El Museo Cerralbo, una de las joyas menos conocidas de Madrid, cumple cien años. Fue ‘el capricho’ de un marqués que revolucionó la concepción del coleccionismo y la arqueología, Don Enrique de Aguilera y Gamboa, el XVII marqués de Cerralbo.
Por Amalia González Manjavacas
Este palacio de ensueño fue donado al Estado por su dueño y convertido en 1924 en museo estatal con toda una rica y variada colección de arte que incluye desde lienzos de Goya, Zurbarán o El Greco, pasó a convertirse en museo estatal después de la muerte del marqués.
El marqués de Cerralbo, a su fallecimiento en 1922, legó al Estado sus colecciones, parte del edificio y rentas para sostener el futuro museo. El legado se aceptó en 1924 y se incrementó en 1927 con el de su hijastra, Amelia del Valle.
Se cumplía así la voluntad de Enrique de Aguilera y Gamboa, XVII marqués de Cerralbo, aristócrata y máximo representante durante varios años del Partido Carlista, (partidarios de hermano de Fernando VII, Carlos, al morir el rey y no de su hija Isabel II) toda una personalidad de la época, y senador vitalicio, que destacó como coleccionista de arte, historiador y hasta pionero de la arqueología española, llevando a cabo más de 150 excavaciones.
Al morir, donó sus colecciones para que se mantuvieran “siempre reunidas para servir el estudio de los aficionados a la ciencia y al arte”, como dejó redactado en su testamento.
La construcción del edificio principal y del templete se inició en 1883 y se llevó a cabo por los arquitectos Alejandro Sureda, Luis Cabelló Asó y Luis Cabello Lapiedra. La familia Cerralbo Villa-huerta lo inauguró en el año 1893 y habitó en él hasta 1927, fecha en la que muere Amelia del Valle, último miembro del núcleo familiar.
“Esta noche se inaugura con una gran fiesta el nuevo palacio que en las calles de Ferraz y de Ventura Rodríguez acaba de construir el marqués de Cerralbo. El arte y la riqueza han colaborado juntos para convertir aquella morada en suntuosa vivienda y en rico y variado museo. Cada adorno evoca una época, cada objeto trae a la memoria un hecho glorioso”.
Está situado en el barrio de Argüelles, (del Ensanche del XIX) muy cerca de la Plaza de España, del Palacio Real, del Templo de Debod, del Parque del Oeste. Desde la madrileña calle Ventura Rodríguez se ve una gran puerta de entrada, con amplio zaguán de esos señoriales del XIX que te abren y guian a la escalera de honor, y que deja ver unas magníficas paredes de estuco de colores con motivos heráldicos.
Al ascender por ella se llega al piso principal donde encontramos un gran número de salones, despachos y zonas de estar ricamente decoradas que nos van mostrando la vida de una familia de finales del XIX y principios del XX. Sorprende el llamado Salón de Columnitas con el techo pintado o el Salón de Baile decorado por Máximo Juderías Caballero (1867-1951).
Juan Cabré, su primer director y su hija Encarnación, primera arqueóloga española
Pero cómo y cuando arrancó este museo, hoy centenaraio. El propio marqués de Cerralbo designó en su testamento a Juan Cabré Aguiló como primer director del museo (1922-1939). Su labor fue fundamental, pues realizó el inventario general de las colecciones del museo y se ocupó de adecuarlo a su nuevo uso y protegerlo durante la Guerra Civil.
Cabré, director vitalicio del museo y uno de los arqueólogos más importantes de entonces fue además el artífice de uno de los pilares del Museo: el inventario general de 1922, gracias al cual favoreció la conservación de las piezas, evitando el expolio en los años de guerra y posguerra, además de conocer la ubicación exacta de todos los objetos.
Era una época en la que el director vivía en el palacio junto a su familia y lo hizo hasta el final de la Guerra Civil, años durante los cuales protegió el legado del marqués a riesgo de su propia vida, ya que el frente se encontraba a escasos metros de distancia.
“En la Casa de Campo y al otro lado del río estaba colocada toda la artillería de los sublevados”, comenta Carmen Jiménez Sanz, actual directora del museo que añade: “El barrio, al final de la contienda, resultó muy dañado, pero el museo se mantuvo y eso tuvo que ver con la labor responsable y valiente de Cabré, que se quedó allí y lo custodió”.
Su hija, Encarnación Cabré, vivió en el palacio 17 años y se convertiría inundada de la pasión por la historia de su padre y el entorno en el que vivió, es la primera arqueóloga que se licenció y que ejerció como tal en España.
Peso tiene en la obra del museo, el papel de su esposa, la propia marquesa de Cerralbo, Inocencia Serrano, así como sus hijos Antonio y Amelia del Valle Serrano, marqueses de Villa-Huerta que eran hijastros del marqués, de un matrimonio anterior de su mujer, en cuyas vidas se va profundizando a medida que los diferentes estudios se suceden.
Es uno de los pocos palacios decimonónicos que todavía conserva su decoración original y por sus más de 50.000 objetos que incluyen antigüedades, esculturas, mobiliario, artes decorativas, dibujos, grabados o pinturas, entre las que sobresalen grandes nombres como Goya, Zurbarán, El Greco, Tintoretto o Alonso Cano.
Y así lo ve el público, que lo ha convertido en uno de los más valorados de la capital, como lo demuestran sus más de 165.000 visitantes el año pasado, nos informan fuentes del propio museo.
“Este es un palacio que tiene una colección cerrada, pero nosotros sí que hemos planteado cómo crecer, y lo hacemos a partir de documentos, libros, objetos y obras de arte que hayan podido tener que ver con la familia Cerralbo y la familia Villa-Huerta”, resalta Jiménez.
Fue un hombre generoso preocupado por la cultura, parte de los anhelos de su mujer de sus hijos, le encantaban los relojes, instrumentos, de finales de la década de 1920. A los marqueses de Cerralbo le gustaba la pintura barroca española, la numismática, y todos los objetos que estén relacionado con la belleza, relojes, instrumentos, jarrones, muebles, ricas telas y tapices, una gran colección de armería, lámparas de murano, muebles de varios estilos, barrocos y neoclásicos, que reflejan la vida de una familia acomodada.
Un patrimonio el del Marqués de Cerralbo que abarca también otro, mucho menos conocido, el de Santa María de Huerta, la finca de recreo que la familia tenía en Soria.
Cuatro grandes áreas en las que el museo incide: conservación, investigación, difusión y apertura al público.
Pues bien de ellas, “se ha incidido fundamentalmente en la investigación y en conocer más para poder ofrecer lo mejor al público especializado y al público general” nos subraya Ana Romero, conservadora del departamento de Difusión y Comunicación.
0 comentarios