Por J. A. Albertini, especial para LIBRE
PARÉNTESIS
Ves,
hoy hace brisa.
La tarde está tranquila.
El sol me habla de ti a boca llena
y sonriente.
Roberto Jiménez Rodríguez.
Del poemario Si yo te hablara…
— ¡Abuelita, tiene que tener hambre! —la empleada mujer rolliza y edad madura, le dice y sonríe. —Hoy la merienda de la tarde está riquísima. No sé Usted, pero este tiempo de agua a mi me provoca hambre.
La anciana responde a la sonrisa. Levanta la mirada y a través de la puerta ancha, de vidrios gruesos y transparentes que accede a la terraza, contempla el exterior. Nuevamente llueve y las gotas de agua, a impulsos de caprichosas ráfagas de viento, clavetean en los cristales; se escurren sobre la superficie lisa y distorsionan la visión.
La empleada, sin abandonar la expresión bonachona, persigue los ojos claros, color miel, de la anciana.
— ¡Qué va!, imposible salir afuera. El primer aguacero fue tan inesperado que el reclinable que usted prefiere se mojó todo. De carreras tuvimos que salir; apiñar los sillones y cubrirlos con lonas. El último parte meteorológico dice que mañana hará buen tiempo. Pero bueno, por ahora disfrute de la merienda que después de la tormenta viene la calma. El helado, ¿con o sin sirope…?
Y los gallos, aunque aquí no los escuche, cantarán al nuevo día. Cantarán por ti y por mí; a pesar de la tormenta y los truenos, la anciana piensa y paladea la crema helada. La prefiere sin sirope.
**********
—Eso de no perderme en el tiempo se oye agradable; como campanadas de iglesia dominical —Cenia dijo con inflexión melancólica.
—Debí decir no perdernos —Rodolfo amplió.
—Eres insistente e inclusivo —ella afirmó y la voz se limpió de tristeza.
— ¿Es una crítica…?
— ¡Nada más lejos! Es admiración por tu tenacidad.
—Mi obstinación estriba en que las oportunidades que se dejan pasar nunca vuelven. Segundas oportunidades siempre serán diferentes porque, entre otras cosas, arrastran el desperdicio y el sentimiento de frustración que sembró la primera.
— ¿Y la ocasión, para ti, que no debemos dejar pasar, es que ahora, en este preciso instante, admita que comparto el sentimiento que me has declarado?
—Exacto.
— ¿No es eso conformarse con muy poco…?
—Es empezar a construir con los elementos disponibles. Sin cimientos no se levantan torres y edificios —Rodolfo respondió.
—Bueno, Adán y Eva, según cuentan, se hicieron de barro y mira a donde hemos llegado —Cenia forzó una broma.
—Al responderte, el barro fue el primer elemento que me vino a la cabeza, pero lo deseché porque calculé que si lo mencionaba ibas a encontrar referencias bíblicas o místicas, que te hiciesen pensar que soy
mucho más idealista de lo que crees. Mis sentimientos, respecto a ti, están bien centrados.
—Cuando de construir sentimientos se trata muchos pensamos en el barro… la arcilla —Cenia reflexionó.
—Los símbolos de las creencias llenan el lenguaje —Rodolfo matizó.
Cenia no respondió. Se alejó unos pasos y respiró tan hondo que la espiración cuajó en un suspiro.
—Nací y crecí aquí, en el pueblo. De niña, de la mano de mis padres, conocí a familiares y afectos que quise y sigo queriendo. Silvio es un ejemplo. Recuerdo algunas excursiones al campo que de adolescente, ya residiendo en el extranjero, en vacaciones volví a realizar. Todo era muy bonito y emotivo pero, por lo regular, a finales de la temporada el deseo por reintegrarme a los estudios y a las amistades era más fuerte que todo. Muchas veces, en comunión interior, me califiqué de insensible y falta de amor para con mis padres. Ese sentimiento, cuando me asaltaba, lo conjugaba al razonar que, por ser hija única, fruto de un matrimonio económicamente pudiente, fui criada muy consentida, juicio bastante certero. Luego, buscando lo mejor para mí, apenas salida de la niñez me enviaron a estudiar al extranjero. Allá forjé amistades valiosas. De hecho estoy comprometida. Eso ya lo sabes…
—Algo me habías contado. Lo nuevo es que con anterioridad lo hacías ocasionalmente, cuando entendías que debías corresponder a mis confidencias. Ahora no ha sido así. Has hablado para ti, como si yo ni estuviese presente. Has expuesto sentimientos y algo de alma. ¿Por qué lo has hecho…? —Rodolfo se le aproximó.
No habló de inmediato. Retrocediendo de frente, volvió a distanciarse. Con la mirada lo enfrentó y con voz pausada dijo.
—Porque al conocerte las cosas de aquí; esos detalles, los llamaré de esa manera, que para mí no implicaban mucho, han adquirido un significado nuevo. El significado del amor. ¿Respondo a tu pregunta…?
(Continuará la semana próxima)
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