Por Amalia González Manjavacas.
Muchas han sido las teorías que, a lo largo del tiempo, se han formulado para explicar el origen, su excepcionalidad y hasta el endemismo andaluz del flamenco.
El mismo Blas Infante, político y ensayista malagueño, ideólogo del andalucismo y considerado el padre la Patria andaluza, en su ‘Orígenes de lo Flamenco y el secreto del cante jondo’ (1929) abrió la puerta para adentrarnos en la esencia y origen de este arte, hasta entonces desconocido y misterioso, al volcar sobre lo que llamó los «dolores de Andalucía», las injusticias históricas padecidas por este pueblo, pobreza, explotación agraria, retraso industrial, analfabetismo…, desigualdades que habían llevado a un sentimiento de resignación y hasta de inferioridad en los andaluces.
A él se debe asociar el origen del flamenco con el dolor de los oprimidos andalusíes, gitanos y moriscos, y enhebrar el flamenco “a la memoria de un pueblo al que arrebataron todo menos su dignidad y su capacidad creadora”.
“En sus letras hay un poso de rebeldía, fruto de la marginación. Letras que hablan de sus penurias, de la pérdida, del amor frustrado, de la injusticia social…” escribió en la misma línea el periodista y crítico Alfredo Grimaldos, uno de los autores de referencia en la materia desde su ‘Historia social del flamenco’.
Y es que el flamenco, al igual que el jazz, el blues o el soul, estuvo relacionado con la pobreza y la marginalidad ya que nace en el seno de las clases más humildes de la sociedad andaluza: gitanos, jornaleros, campesinos, pastores, herreros, mineros, tratantes de ganado… De ahí que el cante transmita la pena, el dolor, de quienes lo cantan y sean ellos los que lo utilicen -una sentida voz con unas palmas- como desahogo. De ahí que califiquemos el flamenco puro como profundo, hondo, grave, intimista.
Mientras que el origen más probable del término flamenco parece derivar de la expresión andalusí «fellah min gueir ard», que puede traducirse como «campesino sin tierra», la raíz del flamenco hondo, o jondo (la h sale j al aspirarse) viene de la combinación de cinco culturas musicales: la música que trajo hacia 1400 el pueblo gitano proveniente de la India cuando se asentaron en el sur de Península Ibérica, preferiblemente en Andalucía, fusionándose con el folclore autóctono local, más elementos moriscos, judíos y cristianos.
Pero las primeras noticias documentadas del flamenco tal y como hoy lo conocemos se sitúan a mediados del siglo XVIII y dan cuenta de celebraciones, fiestas y reuniones en las que los gitanos exhibían su cante y su baile. Mientras que los primeros curiosos o estudiosos que se interesaron por el flamenco vinieron de fuera, intelectuales franceses e ingleses que en el siglo XIX se adentraron en España para conocer de cerca ese ‘exótico’ arte, como así lo atestiguan los grabados y escritos más antiguos sobre el flamenco.
El flamenco, aportación gitana a la cultura española
El flamenco es un arte de transmisión oral que durante mucho tiempo se ha preservado, fundamentalmente en el seno de grandes dinastías gitanas de la Baja Andalucía, transmitiéndose de generación en generación en el ámbito familiar y en el barrio.
El escritor y articulista, Agustín Vega Cortés, gitano para más señas, y presidente de Opinión Romaní, nos lo explica y argumenta con una claridad meridiana: “El flamenco es el libro sonoro en el que está escrita la historia de un pueblo. En este libro incorpóreo están las letras que hablan de la pena y de la pobreza, del amor y de la alegría, de la lucha de los hombres para vencer la fatalidad de un destino que le viene impuesto. Éste y no otro es el secreto de la grandeza de una música, que, hoy por hoy, se considera en el mundo entero la más singular, genuina y admirable señal de identidad cultural de España”.
Ese quejío o “esguince” -como atina en calificarlo Vega- del cante gitano no es un quejido dolor fingido o aprendido para adornar una nota musical, sino que expresa la queja real porque esa es precisamente su razón de ser, “porque el dolor, la pena fueron el manantial del que sus creadores bebieron para exteriorizar un sentimiento que se ahogaba en la impotencia”.
Flamenco y Gitano han sido sinónimos a lo largo de la historia. Los diferentes estilos que conforman el cante flamenco responden a las familias gitanas que los crearon. Así, se habla por ejemplo de las bulerías de Jerez, los fandangos de Huelva, los tangos extremeños, o las soleá de Alcalá….
El poeta granadino Federico García Lorca era de esta opinión. En 1933 en una entrevista definió la incuestionable patrimonialidad gitana del origen del flamenco: «Desde Cádiz hasta Sevilla, 10 familias de la más impenetrable casta pura guardan con avaricia la gloriosa tradición de lo flamenco» y sus mismos Romancero Gitano o Poema del Cante Jondo tiene como esencialidad esa mirada gitano-andaluza de la vida. Como Lorca, defendieron la pertenencia gitana del flamenco poetas y escritores como Félix Grande o Caballero Bonald y músicos como Falla, Albéniz o Joaquín Turina.
El flamenco es la música del pueblo gitano, remata Vega en uno de sus artículos: «Los niños gitanos, cuando aún no saben casi ni hablar, ya saben entonar el cante, y antes de andar con soltura, ya saben cómo se da una patá por bulerías. Está en nuestro ADN. Es nuestra herencia y nuestro legado. La cultura gitana es incomprensible sin el flamenco y el flamenco es impensable sin los gitanos”.
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