Desde 1951 a 1959 los cubanos tuvimos un ídolo beisbolero, que se llamaba Guillermo Miranda Pérez y todos lo decíamos “Willy”. Hasta los habanistas admiraban sus acrobáticas atrapadas.
Según el antiguo manager de los Dodgers Tom La Sorda: “A la defensiva no ha nacido ni nacerá un mejor shortstop que el cubano Willy Miranda”.
Ese glorioso cubano nació en Velasco, Oriente, el 24 de mayo de 1926 y siendo un niño su padre -según sus propias palabras- le regaló un humilde guante y lo hizo practicar en un solar yermo del Central Velasco, mañana, tarde y noche.
Al respecto durante una entrevista televisada, el ex dirigente de los Orioles, Paul Richards, declaró: “Willie no bateaba mucho… “pero ¡que manera de fildear”. Sus atrapadas eran espectaculares, cubría un terreno enorme, poseía un brazo de privilegio y sacaba la bola del guante con más rapidez que un mago saca la carta de la manga del saco”.
Según me contaba uno de mis hermanos elegidos Ángel Torres “La Biblia del Béisbol cubano”: El sábado 7 de septiembre de 1996 en Baltimore, falleció de un enfisema pulmonar, como consecuencia en parte a que le salvó la vida a cuatro de sus vecinos en un incendio, tuvo que ser ingresado en un hospital, por causa de las inhalaciones de humo, y esto afectó su salud por el resto de su vida.
Willy fue “Capitán’ de los Azules del Almendares en la extinta Liga Cubana de Béisbol y “General” en cualquier terreno a la hora de fildear una pelota.
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