(A doscientos años de su arribo a los Estados Unidos)
Por Rafael Jesús de la Morena SAntana
En el 2023 se cumplen dos siglos de la llegada de un guerrero de la religión y la libertad, el Padre Félix Varela Morales, al baluarte de los valores más preciados de la raza humana, los Estados Unidos América. Entonces pocos se enteraron del hecho de que había desembarcado en la tierra de la democracia y las oportunidades, un defensor a ultranza de la justicia y profeta del evangelio del Redentor.
De este suceso se desprenden dos cuestiones: ¿Por qué un hombre como Varela, que amaba tanto a su pueblo, su Iglesia y la bella Isla donde nació, emigró a los Estados Unidos en 1823?, ¿Cuál fue su aporte al sueño americano?
La respuesta puede ser tan extensa, como la larga y ejemplar trayectoria que recorrió el ilustre cubano antes de llegar a la gran República de América del Norte, y las múltiples tareas que desarrolló dentro del coloso norteamericano, muy conocidas en los círculos intelectuales y académicos, pero ignoradas por la mayoría de la juventud cubana e internacional, por la política ateísta de los sinvergüenzas que desgobiernan a Cuba.
Esos tiranos crearon en 1981 la Orden por la Cultura Nacional Félix Varela, pero obviando su faceta de misionero de la Iglesia Católica, y sin darle la connotación como Profeta de la Independencia. En las escuelas se menciona de forma breve que es el ideólogo del independentismo, sin profundizar sus tesis sobre la libertad individual, además le llaman el presbítero, palabra que los muchachos no identifican como sacerdote, a no ser que un profesor con valor y ética lo aclare.
Por eso queremos en pocas cuartillas, labor exigente por la abundante información que hemos acumulado durante lustros, hacer un aporte a la difusión de la extraordinaria figura del Padre Varela entre los jóvenes, que deben admirar y seguir a uno de los cubanos más insignes, cuyas enseñanzas siguen vigentes en el siglo XXI y lo estarán para los tiempos por venir.
Nuestro relato comienza con el natalicio de Félix Varela en La Habana el 20 de noviembre de 1788, en la Siempre Fiel Isla de Cuba, Llave del Golfo y Antemural de las Indias Occidentales, una de las joyas de la Corona de la Dinastía Borbónica española, que en ese momento dominaba el Imperio más rico y poderoso del Mundo.
Desde su infancia, el Padre Félix Varela Morales, Precursor de la Independencia de Cuba, ha tenido vínculos con la Historia norteamericana, ya que su niñez la pasó en San Agustín de La Florida. El abuelo paterno, coronel Bartolomé Varela, fue destinado como jefe militar en el Castillo de San Marcos y se llevó consigo al nieto, que hacía poco había perdido a su madre Doña María Josefa Morales Medina. Su padre, el teniente del Regimiento de Fijos de la Habana, Don Francisco Varela también estuvo de guarnición en la fortaleza de la ciudad.
Se dio así el caso de que el eminente sacerdote, literato, pedagogo, científico, músico, periodista, revolucionario y sobre todo pastor de su grey, a la que se entregó en cuerpo y alma hasta el final de sus días, viviera y estudiara las primeras letras de sus años infantiles, entre 1790 y 1802, bajo la tutela de los defensores de la enseña roja y gualda, en San Agustín de La Florida, que entonces formaba parte de la amplia Capitanía General de Cuba que alcanzaba los 262 556 km2 de extensión.
Durante aquellos años su principal guía, fue el sacerdote Michael O’Reilly, notable intelectual que provenía de la Verde Erin, sojuzgada por Inglaterra, que conocía el despotismo y la discriminación religiosa, este profesor le impartió una cultura moderna, influida por la Ilustración y caracterizada por la estrecha relación entre catolicismo y patriotismo, con él aprendió música, latín, elementos del inglés y preceptos religiosos. En su compañía pudo constatar la terrible injusticia de la esclavitud.
Entonces, influido en su educación integral por el patrón del Padre Michael O’Reilly, cuando al ya adolescente, que había dado muestras de habilidades físicas y mentales, su abuelo le propone incorporarse a los estudios militares, tradición familiar, Félix Varela lo sorprendió al explicar su deseo de ser sacerdote con argumentos sublimes: “…porque mi vocación no es matar hombres sino salvar almas…”.
