Ante la certeza de una nueva administración en Washington bajo el mando de Donald Trump, el gobierno de Ucrania, dudoso de la próxima política americana en cuanto al conflicto que afecta a su país, ha decidido producir, en la medida de su capacidad, armamentos defensivos y ofensivos para responder a los ataques rusos en debida proporción. En el centro de una escalada en el uso de armas, Ucrania quiere unirse a un selecto grupo de países capaces de producir misiles balísticos.

Hace un par de semanas, Kiev, en la expansión de sus ataques con más poderoso armamento, atacó blancos dentro del territorio ruso con misiles de largo alcance, suministrados por Occidente, usando los ATACMS fabricados por Estados Unidos y los Storm Shadow producidos por los británicos. Existe un evidente aire de ansiedad en este empeño de las fuerzas armadas ucranianas por alcanzar auto suficiencia en su armamento. No quieren dependencia, o al menos, disminuirla, para evitar forzadas restricciones en sus operaciones, como ha venido ocurriendo con la administración de Joe Biden, aplicando continua presión para evitar posibles reacciones nucleares de Putin, que nunca se han materializado, y que sólo han quedado como amenazantes bluffings que, dicho sea de paso, nunca han dejado de impresionar a Joe Biden y su grupo de asesores.

Pero ¿por qué esa acelerada ansiedad en la auto producción de cohetería con poder de alcance al territorio ruso? Porque, el cambio de administración en Washington, no le ofrece confianza al gobierno de Volodimir Zelenski. Ucrania necesita sus propias armas, fabricadas por ellos, especialmente cuando el presidente electo, Donald Trump, habla del término de la guerra mediante negociaciones en las cuales, probablemente, Rusia salga favorecida con obsequios de territorio tomado por la fuerza. No sabe Ucrania qué le depara el futuro con esos planes de paz arreglados en la mesa de conversaciones. Y, por si la paz no llega en términos justos, los ucranianos se preparan para una larga jornada bélica costosa y dolorosa, en sangre y desastre económico. En fin, ésta ha sido siempre una guerra arbitraria e injusta en la cual ambos combatientes saldrán profundamente lastimados en todo aspecto imaginable.

El programa de producción de estos misiles no es tarea fácil. Abundan los obstáculos. Pero para Ucrania es prioridad de primer orden para su defensa del momento, y, para la de mañana, ante la siempre posible amenaza de agresiones futuras por parte de Rusia.

Uno de esos inconvenientes descansa en el financiamiento. La nación carece de suficientes fondos para aumentar la producción con la rapidez necesaria. Otro desafío es la producción en escala adecuada puesto que misiles balísticos son particularmente costosos de producir. Aunque estas barreras potencialmente pudieran atrasar el programa, existe la posibilidad real de la ayuda exterior, principalmente de los países de la OTAN, y, por supuesto, de Estados Unidos, excluyendo cualquier dramático cambio de la entrante administración.

Por razones obvias Ucrania mantiene los detalles del programa en el más estricto secreto, pero acepta como posible, que algunos de los misiles pudieran entrar en acción en los primeros días del año entrante. ¿Significa esto que los ucranianos, de la noche a la mañana, en vista de este vigoroso empeño, obtendrían un aceptable nivel de autosuficiencia en caso de que la guerra se prolongara? Definitivamente no. Sería ilusorio darle credibilidad a tal pensamiento. En todo cálculo serio, desde un punto de vista realista, es previsible que Kiev continuará dependiendo de Occidente por cierto tipo de armamento por lo menos hasta mediados de la próxima década.

Para entonces, descontando desproporcionados eventos en el escenario europeo que interrumpa sus planes, Ucrania estaría en mejores condiciones militares, mucho más estable y con sofisticados métodos para resistir otra nueva aventura rusa. La nación tiene suficiente conocimiento y experiencia tecnológica habiendo tenido una participación importante en el diseño y construcción de cohetes de largo alcance en la era de la Unión Soviética. El país, en la actualidad, produce sus propios misiles-drone hybrid aparatos con gran efectividad.

Pese a la incuestionable alianza USA-Ucrania, existen discrepancias entre ambas naciones en referencia a la producción de misiles preferida por Zelenski, y la producción de drones de largo alcance aconsejada por el Departamento de Defensa americano que lo considera más factible por su más razonable costo. Dentro de las dificultades normales en proyectos de esta naturaleza, se imponen dos realidades para Ucrania: Está limitada en tiempo y limitada en fondos.

Incluso durante la era soviética, las plantas ucranianas no se destacaron en la producción de largos misiles de crucero, excepto por la planta de aviación de Kharkiv la cual ha disminuido en efectividad tecnológica. Tal vez siguiendo las sugerencias o consejos del Pentágono, las fuerzas armadas ucranianas han decidido continuar el avance de la tecnología de drones de largo alcance, aumentando su velocidad, precisión y poder.

Un evento curioso que marca la creatividad de la ingeniería ucraniana, forzada en parte por la imperiosa necesidad impuesta por la guerra, es la idea, puesta en práctica, de mejorar notablemente los llamados drones kamikaze y crear a su vez, drones y misiles híbridos. Esta nueva arma actúa como un drone de larga distancia, pero su motor a propulsión y su sistema de avanzada dirección, le califican como un misil.

Todo indica, que, de continuar las hostilidades, Rusia verá en 2025, nuevos misiles ucranianos bajo su cielo.

BALCÓN AL MUNDO

Rusia ha recrudecido los ataques contra Ucrania, pero, en reciprocidad, ha colectado una buena parte de la cosecha. Dos acontecimientos de enormes proporciones han estremecido al Kremlin en los recientes pasados días sacando de balance a Putin y mostrando su debilidad y vulnerabilidad. El hombre que pensaba que tenía a Siria en su control fue traído a la realidad de que todo no era más que un espejismo. Se asió a Bashar al-Assad en todos sus crímenes dándole apoyo militar de toda índole y respaldo político en toda la región. Hasta hace dos semanas hacía público su apoyo al dictador sirio, y, por último, en el abrazo de la desgracia, le extendió asilo a él y a toda su familia.

El colapso del gobierno sirio, que Moscú ha estado soportando por casi 10 años, y la posible pérdida de su base naval Tartus, junto con la base aérea Latakia, representan un golpe devastador para la imagen rusa como un actor relevante en el escenario global.

Pero, como si esta debacle no fuera suficiente, la pasada semana el Servicio de Seguridad de Ucrania ultimó, en las calles de su capital, Moscú, al general Igor Kirilov, comandante de la unidad designada para proteger a las tropas rusas de ataques químicos, radiológicos y biológicos. 

Vladimir Putin puede continuar con sus criminales atrocidades en Ucrania, pero, en el trayecto, va a recibir, con toda seguridad, buena parte de la cosecha.

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Difamación es una ofensa seria y ABC Network and George Stephanopoulos están aprendiendo la lección cuando tengan que desembolsar 15 millones de dólares en la cuenta del presidente-electo Donald Trump a quien Stephanopoulos difamó en su programa televisivo.

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Israel planea mantener estricto control por largo tiempo en sus fronteras con Siria y Gaza para prevenir ataques desde esos dos puntos. Siria, en estos momentos representa un vacío que Irán, Turquía, y por supuesto Estados Unidos, están luchando por llenar, o, al menos, para ganar influencia con los líderes de los grupos insurgentes ahora en el poder.

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En Bolivia, el expresidente y cocalero Evo Morales es buscado por la fiscalía acusado de abuso sexual envolviendo su supuesta paternidad de un niño con una menor de 15 años de edad.