Peinando los verdes campos
que adornan a Venezuela
se desliza el Orinoco
en longitud tan extensa
que sobrepasa los mil
kilómetros en su cuenca.
Según aseguran todos
los duchos en la materia,
en el año mil quinientos,
efectuando una proeza,
Vicente Yáñez Pinzón,
jefe de una Carabela,
descubre este hermoso río
que nombre indígena ostenta,
y que explorara riesgoso
en el mil quinientos treinta
y dos, otro navegante
español de pura cepa,
llamado Diego de Ordaz,
de quien tanto se escribiera,
luego que a Diego Velázquez
con honradez le sirviera
en la conquista de Cuba,
mi siempre querida tierra,
Además, este marino,
según la Historia nos cuenta,
como teniente en las tropas
de Cortez antes fungiera
cooperando heroicamente
en la Conquista completa
del bello Tenochtitlán
palacio de los aztecas,
donde era Rey Moctezuma
al punto que Hernán venciera
junto con Jicotencal
a la heroica resistencia
de aztecas que defendieron
su sagrada fortaleza.
Volvamos al Orinoco
y pongamos en presencia
que fueron los Jesuitas
quienes, con benevolencia,
asombrados descubrieron
que el Orinoco alimenta
con sus aguas tumultuosas
del Amazonas su cuenca.
Un brazo del Orinoco
Al Casiquiare penetra
y lo lleva presuroso
a la guinea de aguas negras,
que al afamado Amazonas
su enorme caudal le entrega.
El Orinoco nombrado
que no corre, sino vuela,
es el más grande de todos
los que riegan Venezuela
y que, además, orgulloso
en la numérica cuenta
de los caudalosos ríos,
que bañan la bella América
del Sur, lo ves ubicado
en la posición tercera
sobre estas tierras feraces
que brinda Naturaleza.
Eladio Peña Trujillo
Miami, Fl.
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