En 1802 matriculó en el Real y Conciliar Colegio Seminario de San Carlos y San Ambrosio de La Habana, donde tuvo entre sus profesores, a uno de los forjadores de la conciencia nacional cubana, el padre José Agustín Caballero, que vio en Varela una aguda inteligencia y disposición al conocimiento de la religión, la cultura y las ciencias. A la vez se incorporó a las aulas de la Universidad de La Habana a cursar asignaturas complementarias, de las que rindió con facilidad los exigentes exámenes.
Ordenado como sacerdote en la Catedral por el Obispo Juan José Diaz de Espada en 1811, este religioso de ideas avanzadas, a sabiendas de las dotes excepcionales del joven que en ocasiones había sido capaz de cubrir los puestos de sus maestros, le ofrece quedarse a trabajar como docente en el propio Seminario de San Carlos y San Ambrosio, que tiene carácter de universidad. Allí da clases de latín y filosofía.
Priorizó el uso del español sobre el Latín en las clases de Filosofía y Ética, impulsó el interés por las ciencias. Fundó la Cátedra de Física Experimental Moderna, y el primer laboratorio avanzado de Química y Física en Cuba, con el equipamiento más reciente de la época, que él mismo ordenó comprar en Europa y Estados Unidos. El tomo III de sus Lecciones de Filosofía, fue dedicado al estudio de la Química, tradujo al español “Elements of Agricultural Chemistry” del inglés Humphrey Davy, libro vital para un país agropecuario como la Perla de las Antillas.
A la vez estudia las diferentes doctrinas políticas y económicas del siglo XVIII, leyó las obras de Condillac, Rousseau, Bacon, Descartes, y del médico inglés John Locke padre del liberalismo y las ideas de libertad y democracia en el Reino Unido y Europa que era su figura preferida. Es un profundo conocedor de los acontecimientos históricos, principalmente de las dos revoluciones que abrieron nuevos horizontes a la Humanidad: la de la Independencia de las 13 colonias norteamericanas y la francesa.
Sus conocimientos los vertió en publicaciones como: “Instituciones de filosofía ecléctica para el uso de la juventud”, “Doctrinas físicas”, “Elencos”, “Apuntes filosóficos sobre la dirección del espíritu humano”, “Máximas morales y sociales”, “Lecciones de Filosofía”, con cuatro tomos de novedoso valor pedagógico, donde el autor rompió con el escolasticismo, y devendrían fuentes del patriotismo. En 1819 redactó una obra donde el sabio sacerdote se supera a sí mismo, la “Miscelánea filosófica”.
Entusiasta de las artes, fundó la Sociedad Filarmónica, que favoreció el auge de la enseñanza musical, los coros y el estreno de obras cubanas y del repertorio internacional, así como del teatro. Su capacidad de trabajo en pro del bienestar de la Isla lo convirtió en miembro de mérito de la Sociedad Económica de Amigos del País (SEAP), principal institución dedicada al fomento integral de la colonia.
Listo a mayores empeños, cuando en 1820 se produce la Revolución de Rafael del Riego y se instaura un régimen liberal en España, en Cuba eligen a Varela para impartir la Constitución de 1812, es la primera Cátedra de América Latina para enseñar Legalidad y Responsabilidad Civil, ahora tenía la oportunidad de poder explicar ese documento desde sus propios puntos de vista, la frase con que inauguró el curso el 18 de enero de 1821, impactó a todos: “Esta es la Cátedra de la Libertad y los Derechos del Hombre”.
Sus conferencias eran escuchadas por una muchedumbre de jóvenes que se apiñaban en el Aula Magna del Seminario de San Carlos y San Ambrosio, y por ventanas y puertas, sus palabras fueron la semilla del pensamiento de discípulos que serían la vanguardia intelectual de Cuba, como Domingo del Monte, José Antonio Saco, José de la Luz y Caballero, Felipe Poey y Rafael María de Mendive, este último fue el maestro que supo trasmitir el ideario vareliano a un niño llamado José Martí.
Sin embargo, a pocos meses de ocupar de forma brillante la tribuna de la Cátedra de Constitución y “Fuente de Virtudes Cívicas”, el Obispo Espada, conocedor de las ideas autonomistas y antiesclavistas de Varela, lo recomendó para representar a Cuba ante las Cortes en España.
