Canal de Suez y virtual secuestro de las vías petrolíferas en dirección al Mediterráneo: por el Canal y por los oleoductos sirios transcurren dos tercios del carburante medio-oriental.
2º Pérdida de todas las bases
militares de Egipto, Siria y Líbano, evacuación británica de Jordania, disminución de un sesenta por ciento de los asientos estratégicos aero-navales.
3° Creación de la República Árabe Unida, piedra miliar en el camino de la integración islámica medio-oriental.
4º Alianza entre Rusia y la República Árabe Unida.
5º Derrota de los ejércitos franco-británicos en Egipto —noviembre de 1956— por causa del ultimátum ruso y del veto norteamericano.
6º Quiebra de la doctrina Eisenhower en tanto que mecanismo de seguridad en Medio Oriente.
En los seis fenómenos negativos para occidente —no todos, aunque los más dramáticos— Israel ha estado presente de alguna manera. Naturalmente, es imposible despejar la incógnita siguiente: de no haber existido el estado de Israel, ¿se habría producido igualmente el proceso general de la decadencia occidental en Medio Oriente? Puesto que uno de los objetivos fundamentales de la estrategia soviética consiste en la eliminación de occidente del mundo medio-orientaI, es de suponer que la ofensiva soviética se habría producido de la misma manera.
Pero es evidente que la diplomacia soviética ha encontrado una ayuda formidable en el solo hecho de que, en Palestina, haya imperado la bandera de Israel desde mayo de 1948. Medio Oriente siempre fue una querella de Imperialismos, una encrucijada estratégica de primer orden, una de las reservas mundiales de petróleo; pero desde el 14 de mayo de 1948 ha sido un conflicto de monoteísmo. Y el apasionado rencor de la Media Luna contra la Estrella de David ha debilitado, obviamente, la posición de la Cruz en Medio Oriente.
Hoy —en este décimo aniversario de la constitución de Israel los internacionalistas de Washington, Londres y París se preguntan: la creación de Israel, ¿constituyó un formidable error de la diplomacia occidental? No hay respuesta desde luego. Además, la respuesta sería inútil: Israel está ahí, en el mapa y en la historia. Está en el corazón de Medio Oriente, y occidente —el padrino internacional de Israel— está en el deber de defenderlo. Contrajo un compromiso de honor el 14 de mayo de 1948. Hasta ahora lo ha cumplido —a medias. Porque, en realidad, y debido a presiones internacionales fortísimas, occidente creó el estado de Israel, pero no le dio los medios económicos, políticos y sobre todo militares, para su supervivencia. En algunos momentos, incluso. Israel ha quedado solo en el mundo.
El emperador Tito de Roma, en el año 70 de la era cristiana, entra en Jerusalén, destruye el Templo —y empieza la Diáspora, la dispersión judía por todo el mundo. Del Templo sólo queda el llamado Muro de las Lamentaciones, venerable ruina donde los judíos todavía se inclinan en lágrimas rememorando el pasado. Desde entonces —desde el año 70— cuando se reúnen dos o más judíos en cualquier lugar del mundo, con objeto de celebrar alguna fiesta, se despiden diciendo: “Hasta el año próximo en Jerusalén”.
¿Qué será de Israel dentro de diez años, cuando se cumpla el vigésimo aniversario de su creación legal? Es inútil lanzar la imaginación hacía el remoto futuro: la historia está escrita con los errores del pasado, pero también con la espontaneidad del futuro. A los diez años de su creación, a pesar de todos los peligros, Israel permanece y se expande. Es de desear, desde luego, que dentro de otros diez años occidente pueda mirar hacía Palestina sin sonrojarse. Mientras, ¿qué ha ocurrido en Palestina bíblica, la estrecha faja de tierras bajas que se extiende desde el Mediterráneo hasta el Jordán? ¿Qué ha ocurrido en Israel en estos primeros diez años de su existencia?
El 14 de mayo de 1948 había en Palestina —entonces mandato británico—655.00 judíos. Hoy viven en Palestina 1.700.000 personas- Es decir, en diez años se ha registrado la llegada de más de un millón de judíos, a razón de más de cien mil todos los años. ¡Cien mil inmigrantes todos los años, en un país sin agricultura, sin industria, sin recursos propios, en guerra larvada contra la vecindad árabe! ¿Existe otro caso histórico de mística patria más conmovedor y heroico? Los judíos han llegado del mundo entero: de 74 países distintos, más exactamente.
