Por José “Chamby” Campos
Las páginas de la bella historia deportiva cubana están llenas de centenares de atletas que supieron poner bien alto el nombre de la isla caribeña. En una discusión beisbolera inmediatamente salen a relucir los apellidos Duque, Dihígo, Miñoso, Pascual y muchos más. Si se trata de boxeo aparecerán Kid Chocolate, Gavilán, Ultimio Ramos, Mantequilla Nápoles y otros.
En los demás deportes ocurriría algo parecido ya que la lista de atletas es larga y diversa, pero desgraciadamente no perdido, pero sí un poco olvidado está el nombre de una persona que trascendió el suelo antillano al llegar a convertirse en campeón mundial en su deporte, un hombre al cual no se puede comparar con otro compatriota o con otro hispanoamericano porque simplemente ha sido el único en alcanzar esta gloria. El autor de esta enorme hazaña fue el habanero José Raúl Capablanca y Graupera. En la historia del ajedrez nada más han existido quince campeones mundiales y Capablanca fue el número tres.
Capablanca nació el 19 de noviembre de 1888 y a la corta edad de cuatro años aprendió a jugar ajedrez observando a su padre compartir con sus amigos el juego-ciencia. Desde ese momento despunta como un niño prodigio y comienza a competir en el club de ajedrez de La Habana.
En 1901 con solo doce años de edad vence en un tremendo encuentro al que en ese tiempo era la figura ajedrecista más grande de Cuba, el campeón Juan Corzo. Los testigos de esa ocasión al igual que los entusiastas del deporte declararon que había surgido un verdadero genio.
Sus padres lo enviaron en 1904 a los Estados Unidos a la universidad de Columbia para que estudiara Ingeniería. Es ahí donde en el torneo entre universidades que se da a conocer, después de ganar invicto. Se consagra como uno de los grandes del tablero en el año 1906 al obtener el primer lugar en un torneo de partidas rápidas en el cual participó el campeón mundial Emanuel Lasker. Abandonó los estudios en 1908 para dedicarse únicamente al ajedrez y en una larga gira a través de varias ciudades norteamericanas terminó con una impresionante marca de 703 victorias, 12 derrotas y 19 tablas en partidas simultáneas.
Confiado en su juego retó al campeón americano Frank J. Marshall y lo venció 8 a 1 con cinco partidos empatados. Esta victoria lo clasificó para el prestigioso torneo de San Sebastián, España en el año 1911. En esta competencia obtuvo el primer lugar derrotando a todos los grandes jugadores de esa época con la sola excepción de Lasker. Más tarde después de triunfar en otras competencias fue declarado el retador oficial a la corona del estadounidense.
Capablanca, demostrando una gran maestría, derrotó a Emanuel Lasker en 1921 y se convirtió, como muchos habían vaticinado años antes, en Campeón Mundial de Ajedrez. Su sistema de juego aumentó a un nivel casi perfecto por su gran inteligencia y análisis de su contrario. Sus errores se minimizaron y pulverizaba a su contrincante al menor descuido. Se le apodó como la “Máquina Humana” al no perder ni una partida hasta el año 1924 donde fue vencido por el
maestro Reti.
Defendió su título hasta el año 1927 cuando contrario a lo que muchos esperaban es derrotado por el ruso Alexander Alekhine. La confianza lo traicionó y Alekhine nunca le dio la revancha que el mundo ajedrecista esperaba.
El 8 de marzo de 1942 a los cincuenta y tres años de edad falleció en la ciudad de Nueva York y su cadáver fue trasladado a su ciudad natal de La Habana.
Los éxitos de Capablanca fueron muchos y es imposible enumerarlos todos en solamente un artículo. Su tipo de juego ha sido analizado y estudiado a través de los años por su profundidad y casi perfección. Muchas de sus salidas, cambios, tomas de posiciones y sus ataques en el tablero han sido preservadas para la posterioridad. Una gran cantidad de sus partidas fueron galardonadas con premios de belleza y otras tantas con premios de brillantez. Probablemente el homenaje más grande que se le haya hecho fueron las palabras se su archirrival Alekhine, quién antes de morir, dijo “En la historia del ajedrez no ha existido un jugador con el talento y la capacidad del Gran Capablanca”.
José Raúl Capablanca, un hombre de un extraordinario talento y con mucha visión es sin duda alguna una figura que no puede, ni debe de permanecer extraviada en los archivos deportivos de Cuba ni de ningún otro país de habla española.
Aquí en nuestra ciudad de Miami residen muchos de sus descendientes.
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