Consciente de su difícil misión en la Península, asiste a la apertura de las Cortes el 15 de febrero de 1822. El 3 de octubre participó en el acto de juramento de la Constitución a española, y el 15 de diciembre presentó, junto a los otros representantes de la Isla, la propuesta de elaborar una nueva instrucción para un gobierno económico y político adecuado a las particularidades de las provincias de Ultramar, este proyecto lo concluyó dos meses más tarde.
Pero Luis XVIII de Francia envió en abril de 1823 el ejército de los Hijos de San Luis a España, para ayudar a los realistas a reinstaurar el absolutismo de Fernando VII, esto provocó en octubre la suspensión de la Constitución, la disolución de las Cortes y la condena a muerte de muchos delegados que votaron por la invalidación del poder del Rey, entre ellos Varela, que pudo escapar y se refugió en Gibraltar.
El destino le marcó como camino el único estado del mundo donde había seguridad para la verdadera democracia, y el 17 de diciembre de 1823 desembarca en New York. A los 35 años de edad, ha llegado a un joven y dinámico país en expansión, la Unión norteamericana tiene apenas tres decenios de integrada, sus fronteras alcanzan hasta las Cordilleras del oeste del continente, un territorio inmenso está siendo conquistado a los guerreros indígenas, que solo ceden sus terrenos de caza tras una fiera resistencia ante las avanzadas de una emigración europea, procedente en su mayoría de las naciones del Viejo Mundo donde imperaba el despotismo, la intolerancia religiosa, el desempleo y la miseria.
Varela trató de acercarse a la Iglesia Católica estadounidense, pero las primeras acciones del cubano en la Patria de Washington consistieron en traducir al español el Manual de Práctica Parlamentaria de Thomas Jefferson, actualizarse en los últimos logros de la química y ampliar sus conocimientos sobre agricultura. Además, comenzó a escribir a sus amigos de Cuba para continuar su lucha por la libertad.
En 1825 pasó a Filadelfia donde fundó “El Habanero”, primer órgano de prensa hispano en los Estados Unidos, donde con su ética católica, llama a la Independencia y la abolición de la esclavitud en Cuba. Este periódico se enviaba de forma clandestina a la Isla donde los colonialistas lo consideraban subversivo y tenían a su creador como el principal enemigo de España en la Mayor de las Antillas.
De vuelta en New York, Varela fue recibido por el padre John Power, administrador apostólico de la Diócesis. El padre Power consideró que este sacerdote cubano, sería útil para la sede eclesiástica que abarcaba todo el estado de Nueva York y el norte del de Nueva Jersey, de esta forma Varela se convirtió en el primer sacerdote de habla hispana en servir en ese distrito católico neoyorkino.
En efecto, el padre Varela dispuso su colosal capacidad de trabajo a mejorar la actividad parroquial, sirvió con devoción a la creciente comunidad católica, en su mayoría irlandeses que venían huyendo del hambre y la discriminación religiosa en su Patria, en su mayoría vivían en pésimas condiciones, y el sacerdote cubano, desde la Iglesia de San Pedro en la calle Barclay, se dedicó a llevarles comida, ropas, utensilios, herramientas y consuelo espiritual, incluso aprendió gaélico para entender mejor a los inmigrantes de la Verde Erin que hablaban ese idioma. Logró conseguirles trabajo a muchos que así se incorporaron a servir a la nación que los había acogido y enseguida elevaron su nivel de vida. Él se sentía entre hermanos, porque llevaba en su espíritu el recuerdo de su preceptor irlandés, el padre Michael O’Reilly.
Varela era un ídolo para los irlandeses, cuando amigos habaneros avisaron que el Gobernador de Cuba, Dionisio Vives, había enviado al Tuerto Morejón para eliminarlo, pese a que el Padre, fiel a su divisa de ser: “Un hijo de la libertad, un alma americana que desconoce el miedo”, pidió que no se agrediera al asesino a sueldo, varios irlandeses confrontaron al criminal en una calle, y “le persuadieron” a irse de New York, no se sabe a ciencia cierta qué pasó, pero el sicario regresó de inmediato a Cuba.
