Por José “Chamby” Campos
La semana pasada fue bien cruel con la ciudad de Holguín ya que dos de sus hijos se despidieron para siempre. Después que se recibiera la noticia del fallecimiento del genial músico, compositor y arreglista Juanito Márquez, fuimos notificados de la muerte del lanzador derecho Diego Seguí.
Nacido el 17 de agosto de 1937, el oriental es uno de esos peloteros que, a pesar de no haber ganado una Serie Mundial, de la cual estuvo bien cerca, es dueño de una carrera profesional interesantísima que comenzó en el 1958 y culminó en 1985 a la edad de 47 años.
Donde quiera que actuó dio lo mejor de él, siempre respetando el deporte con su amor al juego. Su aporte fue el máximo en todo momento y donde quiera que se necesitara. Abrió partidos, los salvó, fue lanzador de relevo de múltiples entradas. Su diestra siempre lista para ayudar a su novena.
Sus actuaciones en el montículo lo llevaron desde tan cerca como su nativa Cuba hasta la lejana isla de Hawái y en el interino a Puerto Rico, Nicaragua, Venezuela y México a través de todas las clasificaciones en el Béisbol Organizado. Su resumé de situaciones interesantes y curiosas son múltiples. Cuando todo parecía haber llegado a su fin tras su despido de Grandes Ligas, Seguí comenzó otra triunfal jornada en los terrenos de México y Venezuela países donde se convirtió en leyenda.
Se inició en el profesionalismo firmando con la organización de Los Rojos de Cincinnati gracias al scout Corito Varona antes del comienzo de la contienda del 1958; desafortunadamente fue despedido después de unas semanas.
Inmediatamente enlistó con el equipo de Tucson en la liga México-Arizona y al final de la campaña su contrato fue obtenido por la organización de Los Atléticos de Kansas City después que estos se mudaran de Filadelfia. Con esta contratación, a pesar de que fuera canjeado en varias ocasiones, el holguinero encontró su hogar para toda la vida. La ciudad del centro de EE.UU. fue su morada hasta el fin de sus días.
Durante las ediciones del 1958-1959 y la de 1960-1961 incurrió en el elenco de lanzadores de los Leones de La Habana en la Liga Invernal Cubana.
Debutó el 12 de abril de 1962 frente a los Mellizos de Minnesota actuando como relevista. Se enfrentó a su compatriota Zoilo Versalles quien le negoció un boleto. Dentro de su escuadra ese día participaron sus paisanos Leo Posada y José Tartabull en los outfielders además de su compañero de batería José Azcue.
El 9 de abril de 1963 junto a su coterráneo Camilo Pascual de Los Mellizos se convirtieron en el primer dúo de lanzadores no nacidos en EE.UU. en abrir la temporada para sus respectivos conjuntos.
Después de seis años en las filas de los Atléticos, excepto por un corto período en 1966, fue seleccionado en el draft de expansión por la nueva franquicia, Los Pilotos de Seattle.
Es en esa ciudad donde hizo historia ya que han tenido dos equipos en diferentes épocas y en ambas ocasiones Seguí lanzó en el primer encuentro de cada una. Hay que destacar que a pesar de lo horrible que fue esa única contienda, el cubano fue seleccionado el Jugador Más Valioso del equipo.
La primera vez fue el ocho de abril de 1969 cuando los Pilotos debutaron y él relevó en la sexta entrada. La otra ocurrió el seis de abril de 1977 cuando Seattle por segunda vez fue otorgada una sede, (la novena original con solo una campaña de existencia fue renombrada Los Cerveceros y se marcharon a Milwaukee donde residen actualmente). Ese día Diego Seguí abrió el juego de apertura inmortalizando su nombre. De hecho, se ganó el apodo por el cual fue reconocido desde ese momento, “El Antiguo Marinero”.
No fue afortunado con Las Series Mundiales. Aunque se llevó la corona de pitcheo en 1970 con un promedio de 2.56 carreras limpias por juego y fue uno de sus más consistentes relevistas, fue canjeado a Los Cardenales de San Luis justo antes que Oakland comenzara su trío de coronas mundiales. En 1975 participó en la Serie Mundial que los Medias Rojas de Boston perdieron frente a Los Rojos de Cincinnati junto a su compadre Luis Tiant.
Cuando su carrera concluyó en La Gran Carpa se llevó su talento a la Liga Mexicana y allí durante ocho años fue uno de los serpentineros estelares, consiguiendo una marca de 96 victorias y 61 derrotas con una efectividad de 2.91 carreras limpias por juegos ayudados por 1,025 ponches propinados. Su momento de gloria ocurrió el 21 de junio de 1978 cuando vistiendo la franela de Los Cafeteros de Córdoba le propinó un juego perfecto al equipo de Nuevo Laredo. En ese instante contaba con casi 42 años de edad.
En la Liga Invernal Venezolana dejó una huella imborrable que dejó una estela de 95 triunfos situándolo como el extranjero con más victorias en la historia de la liga. Su carisma y su entrega al equipo lo hicieron uno de los jugadores favoritos del pueblo venezolano. Participó durante 15 temporadas siendo la primera en 1962.
Cuando sumamos todas sus victorias en las ligas profesionales que actuó sobrepasan las 300.
Fue exaltado al Salón de La Fama del Béisbol Cubano en 1997 aquí en la ciudad de Miami. Miembro del Salón de La Fama del Béisbol Profesional Venezolano, El Salón de La Fama de Las Ligas del Caribe, El Salón de la Fama de La Herencia Hispana en San Francisco y también recibió el “Premio por su trayectoria en el béisbol” por parte de El Museo de Las Ligas Negras.
Lejos de su natal Holguín y en su amado Kansas City se marchó de este mundo un gran lanzador, pero mejor aún una gran persona.
DEP Diego Seguí.
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