Hay un hecho que, para bien o para mal, es uno de los más importantes en la vida pública americana y europea de la hora presente: la guerra en Ucrania que, sin un fin a la vista, consume cientos de miles de vidas a la par que una destrucción masiva de ciudades e infraestructuras de esa nación por la barbárica y totalmente injusta y absurda invasión rusa. Este hecho trasciende los perímetros geográficos locales para engolfar países adyacentes, y aquellos allende los mares, como Estados Unidos. La trascendencia y peligrosidad amenaza la paz y estabilidad de la comunidad mundial. Esta crisis, hoy en ciernes, pero que promete propagarse, ha sobrevenido más de una vez en la historia con espantosas consecuencias. Su fisonomía y sus terribles resultados son bien conocidos por lo aborrecibles: 1914 y 1939 permanecen en la memoria.
Tal vez la mejor manera de acercarse a este fenómeno histórico que amenaza su fatal repetición sería evitar los errores del pasado, rechazar las nefastas prácticas del apaciguamiento tipo Chamberlain que nos heredó, como lección histórica, tragedias de inenarrable horror. La Humanidad en el curso del pasado siglo, sufrió dos guerras devastadoras con millones de muertes y pérdidas aterradoras en todo sentido. Y los hijos de la presente generación no quieren su repetición ni en Ucrania, ni en Taiwán, ni en Israel.
Inicio mi columna de esta semana con estas reflexiones motivado por las circunstancias políticas que vivimos en el país, y las ríspidas condiciones que prevalecen en el teatro mundial, con una guerra de desgaste estancada en Ucrania, y la espada de Damocles pendiendo sobre Taiwán con la inminente amenaza de la china de Xi Jinping de tomar la democrática, independiente y soberana isla por la fuerza. Además, se agregan a la ecuación el futuro a corto plazo de la OTAN y la Unión Europea, dos pilares de la alianza occidental, y el posible impacto que habrán de tener sobre ellas las próximas elecciones de noviembre con un posible cambio de gobierno.
Si resulta electa la candidata demócrata, Kamala Harris, cosa impredecible por ahora, no se anticipan cambios trascendentes en la política exterior de este país, ni en la doméstica, puesto que se espera una continuación de la política existente en la presente administración de lineación centro-izquierda, en lo interior, y resistencia al eje chino-ruso en lo exterior.
Pero si Donald Trump es victorioso, algo que luce posible, el horizonte cambia su perspectiva, y, con toda certeza, habrá cambios. Y también ansiedad, elemento siempre presente en los cambios de gobierno.
Empecemos por reconocer que Trump en su segundo regreso a la Oficina Oval se enfrenta a una geopolítica muy diferente, muy alterada, comparada con la que él batalló en su primer gobierno. En Europa una espantosa guerra sigue en pie y en el Medio Oriente Israel resiste los embates terroristas de Hamas y Jezbolá.
Donald Trump ha sido un crítico abierto sobre la ayuda a Ucrania por su alto costo a esta nación. También lo ha sido contra la OTAN por la contribución de sus miembros a sus respectivas fuerzas armadas.
El temor persistente, entre un alto porcentaje de los votantes, nuestros aliados, la OTAN y la Unión Europea, percibido o real, es que una vez en la presidencia, Donald Trump corte la ayuda a Ucrania y debilite nuestra determinación en la protección y defensa de Taiwán. Estas dos naciones son de extrema importancia para la política exterior americana, para la libertad y seguridad de Europa, y la estabilidad en las proximidades del Mar Sur de Asia.
Trump tiene razón cuando se queja del precio que estamos pagando por la ayuda a Ucrania, sin embargo, le falta cuando ignora el bajísimo precio por el cual estamos recibiendo el debilitamiento de nuestro segundo más fuerte enemigo. Rusia hoy, dos años y medio desde el comienzo de su invasión a Ucrania, es una nación mucho más débil económica y militarmente, y, está, además, aislada de la mayoría de las naciones de Europa y Asia. Rusia, no deja de ser un paria por su criminal aventura en Ucrania.
Mírese así el escenario de Ucrania: Estados Unidos está involucrado en la guerra sin estarlo. No tenemos soldados en tierra ajena. Los muertos, como ya hemos dicho en párrafos anteriores, los están poniendo otros que luchan por la integridad de su suelo. Mientras tanto, Estados Unidos provee las dos terceras partes del costo monetario. ¿Cuánto es esto? ¿200 Billones? ¿300 billones? ¡cheap enough! Es enormemente más barato que derramar sangre americana joven, especialmente si se le compara con el handsome retorno que nos lega en términos de seguridad y consolidación geopolítica ante el enemigo ruso, cuyas fuerzas armadas, lucen en el presente, mucho menos impresionantes que tres años atrás, en gran parte debido a la depauperación sufrida por los 27 meses de combates mantenidos, y su medio millón de bajas.