La incansable y exitosa labor pastoral de Varela, su espíritu de sacrificio, modestia y sencillez, así como sus emotivas homilías y caridad con los pobres y los emigrantes, atrajo la atención del obispo de Nueva York. John Dubois. quien, confiando en las aptitudes del cubano, el 20 de septiembre de 1829, al partir a Roma, nombró a Félix Varela, de forma temporal, Vicario General de la Diócesis de Nueva York, responsabilidad que Varela ejerció con su proverbial eficacia hasta el regreso de Dubois en noviembre de 1831, además representó a su superior en dos importantes cónclaves: Primera Conferencia Provincial Concilio de Baltimore de 1829 y el Tercer Concilio Provincial de Baltimore, antecedentes de las reuniones bianuales de la actual Conferencia de Obispos Católicos de los Estados Unidos de América.
En Varela sobresalía el educador y el político, en 1830 publicó los folletos: “The Protestan’s Abridger and Annotator”, para defender la fe católica frente a los ataques protestantes. Entre 1835 y 1838 lanzó sus “Cartas a Elpidio”, compendio de ideas acerca de la moral y la formación de la juventud. Instituyó después el periódico ‘The Catholic Expositor’, baluarte de la Iglesia Católica en Estados Unidos. Por su inmensa cultura y dotes pedagógicos se le había invitado a formar parte del claustro de la naciente Universidad de New York, pero no pudo aceptar por estar inmerso en su batalla misional que incluyó la fundación de varias escuelas. Asombra que aun tuvo tiempo y energía para terminar el Doctorado en Teología por el Seminario de Saint Mary de Baltimore en 1841.
Fue un admirador de los Estados Unidos y soñaba con un gobierno similar para Cuba: “Yo vivo tranquilo y superior a mi suerte. La imagen de Washington, presentada por todas partes en las calles y casas de un pueblo racionalmente libre y sólidamente feliz, al paso que me inspira una envidia perdonable, me convence de que no es ficticio el bien que deseo para mi patria”. No obstante, se opuso a la corriente ideológica anexionista por su convicción independentista. Además, con su labor contribuyó al crecimiento de su patria adoptiva, porque atendió y entregó suministros a muchos emigrantes recién llegados, los cuales luego seguían rumbo al oeste, a los lejanos territorios de La Luisiana, Texas, Arizona, Colorado, Nevada y al Gold Rush de California.
Varela cooperó en la fundación de la parroquia St. James en 1833. Con fondos enviados por sus amigos se adquirió la Iglesia Episcopal de Cristo que se convirtió en la Iglesia de la Transfiguración, este templo se trasladó a Mott Street en el actual barrio chino, origen de esa comunidad católica de Nueva York. Allí Varela se hizo célebre como un hombre de vida irreprochable, un párroco erudito, un administrador capaz, un sabio educador y director de almas.
Se destacó por su trabajo con los enfermos y los humildes. Enfrentó con serenidad la horrible epidemia de cólera de 1832, en la cual su caridad alcanzó alturas de martirio, pasó muchos días y noches de insomnio en los hospitales junto a los pacientes, pero nunca se contagió, prueba de poseer la gracia del Todopoderoso. En 1835 fundó un asilo para hijos de viudas pobres. Su generosidad adquirió límites insospechados al liquidar su herencia personal en Cuba para ayudar a los desvalidos. Admirado y respetado por todos, desde 1837 en adelante, ocupó de manera oficial el cargo de Vicario General para Nueva York, segundo puesto en importancia después del Obispo.
Por el prestigio alcanzado desde la Primera Conferencia de Baltimore, su sabiduría, prudencia y logros pastorales, fue convocado a los Consejos de Baltimore como asesor del episcopado estadounidense, el Padre Varela llevó su piedad y experiencia para colaborar con los obispos que crearon el Catecismo de Baltimore para los niños, el cual se mantuvo vigente hasta… ¡el Concilio Vaticano II en 1965!
En su trabajo por la paz entre los cristianos, Varela contó entre sus amigos, con el padre Alessandro Muppiatti, monje cartujo que había huido de Italia en busca de asilo político en Nueva York. Fue el primer sacerdote italiano en servir en Nueva York, el padre Muppiatti se desempeñó como asistente de Varela en la parroquia de la Transfiguración desde 1842 hasta su prematura muerte en 1846, su apoyo fue también fundamental en la atención a las familias de emigrantes procedentes de la península itálica entonces fraccionada y dominada por poderes extranjeros en buena parte de su territorio.
