Un atleta que cambió la gloria por la libertad

18 de febrero de 2025

Por José “Chamby” Campos

Hoy traigo la historia de una figura que desafortunadamente no se le ha dado el crédito que se merece. Un muchacho que en el tope de su carrera prefirió la libertad sobre sus triunfos y fama.

Cuando hemos contado sobre deportistas compatriotas la gran mayoría de las veces nos referimos a personas que se exiliaron a principio de la llegada del monstruo destructor de Cuba. Sin embargo, en este caso me refiero a un atleta que creció dentro del sistema infernal.

Lo conocí y compartí con él en un par de ocasiones. Se maravilló cuando le hablé sobre la vida de Sergio Oliva; otro cubano que igual que él se escapó de la isla y llegó a ser una leyenda en el mundo de la fisicultura. Interesantemente se la conté porque su historia me recordaba a la de él mismo. Sobre Oliva he escrito intensamente aquí en las páginas de LIBRE.

Roberto Urrutia Hernández nació en el Vedado provincia La Habana. Desde pequeño se destacó como atleta y a medida que fue creciendo se enamoró del deporte que lo definiría para siempre, el “Levantamiento de Pesas”. 

Su calidad y talento lo destacó desde sus comienzos y ya a la corta edad de 18 años consiguió la medalla de oro en Los Juegos Panamericanos de La Ciudad de México estableciendo un récord mundial levantando 138.5 Kilogramos y convirtiéndose así en el primer cubano en la historia en lograrlo.  

En 1976 militó en el equipo olímpico cubano que participó en los Juegos Olímpicos de Montreal, Canadá terminando en cuarto lugar. Esta fue la única vez en que el capitalino no dominó la competencia.

Un año después volvió a hacer historia en Stuttgart, Alemania; allí se convirtió en el primer nacido en La Mayor de Las Antillas en conquistar un título a nivel de competencias mundiales. 

En 1978 volvió a coronarse mundialmente en Gettysburg, EEUU y es nombrado el “Atleta del Año” en la isla esclava. Poco se imaginarían los chiva-comunistas del desgobierno lo que ocurriría dos años más tarde.

Repite la hazaña por tercera instancia en 1979; esta vez en Thessaloniki, Grecia. Es en este calendario que también repite como monarca en Los Juegos Panamericanos de San Juan, Puerto Rico.

En 1980 cuando la escuadra cubana entrenaba en México preparándose para la Olimpiada de Moscú, el habanero se escapó pidiendo asilo en la embajada de EEUU. 

El “Niño Dorado” le propinó a la dictadura el golpe más duro de su existencia. En ese momento dejó de ser un héroe y se convirtió en villano. Su nombre lo borraron de las páginas deportivas de la isla y su persona la identificaron como non-grata. 

Urrutia había destrozado el mito de la mentira comunista que proclamaba al mundo la gran labor que realizaban con sus atletas y donde estos preferían los aplausos del pueblo a los “corruptos dólares” de los deportes profesionales. A los esbirros se les olvidó algo, LA LIBERTAD no tiene precio. 

Cuando los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en 1984 se hicieron trámites para tratar de que se le pudiera otorgar la ciudadanía norteamericana y así pudiera representar a su nueva patria. Existían precedentes de atletas extranjeros que habían recibido la ciudadanía antes de los cinco años requeridos, siendo la tenista Martina Navratilova la prueba más famosa que acababa de ocurrir en 1981. Tristemente el caso de Urrutia fue negado en gran parte por las denuncias y objeciones de los países del bloque comunista. 

A su llegada a esta nación, el rudo deporte se encontraba en su infancia y no existían los recursos ni las facilidades para competir a nivel mundial. Para el joven cubano la tarea fue extremadamente difícil ya que en adición tuvo que trabajar como cuidador de puerta de un Night Club, cajero de bodega y camionero para su sustento y el de su familia.

Seis años después logró naturalizarse, lo que le brindó la oportunidad de representar la “Bandera de las 50 Estrellas” en Los Juegos Panamericanos de Indianápolis. Allí obtuvo tres medallas de bronce y lo revindicó como uno de los pesistas más grandes en los anales del deporte. 

Más tarde vistió el uniforme de los equipos norteamericanos que compitieron en las Olimpiadas de Seúl, Corea del Sur en 1988 y la de Barcelona, España en 1992.

Fue condecorado cinco veces campeón nacional desde el año 1987 al 1992, estableciendo una marca nacional en la modalidad de los 82.5 kilogramos.

Su labor a través de los años tanto como competidor y embajador de la Halterofilia estadounidense lo elevaron al “Panteón de Los Inmortales” del deporte en el 2019.

Desafortunadamente complicaciones de salud relacionadas a la traicionera diabetes le acortaron la vida el pasado diciembre a solamente tres días de poder celebrar su 68 cumpleaños. 

Descanse En Paz Roberto Urrutia, un cubano digno que lo sacrificó todo por la libertad.

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