El judaísmo es, en cierta medida, una raza, pero es, sobre todo, una religión. Durante la dispersión milenaria las islas judías enquistadas en 74 patrias han sufrido mutaciones étnicas y culturales profundísimas, pero a pesar de las ligeras discrepancias en torno o determinadas interpretaciones de la Tora y del Talmud, el judaísmo se ha mantenido pétreo, inconmovible, impenetrable. Sin embargo, ¿cómo cementar en la patria común recién estrenada un estado y una sociedad, a pesar de la religión unánime, en méritos de una inmigración a base de distintas lenguas y de distintas culturas? A fines del pasado siglo, el autor de “El Estado judío”, Theodor Herzl, se preguntaba angustiado: “¿Cuántos judíos en el mundo entero sabrán pedir un billete de ferrocarril en hebreo?”
El primer milagro de Israel, en estos primeros diez años de existencia, por lo tanto, es haber logrado la constitución de un estado moderno, viable, si no perfecto por lo menos dinámico a pesar de la miscelánea inicial de lenguas y culturas de sus habitantes. Hoy con excepción de los recién llegado, todo el mundo habla el hebreo en Israel. Mañana cuando la generación de los de menos de diez años surja a la vida pública o política, el hebreo habrá recobrado toda su esplendidez de otros tiempos.
El milagro se debe a una sola institución: la escuela. En los bancos de la escuela pública y privada de Israel, exponentes étnicos rubios y altos, de tipo nórdico, vecinan con exponentes bajos y magros de tipo hindú, latino, incluso yemita. Hay judíos blancos y judíos negros: la raza sentimentalmente no existe. Existe solamente una voluntad tendida hasta el infinito, semilla prodigiosa que fecunda la patria recién lograda.
Segundo molde, después de la escuela: el ejército. Israel ha vivido en guerra —o en estado de alarma— durante diez años de existencia. El servicio militar es naturalmente obligatorio. En las granjas colectivas cercanas a la frontera, constantemente una décima parte de la población masculina empuña un fusil y obra de vigía. Los servicios militares auxiliares están en manos de mujeres. En la guerra de Neguev de 1956, inmediatamente después de las brigadas de combate iban brigadas exclusivamente femeninas recogiendo y catalogando el material de guerra conquistado a los egipcios. El ejército, crisol de voluntades, molde de sentimientos, espinazo dorsal de la nación.
De la escuela y del ejército se pasa al trabajo —que es una continuación espiritual, por su sistema, del estado heroico. Es sabido que el sionismo clásico se bifurca, andando el tiempo, en matices políticos varios. Termina por imponerse el sionismo-socialista. Ello es una invención específicamente judía —y sería inútil intentarla en otros países. Su fundamento: entidades colectivas de trabajo. Pero acepta todas las variantes imaginables. El estado no es rígido y permite todos los ensayos. En la actualidad, en el campo, las formas colectivas más generalizadas son las siguientes:
1-Kibbutz: colectividad agraria en la cual los trabajadores no reciben salario alguno —excepción de una pequeña cantidad como dinero de bolsillo. El Kibbutz se encarga de la satisfacción de todas las necesidades de los trabajadores, así como de su familia. La Institución se regula por una Asamblea de todos los afectos al Kibbutz. Los niños viven en edificios especialmente separados y sólo conviven con su familia durante unas horas al día. El trabajo se reparte de acuerdo con las capacidades. Se calcula que dentro de cinco años más de diez mil estudiantes de medicina, ingeniería, arquitectura, etc., habrán salido de la juventud de los actuales Kibbutzs.
2- El Mochav Ovdim: colectividad de pequeños propietarios. Todo jefe de familia recibe la cantidad de tierra que puede normalmente cultivar. Las compras y las ventas de la colectividad son comunes. Los niños viven con sus padres, pero su educación está a cargo del Mochav. Así como en el Kibbutz no hay obreros agrícolas, por no existir salario, en el Mochav no hay compatibilidad con el campesinado salariado —aunque ello sea accidental.
3- Mochav Chitufi: transición entre el Kibbutz y el Mochav 0vdim. Su esencia radica en la producción común de hombres y mujeres, pero en la satisfacción de las necesidades, no en escala igualitaria, sino a tenor de particularidades individuales. Los niños viven con sus padres, pero la institución atiende a su educación. Los trabajadores del Chitufi reciben en dinero su cuota de beneficios.
Escuela, ejército, colectividad agraria son las tres forjas del carácter y los tres pilares de la nacionalidad. El estado facilita la tierra a las colectividades que deseen constituirse, gratuitamente. Estas colectividades se reparten por todo el país, pero fundamentalmente se instalan junto a la frontera de Israel: son los puestos avanzados de defensa, donde se alterna la labor del campo con la labor de guerrillas. De no haber sido por los Kibbutz y Mochavs, probablemente los árabes se habrían adentrado poco a poco en el territorio palestino, en ofensiva silenciosa y mordiente.
