Dr. Luis Conte Agüero
Demetrio:
Despierta corazón: yo te convoco. Tu latido, energiza mi vivir, inspira mi contento, mi sentir. Regresan las ternuras de mi voz.
Ya el siglo me convoca y me vigila, centinela central de mi conducta. Que yo me porto bien, no caben dudas. Mi corazón tiene latir de voz.
Celoso, me vigila y me reclama
no entregarme del todo a las querellas, aunque nunca he caído en el pecado de rendir la razón al sentimiento.
Y así avanzo en la vida todavía
tratando de impedir que la injusticia consiga dominar en los dominios donde debe imponerse la razón.
Razón y corazón son los soldados
para nuestra epopeya de la vida
en la guerra continua por salvar
la pureza frutal de los caminos.
Frutal. Espiritual. Santa Epopeya
que redima al total de sus soldados. Militares de honor y decididos a consagrar las armas a su fe.
Fe en la vida final como principio
del cuerpo espiritual que lo define. Protagonista eterno del allá. Ejemplo capital: consagración.
Tal vez sea deseo y nada más.
Nada más que final de la epopeya.
Pero espero justicia; ciertamente
sin ello, esto sería una comedia.
La trágica comedia de mí mismo.
Ensueño que creció desde la infancia. Corona celestial, imaginaria. Humareda sin fin, desconcertante.
Porque si algo convoca a la esperanza en la carga de duelos en la vida. Es la lección total con mil ensueños que premie latigazos recibidos.
Afirman negaciones que no existe
un final celestial allá en los cielos.
¿Entonces para qué nos encontramos en estos terremundos de la Tierra?
Afirman negadores que no existe
un mundo superior allá en los cielos…¿Entonces para qué nos encontramos en estas querelladas de la tierra?
Si no hay cielos en cielos que no hay. Si la gloria es ficción, es fantasía, tal vez valga la pena la hermandad en esta tierra triste de la vida.
Y así saldremos de este mundo al otro. Al otro que no existe, que no hay. A morir totalmente en los olvidos después de este vivir mucho mejor.
Y como no renuncio a la esperanza del después superior del infinito, sigo siendo creyente pregonero del Dios del corazón que no renuncia.
Viva Dios en mi amor, que no renuncia. Viva Dios en mi fe, que multiplica. Yo lo creo. Y le creo, aunque no esté. Es la esencia infinita en esta vida.
Él- Ella se agiganta cada día
en la inmortalidad de la esperanza
Ella-Él son lo mismo en la emoción que mueve el corazón a mis mañanas.
Mis mañanas parece que son pocas por mis múltiples años en edad.
De algún modo me esfuerzo por prolongarlos.
Mis mañanas parece que son pocas, por mis múltiples años en edad. Trataré de vivirlas vitalmente con estos músculos reverdecidos.
Gracias doy al vigor inesperado,
Noventa y nueve son bastante y muchos crecen. Corren. Sonríen hacia el cien. Después que yo terminé mis noventa y nueve.
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