En resumen, nuestra contribución a la resistencia ucraniana contra la invasión rusa, hasta ahora enteramente monetaria, y de equipo militar, ha sido una ganancia neta para esta nación.
La otra inquietud que permanece en la mente del americano, de los ucranianos, de la OTAN y de la Unión Europea es que el nuevo presidente Trump, que ha prometido terminar la guerra en pocos días, lo haga en la mesa de negociaciones concediéndole a Vladimir Putin lo que éste no ha podido lograr en el campo de batalla.
Solamente una persona puede borrar esas inquietudes. Y esa persona es Donald Trump. El ex presidente, y ahora candidato, le debe una cándida y transparente explicación al pueblo americano y a los aliados de nuestra nación. ¿Cuál es su plan, de ser electo, para su política exterior en relación con Ucrania, Taiwán y la OTAN? Éstos no son asuntos menores y el pueblo americano tiene el derecho a saber antes de conceder su voto.
El ex presidente se haría un gran servicio si le hablara a la nación con claridad cristalina sobre estos temas de prominente interés, no sólo para el país, sino para los que, fuera de nuestro perímetro geográfico, se afectan por las decisiones que se toman en Washington.
Si he escrito aquí más explícitamente y de forma más amplia sobre el candidato republicano, Donald Trump, que sobre la candidata demócrata, Kamala Harris, es porque por sus propias previas expresiones, Trump ha creado ambigüedad sobre ciertos puntos referentes a la política que envuelve a los países arriba mencionados, y, porque además, creo que en el momento en que escribo esta columna tiene mejores probabilidades de ser electo, salvo el advenimiento de algún imprevisible evento de magnitud sísmica que altere la realidad política del momento. Entonces, estaremos ante la gran sorpresa electoral del 2024.
Por otra parte, el tema que persigo en esta columna es ser políticamente neutro, dejando las disensiones a los propios candidatos para comentar después sus posiciones como corresponde a los periodistas de opinión independientes.
BALCÓN AL MUNDO
Las noticias que nos llegan de Venezuela luego de las elecciones del domingo 28 del pasado mes, suenan como “la crónica de una muerte anunciada”. El pequeño rayo de esperanza que albergaban los venezolanos para un regreso a la democracia se esfumó en las tinieblas del fraude. No era la primera vez que el madurismo socialista empleaba la trampa para su permanencia en el poder con el disfraz de una consulta electoral. Pero en esta ocasión el descaro y la desvergüenza han superado con creces las truculencias de seis años atrás cuando también usurpó el poder con el robo de boletas.
En todas las encuestas de opinión llevadas a cabo por firmas independientes, hasta días antes de las elecciones, el candidato opositor, Edmundo González Urrutia, aventajaba a Maduro por más de 35 puntos. Al final, mediante conteos arreglados dolosamente, se anuncia con abierta desfachatez, la victoria de Maduro con 51.7% contra 44% de González Urrutia.
Ante este palpable evidente fraude, Estados Unidos y hasta ahora 9 países latinoamericanos, están pidiendo una revisión supervisada por inspectores internacionales.
Las cosas pudieran empeorarse dramáticamente para Nicolás Maduro y su pandilla de corruptos malandros por presión de la comunidad internacional. Esta vez la reacción contra el despotismo socialista pudiera ser muy diferente…
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El líder de la organización terrorista Hamas, Ismail Haniyeh, fue abatido y asesinado en su residencia de Teherán junto con uno de sus guardaespaldas después de haber asistido a la toma de posesión del nuevo presidente de Irán.
La teocracia iraní está en estado de shock. Su servicio de inteligencia y protección no parece ser del todo eficiente ni confiable.
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La OTAN, y sus miembros, independientemente, incluyendo a Estados Unidos, están determinados a continuar el apoyo, económico y militar, a Ucrania. Si Putin albergaba algunas ilusiones en cuanto a la firmeza de la alianza, éstas se le derrumban con cada mes que pasa y no puede lograr el control de ninguna ciudad importante en Ucrania. Mientras tanto su economía y sus fuerzas armas se debilitan más y más con el paso del tiempo. La estrategia aliada parece consistir en dilatar cualquier cese al fuego mientras el enemigo agota sus reservas sin obtener resultados.
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