Al lado de estas colectividades coexiste el sistema de propiedad privada característico de occidente. La industria naciente se organiza, a su vez, en sindicatos de tipo socialista —un socialismo más judaico que marxista— o bien en situación de proletariado libre. Israel estudia, medita, tantea y ensaya. Su constitución social definitiva se producirá de acuerdo con una necesidad suprema e imperiosa: la defensa de la patria.
La economía israelita, estudiada ortodoxamente, es un puro desastre: pero se trata de una economía que no puede ser estudiada en términos ortodoxos, precisamente porque Israel surgió a la vida pública hace diez años, prácticamente de la nada… Cuando se produjo la creación de Israel no había en Palestina comida suficiente ni para la mitad de los entonces residentes. Hoy produce legumbres, frutas, cereales, huevos y algunos renglones más en el capítulo de las necesidades diarias, en cantidad bastante para las necesidades de la colectividad -pero todavía falta carne y leche.
Todavía Israel debe desangrarse económicamente en la compra al exterior de determinados comestibles. Las exportaciones de su industria no alcanzan a compensar ni la tercera parte del déficit. Además, la psicología israelita, en el aspecto financiero, es extraordinariamente paradójica: como ser que se está invirtiendo en obras no inmediatamente productivas; carreteras, puentes, hospitales, universidades, ejército— cada año aumenta el déficit, pero los judíos no parecen inquietarse.
Hasta ahora, al final del año fiscal, han podido cuadrar balance satisfactoriamente: aportaciones de los judíos residentes en el extranjero, especialmente de Estados Unidos, contribuciones de guerra pagadas por el gobierno de Alemania, etc. La sociedad judía de Palestina, desde luego, no permite la existencia de individuos muy ricos. Pero en cambio, asegura la existencia, inmediatamente, de los que van llegando de todos los rincones del mundo, sin un centavo en los bolsillos, pero con una luz de esperanza en la mirada.
A los diez años de existencia ha fracasado el objetivo fundamental, en lo internacional, de los padrinos de Israel. Este objetivo consistía en lo siguiente:
–Colocar en Medio Oriente una cuña divisoria de la potencial unidad árabe. Ha fracasado, puesto que la presencia de Israel ha sido, justamente, el gran motor de la unidad arábiga.
–Obligar al mundo islámico a reconocer jurídicamente la existencia de Israel, a aceptar su presencia como un hecho consumado. Según el propio Nasser, en su discurso de Damasco a raíz de la constitución de la República Árabe Unida, «el objetivo número uno de la federación sirio-egipcia sigue siendo la eliminación de Israel del mapa de Medio Oriente».
– Permitir la creación de un centro industrial irradiante, de técnica y cultura occidentales, especie de Suiza medio-oriental, susceptible de asegurar el relevo occidental en lo económico y en lo espiritual. La realidad es que, en estos momentos, Israel se encuentra bloqueado económicamente por la vecindad árabe, y que muy pocos productos israelitas tienen vía libre en Medio Oriente.
– Constituir un polígono estratégico en el mismo corazón de Medio Oriente, entre el Cairo y Damasco, base potencial de las armadas occidentales en caso de peligro. La estrategia occidental fracasa -puesto que, si bien Palestina constituye un verdadero polígono armado, éste, por razones políticas, no es capitalizaba por occidente: sin la creación de un comando árabe del Mediterráneo, solidario de occidente, el polígono judío es un arma de doble filo. La Sexta Flota norteamericana no toca en aguas judías, sino en aguas libanesas. En cambio, unidades soviéticas tocan en aguas egipcias y sirias.
Durante muchos años, Israel estará condenando a vivir la situación y en economía de guerra larvada. El comunismo pretende la sovietización del mundo, pero no amenaza la existencia física de las naciones que caen en su cesto. El mundo árabe e islámico en cambio, aspira a la destrucción total e irremisible de Israel, a la expulsión de todos los judíos de Palestina. Durante diez años ha vivido del milagro diario. El Canaán auto prometido — leche y miel— por ahora no es más que cardos, disparos, sacrificios, tensiones y voluntades sobrehumanas. El cumplimiento del principio de “moral internacional” no ha sido aceptado por árabes y eslavos…
“El próximo año en Jerusalén” –frase ritual de la Diáspora, todavía entraña mil posibilidades asesinas.
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