Quienes todavía sueñan con la posibilidad de apaciguar a China Roja para que de alguna manera desista de su obsesivo intento de tomar a Taiwán, o quizá opinan que algunas presiones diplomáticas o la concertación de un acuerdo sobre el Mar de la China pueden constreñir a los comunistas en su tentativa de invadir la isla y someterla (una isla que, por cierto, nunca ha gobernado ni controlado el régimen comunista chino), o sugieren que incluso moderadas adjudicaciones comerciales, o ligeras flexibilidades políticas por parte del gobierno de Taiwán lograrían el codiciado propósito de evitar un enfrentamiento militar, deberían comprender claramente que todas esas contemplaciones inútiles no constituyen más que el epítome de lo absurdo.
El dictador maoísta Xi Jinping, poseedor de todos los «atributos» que ya hemos descrito en ocasiones anteriores, ha reafirmado su advertencia al Ejército Popular de Liberación, que debe estar listo para la guerra. Y nunca, ni él ni sus predecesores, han aceptado renunciar al uso de la fuerza para unificar a Taiwán con el gobierno comunista chino, a pesar de insinuar diplomáticamente que ese sería el último paso a tomar si no hay un acuerdo pacífico.
En realidad, lo mismo China Roja que Taiwán, así como los Estados Unidos y sus aliados democráticos están listos para lo que parece inevitable. Entonces, la verdadera pregunta, la única pregunta es: ¿Podrá resistir Taiwán?
A pesar de lo taimados y perversos que son los comunista chinos —al igual que todos los demás comunistas del mundo—, el Partido Comunista Chino y su hegemónico líder Xi Jinping también se han formulado seguramente la misma pregunta miles de veces, aunque siempre en el secreto seno del PCC, sin que se deje entrever la menor sospecha de su inseguridad en el éxito de dicha arriesgada empresa.
Pero no hay que ser muy profético para evaluar con todo acierto la gigantesca dificultad que deberá enfrentar China Roja si elige tomar la senda bélica. ¡Los comunistas chinos se abocarían ante cuatro formidables adversarios!
El primer formidable adversario del PCC: La Geografía Natural de la Isla de Taiwán.
A pesar de contar con quince hermosas playas que son famosas en el mundo entero, y varias calas menores a lo largo de sus rugosos esteros, tan sólo tres o cuatro son aptas para nadar por las fuertes corrientes que día y noche las surcan a toda hora.
Con la excepción de la playa de “Fulong”, cercana a Taipei, la capital, en la porción norte de la isla —que es la playa preferida por la juventud—, y quizá la playa de “Jici Beach” en la zona de Hualien, al este, con invitantes aguas turquesas; y, por supuesto, la playa “White Sand Beach” que cobró celebridad en el mundo por la filmación de la película “The Life of Pi”, las otras ofrecen muy limitas extensiones, con arenales formados de cenizas volcánicas, y se hallan casi enfrentadas a los enormes farallones riscosos y las elevadas cordilleras de follaje impenetrable que se alzan desde pocos centenares de metros de sus riberas.
Taiwán, además de contar con muy pocas playas considerando sus dimensiones de 35,808 kilómetros cuadrados, (36,197 incluyendo Penghu, Kinmen, Matsu y los numerosos islotes), es la cuarta isla más alta del mundo, con terreno muy desigual y espigados picos coronando sus masivas cordilleras. La cadena montañosa “Yushan Range”, por ejemplo, que se empalma al costado de “Central Range”, exhibe la cumbre más elevada de la isla, nombrada “Yu Shan” (“Montaña de Jade”) de 12,966 pies de altitud, unos 3,952 metros, y hay más de doscientas cúspides que sobrepasan los 3,000 metros de elevación.
Ambas cordilleras corren a todo lo largo de la isla, por su parte central y oriental, con una longitud de 210 millas y una holgura de 50. Las cinco cadenas montañosas de la nación poseen una sólida formación rocosa, con relieve muy irregular sumado a densa boscosidad casi infranqueable (y están saturadas de numerosas cuevas secretas militares, enclavadas profundamente, de varios kilómetros de extensión, contando hasta con aeródromos subterráneos en una inversión de miles de millones y decenas de años).
No existe una sola playa de fácil penetración hacia el interior para cuerpos anfibios de invasión; y, en casi todas, las masas de tropas que lograran desembarcar se verían embotelladas en sus marismas y susceptibles a ser aniquiladas con todo su material, vehículos y lanchas de desembarco, sin poder adentrarse por los estrechos y elevados acantilados de las compactas serranías, cuyos frentes costeros se hallan salpicados de profundos blocaos militares con artillería pesada y cohetería de cuarta y quinta generación; cuevas capaces de resistir incluso los cohetes crucero de doble impacto, elaborados para penetrar y destruir reductos, pero incapaces de devastar por completo semejantes estructuras de tan profunda y larga ramificación, horadadas en la roca viva.
Felipe Lorenzo
Hialeah, Fl.
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