Sin embargo, la salud del abnegado sacerdote se resintió por decenios de vida austera matizada por el tremendo esfuerzo de sus deberes pastorales y organizativos, además se sentía abrumado por tantos años de apasionada defensa de la Iglesia ante los sentimientos anticatólicos de muchos fanáticos, por eso en 1846 y 1848 pasó temporadas en Charleston y su querida San Agustín de La Florida, de regreso a New York, su voluntad inquebrantable le permitió sostener su ritmo de trabajo dos años más. Pero estaba agotado y enfermo, los médicos le orientaron alejarse del frío inclemente y el humo de la urbe neoyorkina, y sus compañeros le obligaron a partir.
Entonces el padre Varela buscó un clima cálido beneficioso a su padecimiento pulmonar, en 1850 regresó definitivamente a su raíz, a la añeja San Agustín de La Florida, allí sería acogido por el amable sacerdote francés Edmund Aubril. Pasó sus días postreros en una habitación adyacente a la escuela de la Catedral de San Agustín, aunque estaba débil y vivía en la pobreza, se dedicó a evangelizar a los desposeídos de la localidad. Tocaba el violín para los niños y daba sermones en español para la población de origen hispano, recordemos que La Florida estaba bajo la sombra de la bandera de las barras y las estrellas apenas desde 1821.
Un grupo de amigos y discípulos cubanos se enteró de la situación de Varela, recolectaron una elevada suma de dinero para llevársela como regalo, solo para descubrir que el noble sacerdote había pasado a la Casa del Creador el 25 de febrero de 1853. Entonces se le erigió una capilla con una tarja conmemorativa en el cementerio de Tolomato donde había recibido cristiana sepultura en San Agustín de La Florida.
Por una coincidencia histórica, designio significativo del destino, ese mismo año y solo pocos días antes, el 28 de enero de 1853, había nacido en La Habana el hombre que tomaría la antorcha valeriana, para poner los pensamientos del ilustre precursor en la senda del triunfo, José Martí Pérez, continuador de la cruzada del Profeta de la Libertad, fue bautizado en la Iglesia del Santo Ángel Custodio, al igual que el Siervo de Dios y… ¡en la misma pila bautismal!, reliquia que se conserva en el Centro Cultural Universitario «Padre Félix Varela» de la Iglesia Católica, en la Arquidiócesis habanera, ubicado en el bicentenario edificio donde estaba el antiguo Seminario de San Carlos y San Ambrosio, cuna de la nacionalidad cubana, donde el venerable Varela comenzó su trayectoria ejemplar.
José Martí, seguidor de la obra del sacerdote, admiró al combatiente por la libertad y la democracia. El Apóstol de la Independencia de Cuba, con la guía de Varela en el corazón, siguió idéntico sendero en los Estados Unidos. Entre New York y La Florida trabajó para unir en un haz a los cubanos emigrados y los de la Isla, y hacer realidad los sueños y profecías del Padre Varela.
Él acudió al sereno lugar de San Agustín de La Florida donde el sacerdote dormía para la eternidad, en julio de 1892, a rendirle honores, buscar iluminación en su lucha, e inspirarse para escribir un bello artículo del periódico Patria el 6 de agosto: “Antes que todo, a la tumba del Padre Varela”: “…venerada hoy para el cubano, porque allí están, en la capilla a medio caerse, los restos de aquel patriota entero, que cuando vio incompatible el gobierno de España, con el carácter y las necesidades criollas, dijo sin miedo lo que vio, y vino a morir cerca de Cuba…” Antes que todo a la Tumba de Padre Varela: y allí fuimos, bajo el sol abrasador: … parecía que estaba vivo el Padre… levantamos, con todos los cubanos que somos aquí, el club “Félix Varela… porque aquí estamos de guardia, velando los huesos del santo cubano, y no le hemos de deshonrar el nombre… han vuelto los tiempos grandes…”
La Independencia de Cuba profetizada por Varela e impulsada por Martí, se logró con la ayuda del pueblo de Lincoln. En 1911, a petición del presidente de la República José Miguel Gómez, el obispo de San Agustín de La Florida. William John Kenny, de origen irlandés, entregó los santos restos de Varela al cónsul cubano en Jacksonville para su traslado a Cuba. Velados en la Catedral de La Habana, se le tributaron honores de expresidente fallecido. Llevados después a la Universidad, en la Alta Casa de Estudios se realizó una emotiva ceremonia en el Aula Magna, con la presencia de dignatarios del gobierno, profesores, eclesiásticos, estudiantes e intelectuales, donde pronunció un conmovedor discurso el excelso patriota Doctor Enrique José Varona. Allí los sagrados restos fueron depositados en un bello cenotafio con una inscripción en latín que traducida al castellano reza así:
“Aquí descansa Félix Varela, sacerdote sin tacha, eximio filósofo, egregio educador de la juventud, progenitor y defensor de la libertad cubana, quien viviendo honró a la Patria y a quien muerto sus conciudadanos honran en esta alma universidad en el día 19 de noviembre de 1911”. “La juventud estudiantil en memoria de tan grande hombre”.
