(II de III)
Stalin trató de alardear ante el mundo la gran victoria del ejército rojo en la segunda guerra mundial, fabricando su propia historia falsa; pero la realidad es que en 1941 ciento treinta y cinco divisiones alemanas con 3,550 tanques lograron ocupar casi la mitad de la Rusia euroasiática en pocos meses, llegando a las puertas de Moscú mientras los rusos abandonaban miles de cañones y equipos militares y se daban a la desbandada a pesar de contar con 360 divisiones y más de 14,000 tanques en condiciones de operar.
Y de no haber sido por el potencial industrial y militar de Norteamérica y la enorme cantidad de equipo bélico desembarcado a la carrera en los puertos rusos, así como las fábricas militares completas que llegaban a través del puerto ruso de Vladivostok en secciones desarmadas, Rusia hubiese sido aplastada totalmente, y jamás los cañones de campaña de los ejércitos soviéticos de Zhukov y Koniev hubiesen podido rodear a Berlín tras cruzar el Vístula en el capítulo final de la derrota alemana. Rusia jamás agradeció ni reconoció de manera pública la ayuda vital de Norteamérica, y cambió la historia para ensalzar al Ejército Rojo.
Los comunistas son muy buenos en la propaganda, la subversión y la demagogia. Son malos en todo lo demás, como hemos visto en Ucrania, donde el pequeño mejor ejército del mundo ha demostrado ser muy superior al enorme peor ejército del mundo. La destreza táctica y estratégica del ejército de Ucrania, su determinación y arrojo, y su patriotismo a toda prueba, han dejado en ridículo al torpe ejército ruso, abundante en armamento, pero experto sólo en abuso, crimen y pillaje.
En proyección y retrospección, Ucrania ha sentado las bases que constituyen un duro ejemplo para muchos en el futuro, así como para otros en el pasado, como el ridículo ejército de Vietnam del Sur que entregó miles de armas y tanques tan pronto como el ejército de los Estados Unidos les dejó bien entrenados y equipados para defender su propia nación en 1975; y ni qué decir del ejército de Afganistán, que hace sólo 15 meses, dotado de cientos de tanques y vehículos de transporte de tropas, equipado y bien entrenado durante dos décadas, prefirió, sin embargo, abandonar las armas y correr cobardemente para defender sus vidas, antes que empuñarlas valientemente para defender su país.
Y así, los harapientos talibanes se hicieron con todo el armamento numeroso y moderno que Estados Unidos dejó en Afganistán, y se adueñaron de nuevo del poder, casi sin entablar batalla alguna.
¡Qué ejemplo de valor y entereza está dejando al mundo el ejército de Ucrania!
Mucho se ha escrito sobre Leónidas y sus 300 espartanos en la batalla de las Termópilas, casi cinco siglos antes de Cristo; pero en el futuro muchos libros se escribirán sobre la indomable determinación de Ucrania y la resistencia y proeza de sus hijos.
Un simple día de frío ártico sin electricidad, agua o comida nos daría una ligera idea de lo que están pasando a diario millones de ucranianos por defender a toda costa su derecho a la libertad.
Pero si los países occidentales comienzan a dar señales de fatiga ante el costo económico y militar de la guerra en Ucrania, donde solamente Ucrania pone la sangre, el sudor y las lágrimas, mientras nosotros sólo ponemos los recursos económicos y militares, y si la prensa comienza a aburrirse de las noticias diarias sobre Ucrania, estaremos colocándonos al cuello la famosa soga con la que el Chino Rojo Mao-Tse-Tung prometió que nos ahorcaría.
Sí, es importante hablar del estado del tiempo, los deportes, las elecciones locales o los presupuestos de la nación, pero es mucho más importante hablar diariamente del futuro del mundo libre donde en un escenario lejano llamado Ucrania, hombres y mujeres de todas las edades, así como niños y niñas mueren diariamente por defender el sagrado derecho de ser libres en su propia nación sin someterse a estos comunistas disfrazados de progresistas o autócratas.
Si Norteamérica no hincó la rodilla ante la otrora Unión Soviética, no puede hacerlo ahora ante el gángster formado por ella, nombrado Vladimir Putin.
Felipe Lorenzo
Hialeah, Fl.
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