PANAMÁ Y SU CANAL EN MEDIO DE LA TORMENTA

Written by Adalberto Sardiñas

18 de febrero de 2025

En el inicio de una administración que promete ser agresiva en lo interno y externo, el presidente Trump ha escogido el Canal de Panamá como uno de sus blancos para acelerar su objetivo de hacer América más grande y más rica que nunca. Todos aplaudimos el propósito. América merece ser más grande y rica. ¿Por qué no? Pero en la persecución de ese objetivo, los pasos deben ser prudentes, honestos, y justos, como cabe en una nación ya grande y poderosa como es Estados Unidos de América.

Alega el presidente, en su intención de retomar el canal, que China ejerce un efectivo control sobre sus puertos lo que no es del todo cierto. Esas vías navegables, de acuerdo al tratado en vigencia hace 47 años entre Panamá y USA especifica la permanente neutralidad y operación del canal, lo que significa que barcos de cualquier país, bajo cualquier bandera, son permitidos usarlo.

El secretario de Estado, Marco Rubio, en su reciente visita a Panamá, señaló el caso del barco norcoreano, procedente de Cuba, en el 2013, que trató de pasar el canal llevando armamento para el gobierno comunista coreano. Sin embargo, el barco fue inspeccionado y las armas decomisadas. Pero esto no significa, ni afecta, en modo alguno, el concepto de neutralidad bajo el tratado en vigor.  

Es notoria la práctica del presidente de exagerar sus quejas y sus elogios. Maneja bien su estilo hiperbólico. Él sabe que los chinos no controlan el canal. Ni que el gobierno mantiene una posición de privilegio con la compañía que lo administra. Y sabe también, como la sabe Marco Rubio, que la autoridad del canal, independiente del acuerdo entre las dos naciones, es un negocio, una empresa que funciona bajo las reglas económicas de cualquier empresa privada, que se rige por un presupuesto para el mantenimiento regular de la infraestructura que incluye el gasto de capital como sucedió en 2016 con la expansión de cierta área del canal.

El caso de Panamá y su canal, proyecta cierta rara confusión. ¿Por qué esa intimidación contra uno de los pocos aliados que tenemos en la región? ¿No resulta irritante esa amenaza de fuerza contra un país pequeño, que además es amigo? ¿O es que el presidente con su excesiva presión pretende obtener considerables ventajas para la navegación americana en el cruce del canal? Nunca debemos olvidar las grandes habilidades del presidente como empresario. Teniendo en cuenta su talento en este capítulo, no resultaría dudable que su objetivo esencial sea negociar mejores condiciones, o rates, que los que la autoridad del canal carga a todos sus clientes, y, a la vez, reducir la presencia china en Panamá. Todo es posible. Tenemos un presidente impredecible dado a mantener al mundo en la punta de los pies, fuera de balance. Esta impredecibilidad es, tal vez, uno de sus atributos más fuertes para mantener a sus oponentes adivinando sobre su próximo movimiento en el campo del ajedrez político. Panamá pronto lo descubrirá.

Por otra parte, el canal, hasta donde se sabe, no ha incumplido los términos del tratado y se niega a renunciar a su posesión. Entonces, ¿qué hacer?

Así las cosas, las opciones del presidente son escasas: o emplea una brutal presión económica o una fuerza militar para una desastrosa ocupación sobre una pequeña nación débil, evento que sería aborrecible para la comunidad internacional, y que, irónicamente, iría contra la conocida postura del presidente en cuanto a las aventuras extranjeras. Es más, le daría un pie de apoyo a la izquierda extremista latinoamericana, y de otras latitudes, para manifestaciones de repudio contra esta nación. 

Es cierto que Estados Unidos tiene derechos, morales y materiales, que le asisten en sus discusiones con el gobierno panameño. La inversión americana en la construcción del canal fue cuantiosa en forma monetaria y la pérdida de casi 6,000 no es fácil de asimilar. 

Basado en estos factores no sería sorprendente, por su justeza, la obtención de notable mejoría en el trato a los barcos comerciales de esta nación. Después de todo, ¿quién construyó el canal? 

Es cierto que Panamá ha tenido sus periodos de corrupción. Pero no existen evidencias históricas de ello en la administración del canal. 

Con toda seguridad la conversación de Marco Rubio con el presidente Mulino traerá cambios y concesiones. Es lo esperado. Es lo más probable. ¿Qué otra alternativa tiene Panamá? Por lo pronto, el acuerdo alcanzado la pasada semana donde Panamá promete reconsiderar la propuesta china de Belt and Road Iniciative en el país es una victoria para Rubio. 

Una solución violenta está fuera de orden. La gestión diplomática sería la avenida que llevaría a las partes a un arreglo razonable y justo para zanjar las diferencias que, a fin de cuentas, no son tantas.  Panamá es un país amigo. Un aliado confiable. No lo tornemos en otro país hostil.

El presidente Trump ha comenzado su segundo término en la Casa Blanca con una agenda presurosa, enérgica y agresiva. ¿Bueno o malo? Depende. Hay de todo en la canasta. Creo que lo positivo excede a lo negativo por amplio margen. Pero hay preocupaciones, compartidas por una larga porción de la población, en cuanto a los posibles excesos en la implementación de esa agenda. También existe aprehensión en la magnitud de autoridad concedida a Elon Musk en la intervención de asuntos gubernamentales, incluyendo la desmesurada idea de solicitar la renuncia “voluntaria” de cientos de miles de empleados federales. ¿Crear desempleo para balancear el presupuesto? Suele ocurrir, en la insanidad de nuestro mundo, que personas brillantes, casi geniales, cometen con frecuencia inexplicables estupideces.

BALCÓN AL MUNDO

El rey de Jordán, Abdullah II, se reunió en la Oficina Oval de la Casa Blanca con el presidente Trump. Es el primer líder árabe en visitar la mansión presidencial desde que el presidente tomó posesión. Se entendieron bien en cuanto al idioma porque el rey habla perfecto inglés. Pero en lo demás no hubo entendimiento pese a los esfuerzos del presidente para convencerlo de su plan para anexar Gaza y enviar a los palestinos a diferentes países árabes. El rey esquivó todos los empeños de Trump para terminar diciendo que pronto, quizás en un par de semanas, una alianza de países del área ofrecerá un plan para Gaza. ¡Qué extraño! Todos los gobiernos árabes apoyan a los palestinos con sus petrodólares, pero ninguno, los quieren en sus respectivos países. 

¿Por qué será?

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¿Está la nación americana en una crisis constitucional como afirman personeros del ala izquierdista demócrata? No, por ahora. Aunque el presidente Trump ha firmado varias órdenes ejecutivas dentro de lo que llamamos un área legal gris, todas son debatibles, pero no llegan a crear una crisis constitucional. Otras, el presidente las ha lanzado como reto para probarlas jurídicamente. Sin embargo, si el presidente desobedece un fallo de la Corte Suprema, y esto pudiera pasar sin lugar a dudas, entonces sí entraríamos en una crisis constitucional y sería el trampolín para el inicio de un proceso de impeachment.

Apriétense el cinturón que ha comenzado una nueva era de turbulencia.

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El presidente Trump y el tiranuelo ruso Vladimir Putin mantuvieron una larga conversación sobre el fin de la guerra en Ucrania. Acordaron recíprocas visitas a sus países en un futuro próximo. Los ucranianos están legítimamente preocupados.  Sospechan que nada bueno saldrá de la mesa de negociaciones para ellos. Ojalá que se equivoquen. Hay mucha sangre por el medio para arreglos negociados en favor del agresor.

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