Su urna protegida por los muros del Aula Magna y el respeto de los estudiantes, tiene de palio los óleos neoclásicos del pintor Armando Menocal, veterano de la Guerra de Independencia, entre ellos ‘Las Bellas Artes’, ‘Las Artes Liberales’, ‘El Derecho’, ‘Las Ciencias’, ‘El Pensamiento’ y ‘Las Letras’. Esferas del saber donde se desenvolvió el polifacético sacerdote que podemos considerar el Franklin cubano.
En 1983, 130 años después de su paso al seno del Señor, la Congregación para la Causa de los Santos, autorizó a la Arquidiócesis de La Habana las investigaciones sobre la heroica santidad del padre Varela. A fines de la década de 1990. el padre Varela fue declarado “Siervo de Dios” por el Papa Juan Pablo II. El proceso continuó, y el 14 de marzo del 2012, se firmó el decreto donde el papa Benedicto XVI, a través de la Congregación para la Causa de los Santos daba su aprobación para considerar al Siervo de Dios Félix Varela como Venerable, paso en el rumbo a la beatificación y la santidad.
El 12 de abril de 2012, la Iglesia proclamó oficialmente Venerable a Félix Varela. Esto causó inmensa alegría en las Arquidiócesis de Nueva York y de Miami, este héroe del pueblo cubano, profeta y precursor de la Independencia, defensor de la justicia social y la democracia, que dejó su huella como el Apóstol de los inmigrantes irlandeses en Nueva York, fue una luz de pensamiento, libertad religiosa, intelectual y política, para todo el pueblo de los Estados Unidos de América.
En la “Tierra de los Hombres Libres, Patria de los Valientes”, su recuerdo perdura, honran su memoria escuelas, calles y asociaciones que llevan su nombre. Además, se realizan eventos sobre su vida y obra. En 1997 el Servicio Postal de Estados Unidos, emitió un sello con la efigie del Venerable por solicitud de la Fundación Padre Varela de la ciudad de Miami. Existen tarjas y estatuas en la Iglesia de la Transfiguración y en la Ermita de la Caridad, y se realizan peregrinaciones a San Agustín de la Florida.
No obstante, quizás el mejor homenaje al milagro de sus tres decenios de impecable vida sacerdotal en Estados Unidos de América se manifestó desde 1959, cuando en su Cuba amada una infausta revolución dirigida por bandidos, creó un régimen de despotismo, saqueo, mentiras, destrucción, odio y envidia, y burla, persecución y discriminación contra los creyentes en la Doctrina del Salvador. A partir de ese momento, decenas de miles de cubanos, hijos de Varela desplazados de su país, llegaron a La Florida, allí fueron acogidos con los brazos abiertos precisamente por los sacerdotes irlandeses, con dos figuras legendarias al frente: Monseñor Coleman Carrol y el Padre Brian Walsh. Dios los tenga en la Gloria.
Recordemos lo que el Papa Benedicto XVI se atrevió a decir en marzo de 2012 ante los terroristas que desgobiernan y oprimen al pueblo de Cuba y se profesan ateos, en su homilía en La Habana: “…el Padre Félix Varela fue un ejemplo preclaro de cómo un hombre de fe puede aportar a la construcción de una sociedad más justa… Varela nos recuerda que: “No hay patria sin virtud, ni virtud con impiedad”.
Félix Varela es una figura viva, su legado abarca tres naciones del Occidente Cristiano: España, Estados Unidos de América y Cuba, por doquiera que pasó llevó la esperanza, el perdón, la amistad, la paz, el respeto, el consuelo y el amor entre la raza humana, aspiraba a que un día la fraternidad y la verdad predicadas por el Libertador de Nazareth, fueran la máxima aspiración en el comportamiento de las personas, por eso cuando era solo un adolescente, dejó una frase sublime para la historia, que todos debemos asumir como nuestra: “Yo quiero ser soldado de Jesucristo”.
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